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miércoles, 2 de enero de 2008

Cuentos de Alcoba 2007 I: Cuestiones de señales

La luz natural del día hace rato se acabó para dar paso a las tinieblas, Mar del Plata se ilumina con todo, como queriendo semejarse a una segunda Buenos Aires, perla del Plata, pero con la diferencia de ser la gran maravilla creada por Patricio Peralta Ramos y Pedro Luro, de aguas limpias donde todos van a bañarse o a tomar sol a sus playas.

Cuando se apaga la luz, en el mar se apiñan los pescadores buscando pique, los edificios de Havanna se anuncian con todo, los paradores y aquellos lugares que viven de la gastronomía, siguen el día. El tránsito no para, el tiempo no para... es posible que por una posibilidad remota el mar se trague una de las peores tormentas o que aparezca la luna para brillar sobre las aguas creando una imagen postal que siempre vale la pena recordar.

Mar del Plata es la misma para quienes viven ahí o para quienes vienen de turismo.

Muchos miran esa perla atlántica por los vehículos que dan vueltas por las carreteras o los aviones que llegan a Camet, solo unos remotamente se atreven a hacer una excursión nocturna a las instalaciones de Ferrobaires. Un clásico pasajero no le interesa para nada, es más, le parece algo netamente absurdo, será que no aprecian que más de una de las cosas que ven son sus elementos de trabajo, pero por desgracia, externamente se ven los ñoquis improductivos, los verdaderos, los del 29, producen algo: llenan la barriga.

Más interesa la vida de este señalero y su novia. Bah, dos auténticos señaleros, pero solo uno es empleado, el otro es ayudante a voluntad. Que lo que sucede es más importante de saber.

Marto hace años se gana la vida trabajando ahí arriba, en la garita de los cambios. Trabaja 12 horas por día e hizo de su lugar de trabajo como si fuera su segunda casa: tiene una cama pequeña, un televisor 14 pulgadas blanco y negro, por cortinas son banderas con las propagandas de agua mineral Villavicencio... baño, calefacción, reloj... cocina, todo. Bueno, es que Marto cuando no está haciendo nada en la noche, apaga la luz y se acuesta a dormir hasta el momento del relevo.

Suena el teléfono – Hola... sí, a Pepe lo dejamos encerrado dos segundos porque tengo que darle vía a Castello que viene con unos 20 minutos de adelanto... ¡soy humano carambolas!!!!... sí! Chau! – cuelga el teléfono y se va a mover las palancas 8, 3, 15 y 7.

Suena la radio – Marto... estoy en ruta 2...

¿Ruta 2?... ¿Volaste en un airplane de las Aerolíneas Argentas?

No tarado...

¿Y entonces...?

Boludo... dale, dame vía que estoy pisando los talones a Mardel...

Aguantame Castello que voy a dejar encerrado a Pepe dos segundos con las bandejas automovileras...

Bueno...

Castello...

Si... dale boludín que estoy en el PAN, te deposito en el suelo el palo staff y sigo viaje si no sales de la guarida...

¡Para chabón! ¡No soy Superman ni Batman en el batimovil!

Corta la radio - ¡Este Castello se cree que voy a la velocidad de la luz...! claro, como él anda a la velocidad de la luz... – Va a habilitar la vía 3 para el ingreso del Expreso del Atlántico y sale disparado como un rayo para tomar el palo staff que trae Castello.

Castello para embromar a Marto, se mando un poco ligerito: - ¡Seguime con esta chica hasta Miramar! – y le sacudió el palo staff, cayo a la distancia.

Marto miró con enojo a Castello - ¡Ya te voy a matar si te metes con los míos!

Castello depositó en vía 3 el tren que acababa de traer. Pepe le pide la radio – Dile al pirucho de Marto que hace cincuenta años estoy encerrado.

Pasa Vanesa y Pepe la llama desde la cabina – Vane! Dile a tu novio que habilite el cambio porque me tiene encerrado.

Vanesa camina hacia el cabín y sube las escaleras. Entra y encuentra a Marto enojado. Sonaba insistente el teléfono, la radio y el celular.

Marto... Marto – insiste Vanesa - ¿Qué pasa?

¿Qué? – pregunta Marto – Dime que tú me amas solo a mí ¿verdad?

Sí... no te cambio por nada... pero abajo me atajo Pepe que me pidió que te dijera que le habilitaras el cambio porque esta encerrado – le contestó.

Marto habilita el cambio y Pepe hace la correspondiente maniobra. Le alcanza el palo staff a Pepe.

Marto... ¿qué diablos he hecho para que estés tan enojado? – desea saber Pepe.

¡¿Qué demonios tengo que contarte a ti corneta!? – contesta mal Marto.

¡No tengo nada que ver con tus amores personales! – le grita Pepe.

Perdón... – se serena - ¿sabes si Castello anda en un enriedo raro?

¿Yo? ¿De Castello? Te acepto tu disculpa pero no he visto nada raro en él... – contesta Pepe.

Marto va a la oficina en tanto que Vanesa queda en el cabín. Sin quererlo, aparece Castello por el cabín – Hola Vanesa.

Vanesa miró con cierta desconfianza a Castello – Hola...

Parece que Marto se consiguió con ayudante de lujo...

Vanesa lo miró de reojo – Perdón...

No... es en serio. Tiene a la chica para una pequeña ayuda ¿no? – insiste Castello.

Diga... ¿a qué viene todo esto? Si se puede saber... – pregunta Vanesa.

Sin constituir ofensas... pero tu novio se mete con mi novia – mete una mentira Castello.

Ah... que bueno, creo que Marto debe estarme metiendo los cuernos con la escoba – tira una indirecta Vanesa.

Va en serio Vanesa...

Lo mío también Castello... yo sé que usted besa las escobas y los escobillones, va a los telos con las baguettes y los consoladores... tal vez quieras que te consiga una cremita... digo... no sé... – sigue tirando indirectas Vanesa.

Yo te aconsejaría que no provoques porque matas a cualquiera de aquí – amenaza Castello.

Justo suena el teléfono. Atiende Vanesa – Hola... sí, te consigo cadete – cuelga.

Castello, tengo una pequeña tarea: lleva esto a la oficina – le entrega un papel Vanesa.

Castello sale del cabín y Vanesa se relaja. Vuelve Marto – Perdona que te deje sola tanto tiempo en el cabín...

Marto... ¿viste ese Castello?

Si...

Haz algo porque esto no termina bien... me tira los galgos – le llora Vanesa a Marto.

Días después, por la noche, se topa con Castello en andén - ¿¡Qué carajo le haces a Vanesa!?

¿Yo? Estás loco... para la mano...

No soy ningún pelotudo Castello... ¿qué estás insinuando con mi novia?

Tu novia estuvo provocándome...

Y yo te voy a provocar – le contestó Marto y ambos se agarraron a trompadas en el andén. Castello quedó desmayado en el medio del andén y Marto se fue al cabín. Efectuó las correspondientes tareas para la llegada y salida de los trenes del momento. Después apagó la luz y se fueron a dormir.

Una noche, Castello se desquitó de Marto de la peor forma: subió al cabín, cerró la puerta y tomó violentamente a Vanesa, tapándole la boca para evitar que pudiera gritar – De esta no te salvas... – le dijo Castello.

A Vanesa le habían quedado las manos libres, tomó un palo que tenía a mano y le golpeó la cabeza. Castello cayó al suelo pero inmediatamente se reincorporó, corrió a Vanesa, hasta que Vanesa abrió una ventana y se descolgó por un palo deslizándose hacia abajo, pero antes de llegar al suelo, tuvo una caída al vacío: se rompió un hombro en la caída.

Marto cuando vió a Vanesa tirada en el suelo pensó que se había matado. Castello mintió diciendo que se había tirado por la ventana por voluntad propia.

Vanesa se repuso en el hospital de la quebradura y en una ausencia de Marto, se encerró en el cabín. Pepe sube al cabín y abre la puerta – Vanesa...

Se dio vuelta violentamente, confundió a Pepe con Castello y con violencia lo empujó haciéndolo rodar por la escalera hasta caer al suelo. Pepe quedó tirado en el andén inmóvil. Vanesa bajó hasta el andén y vió que era Pepe – Pepe... Pepe...

¿Por qué me hiciste esto Vanesa...? – preguntó perdido Pepe.

Pensé que era Castello y no tú... – empieza a llorar Vanesa.

Unos días después, Pepe y Marto se juntaron en el cabín y conversaron a solas:

Marto... algo raro sucede con tu novia – le comenta Pepe.

¿Te pasó algo? – pregunta Marto.

Pienso que Castello algo debe andar haciéndole... pues, los otros días subí hasta el cabín y ella me empujó haciéndome rodar por la escalera hasta el suelo... después se acercó y empezó a llorar...

Castello es buen tipo... no sé...

¿Castello? Me hace pensar que algo raro anda hurgando... pues... creo que cualquier momento si no te la garcha, le pego en el poste.

Ella me mete los cuernos y no cuenta el cuento...

No, al revés: que él llegue a cometer un delito de fuerza mayor.

Pepe tenía razón: Castello hacía todo lo posible para romper la relación entre Marto y Vanesa. Pero recurrió a la violencia física: bajo amenaza, Castello obligó a Vanesa a que mantuviera una relación sentimental. Marto no tardó en saber que Vanesa estaba manteniendo una relación sentimental con Castello. Esa noche se generó una discusión:

Vanesa... ¿por qué haces esto conmigo?

Vanesa le suplico llorando – No lo hago por voluntad propia, no juego a dos puntas... Castello me amenazó con hacerme daño físico si yo no... no mantengo una relación sentimental e íntima con él... estoy cansada de este infierno... lo único que me queda son dos opciones: o sacas del medio a Castello o yo te dejo para siempre.

Marto se sintió entre la espada y la pared. Y ante el aviso de Vanesa, optó por sacar del medio a Castello.

En tanto, Castello agredió físicamente a Vanesa, dejándole la marca de los golpes en todo el cuerpo.

Sin quererlo, una noche, Marto envía a Castello desde el cabín al andén. Debía habilitar vía tres y habilitó la vía dos. Castello queda parado en el andén 2 y Marto espero que se acercara la locomotora.

Cuando lo tuvo a tiro, a escasos centímetros, Marto empujo a Castello haciéndolo caer sobre la vía y la locomotora lo arrastra hacia abajo. Unos metros después frena y de la cabina baja Pepe para ver y se lleva la sorpresa que había matado a su compañero Castello.

Marto... dime que no fui ningún asesino – le rogó Pepe.

No... para nada Pepe... fue un pequeño accidente – contesto Marto.

¿Qué sucedió después? Como Pepe nunca pudo detallar lo sucedido esa noche, todo quedó en un suicidio.

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