La Asociación Amigos del Tranvía es una entidad muy pegajosa si se trata de llamar a los viajeros para dar una vuelta en algún tranvía de museo. Pepito, Truman Capote, 22 y Cibriano componen la flota de tranvías que llevan a pasear a los pasajeros.
Carteles, cartelitos, mensajes de correo electrónico o propagandas por diversos medios de comunicación, todo es válido cuando se trata de atraer al público, y de paso, captar algún socio más.
En el año 2005, después de un raro altercado entre Pepito y los muchachos, la entidad empezó a verse algo enturbiada por las correrías intestinas. No así, los muchachos no aflojaban un centímetro a la hora de hacer sociales con el público, puesto que los tranvías son una pieza fundamental de la propaganda.
- Truman... otro finde y la misma vuelta de siempre... – empezó a refunfuñar Aquilina.
- Antes que la vuelta, primero vienen los cirujanos y empieza el puterío de Gran Hermano, sin encierro – dice Cibriano a Aquilina.
En tanto, en el taller hacían arreglos mecánicos y Lupe comento - ¡Ya empezó el show!
Palabras más, palabras menos, imágenes, sonidos, etc, etc, los tranvías percibían cómo venían las cosas: las mismas vueltas de siempre, las mismas palabras... las mismas caripelas. Todo lo mismo de siempre. Eso sí, bajo la influencia del presi:
- ¿Cuánta gente hay esperando afuera?
- Y... una cola larga como de dos cuadras, así que la demora puede ser mayor que la habitual.
Claro, los tranvías con su trabajo, formaron su gremio propio, el de los paseadores.
Y a veces hay acontecimientos para los cuales utilizan a los tranvías. Uno de ellos fue un casorio, donde Truman Capote fue el escenario rodante. Fue precisamente Truman cuando acabado el casorio pidió la colecta a los invitados para los tranvías:
- Invitados... gracias por su vuelta conmigo, pero para que puedan volver en otro acontecimiento de estas características los compañeros tranvías necesitamos de la generosidad de ustedes, que con lo poquito, hacemos mucho – les sugirió Truman Capote. Obviamente que el casorio en el tranvía terminó muy mal... es decir, no acabó. Las peores consecuencias las tuvo Truman, con los vidrios rotos y rayones en su carrocería.
Después de este incidente, los tranvías dispusieron hacer una huelga general.
Nos obligan a llevar a pasear a la gente y no recibimos a cambio nada – denunciaron los tranvías que, bajaron sus troles y echaron candado al portón de Polvorín.
El fin de semana de la huelga, fue todo un dolor de cabeza: se mezclaron la mufa del presidente de la entidad, que en vano intentaba explicar la sorpresiva interrupción del servicio tranviario con la furia de los pasajeros, pero los tranvías siguieron firmes en su medida de fuerza.
Parece raro: la AAT en sus años de existencia, debieron soportar la primer huelga de los tranvías.
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