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martes, 29 de diciembre de 2009

Café Ferroviario II: Carhué

Buscando el balneario, Tamara equivocó el camino y se fue con la marea humana rumbo a la estación. Cuando vio el tren detenido, observó cómo los pasajeros se acomodaban en sus asientos, otros subían y bajaban sus maletas de los vagones, los empleados cargaban las encomiendas mientras que al mismo tiempo un ejército de ferroviarios corrían tras la vaporera repostándole el “combustible” y el agua necesarios para partir.

Tamara se preguntó en un momento si los trenes en Carhué era algo cierto.

Tanto tiempo tuvo para ver como el jefe de la estación tocaba la campana y la vaporera hacía sonar su silbato insistentemente. Una densa nube de vapor cubrió el andén solo para ponerse en marcha y llevarse a los pasajeros rumbo a Buenos Aires. Dentro de unas horas, nuevas familias estarán llegando en otro expreso para hacer turismo en la ciudad.

Quedó sola y, como el jefe no era muy amante de ver transeúntes en la estación, fue hacia ella.

- ¿Qué hace usted acá? – gruñó el jefe.

- ¿Acá yo? – contestó con una pregunta Tamara.

- No vaya con vueltas…

- Disculpe pero yo solo busco el balneario…

- Olvídalo porque tengo laburo para ti…

- ¿Para mí? – preguntó sorprendida - ¿Y se puede saber de qué?

- ¡A barrer la oficina! – gritó.

Tamara camino los metros hacia la oficina y se dispuso a barrerla, y, de paso, le tocó limpiarla por orden del jefe.

Uno por uno fue limpiando los electos, con un trapo harapiento, ante la exigencia de un jefe de pocas pulgas pero con su traje muy bien acomodado.

Tras tres horas de limpiar toda la oficina, preguntó - ¿Puedo descansar señor? -.

En su reloj inglés, que extrajo de su bolsillo derecho, abrió la tapita y le dijo – Solo tiene cinco minutos – y empezó a controlar el tiempo.

Tamara suspiró - ¿Por qué tengo que limpiar toda la roña de esta estación habiendo empleados holgazanes? -.

El sonido del silbato, el jefe chilló - ¡Vaya a atender el tren que acaba de llegar y pronto traiga la documentación – le ordenó a ella como si ésta fuese su secretaria privada.

Otra vez salió ella hasta el tren de la fruta que llegaba. Recogió la documentación en tanto que los vagones eran cargados no solo con fruta, sino con verdura. Le preguntó al maquinista - ¿A dónde va este tren? -.

- Baja a Buenos Aires, al Mercado Central específicamente -.

Y miró anonadada.

Desde el andén, el jefe chilló - ¡La documentación! -.

Tamara regresó con los papeles.

El tren terminó las últimas revisiones técnicas y partió a todo vapor.

En el andén, Tamara le preguntó al jefe – Señor, ¿a qué hora es el próximo tren?

- ¿Tren? ¿qué tren?

- Carga o pasajero.

- ¡Pos mira lo que han hecho con la estación! ¡Un paradero de micros!

- ¿Y el tren?

- Olvídalo… hace décadas nos abandonaron, murieron… como yo me fui a la tumba

Café Ferroviario II: Ojos febriles los del jefe

Un tren con su locomotora

Viene aproximándose raudo

Haciendo sonar insistente

El silbato a la distancia

Y de la sala de espera

Todos salen al andén.

Decenas de pasajeros se encuentran

Algunos esperan sus encomiendas

Otros a sus seres queridos

Varios con sus maletas para viajar

El andén está colmado de gente

Creando la viva postal ferroviaria.

El tren ha llegado

La espera solo dura cinco minutos

Donde suena la campana primero

Y luego el silbato

Los motores de la máquina rugen

Para ir con su tren

Sin rumbo a ninguna parte.

Solo el jefe sabe que sus hombres

Andan en la vía trabajando

Poco y nada le preocupa lo que pase

Entre el personal y el pasaje

Solo sabe algo: en poco rato

Ha quedado en soledad.

Y hoy por hoy ese jefe mismo

Sale al mismo andén

Triste, solo, desolado y desierto

Valga la redundancia de la pregunta

Y el último tren fue…

…hace veinte años.

Café Ferroviario II: Todos contra Moyano II

En el norte, no todo parece marchar sobre rieles. Al menos los últimos descarrilos en Belgrano Cargas así lo indican. O puede que sean los meros preludios de ferroviarios que, cada día que pasa, quedan más estupefactos de las locuras de una empresa en conjunto con un sindicato están vaciando a pasos agigantados.

Así se destapó el mecánico Pérez, al cual muchos creían un analfabeto, pero con una excelente carta, está haciendo mucho ruido.

***

Queridos cumpas ferrucas:

Debo confesarles compañeros, valga la redundancia, me refiero a los que estamos acá, en las montañas, los demás no intenten ni por chiste colgarse de allá abajo ¿entendieron?, que siento pena y dolor por estar discutiendo siempre cosas en este bendito país. Sí, lo que dije: discutir cada letra, parece increíble ¿no? Un país que si logra asomar un poco la cabeza es gracias a cada uno de nosotros, no gracias a nuestros gobernantes y, en especial, al par de panzas gordas que viven en sendos chalets de lujo mientras varios de nosotros aún no sabemos que es la energía eléctrica. Ya casi estamos por ingresar en el año número 10 de este siglo XXI pero de la masacre ferruca transcurrieron más de 15, por eso cada vez que los veo a ustedes siento algo más que dolor… tal vez pueda decir asco porque otra no se me ocurre. Y que lo que hacen hoy por hoy no es defender los fierros, más, quítense la máscara y digan que el ferroviario les importa muy poco y nada… me resulta sumamente indigerible, cada vez que me entero que un cumpa, con las mismas funciones que nosotros, en otras partes de este largo y ancho país, ganan ¿el doble? De lo que ganamos nosotros acá. ¿Por qué somos el últimos orejón de tarro señor Pedraza? Y después lo vemos gastando fortunas en lujosos hoteles en Brasil mientras que nosotros acá en la montaña solo salimos de vacaciones a algún valle o quebrada por ahí… y después escuchamos a la arrogante mujer que nos representa y a la cual ustedes tanto le chupan las medias decir de los hambrientos, por favor, como quisiera quitarles de buena onda esa gran fortuna que ostentan así se la reparto entre mis cumpas que más de uno está chupandose los mocos porque no llega ni a fin de mes o le meten el palo en el traste con el cuento del despido… así veo delegados inútiles, vendidos al precio que ustedes quieran ponerle pero yo, aquí sigo, al igual que mis cumpas, casi, casi bajando mi cabeza al yugo sin protestar… más, cómo quisiera que Belgrano mismo saliera de su tumba y los ahorcara a todos juntos. No terminaría nunca esta carta si tuviera que escribir a qué actividad extra se dedican mis compañeros para poder tener una entrada más, ah, claro, otra: el día de mañana, como que sigan haciendo cajetilla las jubilaciones, me preparo para vender chipas a los turistas en el Tren de las Nubes, hacer velas… fabricar artesanías porque ustedes se habrán llevado la plata que con tanto sacrificio de años de laburo puse para tener en mi futuro… para descansar como Dios manda el resto de mi vida.

Espero no haber hartado a mis compañeros con esta carta.

El cumpa analfabeto.-

Café Ferroviario II: Sueños belgranienses 2010

Hace varios días el cielo parece caerse a pedazos del color plomizo. Mateo se va al teléfono público. Disca un número “¿Hola…?”

La llamada duró apenas un minuto. Mirando el rojo tren parado en el andén descubierto, se fue a la máquina.

Una vez ahí dentro, se sentó y se puso a pensar. Estaba muy absorto en sus pensamientos que no daba cuenta de que afuera tronaba. Solo se dio por enterado cuando hubo que mover nuevamente ese tren con destino incierto.

Lo tomó como un viaje más. Mejor dicho, le pasó por indistinto.

Aquella vía que, en tiempos otrora fuera un juguete, ahora era una tortura. Pero echaría las culpas a la empresa de cargas.

Muy poco le preocupa del destino de ese tren. Tampoco le importa de la vida de ese pobre caserío de chusmas.

Pero no todo le fue “no le importa”: recordó a la chica que lo fue a buscar a la pulpería aquella vez que se puso en pedo, o cuando se perdió en un monte lejos de toda civilización.

Como era de suponer, en el medio de la noche llegó el colorado tren. La estación apenas tenía un cartel de madera pintado de rojo y un modesto edificio. Toda la formación fue conducida a un desvío apartado.

Por un camino de tierra se alejó de la estación, que era lo único que iluminaba el lugar y las casitas todas estaban oscuras. Supuso que todos estaban descansando. Solo él caminaba buscando algo… luego recordó qué.

Llegó hasta una casita modesta y prolija, de barro pintada con cal por fuera. Llamó a la puerta. Nadie contestó.

Golpeó un poco más fuerte.

De adentro, alguien se levanta, se pone las pantuflas y arrastrando los pies, se acerca a la puerta. Pregunta “¿Quién es?”.

No contestó.

Abrió, pensó que podía ser un caminante o un viajante.

“Buenas noches. Oso molestar su dulce descansar”

Se quedó muda. Luego le contestó “No, para nada, pase” – inquirió.

Pasó. “Sí que sigue conservando la misma gracia de la última vez que la ví”

Mientras le hacía una leche con unas tostadas, le contestó “Tan llamativo como aquella vez que lo fui a buscar borracho a la única pulpería del pueblo. En esta casa todos tienen lugar”.

Mateo recordó su borrachera “Es cierto”

“Como también lo poco sociable y lo uraño que es… a lo que supongo que lo sigue siendo”

“Estás en todo tu derecho de recriminar que soy eso, no puedo evitarlo… tampoco puedo evitar mirarla a usted”

“¿A mí? No creo que tenga nada de provecho para usted”

“¿No? El físico y su temperamento” – y se metió las manos a los bolsillos.

Le sirvió la leche.

“Hacía mucho no disfrutaba de que alguien me sirviera la leche”

“Cuando vuelva a su casa seguro va a tener que servírsela solo… a menos que se lo haga su novia o su mujer”

Le dio un trago. Miró al techo. Luego volvió a mirarla a ella “Es que a pesar de tenerlo todo, algo me falta”

Lo miró.

“No soy malo… qué se yo… me siento solo”.

Por dentro, tenía el ardiente deseo de tener aquella chica consigo.

“Mira, sin ser bruja ni adivina, en tus sabiola hay pajaritos volando…” – le dijo sutilmente.

Después se fue a dormir. Antes de partir, le propuso “¿Por qué no viene a pasarse unas vacaciones conmigo a Villa Rosa?”

“¿Villa Rosa? ¿Y qué plan tiene?” – le preguntó.

La mirada de Mateo echaba chispas. Odiaba que le preguntaran tanto.

“Mire, se la hago simple. Las vacaciones las paso donde yo quiero. ¿De acuerdo? Y si no, igual” – le dijo, le alcanzó el bolso y lo despidió.

Mateo volvió a mirarla “Los trenes son mucho más que este caserío, hay mucho para que descubras y unas vacaciones escolares descubriendo el sistema ferroviario, no te viene mal. Te doy cinco minutos antes de que me marche”.

Por una enésima vez, ganó la actitud antisocial y uraña de Mateo. Ella tenía ganas de… de matarlo, en el sentido figurado. En el fondo, lo quería.

“Conociéndolo a usted, con sus rarezas y sus actitudes extravagantes, no creo que encuentre mujer que quiera compartir un solo segundo de su vida, y entre ellas me incluyo”

Y salieron caminando a la estación.

“Pensé que usted podría darme una cuotita de comprensión…” – balbuceó Mateo.

“Mire… usted es un adulto hecho y derecho, de lo contrario no hubiera llegado hasta acá. No sé cómo habrá sido de niño pero solo me limitaré a darle un consejo antes de su partida en el tren rojo: deje de reprimir sus emociones o lo que no sean las emociones, realmente siente ganas de hacer cosas que nunca ha hecho por algún motivo equis. En definitiva, dar rienda suelta a sus expresiones interiores no está mal, siempre y cuando no te dañen a ti mismo ni destruyan tu entorno. Y cuando hayas entendido este palabrerío, puede que yo te pueda admitir en un viaje de vacaciones”

Se quedó pensando. “Tengo la impresión que mi intimidad es con soledad” – dijo Mateo.

“¿Tengo? ¿Por qué no lo afirmas? Tienes una novia guardada bajo la manga”

“No lo entiendes……. Distinto sería si en vez de decir soledad a la nada, lo invisible se lo pudiera decir a un alguien de carne y hueso, por ejemplo, que te lo diga a ti”

Tras un breve apretón de manos, subió a la máquina, tocó la bocina y se marchó raudo, rumbo a Retiro.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Café Ferroviario II: Esa solitaria casilla de señales…

Observaciones: Ignoro si hay trenes en Caipé.

Muchos creen que un señalero es un tipo que se la pasa ocupado las 24 horas del día, pero en nada es así, acá en Caipé. Al menos que para mí, mi mundo empieza y acaba en una casilla de madera, que cuando hace frío, tengo tanto frío como el que hace afuera y cuando hace calor, no alcanzan los ventiladores.

Seguramente que alguno de los que viven en las grandes ciudades, pensará en la tecnología ¿no? Pues yo voy a lo clásico: libros, diarios, radio, música, televisión… nada del otro mundo. Nada del otro mundo fuera de mover las palancas o del rato que demoran los trenes con las maniobras. Punto. Listo, ya está.

Para muchos, Caipé es un simple lugar de tránsito. Puede ser, para quien no acostumbra a vivir en el desierto, la belleza solo puede ser descubierta al paso, pero de habitar en ese sitio inhóspito, no cabe en sus cabezas. Pues bien, durante el año también recibo turistas sin buscarlo y una vez me dejaron una foto de esta estación. Y la tengo en un portarretratos colgado en la pared.

También pensé en conseguirme un amor que me haga compañía en mis largas noches. El resultado de ese amor fue que… más vale solo que mal acompañado. Mi mejor compañera es la soledad.

Aburrido, un cumpa me trajo una guitarra “¿Querés una buena compañera? Acá tenés una para matar soledades” y empezó a rasgarla.

“¿Estás solo?”

“Muy solo”

“No te creas que la tarea de ser el ayudante del conductor es más ocupada que la tuya. A menos que te toque un rompe pelotas que pida mate continuamente”

“¿Le cebas mate al conductor?”

“Siempre”

“¿Y la guitarra?”

“La uso cuando voy en viaje y tengo un hueco libre. Es mi mejor compañera de viajes. Mata soledades”

“¿No crees que debieran dar explicaciones?”

“¿O será que siempre fuiste un tonto que creíste en la legalidad?”

Me quedé pensando.

“¿Siempre creíste en el sindicato?”

“Creí en la legalidad y soy un tonto”

Y siguió rasgando la guitarra. Afuera pasa un tren de carga que acaba descarrilando a los 20 metros.

Alguien golpea la puerta. Abro “Necesito que me prestes un teléfono para llamar” me dice.

“¡Un momento! Acá nos tomamos el tiempo para cada cosa”

“No hay tiempo hay que llamar…”

Le quito el tubo. “¿Qué apuro tienes en medio de esta soledad donde todos pasan y ni siquiera se conduelen de un bocinazo para el gil que está las 24 horas en esa casilla?”

Se quedó pensando. “Es cierto… en medio de este desierto de cuatro gatos locos, en este paraje de morondanga… vaya por los trenes que pasan por acá, por Caipé”

“Me pregunto si acá llegó la revolución internética”

Y nos quedamos pensando… “Aún creo que no… no, me parece que no. Sigamos en los clásicos”.

El silencio y la soledad ganan terreno en Caipé. Solo que parecen una postal detenida en el tiempo.




Café Ferroviario II: Úrsula [2009] – Dios y la Patria se los demande III

Si creen que con lo anterior estaba todo dicho, es porque no vieron lo que se venía. Para pensar.

***

Señora Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner:

S / D:

Asunto: Dios y la Patria algo le demandan a los gritos…

Me ofrecieron ser presidente por 24 horas pero, como todo hay un pero, tenía que seguir con una rígida y estricta política. Aunque no me convenciera mucho, la quise probar a ver qué tal me salía y, confesando, 24 horas fueron insuficientes, así que me llevo más tiempo de lo pensado.

A la Iglesia le tuve que poner una cinta en la trompa porque me resultaba imposible seguir aguantando sus pelotudos sermones. Pero con una horquilla le pinché el culo a los del campo, los medios y los periodistas: los primeros me llenaron las bolas con las famosas retenciones y los segundos con fotos y filmaciones……….. puf, me eran insoportables. Pero los milicos se la merecen al 200%, por haber hecho mierda a todos en los setenta y hay que hacerles saber que en las épocas de derechos humanos, ellos sobran. Ojo, con una picana eléctrica tuve que amenazar a la oposición para que no jodieran más. Ah, hasta el momento, no hay que dar explicaciones de ninguna clase, ¿entendido? No hay conferencias de prensa. La industria y la justicia son dos cosas que si no las apretaba, me iban a acabar poniendome las bolas por el piso así que tomé una ametralladora a repetición y el que se resistiese, al paredón. El Congreso ya me dijeron que tenía un montón de súbditos a mi servicio, dispuestos a hacer cualquier cosa por tenerme conforme, por ellos, no debía preocuparme. Y los gobernadores e intendentes que se hicieran los piolas, ¡al paredón se dijo!

Anteayer tuve que dar mi primer discurso, temiendo encontrarme solito, pero no, para mi sorpresa, tenía la plaza colmada, gracias a la plata, los chori, micros… moví mucha gente, a corearme como si fuera su rey. Pero, pero, acá hay que mostrar que se vive en un país de maravillas y el Indec va a mostrar ante todos el momento maravilloso que se vive.

Las muertes en mi gestión no se cotizan como desgracias. Estos son ejemplos para que los demás vean cómo hay que manejarse aquí, tal le sucedió a López, Castro, Marriera, Valdéz, los polis platenses…

Ah, tampoco hay que permitir elementos del pasado en mi gestión, así que quienes votaron a esa gente, hay que repartirse los votos. La inseguridad no existe, es una ilusión óptica que vive la población pero un violín es un delincuente común que puede estar en su casa tranquilito.

Las obras públicas se cotizan por millones… es decir, el recargo es lo que me llevo conmigo junto al responsable que ejecuta la obra. En poquito tiempo es increible cómo me llene de dinero…

Nuestra economía está en el mejor momento, para eso nada mejor que fortificar el peso y la exportación dejarla en el mercado interno.

En definitivas, me resulta increible lo que logré: una autentica democracia libre en todos los sentidos.

¿Y los trenes? Mientras esté don Urquía como mi gran amigazo, nuestras arcas están muy bien aseguradas.

Me despido de usted… y de la empresa que me da trabajo. Ya estoy de patinas en la calle.

Insp. Tavella.-

Café Ferroviario II: Úrsula [2009] – Dios y la Patria se los demande II

Mientras nos hacíamos compañía con Marina en el patio en Retiro, un viento nos trajo un periódico y en sección de los lectores, luego de haber salteado la primer plana de la visita de Cristina a la Unión Ferroviaria. El periódico no interesa, lo que importa fue como se despachó el inspector Tavella en una extensa e interesante carta.

Ah, por cierto, antes de exponer lo que escribió, paso a decir que nuestros amigos de Ferrocentral se sintieron tan bien tocados que le hicieron levantar campamento. En pocas palabras, lo rajaron. Por lo último que sé, se fue a Ferrobaires.

Acá va lo que puso. Que cada uno piense lo que quiera. Y si se siente herido, solo me resta decir que somos un País Bananero.

***

Señora Presidenta, Cristina Fernández de Kirchner:

S / D:

Asunto: Dios y la Patria algo le demandan a los gritos…

Excelentísima Presidenta, me resulta imposible renegar de un sistema que, bueno o malo, me da muchas cosas, entre ellas, libertades, derechos y garantías. Y no solo eso, sino varias cosas más, entre ellas, la creencia en una Constitución, Ley Suprema que organiza a nivel nacional un territorio en el cual cabe varias veces Francia. Por ende, como soy libre, me resultó una gran ocasión para hacerle llegar estas líneas, aprovechando su grata visita en la Unión Ferroviaria.

Más de una vez me he planteado si pedir - ¿a gritos pelados? - que ustedes dos, se marchen o vayan directamente presos. Me sonó algo utópico pero cuando analicé los motivos, dejó de ser una utopía; es más, se me convirtió en una imperiosa necesidad.

¿Estamos en democracia o esto ha devenido en una tiranía? Por favor señora presidenta, no quiero remitirme a la historia francesa de hace cinco o más siglos atrás – o menos si se quiere también -.

Basta de pavadas, aquí expongo mis motivos por los cuales algo le están demandando a los gritos.

Primero que nada, apretaron mal a la Iglesia. Parece que un montón de curas analizando alguna solución posible nunca resultó ser potable a vuestros intereses ¿verdad?


Segundo, apretaron al Campo. Parece que los campechanos que agachan la jorobita todo el día resulta que son los ricachones más poderosos del país… ¿Dónde vió señora presidenta que un campesino por tener un puñado de hectáreas tire manteca al techo???? En sus sueños, solo en sus sueños. Y qué mejor forma que seguirlo exprimiendo que metiendo al patotero de Moreno.

Tercero: Apretaron a los medios y periodistas. Parece que la diversidad de opiniones crea un mosaico el cuál no tiene lugar dentro de la cultura KK ¿verdad? Lo cual, por ende, resulta muy peligroso la emisión de informes y opiniones que no hablen bien de los gobernantes. Pero ¿qué se puede esperar si usted siempre se compara con Hugo Chávez, y lo mejor de todo que él con la televisión hizo lo mismo que usted?


Cuarto. Dicho en palabras sencillas, forrearon a las FFAA (que se quedaron bien calladitas). Yo quiero suponer que la actitud que tomaron ellos habrá sido la de “No sabe lo que hace”. Espero que sea eso…

Quinto… ¡Nunca una conferencia de prensa (las dos o tres que hubo dieron risa)! Ah, valga la redundancia que cada vez que viaja al exterior siempre sus relojes están sin pilas y le impide llegar a un determinado lugar a horario……………..


Sexto: Apretaron mal a la oposición. Y otra vez volvió a querer intentar hacer lo mismo que algunos mandatarios de Latinoamérica, empezando por Fidel Castro (Lo logró), Alberto Fujimori en Perú (Lo consiguió), Hugo Chávez (Anda intentandolo).


Séptimo: Apretaron a la Industria. ¿Usted sabe que la industria es la que da de comer a miles y miles de argentinos y que si usted sigue desmantelándola pronto nos iremos a los caños????

Octavo: Apretaron a la Justicia. Debo felicitar su inteligencia (¿O la de Néstor????) en armar una justicia a su medida. Una justicia que castigue a los buenos convirtiéndolos en acusados y a los malos que los aplauda. Por favor, pare esta locura.


Noveno: Transformaron el Congreso en escribanía. ¿Sabe usted para qué sirve el Congreso? O solo está para que un puñado de tipitos se vendan por unos pesos y se rindan a sus pies, haciendo todo a espaldas del pueblo????


Décimo: Extorsionan y patotean a gobernadores, e intendentes. Valga la redundancia, todo es válido para los opositores. Los seguidores, marche todo viento en popa.

Ah, antes que siga con la segunda parte de mi repertorio, mejor le doy un respirito, vaya a su despacho a tomarse un cafecito y tirese un rato en su sillón, mientras tanto, piense si sigue en su cabeza esa descabellada idea de hacer un tren bala o seguir destruyendo lo poco que le quedan a los trenes en la actualidad para dárselos en… micros.

Como ferroviario, ya me hice una cara tan dura como el acero ante la vergüenza que usted misma me genera. Nunca la elegiría como mí mujer ¡Jamás!

Hasta mi próxima visita.-

Insp. Tavella.-

Café Ferroviario II: En el tren…………. ¡Mi tren!

Disfruto de la gran libertad que me genera este medio, aunque no por ello no deje de generar sus restricciones, ya mentadas y sabidas, por todos.

Creo que a esta altura es bueno poner al descubierto que, en mi transitar por los rieles, también he tenido roces. Yo lo considero un empate: los rieles de profesión ferrucas y los aficionados se anotan dos tantos cada uno. En los aficionados, Haedo y la AAT fueron los escenarios de conflictos, suficientes para mi alejamiento. Por el lado ferruca, digamos que el maquinista Alonso se anotó el primer tanto con una pelotuda acción, buah, digamos que se zarpó y punto; el segundo tanto fue de su cumpa Condoleo por las groserias a mi celular, que la cruz se la ganó bien ganada.

¿Perdones? Solo volví a la AAT pero como una ráfaga que pasa y punto. Pero la dorada época de idas, esta irremisiblemente cumplida.

A esta altura, más que un tren, es mi tren, lo digo en primera persona del singular pues creo que mis amigos merecen estar presentes en carne y hueso, perdón, en la pluma literaria; y al que no le simpatice este relato, lo siento. Antes que nada, respetar las ideas de los demás, no todos pensamos igual ¿sí?

Primero que nada, arranco con algo muy importante: el gran amor de mi vida que me regaló este ambiente, después de seis años, casi siete de andar juntos, era hora de decir Sí. Ese gran amor se llama Aldo, y nos consideramos el tender y la locomotora.

No todas en los rieles, con los ferrucas fueron negativas. Aquel adolescente convertido en adulto que es Andrés, muchas veces he visto pasar los durmientes como una exhalación………. Con sol, calor, lluvia, frío. No importa la estación pero en mi tren está presente con sus dibujos que celosamente guardo como un gran tesoro. O la visita del cumpa, Marcos, que ando en deuda porque nunca me dan los horarios.

Nelson me mostró la otra faceta de un viaje en el tren de Bolívar y que existe otro mundo más allá de Bolívar, un paraíso llamado Daireaux. Y justo fue cuando pensé que ese tren era un pasado que nunca más iba a pisar…………….. pero pasó. Así también miré con otros ojos a Mario el guardatren… tan mentado como el bigotudo pero los años no le pasan solo a uno………… mejor recordar con cariño.

San Miguel me trajo la compañía de Adrián y su morguera viajera. Así viajamos por las calles del municipio que alguna vez fuera comandado por un carapintada………… incompleto sería este trío sin David y, Martín, buen porfiado como todo provinciano. En un boleto clase única nos fuimos por el ramal de Marinos del Crucero General Belgrano a estación Buenos Aires.

Mantendré en el anonimato el nombre del propietario de la moto que se dedica a sacar fotos de trenes. Por suerte y fortuna me negué rotundamente para acabar tomando una gaseosa y punto. A pesar de las idas y venidas, sería bueno que alguna vez se suba a mi tren de veras.

Al Juani y Gaby, pelado como tú solo, cada tanto me acompañas en las solitarias noches en la biblioteca y, al menos, puedo combatir la soledad que rodea las paredes de tu casa. La gran acción que hicieron ustedes dos fue mostrarme que hay otro mundo fuera de los trenes, y este es el del tranvía.

También tengo pasajeros cuyo trato, bueno, digamos que es una llamada telegráfica, imagino un boleto de vía libre. Solo eso. También hay una ubicación en este tren.

Sería muy egoísta dejar en el andén a los buenos ferroviarios que no son aficionados pero que me trataron con mucha calidez. Al señalero Juan, que desde el cabín norte de Mar del Plata tiene todo bajo control; a Pedro que por tal de tener una compañía a su lado, nos llevó en su super limusina de lujo (No hace falta aclarar a qué me refiero); y los miles de anónimos que abren sus puertas a un mundo que a muchos nos hace falta ver y que varias generaciones futuras se verán impedidas de poder disfrutarlas, ya todos sabemos por la culpa de quien.

martes, 10 de noviembre de 2009

Café Ferroviario II: La marca indeseable

Observaciones: Es solo un cuento.

Era un domingo por la mañana común cuando a las 9.20 el altoparlante de Constitución despachó al tren con destino a Mar del Plata. El cielo estaba de color plomizo y cada tanto hacía amagos de querer llover. Solo soplaba algo de viento y más de uno ahí dentro iban de viaje de placer. Y Carolina no era menos. En realidad, ella se excusó del viaje de placer para visitar a su amigo Franco, el mecánico.

Muy poco se sabía de esa amistad. En realidad, nada debía rendir ante los demás, si su edad superaba ampliamente los 21. Mayor de edad y punto para decidir.

Se sentó en ese asiento clase primera, recostó el respaldar, apoyó su cabeza hacia el costado y se colocó los auriculares. Un rato después se durmió profundamente.

Mientras, un inspector y un guarda empezaron la recorrida pidiendo boletos. Nada parecía fuera de lo normal para la típica tarea de controlar boletos.

Uno a uno fueron por los vagones hasta que llegaron a ese vagón donde estaba Carolina durmiendo en su asiento. El inspector miró a todos lados hasta que le apoyó su mano sobre el pecho haciendo algo de presión. Le acercó el rostro y le respiró cerca de su cara.

Ella despertó algo sobresaltada al ver la mano del inspector sobre su pecho. Lo miró. Éste solo se limitó a decirle “Su boleto”.

Sin salir del susto, sacó de su bolsillo el boleto. Mientras, el guarda seguía con los demás pasajeros, el inspector quedó detenido con Carolina. Como si la hubiese marcado con una cruz, examinó puntillosamente el boleto como buscando algo fuera de los normal. Luego le mandó una mirada acusadora, para luego acabar picando el boleto y retirando la parte A.

“Debe conocer en profundidad la ciudad del Plata ¿verdad?” – preguntó ingenuamente el inspector.

Carolina le contestó “Algo… ¿qué motivo tiene usted para preguntar qué voy a hacer allá?”.

“Nada que llegue a molestar, acostumbro a preguntar por arriba, simplemente”

“Hubiera elegido otro pasajero y, como por desgracia no hay otro tren, tengo que aguantarlo a usted”.

“Hay otro tren, otros, mejor dicho”

“Sí claro, ninguno que me garantice que no le voy a ver su jeta”

A medida que el inspector inquiría a Carolina, ella se ponía molesta.

Finalmente, éste se retiró.

Ella respiró aliviada. Guardó su boleto y se dispuso a seguir durmiendo. Su compañero de asiento le hizo unas preguntas:

“¿Conoces ese sujeto?”

“¿El inspector? No. Para nada” – respondió Carolina.

“Medio pesado. Pide ayuda si es necesario”

“Gracias, mejor no cruzarse con ese tipo. No hay que ganar enemigos”.

El inspector era el que se movía con total libertad en el tren. Pasaba los minutos con sus compañeros en el coche comedor. Ella, en cambio, media los pasos.

Siguió durmiendo hasta que despertó y fue rumbo al baño. Afuera estaba el inspector “Otra nos hemos encontrado ¿no?” – le dice irónicamente.

Carolina hizo caso omiso y se metió al baño. Minutos después salió pensando que se había ido, pero no.

“Un momento – le dice el inspector, la toma del brazo atajándola – contigo voy a conversar un poco”.

“Tú, porque yo no tengo absolutamente nada que conversar contigo” – le contesta secamente Carolina.

“Me supongo que no le gustaría terminar mal este viaje ¿verdad?”

“Si usted se quitara de mi vista, haría mi viaje muy confortable”

A paso apurado llegó al asiento, bajó el bolso y se lavó las manos con alcohol en gel. De su carterita extrajo su celular y se lo echó al bolsillo del jean.

Se fue al pasillo, previo ver que no anduviera el inspector. Sacó del bolsillo el celular y llamó por teléfono. A su amigo, para alertarlo de lo que sucedía en el viaje.

Por detrás, aparece el inspector y le quita el teléfono, cortando la llamada “No sabía que tuvieras un príncipe azúl salvador ¡contestá!”

Carolina miró hacia abajo. No dijo nada.

Miró el ojo de buey y tomó a Carolina de un brazo y la llevó a la fuerza al baño. Se encerraron.

“¿Por qué me trae a este cochino lugar inspector?” – pregunta Carolina.

“Creo que eres perfectamente consciente de todos los males que has hecho en este viaje”

“Yo no hice nada que pudiera ofenderlo………..”

“¿Y su amiguito mecánico? ¿Qué es eso? Parece que la grasa le sienta bien”

“Usted usa sombrero y birome pero tiene en la frente la marca de hijo de puta”

“No te preocupes, por marca, te dejo mi impronta” – le dijo el inspector y abusó de ella.

Después del amargo rato de Carolina, le dijo muy sutilmente “Ahora sal como que si nada hubiera pasado”.

Carolina volvió a su asiento, pero no podía quitar de su cabeza el amargo momento. Tenía ganas de llorar, pero no le salió. Quería pedir auxilio pero se sintió nuevamente sola.

Bajó del portaequipajes su bolso y revolvió. De sus zapatillas de tela le sacó los cordones. Los anudó en los extremos. Se los guardó en el bolsillo.

Contó los pesos y se fue al comedor. Allí en una mesa encontró al inspector leyendo el diario.

Ella se sentó en una mesa y pidió un café con leche. Mientras esperaba que le sirvieran el café, miraba al inspector y pensaba. Pensaba en darle un escarmiento.

Le sirvieron el café y se acercó a la barra a pedir una medialuna. Mientras el mozo calentaba la medialuna, se acercó por detrás al inspector, sacó del bolsillo el cordón anudado y con él le rodeó el cuello. Tuvo tiempo para hacer un nudo y, sin que éste se cortara, con todas sus fuerzas, fue apretando hasta asfixiarlo.

La cabeza del inspector cayó sobre la mesa.

Carolina se llevó el cordón y se fue a su asiento, sin tomar el café.

Al llegar el tren a Mar del Plata, le dijo a su amigo el mecánico “Mi próxima casa son las rejas. Tu compañero es un hijo de puta”.