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sábado, 21 de febrero de 2009

Café Ferroviario II: Polizones

Ed y Tom son dos buenos amigos. Ellos pululan por las calles porteñas de Retiro, revolviendo los tachos de basura o la basura que tiran los mismos transeúntes. Ellos se conocen desde el día que su dueño decidió tomarse para siempre un tren a Córdoba capital porque decidió vender su departamento lujoso del caro barrio de Recoleta.

Dicen, que el día que su dueño se sentó en la ventanilla en el tren, en el andén estaban ellos: Ed le maullaba y Tom ladraba, los dos sin parar, un concierto de voces sin consuelo, como deseando ellos también ir. Pero no, el tren partió y ellos empezaron su vida callejera.

Al inicio, la convivencia en la calle fue muy dura. Los dos competían con sus pares para abrirse paso en medio de la urbe.

Una noche, la policía salió a montones a hacer un operativo por la zona de la villa. Ed quedó en medio de una balacera y recibió dos disparos que casi acaban con su vida.

En su andar, sus instintos los llevó un buen día a terminar en estación Once. Allí robaron un buen bocado de comida al mozo del tren de Bragado. Aquel maldijo e insultó pero fue inútil, ellos disfrutaban del bocado rico de comida que comieron plácidamente en la estación de subte Plaza Miserere.

Desandando el camino volvieron a Retiro. Porque bien sabían que Retiro fue el lugar donde vieron partir a su dueño. Y a seguir con su vida de vagabundos noctámbulos.

Tiempo después llegó la época invernal. Sabían que algún rinconcito los cobijaría. Un día, eligieron mal el lugar donde buscar calorcito: la sala de espera de Ferrocentral. Bastó para que viniera un encargado y le diera una fuerte patada en la cadera a Tom. Tom solo largó un chillido de dolor. Esto enojó a Ed, quien saltó azarosamente sobre el empleado y con sus uñas más afiladas que nunca lo arañó en cuanto sitio pudo. Tampoco se salvó de los dientes de ese gato enfurecido por lo que le hizo a su amigo Tom.

Cuando venía la policía, Ed se largó más rápido que nunca y junto con Tom huyeron atravesando el hall central de la estación para perderse en las escaleras del subte.

Un día domingo soleado, unos niños que pasaban por la plaza, encontraron a Ed y a Tom durmiendo juntos. Uno de ellos alzó a Ed y lo mimaban como si este fuera un gatito de ellos. Ed disfrutaba de los mimos y dejaba que hiciesen con él lo que quisiesen. Lo tenían a upa. En tanto, Tom se acercó a ellos y se sentó con la cabeza mirando a Ed. Pero ellos estaban más ocupados con Ed y al perro le restaron importancia.

Al caer la noche, los niños se llevaron al gato a su casa de Villa del Parque. Tom no dejaría que Ed se fuera.

Siguiendo los rastros, llegó hasta la casa. Esa noche, Tom durmió en la puerta y no se saldría de ella hasta que saliera su amigo Ed.

En cuanto los padres se llevaron a los niños a la escuela, Ed se salió por una ventana y con Ed se caminaron hasta la estación y en un tren del San Martín, emprendieron el regreso a Retiro.

En el tren, el guarda se percata de la presencia de ellos y con el radio pide que vengan a llevarse a Ed y a Tom. Como no eran sordos y sonsos, se dieron cuenta que querían mandarlos a la perrera. Es decir, al Pasteur.

Cuando el guarda se cuelga la radio en la cintura, Tom gruñe mostrando los dientes. Ed gruñe como todo buen gato enojado. El guarda los mira azorado. Pasmado. Atónito. Dos segundos bastaron para que Ed descargara las uñas en ese guarda.

En Retiro, Tom lleva a Ed hacia la casilla de los maquinistas de NCA. Tom sabía de otros perros que duermen en el lugar y lo hizo pensando en el calorcito y la protección del frío. También podrían ligar hasta un bocado de comida.

Una noche, un empleado de la firma NCA los encontrará a los dos durmiendo juntos. Tranquilos. Pero los dejará. Ed despierta y se refregará en las piernas de ese empleado. ¿Mimos? No, le maulla pidiendo comida.

Va a la heladera y les dará alimento con agua. Ed lo sigue y cuando el empleado pone el plato en el suelo, Ed come y toma agua, tenía hambre y sed. Y después volverá a dormir.

Los restantes días hasta que decidan un plan, los pasarán allí. Porque allí no están en la calle. Tienen comida y agua. Calorcito y techo del cual refugiarse. Hasta que un día Tom animó a su amigo Ed a salir en busca de su hogar perdido.

Una noche de lluvia torrencial fue cuando ellos salieron de su ocasional techo y sin que ninguno lo supiera, se colaron en el cordobés. Eligieron el furgón de las encomiendas porque creyeron que nadie los encontraría.

Un alguien decidió investigar entre las encomiendas y, al levantar la lona, los encontró durmiendo. Llamó al guardatren para dar la voz de la presencia de intrusos. En ese momento los ojos de Ed parecían lanzar chispas. Tom movió la boca mostrando su colmillo izquierdo.

Nada bastó para la presencia del guardatren que, sin hacer preguntas de ninguna especie, ordenó que abrieran la puerta y arrojar a los animales a la vía.

Obvio que no terminó demasiado bien. Al menos para el guardatren y el empleado en el furgón.

Primero le tocó el turno a Ed. Si bien lo posicionó para arrojarlo, antes de hacerlo, en un instante de segundos, Ed se encargó de arañarle el pómulo derecho y en ese fuerte arañazo le sacó un ojo. Se oyó un griterío mezcla de maullido enojoso con uno de dolor humano. Pero igual lo arrojó.

Y Tom le dejó su evidencia al guardatren. Mientras éste medio lo ahorcaba, se encargó de darle varios mordiscones, dos de ellos muy profundos, cuyas heridas brotaba sangre como si fueran ríos torrentosos. Pero no se salvó.

Por suerte, cayeron en medio de los pastizales. Lograron reencontrarse y desandando el camino en la vía, hambrientos y sedientos, deslúcidos llegaron a Rosario.

Tom asomó las narices en la casilla de los maquinistas y le dieron de comer. Era arroz con leche. Entre ellos comentaban “Este perro parece que fuera la última vez que comiera”.

Y en eso cayó Ed para pasarle la lengua al plato.

“¿Cómo? ¿Y qué hace este gato aquí?”

Tuvo su ración de arroz con leche, que la devoró de una.

Luego de la comida, se quedaron a dormir en un rincón. Ahí pasaron la noche.

Al día siguiente, cuando fueron a tomar servicio, uno de ellos tomó un collar y se llevó al perro, dejando al gato.

Ed despertó y maullaba llamando a Tom, que en vano no aparecía. Entre ellos comentaban afuera que al perro se lo llevaron en un tren de carga a Villa María.

“Yo me llevo el gato a mi casita en Rodríguez del Busto” – comentó ante sus compañeros, se fue a la casilla, tomó al gato, lo metió en una canastita con unos almohadones, lo tapó y se lo llevó. Le resultó extraño que el gato se durmiera en esa especie de moisés improvisado y que no huyera al fuerte ruido de la GT-22, pero más pensaba que le sería una gran compañía.

Tom bajó junto con el maquinista de la ALCO y se fue derecho al bebedero de la estación en Córdoba. Una distracción fue suficiente para Tom que aprovechó para continuar desandando el camino hasta la posada de su dueño. Al llegar allí, su dueño no podía creer lo que creía: su perro, el mismo que dejó en el departamento del caro barrio de Recoleta, estaba ahí, rendido a los pies del dueño y la mujer, haciendo fiesta como solo él sabe.

¿Y qué fue de la vida de Ed? Once meses después, en un paseo en Rodríguez del Busto, precisamente en la estación, hallará que Ed vive con el jefe en la estación. Estaba dando vueltas en el andén, y aunque estuviera vedado el acceso a los peatones, Tom se escabullió y allí estaba Ed.

El jefe vió todo desde adentro, no admitía que un perro osara molestar a su querido gato. En silencio tomó la escopeta, desde la ventanilla apuntó hacia el andén y ejecutó un tiro certero, para que la vida de Tom se esfumara en ese instante.

Ed abandonó el andén y sin quererlo, dio con su dueño. Desconsolado. Buscaba explicaciones con la mirada fija al suelo, donde no las había. Y entonces fue como el dueño enérgicamente le dio una trompada al de seguridad, ingresó a la estación, atravesó la puerta y en la oficina, tomó la escopeta y delante del motorman y un ingeniero, le descerrajó un tiro en la cabeza.

“No te preocupes, Tom no te va a molestar más pero vos, tampoco”

Visé

Hola!
Ayer lunes me desplazé a Maastricht para un trabajo en Juzgados y, una vez hecho éste, fuí por tren a Visé, la primera ciudad belga francófona después de pasada la frontera. Ya la he visitado antes de bicicleta, pero ayer el tiempo estaba mal y preferí hacerlo en tren.
Te mando unas fotos de la estación de Visé y del río Mosa.
Olvidé de timbrar el boleto Utrecht-Maastricht, normalmente entonces no es valido, pero lo que probablemente me salvó es que llavaba un periódico en español, y saludé al revisor en ese idioma, probablemente él no deseaba una conversación difícil en un idioma que él no entendía, y me picó el boleto sin hacer reparos ni reproches. Una otra vez hace 3 o 4 años viajaba con boleto barato fuera de horario (éstes sólo se pueden utilizar después de las 9 de la mañana) y en ese día estaba leyendo un libro en español, fingí no hablar ni holandés ni inglés, y me dejó sin multarme. Me decía que ese boleto estaba válido sólo después de las 9, entré en Utrecht a las 8.40, me controló a las 9 y pico pero yo "sin holandés ni inglés" y él sin español finalmente me dejó. Me parece que los revisores prefieren evitar problemas y si algo parece estar consecuencia de "malentendimiento" y no de mala intención manifiesta hacen la vista gorda.
Otra vez (fue realmente por error) entré en un tren Bijlmer (parte Sudeste de Ámsterdam) - Utrecht con un boleto Amsterdam Centraal - Bijlmer. El trayecto ASD-C - ASD-Blm. cuesta un euro y medio y el Blm-Utr 4,50. La revisora pensó que no bajé en Bijlmer por error y me dijo que en Utrecht tenía que comprar boleto y subirme a otro tren de vuelta. De hecho, deseaba ir a Bijlmer pero en vez de llevar boleto Utrecht - Bijlmer me cogí de la cajita de boletos y documentos uno Amsterdam C - Bijlmer, sin repararlo, así que pude viajar a un tercio del precio regular. Pero no es recomendable hacer eso sistemáticamente, ya que entre los revisores hay también "dienstkloppers", o sea. personas quienes cumplen las reglas a rajatabla sin consideración ninguna para las circunstancias del caso. Una vez entre Duivendrecht y Utrecht me hicieron pagar 11 euros porque tenía un boleto sin sellar (el precio regular era de unos tres euros, Duivendrecht está cerca de Bijlmer, en la misma línea ASD - Utrecht, eso era hace unos 4 años, antes de la entrada en vigor de la ley de multas de 35 euros más el precio del pasaje que entró en vigor en 2005).
La semana pasada hubo en Weesp un gran susto por amenazas a un colegio, cómo poco antes en Dendermonde (Bélgica) hubo un caso trágico de un loco quién se introdujo en un infantario y mató a dos niños y una monitora, dieron la alerta roja y la polícia detectó que las amenazas telefónicas se hicieron desde una cabina telefónica frente a la estación. La plaza de la estación está vigilada por cámaras de seguridad y después de mostrar las imágenes en televisión hace una semana los padres de los autores de las amenazas reconocieron a sus hijos y los llevaron a la policía, pasaron una semana en prisión provisional y ahora esta'n en casa bajo arresto domiciliario, hasta que se celebre el juicio (pero sí pueden ir al colegio). También alguien envió una carta de amenazas a un colegio en la misma ciudad referiéndose al caso de Dendermonde pero éste se autodenunció a la policía después de que el caso saliera a la TV y Prensa y le soltaron después de unas entrevistas poco agradables. El caso causó gran alarma social en Weesp y seguro que es por eso y por el impacto del caso belga que lo que era una mala broma de adolescentes causó una reacción tan dura de la policía, ya que es raro que se ponga en prisión a menores de edad en casos sin violencia física. Pero deseaban, pienso yo, dar un ejemplo (inicialmente, el juez de instrucción decretó prisión preventiva para 14 días, pero después de protestas de los padres (quienes sí deseaban castigo, pero una pena de trabajo y no de arresto) y de juristas decidieron imponer el arresto domiciliario en vez de prisión (dicen que después de todo hubo unos quienes amenazaron a los autores de la mala broma y que decretaron la prisión como medida de protección contra esas amenazas). A ver qué saldrá del juicio que seguro habrá en ese caso!
Dicen que el Gobierno quiere luchar contra la crisis adelantando planes de construcción de infraestructuras y de mejoras de casas y escuelas, dando trabajo a obreros de la construcción, amenazados de desempleo por la caída de la construcción nueva (la gente tiene miedo de hacer grandes gastos y los bancos casi dejaron de conceder préstamos hipotecarios).
Un saludo

Jan














































































































































































Amsterdam Sur

Hola!
Te mando unas fotos de Amsterdam Sur (la zona de negocios alrededor del edificio de Juzgados y de la Universidad Libre), del tranvía - metro a Amstelveen y de una exposición sobre burócratas que estaba en el aula de la Universidad Libre.
Las fotos de esa exposiciómn son de una bibliotecaria boliviana en Potosí y de una funcionaria yemení quién trabaja en la recaudación del zakat (impuesto de 2.5% del patrimonio que figura en el Corán, en algunos paises árabes se recauda aún oficialmente) que, según las costumbres locales, es totalmente veladasalvo una reducida rendija para los ojos.
Las vistas panorámicas las saqué desde el último piso de la Universidad que tiene una torre de 15 pisos de alto.

Un saludo
Jan