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lunes, 10 de agosto de 2009

Café Ferroviario II: Revolución de Ferrobaires (No es la de Mayo de 1810)

“Me fumo cuatro puchos” – dijo el señalero a su ayudante. Estaban en el andén intentando partir un durmiente en desuso para calentar.

“Me tenés las bolas por el piso con lo de partir durmientes… déjalo para mañana Marto” – se quejó su aspirante.

“¿Qué?” – dijo Marto, con el pucho en la boca, alzando la cabeza y aparece el administrador. Se le cayó el hacha de las manos.

Algo conversaba con un delegado en pleno andén. No alcanzó a escuchar del todo.

“Juntá la leña boludo que se van a dar cuenta que estamos parando la oreja!”

“Tenés razón y rajemos de acá” – dice Marto y se van los dos a la garita.

En la noche plena, Marto toma el teléfono y llama a Liberali “Che cabeza… tenés que pararte la oreja, algo huele apestoso”.

Del otro lado de la línea… “¿Qué tan apestoso huele para parar la oreja?”

“Estuvo el administrador por acá”

“¿Avogadro? Si ese asqueroso animal está sepultado. ¿O no se comió un par de cápsulas de cianuro?”

“Te olvidaste de uno: Crespín”

“¿¡Crespín!?”

“Sí, ese. Y no quemó la otra vez en la revuelta, huyó a Brasil junto a Pedraza y varios delegados de la gente fratacha”

“Los fratachos me tienen las pelotas infladas… ¿estás en la caseta de los cambios? Dame tiempo a que distraiga a mi Paola y me paso por la caseta”

Cuando Liberali cuelga, Paola interroga “¿Qué estarás por hacer ahorita mi cabeza revoltosa Fer?”

“Nada, tengo que ir a solucionar algunos problemitas, nada más”

“¿Nada más? ¿Qué es eso de la revuelta, el incendio, delegados y fratachos???”

“Mira Paola, yo te quiero un montonazo, vos también, pero esto es difícil de explicar”

“No preciso que me expliques cariño… Vane ya me dijo todo ¿alguna duda Fer?”

Fernando Liberali mira azorado a su mujer “¿Y desde cuándo Vanesa sabe tanto?”

“Desde que la largaron de la cana y se estudió las leyes, creo que en cualquier momentito alguno de estos roñosos los pone de patitas en la gallola”

“La verdad Pao… debo rendirme, debo reconocer que ustedes las chicas, estando tan lejos y tan cerca de los rieles, son capaces de generar una revolución”

“Gracias cariño. Tú nomás debes ponerte en los zapatos de Cornelio Saavedra. Vane y yo somos tus secretarias”

Esa noche, en la garita…

“Muchachos… los he convocado porque acá en la Unidad los Baires no son aires buenos…” – anunció Marto.

“¿Y desde cuándo?” – interrogó Ángel Peluffo.

“Desde que tenemos dando vueltas al cabezotas de Liberali. ¿No se dan cuenta que si pudieran hacer picadillo de sesos con su sabiolín, lo hubieran hecho ya mismo?” – toma la palabra Vanesa.

“Obvio que sí chicos. Además, los delegados que tienen a los cuales les dan su plena confianza para que los saquen de cualquier apuro, los van a mandar a todo el mundo al muere. Y como no son ninguna clase de idiotas, ya veré en cualquier momento venirse la noche de los asfixiados, un desfile masivo de sabiolas pensantes rumbo al caño de escape” – dice Paola.

Ángel Peluffo guiñó los ojos “¿Alguien se sabe el Padre Nuestro?”

“No seas idiota – le dio un codazo Liberali – acá no vamos a rezar al Barbudo. Se trata de terminar de barrer definitivamente a estos hijos de su gran perra. A ver el resto ¿qué parte de esta historieta no se ha entendido?”

Vanesa, bajó la mirada y los miró a todos “Chicos, si ustedes se creen tan cagones para hacer cagar fuego a un sujeto de esa calaña, no se preocupen, aún me queda un cacho más para pasar entre las rejas, eso sí, con el pleno conocimiento que habré depurado la Unidad”.

“No Vane, no es necesario bajarse hasta los calzones. Solo basta con que se coma solito la cápsula de cianuro de soja, está más que suficiente” – dice Liberali.

“¿Si le pegamos al nervio optico?” – pregunta Marto.

“Lo vas a dejar tipo Néstor… cualquier cosa menos hacerlo cagar fuego” – le responde Liberali.

“Voy a hacer una llamada” – dice Peluffo y toma el teléfono. Disca el teléfono de Maldonado.

“¿Alguien tiene idea de dónde está llamando?” – pregunta Marto.

“Algo me hace suponer que a Maldonado cariño” – le contesta Vanesa a Marto.

En Maldonado nadie atiende. Insiste otra vez.

“¿Pasa algo Ángel?” – pregunta Paola.

“Creo que lo cagaron fuego al Tito” – contesta Peluffo y cuelga el teléfono.

“¿Tito? ¿Y no era acaso el que hizo cagar fuego al administrador cuando le pidió que se suicidara asimismo?” – pregunta Liberali.

Se oye un toc toc en la puerta.

“¡Pase!” – grita Marto.

“Permiso, creo que caí en un mal momento” – dice desde la puerta Toucedo.

“Vení y pasá corazón” – le dice Vanesa a Toucedo.

Paola se para y se acerca a Toucedo “Mira querido Horacio. Como las dos elegantes secretarias de todo este sitio, somos las encargadas de sacar humo de los sesos, mira, te las voy a cantar rapidito. El tema es que en la Unidad la cosa está repodrida desde el día en que se declaró la bancarrota y el suicidio de algunos sujetos, en especial, un tal Avogadro ¿entendido mi amor?”.

“Comprendí todito” – contesta Toucedo.

“¿A qué estamos jugando? ¿A la jabonería de Vieytes????” – pregunta Marto.

“¡No seas pelotudo! ¡Acá vamos a derrocar a Crespo!” – exclama Liberali.

Un día, sin buscarlo, Crespo se hace presente en Mar del Plata. Su sitio de interés principal es todo aquello que pueda ser contable. Es decir, la administración.

Crespo mira todos los libros contables y por detrás aparecen Paola y Vanesa. Entre las dos cuchichean “¿Todo listo Vanesa?”

“Listo compañera Paola”

Vanesa haría el sucio trabajo de borrar del mapa a Crespo.

Se asoma elegante, como prostituta profesional. Claro que, afuera, todos seguían todo de cerca.

Crespo gira la cabeza “Hola mi amor” y le acaricia el cuello.

“Que preciosa sos… dale… ven conmigo a la cama”

“Por supuesto que estoy aquí para estar contigo en la cama mi amor” – le dijo Vanesa y sugestivamente, se quitó las ropas.

Crespo, miraba con sus ojos idos a Vanesa desnuda. Y obviamente que siguió por desnudar a Crespo.

Por detrás, Paola veía todo. Afuera, los muchachos seguían todo de cerca.

Obvio que fue todo premeditado.

Crespo y Vanesa se tiraron en la cama. Lo besó como una auténtica prostituta profesional. Lo acarició con mano trémula.

Vanesa continuó haciendo su trabajo como si nada. Hizo de cuenta que estaba a solas.

Desnudos a solas en la cama, cada uno tomó una copa. Brindaron y bebieron el contenido hasta el final.

Lo que siguió después fue… como dicen en su propia jerga revolucionaria “Le mandó los ganchos hasta el final”.

Justo, cuando se venía lo mejor, Crespo quedó duro como una roca. Inmóvil.

Vanesa acercó su rostro para asegurarse que de veras estaba muerto. Se retiró, se vistió y se fue a ver a Paola “Ya está, ya cagó fuego”.

“Excelente trabajo el tuyo, como el de una excelente puta” – le dijo Paola.

Afuera, aguardaban expectantes. Aparecieron por el otro lado.

“¿Y Crespo?” – preguntaron a coro.

“Crespo se tomó unas merecidísimas vacaciones. Para más datos, en Estación Celestial te informarán de todo” – dijo Paola.

“¿Estación Celestial?” – preguntó Marto.

“Al Barbudo amorcito. Ahorita sí todo está en paz” – dijo Vanesa.

Café Ferroviario II: De cómo Gusmerotti aprendió a tolerar a los demás

- Disculpe Gramajo que vuelva a molestarlo nuevamente… - dijo Gusmerotti mientras entraba a las carreras a la casilla, un improvisado consultorio para terapia cuando urge la necesidad – Mire Gramajo, sé que soy molesto…

Estaba sentado y jugaba al sudoku del diario Clarín de hace ocho días atrás. Alcé la cabeza para decirle – Vamos Gusmerotti, distiéndete en el diván – le dije pausádamente mientras en una mesita a mi costado dejé el diario y la birome. Me acomodé y me dispuse una vez más a hacer terapia.

- ¿Por qué se autoconsidera molesto? – interrogué.

- Pues de la vez anterior que estuve con usted y que fui con mis compañeros, tuve la sensación de que era un estorbo.

- Cuando tuviste la reunión fuera del laburo…

- La tuve y me fue como el culo. No sé cómo no me rajaron.

- ¿Qué pasó?

- Nada, poco y nada conversaron. Mucho silencio. O contaban lo justo y necesario…

- ¿Le diste ánimo… onda?

- Intenté ser simpaticón…

- ¿Cómo “intenté ser simpaticón”?

- Ya sabes que no me caracterizo por ser simpático ni tolerable

- La primera vez conversamos el tema de la ira. Se supone que lo que haces acá es para bien tuyo y mejorar tú imagen delante de tus compañeros.

- ¿Y?

- ¿Cómo “Y”? mira, vamos a hacer algo, porque es evidente que tuviste un pésimo día acá así que acompáñeme… - lo llevó hasta la bolsa de boxeo, le puso los guantes - ¿Ves este saco? Bueno, te doy tan solo 10 minutos para que golpees esa bolsa ¿entendiste?

- ¿No puede ser la mitad de tiempo?

- Si dije 10 es porque ese tiempo es suficiente.

Gusmerotti empezó a golpear la bolsa mientras yo escuchaba los golpes, retomé el sudoku donde lo había dejado. Sé que Gusmerotti estaba realmente enojado por la furia de cada golpe que daba a la bolsa. Como la bronca seguía, miré el reloj y segundos antes de los 10 minutos le dije – Gusmerotti, te doy otros cinco -.

Y Gusmerotti siguió golpeando la bolsa hasta que le dio una patada tal que la misma se cayó al piso. Y le llamé la atención:

- Gusmerotti, eran golpes de puño no paratadas -.

Me contestó cansado - ¿Puedo descansar? -.

- Ven al diván – le sugerí.

Gusmerotti regresó al diván.

- Tuve un mal día con los tercos de los mecánicos… encima, un cuadrillero vino a romperme las pelotas pidiéndo el teléfono para hacer una llamada… sumado que me cuesta un Perú y medio tragar a los aspirantes… y los viejos lo único que hablan en los tiempos libres es de las minas…

- ¿Te parece grave que entre ellos comenten eso?

- Se me hace insoportable oírlos como si fuera único tema que tienen…

- Pero también miras mujeres…

- No.

- No niegues. Lo haces a escondidas de ellos.

Y los dos hicimos un rato de silencio.

- Mira, acá te doy un listadito de tareas que vas a realizar, una en cada semana: SEÑALERO, CUADRILLERO, BANDERILLERO, LIMPIEZA, MECÁNICO, AYUDANTE, MAQUINISTA

- ¿Todo esto? Qué bajón…

- No te quejes, después de todo, vas a aprender a tolerar a tus compañeros.

- ¿Y cuándo regreso?

- Cuando hayas terminado con esa lista.

Café Ferroviario II: La ira de Gusmerotti

Gusmerotti forma parte del plantel de jerárquicos de Nuevo Central Argentino, en la base de Rosario… todos saben que Alfonso Gramajo, fuera de la locomotora, es licenciado en psicología. Se sabe que ha escuchado muchas historias en su diván, todas de compañeros suyos de laburo. Y la de hoy no es la excepción.

Apenas me senté, empecé a hablar. Tenía ese día un tema muy claro sobre el que quería trabajar, dado la clase de paciente que me tocaba: nada más ni nada menos que Gusmerotti, de la jerárquica. Iba a trabajar acerca de los enojos diarios hacia sus compañeros de laburo (Ellos me lo enviaron, les costó mucho convencerlo, en fin…………………).

- Me parece que Fuentes es tonto – empezó Gusmerotti, acostado en el diván.

- Te parece ¿qué?

- Que es tonto, idiota, tarado y retardado.

- ¿Por?

- Hace quince días que entró acá, a la base Rosario. En todo ese tiempo lo único que ha hecho ha sido solamente cagadas. Menos mal que la empresa lo puso a estudiar para conductor. Yo sé que él le empezó a tomar el gustito a tener el timón de la máquina pero solamente está reservado a práctica, punto. Como mucho, alguna maniobra……….. y… verás, no hay un día que no haya un informe acerca de algún lío de este pajaron… o viola velocidades, pasa semáforos en rojo, descarrila, rompe topes… puf, me tiene harto. Quiero por favor que se vaya.

- ¿Te has puesto a pensar que por ser nuevo en algo tiene que equivocarse?

- Una o dos, bueno pero siempre… cansa.

- ¿Y por qué es tonto, idiota…?

- Parece un chico de jardín de infantes.

- Error. Con esas palabras lo único que consigues es herirlo interiormente. De esa forma es posible que cuando se gradúe sienta bronca hacia ti.

- ¿Puede tener bronca hacia mí?

- Yo no estoy en la cabeza de Fuentes, pero supongo que sí.

- Sé que soy algo irascible……………..

- Lo importante es el primer paso que acabas de dar: reconocer tú irascibilidad. Un enojo que lo exteriorizas en el otro.

- ¿Y el segundo paso?

- El segundo paso sería sentarte y conversar con él. No solo con Fuentes sino con todos. Olvídate por un momento que son ferroviarios, salir de ámbito, hablar de todo y reconocerse como tales, con sus defectos y virtudes.

- Sé que esto… en realidad, no lo elegí.

- No lo elegiste.

- No.

- ¿Ves? Conversá con tus compañeros obre la elección de este laburo. Olvídate por un momento que sos jerárquico y ponte a la altura de ellos. No te guardes nada y dejá que se expresen en su lengua.

- Me gustaría saber qué sienten ellos cuando saben de las órdenes, o cuando hay algún despido o suspensión……….

- Detrás de cada uno de ellos hay una historia de vida. Y Fuentes no es la excepción.

No es la primera vez que Gusmerotti viene a verme, después de las veces que sus subalternos insistieron que hiciera terapia.

Personalmente, atiendo a medio mundo, es jodido acá en NCA. No siempre todo marcha sobre rieles.

- Y bien Gusmerotti… ¿Qué le parece si vamos por ahí con quien quiera plegarse a esta charla?

- Conociendo tus metodologías analistas, yo me anoto en primer lugar.

Gusmerotti quedó en juntar a la muchachada y en llamar a Fuentes así se reunían a conversar. Veamos como le va.

Café Ferroviario II: Después de hora

Observaciones: Toda coincidencia con la realidad es pura casualidad


PERSONAJES

JUAN CARLOS Señalero

LISANDRO Maquinista

NORBERTO Socio ayudante

MARTÍN Guardatren

JOAQUÍN Guardatren

VALENTÍN Mecánico

HORACIO Jefe de cuadrilla de vía

JAIME Cuadrillero


Mar del Plata – Bar. Entran JUAN CARLOS, LISANDRO, MARTÍN y JOAQUÍN. Se acomodan en una mesa. Se acerca la
camarera y piden la carta.

Lisandro.- Juanca, no se te ocurra encender el pucho (Le señala con el dedo índice derecho el cartel de prohibido fumar en el lugar, pegado contra la pared).
Juan Carlos.- Bueno (Se mete el pucho apagado en la boca).

Lisandro.- No querido, la prohibición rige que debes guardarte el pucho en lo mío bolsillo.

Martín (Se quita los anteojos).- No le pidas peras al olmo, el garillo es como la pistola del milico, vive con ella las 24 horas del día.

Juan Carlos se quita el cigarrillo y se lo guarda en el bolsillo. Se
acerca la camarera.

Camarera.- Hola… ¿desean algo los caballeros?

Lisandro.- ¿Puede ser cerveza sin alcohol?

Camarera.- ¿Para los cinco?

Joaquín (Levanta la vista y mira a la camarera).- Por nosotros cinco, los restantes seguro se la toman con alcohol………. (se rie).

Camarera.- ¿Algo más?

Martín.- Por ahora pasamos, más tarde vemos (La camarera rie).

La camarera se retira luego de haber anotado el pedido. Joaquín mira totalmente ido a la camarera, a la altura de la cola.

Lisandro.- ¿Es tu chica la camarera?

Joaquín.- Podría ser mi mujer.

Martín.- ¿Cómo? ¿Qué número vas?

Joaquín.- Ya perdí la cuenta…

Martín (Irrumpe).- No, yo sé más de su vida que él mismo…

Joaquín.- No sabía, de ser así me perdí de algo…

Martín.- ¡Callate que tú cambias más de minas que de calzoncillos!

Lisandro mira a Juan Carlos y luego manda su mirada a Martín y a Joaquín.
Juan Carlos.- A mí no me echen las acusaciones…

Lisandro.- Sí, claro, desde que te llevaste a Vanesa al catre…
Martín (se pone serio).- De esta sí que recién me desayuno…
Joaquín (Le recrimina a Martín).- Qué milagro al chusma se le escapó esta… ¡Y después dice saberse toda mi vida!

En ese instante entran al bar NORBERTO, VALENTÍN, HORACIO y JAIME. Se acomodan como pueden en la mesa redonda donde están sentados. Se acerca la camarera.- Su cerveza sin alcohol.
Horacio.- Disculpe que la moleste señorita pero… ¿desde cuándo a estos perejiles toman cerveza sin alcohol?

Camarera.- Ellos pidieron eso.

Jaime (A sus compañeros).- ¿Desde cuándo son anti alcohol que cuando se juntan en la casilla de los maquinistas se toman hasta el jugo de los ladrillos?
Lisandro.- ¿Crees que vinimos a acabar con una borrachera tipo boliche bailable? Pidan de una vez lo que van a consumir y dejen de vueltas…
Norberto.- Antes que la cerveza sin alcohol prefiero mandarme una agua con gas.

Los demás piden cerveza sin alcohol. Vuelve a retirarse la camarera y Joaquín la mira.

Norberto.- Joaquín… Joaquín… (No contesta pero con su mirada sigue a la camarera). Es evidente que la que tenía la pateó…

Valentín.- Patea porque no encuentra la horma del zapato…

Horacio.- ¿Qué tal las elecciones?

Lisandro (Con una mueca con la parte izquierda de la cara).- Ni. Lo mismo de siempre. No esperes mucho…

Jaime.- Yo tenga una mejor ¡El atraso del Gran Capitán!

Norberto.- Sí, claro, el mejor tren del mundo, el del olor a chivo, sovaco, pata, huevo, culo… es como mandarse un viaje en bondi hasta Lima (Todos se rien excepto Norberto). Y si muchachos, ¿qué pueden esperar después de tener el culo aplastado más de 48 horas?

Juan Carlos.- Fumando espero…

Valentín (mira a Juan Carlos).- Que venga tu novia para guardarte en el catre después del último tren.

Jaime.- ¿Qué se dice de la victoria Roja?

Joaquín.- Cierto sujeto estalló (Con el dedo mayor derecho señaló a Lisandro).
Lisandro.- Si encuentro la lámpara de Aladino uno de los deseos que pediré será que Racing vuelva a ser la gloria otrora que era.

Joaquín.- Porque te hundiste en el vigésimo piso del infierno muchacho (Se rie).

Martín.- No cuentes los pollos antes de nacer porque ahora veamos que sucede con Pipo, aunque debo confesar que la gallina está más cerca de ser un equipo de escuela primaria…

Lisandro.- Muy bueno, primero invirtiendo la tabla de abajo hacia arriba.
Valentín.- Y los enemigos de La Boca están en las sierras tandilenses, con razón había un tufo medio pestilento.

Martín.- Ustedes sí que andan atrasados, porque justamente, diablos y gallinas empataron. O sea, ni chicha ni limonada.

Horacio.- Bueno, me resbala un soto así que volviendo… a los rieles… por supuesto.
Jaime.- Sos un enfermo de los rieles….

Horacio.- El drama de mi vida es el siguiente: trabajo en los rieles, duermo con los rieles, desayuno y meriendo con los rieles, almuerzo y ceno con los rieles, o sea, mi novia está repodrida de mis cuentos de rieles.

Norberto.- Excepto cuando le propones ir a la cama a un sueño bien erótico.
Horacio.- No tanto como eso…

Norberto.- Y entonces…

Horacio.- Para dormir como roca.

Lisandro.- Y después cuando se levanta la ves en bikini…

Horacio.- Con la bikini a la playa, acá con los pantaloncitos cortitos…

Jaime.- Yo cuando fui en el camarote a Córdoba, tuve la suerte de dormir solo y solito en calzoncillos.

Valentín.- Y hubieras dormido en bobelinos, era exactamente lo mismo.
Jaime.- Pero se duerme como rey y duque, en el zarandeo del cordobés.
Juan Carlos.- Me la llamo a Vanesa y me rajo a Córdoba en camarote…

Lisandro.- Guay que antes que nada debes guardar tu cama con varios meses de antelación.

Juan Carlos.- Ah, bueno, me quedo haciendo cambios aquí.

Joaquín.- ¿Cómo es esa historia de Vanesa?

Martín.- mTe la cuento (Jaime se acomoda en cuatro). Resulta que una noche pasó con su ropa harapienta como de costumbre….

Juan Carlos.- ¿¡Estás tratándome de viejo chupado!?

Martín.- A decir verdad, sí, porque estás así por culpa del cigarro, al margen, ¿cuándo viniste con una ropa digna de ser presentable? Siempre fuiste el mismo rotoso de siempre, certeramente no sé qué te vió esa piba en ti…

Juan Carlos.- Lo mismo que te debe haber visto la desdentada de la avenida Luro.
Lisandro.- ¿Alguien queda libre de cargos y culpas?

Horacio.- Yo mejor preguntaría ¿quién no metió cuernos y garfios alguna vez?
Lisandro.- Yo metí garfios en el motor diesel y causé un incendio en la máquina la otra vez.

Valentín.- Hace años no recuerdo para qué trepé al tanque de agua, en una mala maniobra mía y acabé tomando un baño… un poco más
y me voy a las cloacas.

Martín.- Bueno, la cuestión fue que pasó esa noche como de costumbre, con su ropa avejentada, trapera si desean llamarlo de una forma e invitó a Vanesa, que en ese momento noviaba con el chancho, a tomarse unos matecitos arriba. Ella, ni corta ni perezosa aceptó.

Juan Carlos.- ¿Acaso son un pecado mandarse unos mates?

Valentín.- Pecado es tomarse unas cervezas y pasarse de rosquete…

Lisandro.- Como la de cierto por ahí… (Imitando un cantito cordobés en la palabra Ahí, acentuado en la I).

Martín.- Y después del mate, palabra va, palabra viene, bueno, un buen beneplácito y con un par de chamuyos, se la mandó pal catre.

Juan Carlos.- ¿Y qué te importa y le mandé cuatro chamuyos para terminar en el catre? Yo a ustedes no les pregunto cómo se preparan para ir a la cama con sus chichis.

Norberto.- Yo sé que con la mía hago de cuenta que duermo como la sardina en su lata… (Todos se rien)

Horacio.- Como viajar en los transportes de Buenos Aires. Aprendí que en los subtes de Buenos Aires a los pasajeros les dicen minorsardos.

Jaime.- ¿Razón, causa, motivo y circunstancia?

Horacio.- Porque como verdaderas patotas de los ríos subterráneos, estas criaturas mitad hombre y mitad sardinas viajan apretados en vagones con olor a pescado.

Lisandro.- ¿Y en tierra no hay olor a pescado?

Martín.- Pata, culo, huevo, chivo y sovaco. Para evidencias, el Sarmiento es ejemplo mucho más que evidente. Otro ejemplo es el San Martín.

Joaquín.- Yo diría que los pasajeros saben tanto de trenes como yo del cromosoma del sapo. ¿No recuerda cuando a la Unidad cuatro por tres queda hecha un churrasco vivo por los servicios? El problema real es que acá, más que los pésimos servicios, son los parásitos de los muchachos que la están haciendo charamusca.

Jaime (Resignado y serio, con el vaso en la mano).- ¿Por qué todos parecen haber perdido la memoria?

Café Ferroviario II: En diez años…

1º de julio del 2009. Coche comedor estacionado en una vía muerta en la estación Plaza Constitución. Solo están ellos, Julio y Marcelo, conversando con un humeante café de por medio.

M.- ¿Y Julito? ¿Para qué me trajiste a la Tierra diez años después de haber parado la pata?

J.- Simple: para ver que desde que nosotros nos fuimos en el Expreso Celestial, este país, la Patria Ferruca, se está yendo a los caños mal.

M.- Mejor donde estamos…

J.- Puede ser… todo puede ser

M.- Ya sé todo ese verso. ¿Para qué vinimos específicamente? ¿A ver lo que está haciendo el Patilludo?

J.- Si bien sabes que dejo el ispa hecho mierda.

M.- ¿Y qué hizo Fernando VII?

J.- ¿Hacer?... (medita) se echó un poliyo de la gran siete… qué se yo hermano, la cometa congresal, el Chacho se las piró y ya sabes como vino la fruta…

M.- Claaaaro. Se pudrió del todo con la aparición del Orangután pelado.

J.- A todo esto ¿qué hicieron nuestros amigotes de la CGT?

M.- (Piensa) ¿De público conocimiento? Rascarse las bolas. Bien tipo el macaco.

J.- Y los demás se fueron rápido pa´l caramelo en un fuishhhhhhhhhh!!!!!!!!

M.- Y después llegó el caudillo de la bonaerense.

J.- El del “Estamos condenados al exit”. Entre las cosas, al exit ferroviario.

M.- Y llegó de las tierras heladas una invasión de pingüinos.

J.- Neshtor y Crishtina (pronuncia tipo Néstor haciendo el sonido sh) y su séquito de seguidores.

M.- Lo que no pudieron hacer fue la Lasaña.

J.- Y la Felisa no pudo explicar la guita en el ñoba de su despacho.

M.- Nestor lo único que hizo fue pasarle la escoba a Metropolitano, abrir un par de ramales asquerosos y no se mato el tipo ¿viste?

J.- Y la Chica Pilates sueña con trenes balas, sueños de alta velocidad…………….

M.- ¡Qué delirio la de esta mina!

J.- Si ya sabemos que vive en una galaxia.

M.- En Morenolandia.

J.- Aunque… aunque en el mundo Jaimeano hacer cualquier guasada en materia de transporte, está todo bien, todo muy bien por tal de un mangazo… viste.

M.- Síiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, sobretodo cuando llama a Claudito pidiendo pasajes para la family pero los trenes………… cero redondo a la izquierda.

J.- No te preocupes, ya piró.

M.- Y Moreno piró también.

J.- Claro, después que nos metieron un palo bien metido en el orto.

M.- A todo esto… ¿te parece que la Unidad acompañó la evolución política del país?

J.- Por estas bestias, según mis cálculos presentistas, creo que hubiéramos andado al borde de ser la India de Sudamérica.

M.- Si ¿no? Me pregunto qué hacen con el material que se les arrumba para arreglar.

J.- No quiero hacer malos presagios, pero supongo que lo mismo que lo que hacen con los aviones. Los hacen estropear en la intemperie.

M.- ¿Se sabe algo nuevo al respecto?

J.- Lo mismo, con la diferencia que les fue como el orto con las elecciones.

M.- Pobrecito el gordo que digita la CGT

J.- Está bien alimentado y el hijo curró haciendo… nada.

M.- Y hundiendo al Belgrano ¿verdad?

J.- Pero ahora inventaron un nuevo escape hacia el Pacífico… eso sí, arreglar, jamás.

M.- Puf, es un mal con el cual convivimos.

J.- Como la chica Pilates…

M.- El Sultán Omarcito…

J.- Y mis compañeros siguen conduciendo como las abejas…

M.- Si, y el sindicato se caga en ellos, hablando mal y pronto.

J.- Hablando mal y pronto, no hay dudas de que…

M.- Después de diez años de muertos…

J.- …estamos condenados al Exit.

Y regresaron a las eternidades celestiales.

Café Ferroviario II: Viaje a Carhué de dos pitadas…

Florio estaba pitando en la estación de Puente Alsina cuando pasó como una ráfaga por el solitario andén Guillermo Macalopu.

No había ningún tren en ese momento en la estación. En realidad, los servicios estaban suspendidos provisoriamente. Hacía unos tres días que no venían trenes por falta de máquinas.

Mientras, para matar el tiempo, o quemar la salud, mejor quedaría dicho, Florio hacía tiempo había caído en el vicio maligno de la pitada. La “pitada” así le decía él al consumo de drogas. Su preferida era el paco, para la desgracia de todos.

Nunca se podía adivinar el estado de ánimo de Florio: para él, la droga lo mandaba en dos pitadas de viaje a Carhué. Solo le faltaba robar una máquina con un par de vagones, estaba hecho.

La trampa que ideo para tomar el rehén fue sencilla: esperó a que pasara por delante suyo Macalopu, cosa que así fue. Le pregunta la hora “¿Qué hora es señor?”

Macalopu se detiene inocentemente, mira el reloj y le dice que son las 17.55.

“¿17.55? ¿Solo las 17.55? ¿Sabe que pasaba a las 17.55?” – preguntó Florio.

“No sé ni me interesa en absoluto…” – fue lo que le contestó Macalopu.

Rápido como un rayo, así fue como terminó su último pitazo, con una navaja en mano, lo tomó por el cuello amenazándolo con matarlo “Son las 17.55 y yo sé que como no te importa un soberano bledo este horario, yo te voy a enseñar a que esta hora te va a importar de aquí hasta el resto de tus mugrosos días”.

Macalopu no sabía cómo reaccionar.

“Vos vas a ser la primer excusa. Tenés un lindo trajecito – le tironea la manga de la camisa – bonito, por cierto, pero no menos choto que los trajes de hace más de 30 años atrás”.

“Por Dios que este cristiano está loco………….” – dijo Macalopu.

“Sugerencia muy grata: silencio y chito que ahorita vas a hacer lo que te diga, total, su laburo en esta empresa no vale ni dos pesos moneda nacional……. No menos tu vida”

Lo llevó a los empellones y en un banco bajo el andén cubierto lo sentó “¿Cuándo viene el tren acá?” – preguntó algo alterado.

“No lo sé…” – contestó con la mirada hacia el piso. Tenía ganas de llorar.

“¿¡Cómo que no sabes cuándo va a venir el próximo tren maldito conductor del siglo XXI!?” – se siguió alterando.

Los ojos de Macalopu estaban vidriosos. Ya no sabía qué desear.

“¿Por tu asquerosa culpa dejaste pasar el tren de las 17.55? ¡Eso es gravísimo!” – le gritó Florio y le dio un fuerte palmazo en el cachete de Macalopu. Esta vez sí que no pudo contener las lágrimas. Solo llorar en silencio. Rehén de un drogadicto… tal vez.

El día terminó y ellos siguieron en el andén. Macalopu solo pensó en su mujer y sus nenas. Y lloraba en silencio………….

A las 4.21 vino un tren vacío hasta la estación Alsina.

“¿Ves ese tren? ¿lo ves?”

Macalopu contestó afirmativamente con la cabeza.

“La máquina es un espanto – en realidad, no es que la máquina fuera un espanto, sino que estaba estacionada una Henschell con el esquema LBS – que no te lleva ni a dos metros a la redonda, es lo que ahora vamos a tomar cuando acaben de dar vuelta este tren”

“No podemos… me castigarían por robar un tren”

“Y yo te castigaría enviándote con el de arriba si no haces lo que te digo. Acá el que manda soy yo y sin comentarios”

Esperaron a que hicieran la maniobra con la máquina y cuando estuvo enganchada a los vagones, Macalopu fue llevado a los empellones hasta la cabina. Subió con miedo, pensando que había alguien, pero no había nadie.

“No hay nadie, tienes suerte” – le dijo Macalopu con miedo.

“Estamos de suerte, ahora conduce”

“¿Qué?”

“Conduce”

“No puedo”

“Si puedes… y si no lo haces, con tu sangre serán teñidos los rieles”

“Maldito miserable”.

Florio sacó de su bolsillo la hoja de ruta “Pues bien, léela bien y que se te grabe perfectamente”

Macalopu toma la hoja de ruta y lee:

CARHUÉ.

J. V. CILLEY.

ROLITO.

SATURNO.

SAN FERMÍN.

CASBAS.

EDUARDO CASEY.

ANDANT.

CORONEL M. FREYRE.

ENRIQUE LAVALLE.

CORACEROS.

HENDERSON.

MARÍA LUCILA.

HERRERA VEGA.

HORTENSIA.

ORDOQUI.

CORBETT.

SANTOS UNZUÉ.

MOREA.

ORTIZ DE ROSAS.

ARAUJO.

BAUDRIX.

EMITA.

INDACOCHEA.

LA RICA.

SAN SEBASTIÁN.

J.J. ALMEYRA.

INGENIERO WILLIAMS.

GONZÁLEZ RISOS.

PARADA KM 79.

ENRIQUE FYNN.

PLOMER.

KM. 55.

ELÍAS ROMERO.

KM. 38.

MARINOS DEL CRUCERO GENERAL BELGRANO.

LIBERTAD.

MERLO GÓMEZ.

RAFAEL CASTILLO.

ISIDRO CASANOVA.

JUSTO VILLEGAS.

JOSÉ INGENIEROS.

MARÍA SÁNCHEZ DE MENDEVILLE.

ALDO BONZI.

KM 12.

LA SALADA.

INGENIERO BUDGE.

VILLA FIORITO.

VILLA CARAZA.

VILLA DIAMANTE.

PUENTE ALSINA.

INTERCAMBIO MIDLAND.

“Pero esto es en el sentido descendente y… además, ¿dónde le parece que vamos más allá de Marinos del Crucero?”

“Un comentario más y cagas la fruta ¿entendiste?” – amenazó Florio.

Enojado, angustiado, dolorido, no menos humillado, Macalopu puso en marcha a Henschell. Al advertir el personal que el tren se iba, llamaban por la radio. En la cabina, Macalopu estaba tentado de atenderla, tal vez podría decir la verdad de lo que le estaba sucediendo… o bien hacer caso de un loco desquiciado por tal de seguir con vida.

“¿¡Qué carajo pretenden estos idiotas rompiendo las pelotas con la radio!?”

“Yo se lo dije señor… me pusiste en un grave aprieto sin salida” – contesto Macalopu.

“¡Pues conduce!” – gritó enojadísimo Florio.

Macalopu estaba ahí, sentado, manejando un tren con destino a no sabía donde. No dejaba de pensar en pedir auxilio, cómo podría hacerlo… eran muchas las cosas que se le cruzaban por su cabeza pero no sabía por cual decidirse…

Al llegar a Marinos del Crucero, Macalopu no quiso seguir viaje. Pero debió hacerlo a punta de pistola…

Donde la realidad indica la inexistencia de las vías porque han sido levantadas, el tren se transforma en un bólido que llega a Carhué de la primer pitada que dio Florio.

“¿Vio? Ya estamos en Carhué” – le dijo Florio, algo más sereno.

Macalopu salio de la cabina algo aterrado, para su sorpresa, sí, estaba en Carhué. Bastante lejos de su lugar de residencia.

“¿Vé a Carhué? Si estuviera, usted mismo podría venir acá con su familia a disfrutar de un fin de semana… un abuelo de las aguas termales… los niños a conocer el campo” – le decía Florio mientras seguía pitando.

Macalopu se sintió algo más relajado.

“Muchos de los que habitan estas estaciones podrían sacar su producción a las grandes urbes pero ahora usted ve esto – dice Florio mientras alza la vista hacia el cielo diáfano – mucho de esto son pueblos fantasmas… les reventaron la ilusión y las ganas de soñar con los rieles. Para que no crea que soy tan maldito, venga que lo llevo a darse un baño en las aguas termales”.

Florio llevó a Macalopu a bañarse en las aguas termales.

“¿Vé la majestuosidad de esto? Agua salada, bien saladita. Un clima templado, más de tipo continental. El frío y el calor se sienten y los cambios en las temperaturas son muy notorios… la noche no es el día. Disfrútelo” – le comentó.

Macalopu trató de relajarse en la fuente de aguas termales. Luego pedirá “Disculpe… ¿no podría devolverme a Puente Alsina?”

“¿Qué no le ha gustado de esto?”

“Usted. Su modo asqueroso de traerme hasta acá. Con mi familia iré a cualquier parte, menos acá. No me ha gustado en absoluto”

Florio devolvió a Macalopu a Puente Alsina de la última pitada. Al bajar allí, estaba la policía esperando llevar preso a Florio “Por lo menos tenga la delicadeza de pensar que usted hizo un viaje a Carhué de dos pitadas”.

“No se preocupe, que con sus dos pitadas, me rajo a mi casa con mi familia”.