Te lleva unos segundos firmar este petitorio

martes, 10 de febrero de 2009

Café Ferroviario II: Noctámbulos

No se sabe qué llevó a Julieta a dar una vuelta por la estación ferroviaria en Mar del Plata aquella noche de verano. Ella vestía un pantalón hasta la rodilla color escocés y una camisa con mangas tres cuartos de color blanca. Su peinado era un simple corte de señora y calzaba zapatillas de tela, color blancas.
Hacía rato que el tren había llegado y solo había entre las penumbras una locomotora apagada. Los vagones reposaban en otra vía. Ella estaba ahí, sentada en el andén con sus pies en la vía principal, y una cámara de fotos. Su intención era tomar alguna foto pero por algún motivo desconocido, no la sacó y se quedó meditando en el lugar.
Dos segundos fueron suficientes para pensar que sus padres estaban bastante lejos de imaginar dónde estaba su hija.
De la oscuridad emergió un empleado. Vestido de ropa de grafa color azul, baqueteada por los lavados. Calzaba botines negros, punta de acero. Caminaba a paso normal. Y se percató de la presencia de la muchacha.
“¿Qué haces a estas horas por aquí?” – le preguntó.
“Bien… no sé a qué vine exactamente aquí” – le contestó.
“Supongo que un motivo hubo…”
“Supongo…”
Y Julieta permanecía allí, sentada. Como si lo estuviera en el banco de una plaza. Sus ropas eran algo ajustadas y le marcaba algo la figura. Enfrente suyo estaba aquel empleado que empezaba a observarla con más detenimiento. Julieta no era precisamente bonita, pero sí sabía que era atractiva.
“Es extraño que una mujer como tú ande a estas horas. Solo saben hacerlo las prostitutas” – le comentó.
“Lamento no ser lo segundo” – le contestó Julieta.
“No precisamente tienes que serlo, tu sabes, el ambiente ferroviario es un poco pesado en ciertas cuestiones”
“Lamento haberlo molestado, me marcho entonces” – musitó Julieta.
“No es necesario que te marches, podemos sentarnos a conversar bajo la luz de la luna” – invitó.
“Por ahí le estoy robando tiempo de su trabajo…”
“A mí nada me quita tiempo de mi trabajo. Mi trabajo es llevar y traer viajeros de una punta a la otra. Lo que piensen ellos, no lo sé. Solo con mi compañero sabemos los pormenores del viaje, los problemas técnicos. El pasaje solo sabe lo último. En pleno viaje duerme…”
“Como dice el Principito que solo los niños aplastan sus narices en las ventanillas”
“Exacto. Eso se lo dijo al guardagujas. Ignoraba a dónde iban los trenes. Él los despachaba”
“¿Y una vez que acaban viaje?”
“No sé. Solo sé qué voy a hacer yo. A seguir mi vida normal, la de siempre. No somos bichos raros. Tal vez un tanto roñosos”
“¿Mugre? Pero no se nota”
“Depende del sector. El sector más sucio es el taller, pero se explica por el tipo de trabajo”
“Se explica… con razón los trenes que pasan por donde vivo están tan sucios”
“Pero no precisamente mi trabajo ha de ser sucio”
“Pues…”
“Te expliqué: llevo y traigo pasajeros. Estoy en ese mundo de 2 x 2, que es la cabina. Suficiente”
“Te hago una pregunta que puede que te resulte rara”
“A ver…”
“¿Qué es lo más extraño que hagan aquí?”
“Bueno, por empezar, no le diría rara a la pregunta y segundo la cambiaría extraño por común”
“¿Y en qué te hace pensar aquello?”
“¿Recuerdas la pregunta inicial que te hice? Precisamente te pregunté el motivo de tu presencia a estas horas aquí”
“Sí. ¿Y qué hay con eso?”
“Te conté algo de las prostitutas pero no te dije qué lugares eligen para ir”
“Al telo no creo en horario de trabajo”
“Al hotel no, pero sí es común la cabina de la máquina o la casilla de señales”
“La cabina medio incómoda y ¿la otra?”
“Yo no pregunto. Yo pongo el repollo al servicio del chisme”
Hicieron un silencio prolongado. Julieta seguía contemplando la playa, los vagones y la máquina estacionados. Parecía mirar al silencio mismo, interrumpido por una suave brisa. Él, a su lado, fijo su mirada en la de Julieta.
Allí él se dio cuenta de lo que le transmitía la mirada de Julieta. Mientras, ella seguía mirando la playa. Por cierto, a él mucho no le interesaba el silencio, ya que estaba más concentrado en contemplar la geografía corporal de Julieta.
Cuando menos se lo imaginó Julieta, él le puso el dedo índice sobre la punta de la naríz.
“Dime cómo te llamas y te diré quien soy”
Apenas movió los ojos Julieta. Hasta que le contestó “Julieta. Ahora dime tú”
“Valentín. Así de simple”
Retiró su dedo índice y se acercó hacia ella, y se dispuso a besarla suavemente. Solo era un roce de labios, suficiente como para electrizar el interior, que despacito se iba encendiendo.
Valentín alejó un poco su rostro para ver la reacción de Julieta. Al verla sorprendida y maravillada, nuevamente se acercó y se dispuso a besarla profundamente.
“Ven, te llevaré a un sitio mejor”
Llevó a Julieta hasta la máquina estacionada. Una vez allí dentro, continuó besándola profundamente. Uno y otro disfrutaban esa pasión, ese agradable intercambio de microbios… buscarse y encontrarse.
Julieta sintió repentinamente el aglutinamiento sanguíneo en los pezones, que se pusieron erectos, firmes y exultantes, motivo de ese choque de labios. No quería que terminara más.
En un momento, Valentín tomó a Julieta por la cintura y la sentó sobre su falda, mientras le besaba la boca. Y mientras la besaba, le acariciaba las piernas.
Las manos inquietas de Valentín comenzaron a ascender cada vez más y más y así fue como sintió que todo su ser se le electrizaba… sigilosamente logró desabrochar el pantalón de Julieta y mandó sus dedos por entre las prendas íntimas… y comenzó a jugar con sus dedos en lo más íntimo de ella, que a esta altura, estaba demasiado húmedo…
Mojaba sus dedos… de a ratos los sacaba… los olía… los chupaba y le daba besos con mezcla de su propio olor a Julieta…
Así estuvieron por un rato no muy largo hasta que Julieta le susurró algo: “¿No sería conveniente que me los quite así estamos un poquito mejor?”.
Valentín cerró los ojos y le dio el sí con un leve movimiento de cabeza.
Ella se quitó los pantalones y su prenda íntima. Se volvió a sentar sobre las piernas de Valentín, con las piernas abiertas, le susurró “¿Así estoy bien?”
“Mejor imposible…”
Continuaron acariciándose por un rato no muy largo hasta que su compañero ocasional desabrochó su pantalón sigilosamente. Julieta vió como sacaba al descubierto el miembro erecto. Luego la tomará suavemente de las muñecas, le susurrará:
“Tómate bien fuerte del cuello cariño” – le dijo Valentín.
Y ella se abrazó a él tan fuerte como pudo, mientras Valentín la levantaba por el trasero para penetrarla. Todo así, los dos sentados. Él en la silla del conductor y ella sobre sus piernas. Los dos se ayudaban mutuamente con movimientos muy suaves y sutiles, sin separarse en ningún momento.
En la posición en que estaban, fue Julieta quien precisamente terminó montando a Valentín, como si éste fuera un corcel. En un sube y baja repetitivo, pero pausado, entraba y salía el miembro, en tanto que al mismo tiempo se iba frotando con el interior de Julieta, hasta sentir el clítoris cada vez más erecto.
Valentín, entre tanto, aprovechó a desabrochar la camisa de Julieta… a besarle el cuello y bajar… lamer y besar… succionar los pezones de aquella mujer que ocasionalmente se convirtió en su compañera de placer…
Ella pudo sentir el calor del semen de Valentín bañar su interior. Y él sentía como estaba Julieta, con reiteradas contracciones.
Si algo acompañaba a todo, era la noche. Afuera no andaba nadie, solo algunas luciérnagas bailaban con sus lucecitas entre los pastos.
Y se miraron a los ojos.
“Perdona si no soy la prostituta que frecuenta estos sitios” – le dijo Julieta.
“No debes pedirme perdón. Tampoco es necesario que lo seas. Me gustas así y te quiero recordar hasta el próximo encuentro, en las vacaciones del año que viene” – le contestó Valentín.
Mientras quedaron quietos, Julieta sintió los hilos del semen de Valentín salir de su interior…
“Me llevare este recuerdo nocturno a Zárate” – musitó Julieta.
“Y siempre serás feliz viajando en este tren al sur” le dijo Valentín.

Café Ferroviario II: San Mateo

“¿Sabes algo Mario?” – dice Mateo a su socio.

“Te escucho mientras conecto la radio” – le contesta. Mario estaba conectando la radio. Ese día jugaban Ríver y Huracán.

“Hoy es un día precioso, amén muy placentero para conducir y escuchar el partido por la radio”

“Todos los domingos son buenos…”

“Excepto cuando llueve. Es una verdadera cagada chapotear agua por todos los rincones”

“También los no domingo son una garcada también”

“Los jefecitos”

“El día Ariadna. Otro que día Osvaldo”

“Bueno, eso es para subir la bronca diaria. Ayer tuve doblete”

“Sí, la Ariadna. ¿Y el doble?”

“En el jardín de mi casa. Uno de los cactus se me hizo percha y se me está muriendo lenta y cancino”

“Negro, las plantas van y vienen, así las hizo la madre natura. Aparte, a tu jardín hay que envidiarlo con todas las letras”

“Porque es lo bueno que tengo. Bien pinchudo”

“¿Tienes idea por qué la radio no anda?”

“¿Qué te hace pensar que emite ningún chillido?”

“Porque doy vueltas en las estaciones y no pasa nada”

“¿Accionaste el on?”

“Sí”

“¿Quitaste el mute?”

“Sí, está a todo lo que da”

“Mostrame la radio”

“Es la que me dio Sancarranco en la estación Boulogne. Me dijo que me la llevara porque en el taller no la querían más”

Mateo mira la radio mientras espera con el tren en estación Padilla – “¿Dijiste que fue Sancarranco el que te dio la radio?”

“Sí, ¿por qué?”

“¿Acaso cuando has pedido algo te ha dado algo que andara?”

“Yo nunca le pido nada a él”

“Vos no, pero compañeros míos me han dicho que este cristiano regala todas las cosas que no andan, así que si la radio no funciona, no es de extrañar que te haya dado un aparato fundido”

“Bueno, que se vaya a la cloaca” – dijo Mario, desconectó violentamente la radio y la sacudió por la ventanilla.

“¿¡Qué hacés bobo!?” – dice Mateo.

“Bueno, vos dijiste que ese cristiano da objetos que no funcionan”

“Sí, es cierto, pero debes devolverlo, así que ahora paro el tren, te bajas y me esperas al regreso, porque a Boulogne regresas con ese aparato ¿entendiste?” – dijo mateo, paró el tren y su socio Mario debió bajar para rastrear la radio. Él siguió con el tren camino a Grand Bourg.

Al llegar a Grand Bourg le extrañó ver algunos jerárquicos, entre ellos Ariadna. Mateo pensó que algo raro podía haber sucedido que todos habían salido de sus cuevas. Tomó su celular y llamó a Mario:

“Mario, soy yo!!!”

“¿Qué acontece compañero? Ya conseguí la radio si era por eso”

“Independiente de la radio”

“¿Qué?”

“Salieron todos de sus covachas, así que atajá el primer tren que pase por el lugar…”

“A la distancia viene uno…”

“Haz señas como puedas, subí y avisá donde puedas así te levanto, si saben que estoy sin ti se pudre el rancho boludo!”

“¡Vos por pelotudo me hiciste bajar a buscar esa radio choronga!”

“Chau” – le cortó Mateo a Mario. Éste atajó el tren que iba pasando. Fue hasta Los Polvorines, donde logró reencontrarse con Mateo.

“Che – empezó a quejarse Mario – eres suicida. Casi me ahorcan…”

“¿Quién estaba en el otro tren?” – pregunta Mario.

“Pipino y Uriarte”

“Pará, esos me suenan feo”

“Sí, los delegados”

“Amén de eso. ¿No sabías que el marido de la Ariadna labura en la oficina en Retiro?”

“Algo sabía, pero no tanto. De ser así me perdí uno y medio”

“Mejor deberías parar las antenas porque la Ariadna tiene amantes por todos sitios”

Mario puso cara de neutro “Ah, bueno……………..”

“Otra que ¿qué dijo el abuelo José?”

Días después se supo de la aparición de un cuerpo sin vida en las inmediaciones del taller de Boulogne. Hasta el momento que hicieron la autopsia, no sabían a quien correspondía. Si pudieron determinar que había recibido varias picaduras de un reptíl venenoso y que había sido atado a la mandíbula de la locomotora. Se supo que fue arrastrado con ella.

Pero no había culpables. Sospechosos sí.

Mateo se enteró del asesinato dos meses después. Tuvo un buen motivo para pensar raro de que la señorita de las relaciones laborales tuviera algo que ver. Evitó pasar por la oficina.

Lo evitó hasta que un día pasó a retirar su recibo de sueldo.

Adentro había un ambiente espeso. Restó importancia.

Volvió a los trenes. Como la costumbre diaria.

“Mario, algo huele apestoso acá” – comentó Mateo.

“Sí, desde que apareció este cristiano muerto” – le dijo Mario.

“¿Alguno de nosotros tiene que ir a Boulogne?”

“Yo no, pero no creo que tu tampoco”

“Mira, te soy sincero, tengo un cagazo terrible, pero quisiera ir porque algo me late que todo empieza y termina acá dentro”

“Yo pienso que ha sido un perro desalmado”

“Si fuera un desalmado no lo hubiera sido tan pero tan desalmado. Aparte ¿quién de nosotros andaría con los reptiles?”

“Lo pidió prestado del zoo”

“No me interesa. Pero había que serlo cuando lo hizo”

Días después Mateo se extraño cuando fue a tomar servicio en Villa Rosa que su compañero Mario no estaba. Al día siguiente pensó que le cambiaron el diagrama y pensaría lo mismo hasta el día que lo enviaron a buscar un traslado a Boulogne por la noche.

Encontró a su compañero Mario atado de manos, con picaduras de reptil venenoso y arrastrado con una locomotora en el lugar. Entre los yuyos y en medio de las penumbras encontró al reptil.

Tomó coraje y levantó al reptil.

“Dios mío ¿qué hago con esta fiera?”

Fue hasta el taller y con herramientas provisorias sujetó al reptil. Esperó escondido en Retiro y una vez que se aseguró que todos los jerárquicos estuvieran en la oficina, irrumpió sorpresivamente en la oficina:

“Lamento molestar en pleno desayuno señores jerárquicos… - dijo Mateo y exhibió el reptíl delante de las narices de todos – pero acá algún hijo de puta está haciendo cagar fuego a la gente, así que si están libres de cargos y culpas, ya confiesen serlo, de lo contrario, llamo a la policía”

Ariadna parecía dispuesta a declararse inocente cuando le dijo tajante “Usted es el culpable de las muertes, así que tiene sus días contados”

“Me importa un pito y un poto, pero no confiesan, me encargaré de que se vayan a la gallola”

“Le muestro el informe de la policía – decía Ariadna sarcásticamente – usted está sospechado del abuso, muerte y ensañamiento de sus compañeros. Y lea lo que sigue abajo”

Mateo lee sin soltar el reptil “La próxima en este hilo de muertes serás tú”.

“No amenace” – dijo Ariadna.

“¡No sea cínica si usted es tan cómplice como otros personajes de la muerte del compañero! Sin lágrimas de cocodrilo”

Ese día, Mateo entregó el reptil a la policía.

Cuando fue sometido a la autopsia el cuerpo de Mario, se supo que presentaba los mismos signos de violencia. Algo lo llevó a pensar que Ariadna estaba en todo esto. Todo se precipitaría aquel lunes nublado de septiembre.

“Señorita Ariadna, necesito hablar con usted” – solicitó calmo Mateo.

Del otro lado del teléfono, Ariadna contestó “Dígame en qué anden lo puedo ubicar”

“En el número 1” – contestó Mateo. Colgó el teléfono.

Al rato, mientras hacían la maniobra con la máquina, Ariadna se acerca a donde se encuentra Mateo “Usted me dirá que desea” – dijo sugestivamente.

“Yo… ¿sabe qué puedo hacer para revertir mi situación?”

“No lo sabría, yo sé que la empresa te ha despedido ahora en 15 días más”

“No fui, señorita Ariadna, yo sé quien los planificó”

“¿Todo?”

“Absolutamente todo”

“Dilo pues ante la policía”

Acompañó a Ariadna hasta el sector de boletería donde se detuvo nuevamente “¿Sucede algo? De lo contrario, vuelva donde estaba”

“Sí, claro, no que fuera molestia” – contestó muy calmo Mateo y aprovecho para arrinconarla, sacó de su bolsillo una jeringa llena de veneno para ratas, con una mano tiró el capuchón que recubre la aguja y pinchó en una arteria cerca del corazón.

Con la aguja en la mano amenazándola, a los gritos, llevó a Ariadna hasta donde estaba estacionada la locomotora. Como hicieron con los otros muertos, la ató a la mandíbula, subió y la arrastró varios metros por la vía.

“No puedo creer en una mujer ferroviaria tan hija de puta como tú”.

Dos días después, Mateo le confesó a la fiscal ser el autor de la muerte de Ariadna. A pesar de eso, nunca pudieron comprobar que Mateo haya sido el asesino.

Puesta del sol en Zaandam

Hola!
Te mando en unas fotografías que saqué ayer en los alrededores de la ciudad de Zaandam aparecen en ellas la central eléctrica en el puerto de Amsterdam que se ve desde todos los lados en la región de la capital. También hay una de un encuentro entre dos trenes en la estación de Utrecht.
Hasta la fecha acá todo va bien, hace un tiempo bastante frío y desagradable, llueve y a veces cae algo de nieve.
Estalló un escándalo en la casa real de Holanda, ya que la princesa Cristina creó un fondo domiciliado en unas islas en el Canal de la Mancha que tienen un estatuto tributario particular (paraíso fiscal) para así pagar menos impuestos que sí ese dinero estuviera en Holanda o en Inglaterra. La dirección postal de ese fondo está en el palacio real de La Haya y aunque eso no es ilegal, en el parlamento holandés se hicieron varias preguntas críticas ya que los monarcas deberían dar el buen ejemplo.
En unas dos semanas me van a juramentar como intérprete, ya que la nueva ley exige también que los intérpretes sean juramentados, antes sólo juramentaban a los traductores de documentos escritos.
Espero que estés bien y que todavía disfrutes las vacaciones de verano (idea algo extraña para quines viven en Holanda ya que aquí cae nieve y aún hay hielo en algunos canales).
Un saludo

Jan






















































Lieja

Hola!
Después de la semana interesante pero cansadora que he tenido con un grupo de panameños quienes deseaban conocer la industria lechera holandesa (HEMOS VISITADO EMPRESAS DEL RAMO EN TODO EL PAÍS y he tenido que viajar desde las 7 de la madrugada hasta las 20 o 21 de la noche cinco días seguidos) me he descansado algo el fin de semana y el lunes hice un viaje a Maastricht para unas traducciones en juzgados y luego por la tarde fuí a Lieja para recer esta ciudad y hacer unas compras de libros y DVD en francés. Como Lieja es una ciudad francófona y la mayor de Valonia, y además cerca de la frontera, es un destino ideal para tales fines. Hay unos grandes almacenes que venden de todo en eso, y además la parte central es interesante por sus edificios antiguos, las colinas y sus panorámicas, y el ambiente bastante francés que en algo recuerda París.
Encontrarás una serie de fotos que saqué desde la Ciudadela, donde hay un monumento a los militares muertos en las dos guerras mundiales y desde donde se disfruta una linda vista, que saqué con la noche que cayó. Una mar impresionante de luces!
Además he visto la nueva estación que está iluminada de noche, y en Maastricht los nuevos trenes de Veolia Transport (esos trenes regionales de Stadler, iguales a los de Arriva en el Norte y en la línea Dordrecht - Geldermalsen que saqué y te envié en foto en diciembre pasado). Todo eso vienen en las fotos que acompañan ese mail.
Ahora me llaman otra vez para el tribunal, esta vez en Rótterdam.
Un saludo
Jan