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martes, 5 de mayo de 2009

Café Ferroviario II: Viaje en tren al centro de la Tierra

Locura y fantasía

Dante miró hacia el andén y vió el cielo de color plomizo. Se estaba aproximando una tormenta y eso presagiaba un pronto aguacero sobre Retiro. Lo miró durante varios minutos mientras en el cielo se veían los relámpagos y los truenos sonaban en un repetido compás. Lo que sucediera con el movimiento de pasajeros y trenes, no le interesaba. La tormenta de ese día lo tenía absorto. Sus ojos, en especial, sus pupilas estaban fijadas en seguir la rápida trayectoria de los relámpagos. Sus oídos parecían solo escuchar el ruido de los truenos.

Estaba parado en el hall, con las manos en los bolsillos. Con las piernas algo abiertas, su mente estaba en otro mundo. Ni el rayo que cayó de una sobre la GR-12 de NCA lo inmutó de su posición. En cambio, todos corrieron asustados. Él no. Solo sacó las manos de los bolsillos y salió caminando como si nada hubiera pasado.

¿Podía ser que Dante tuviera alguna locura? ¿era posible? Tal vez no, pero todo da para todo.

Pasó toda la tarde ahí, en la estación de Retiro. Se fue a la casilla de los maquinistas a dormir… a dormirse en el pensamiento de la tormenta… los rayos, truenos, relámpagos… estaba ido, sí, del entorno. O demasiado metido en su interior.

Llegó la hora de partir a Junín. Y la tormenta seguía. Si antes le importaba el asunto de la comodidad a la hora de conducir, no le interesó para nada esta vez la posición de la máquina. Por el espejo retrovisor miró a los pasajeros que, mentalmente para él, hacían una procesión multitudinaria con un montón de bagartos rumbo a ninguna parte.

Inocentemente, un pasajero se acerca hasta la máquina a preguntarle “¿Seguro que hoy vamos a Junín? Ayer no llegó hasta allá”

Dante giró la cabeza con una mirada perdida. Sus pupilas se le dilataron. Su mente se fue a otro mundo. Veía borrosamente al pasajero.

Al pasajero se le desorbitaron los ojos. “Señor, ¿le repito la pregunta? ¿se siente bien?”

“Usted suba al tren que ya está por partir” – contestó ido.

“Pero señor… faltan 15 minutos para eso”

“Mi sugerencia es que subas al tren o tal vez puede que en vez de ir a Junín, desees hacer un viaje al centro de la Tierra

El pasajero, al escuchar esta respuesta, gritó y salió corriendo hacia la estación.

Su socio, le inquirió “Pero Dante… ¿por qué habrá salido gritando el amigo?”

“¿Acaso no oíste?” – dijo sarcásticamente Dante.

“¡Estás loco! ¡Rematadamente loco!” – dijo y salió disparado como un rayo de la máquina.

Con la mente detenida en esa tormenta que cubría el cielo, sin aviso de ninguna clase, partió con el tren. En una marcha pausada, el tren fue acelerando su marcha hasta que Dante puso su punto 8, el cual justamente fue la coincidencia: se largó una lluvia torrencial que impedía ver apenas 100 metros.

Esa acelerada marcha, controlada, se descontroló. El tren empezó una carrera desbocada en medio de una cortina de agua. Dante seguía ahí como si nada hubiera pasado. Los pasajeros, en cambio, no la estaban pasando nada bien.

Los durmientes pasaban como una exhalación… Dante era consciente de que el tren aceleraba su marcha casi semejante a un rayo. En esa alocada carrera, el día iba dejando paso a la noche… una noche cerrada por la tormenta que no cesaba de llover y tronar…

En la acelerada final, mientras el pasaje mira con susto como el tren corre como corcel desbocado sin detenerse en ninguna parte, un rayo cayó en el mismísimo centro de la vía y la trompa de la locomotora, en ese mismísimo instante de segundos el tren fue tragado en ese haz de luz… como si la vía hizo una continuación pero en un mundo subterráneo donde de la oscuridad saltaba despacio a un mundo cada vez más iluminado, seco…

Los pasajeros miraban azorados, para Dante era algo divino… fantástico. Al traspasar la línea discontinua que indica el rumbo al centro de la Tierra, recibe un boleto de circulación donde se le indica que tiene la ruta libre y despejada.

Y por fín llegó al centro de la Tierra. Luz, luz y más luz hacen que ese simple andén sin ningún techo indique que es el centro de la Tierra.

Dante detuvo el tren y, desde las ventanillas miraron azorados el lugar “Hemos llegado a destino” – anunció.

Alguien más valiente se atrevió a decir “Pero señor… esto no es Junín”.

“No. Estamos en el mismísimo centro de la Tierra”.

Fue entonces cuando el guardatren inquirió “¿Alguien se leyó por casualidad la Divina Comedia de Dante Alighieri?”

“No, pero que este tipo está loco, seguro” – le respondió una pasajera.

Pero para Dante, que lo trataran de loco, no le hacía mella. Ese paisaje desierto color amarillo oro, donde lo único que cobra color es ese tren con dos vagones, lo tenía estupefacto. No se sabía de la sucesión de las horas, por lo tanto, ni del día ni de la noche.

Para Dante, el centro de la Tierra se componía del mundo mitológico. Allí fueron con Virgilio a visitar la morada de los dioses del Olimpo griego. Los pasajeros, junto con el guardatren, seguían insistiendo en que el maquinista estaba loco.

Esta fue la conversación que tuvieron Virgilio y Dante

“A cada dios del Olimpo le debemos nuestra cordial visita” – le dijo Virgilio.

“Será un enorme placer haber venido desde la Tierra hasta el mismísimo centro en un tren” – contestó Dante.

“¿Sabían que vendrían acá?”

“No sé……….. no tengo porque rendir cuentas de qué destino toman los trenes”

“Todo empezó en un tormentoso día, en un aguacero imposible de ser atravesado”

“Si…………….”

“¿Y el tren corrió como un corcel desbocado?”

“Sí”

“Y te cayó un rayo y empezaste el viaje acá dentro”

“Sí, si”

“La duración de un viaje al mismísimo seno de la Tierra no tiene tiempo……….. es acá donde venimos y no sabemos cuando volveremos, si es que volveremos”

“No se preocupe Virgilio, lo que piensen los habitantes de arriba, nada hace a mi grata comodidad acá en el mismísimo centro… creo que me quedaré hasta decidan que es hora de volver allá”

Se supo que nunca más volvieron a la superficie. Y quedaron todos vagando en un tren con dos vagones, en el centro de la Tierra.

Todos van a coincidir en algo: que Dante, está loco.

Café Ferroviario II: Che flaco……………..

Observaciones: Toda coincidencia con la realidad es pura casualidad

Érase uno de esos días en los cuales estaba en mi regla. No, no la regla instrumental para hacer rayas ni la otra por naturaleza femenina. No sé cómo demonios describir mi regla, pues tengo varias y múltiples. Sé que soy un bicho raro, casi proveniente de otra galaxia, pero no quiere decir que no me integre. Intento integrarme pero ellos me tratan como eso: el aspirante que todos tienen que baquetear y es entonces cuando en la pura realidad termino siendo el último eslabón, el último pelotudo al cual todo le tiran por la cabeza.
Estaba un poco podrido de ser el típico aspirante y esperaba con mucho gusto que los chabones, bah, los capos de la empresa se dispusieran a decirme de una buena vez por todas que ya era hora de ponerme a estudiar un poco de física mecánica……….. ¿teoría atómica? Qué se yo que diablos, porque a los rieles vine a parar porque mi tío me pegó una patada en el culo y muchas gracias. Así creo que entré, al menos me parece.
Los rieles no son el santo de mi devoción, por cierto. Conducir, mi odio. No sé porqué cuernos me mandaron al rincón más grasero de toda Bahía Blanca. Me gustaba más la época en que cazaba insectos de todo tipo, clase y especie y terminaba estudiándolos más detalladamente que un perito forense a un muerto. Y ahora con este dengue, cazo más mosquitos en horario de laburo que el laburo que puedo llegar a hacer.
Todos los días voy al taller a engrasarme, llegué un momento a preguntarme porqué estoy haciendo lo que hago. Lo maligno en esto es que mis compañeros contribuían mucho a hacer de mi odio hacia el laburo, a agrandarlo un poco más.
Un día de lluvia, con tanto chiste pelotudo de los jefecitos, me dije que iba a hacer algo de bien y me fui a la cocina del Taller Spurr, pues hacía rato que estaba asqueado de escuchar tantas estupideces juntas (Y que encima no pegaban ni con un poxicola!), entonces, elegantemente moví la cocina y me encontré con el ejército cucarachil. Eso sí, se dispersaron como qué y yo las atajaba a dos manos! Sí, eso, las agarraba para meterlas en una mísera cajita. Con un puñado fue suficiente para el experimento que quería hacer. Después volví la cocina a su sitio y las cucarachas… bueno, reconozco que tuve que echar un poco de insecticida, creo que agoté todo el tarro……… pero ellas quedaron muertas ahí nomás, eso es para darle trabajo al chico de limpieza.
¿Qué hice yo con las cucarachas? Me fui a una fosa mientras ellos seguían mateando y haciendo chistes idiotas, yo con una portátil y herramientas de biologo totalmente infectadas (Porque es imposible montar un laboratorio en una fosa mugrienta, encima con la máquina que la grasa le caía a chorros, que asquerosidad) empecé a torturar un poco a las cucarachas a ver qué reacción tenían. Era sorprendente verlas como salían volando, pero dentro de la caja, no tenían acción de salir afuera. Una vez había escuchado el mito de que hasta en los fríos más asquerosos son capaces de vivir y con un aparato que inventé yo (Cuando no yo y mis inventos, así me tildan todos!!!!!!!!!!!!) le mandé un frío artificial asqueroso y……….. asombroso: en el rincón que tenían donde se supone que había un poquito de calor, las guachas se refugiaron. Sí que son duras de reventar.
Mi experimento marchaba viento en popa hasta que apareció un ingeniero y me empezó a interpelar por suerte por meras idioteces. A lo último no le contesté más porque esto era más divertido que escuchar ese insoportable tipo. Lo que nunca le voy a perdonar ni en el cajón es que me dio un susto que me hizo caer la caja con el cucaracherío al suelo y las guachas salieron como un ejercito despavorido…………..
Ese sí que fue uno de mierda, bueno, no tanto, el ingeniero este de choronga me lo arruinó.
Me pregunté reiteradas veces cuándo podría ver algo que valiese la pena y no escuchar tantas pavadas sin hilada alguna.
Sin quererlo ni buscarlo, ese momento llegó.
Lo que sigue, bueno, sé que estaba al aire libre revisando un motor cuando por la vereda pasó una linda señorita. Bendije estar solo sin la mirada de los demás porque hubiera sido un dolor de quetejedis de la gran China. Noté que, más allá de su buen aspecto, caminaba algo molesta. Pensé que se sentiría mal pero al rato me entero que es la novia de uno de los jefecitos de aquí……………… por si todo fuera muy poco, sin buscarlo ni nada, me enteraría la causa principal de su molestia: la mancha colorada en el trasero de su pantalón beige, me hizo pensar a cuando la profesora de biología nos enseñó en el secundario los procesos físicos anatómicos en el secundario…………..
Me quedé pensando en esa mancha colorada en el trasero, obvio que no podía ser un grano para ser el tamaño que tenía. Pensaba en que si ella se había dado cuenta de que tenía esa mancha pero supongo que le será una molestia cuando llegue a su casa… ¿qué sentirá ella cuando le sucede esto? Puf, el sentimiento debe ser medio parecido cuando me puse colorado una vez, allá hace tiempo, cuando trabajando en una fosa me dí cuenta del terrible bulto delantero………… cuando me lo ví juro que me dieron ganas de arrancarme el mameluco de encima, vestirme de mozo con un delantal, o bien optar por meterme una sotana, o, de últimas, convertirme en monje tibetano. Qué momento horrible……….. fue el peor de mi vida, y mis compañeros me veían rojo como un tomate, ellos se la tomaron a broma y empezaron a reirse y hacer comentarios irónicos. Para colmos, uno de ellos, mejor ni quiero saber quién fue el maldito hijo de puta que llamó a una señorita del rubro “servicios …” y dejalo ahí.
A los cinco minutos tuve delante de mí una señorita con unos pechos, que a mi juicio, demasiado pechugona y con mucho trasero ¿Para qué me la trajeron mis compañeros? Me quedé mirandolos y ella, sabía perfectamente a qué venía (Porque era tan cómplice como los podridos de mis compañeros). Solo que a mí en ese momento hubiera deseado que la Tierra hiciera un hoyo y me tragara íntegro. No pude huir a lo de la petisa Echenique.
¿Por qué diablos no me habran tirado un martillo en vez de traerme este mamotreto? Hubiera preferido ir al hospital y no tener que abrir la jeta a los efectos de pronunciar “Che flaco, dejá de romper las pelotas”.
Bueno, a decir verdad, un día tuve que decir “Che flaco, dejá de romper los huevos” elegantemente cuando un par de imberbes – la peti Echenique les dice boludometros – me tiraron encima de mi pie una agujeredora con mecha y todo. Por fortuna tenía puestos los botines pero si ellos eran tan malditos, yo también les iba a dar de la misma medicina. Fui, me quité el botín izquierdo y me metí una bota bien puntiaguda. Me le aparezco al bromista y en silencio, como la fiera que salta sobre su presa, con mi pie tomé tanto envión y mandé la patada que le enterré la bota más allá del agujero del trasero donde no brilla el sol……….. lo malo en esto es que mi pie quedó enterrado y le tuvieron que hacer un enema en el hospital bahiense. Después, creo que tuvo que hacerse varios enemas más después del patadón. Yo, por supuesto, cuando me citaron los capos, los convencí con una mirada de angelito como nunca antes vista. Creo que eso los convenció, y si no, me importa un rábano.
Bajé nuevamente a esa sucia fosa y otra vez tenía esa roñosa GR-12 goteando grasa, aceite y algo más……….. creo que por fin se disponían a repararla como debían. Para mí era lo de menos, lo mejor me pasó que encontré en flor de hormiguero ahí, mi compañero trajo un tarro de querosene y yo se lo quité, al fina, en una brusca maniobra me lo tiré encima. Él, por supuesto, me puso una cara de asquete que ni te cuento……………
Si había algo que mis compañeros no soportaban era cómo me podían gustar los insectos y todas las basuras que dan vueltas por la naturaleza. Si había algo que yo no toleraba de ellos era que se la pasaran pensando en minas, culo, tetas y sexo. Me importaba un rábano eso, a mí me bastaba con tener unos pesos, insectos y la petisa Echenique, mi mundo estaba hecho. Ah, si todo era poco, algún tarado me presentó una señora impresentable (Que en la pura realidad nunca entendí si era para mandarme al cuarto oscuro o para meterme los anillos).
Ante las estupideces de mis compañeros, opté por ser “ciego, sordo y mudo” y vivir en mi mundo.
Pero siempre hay un día en el que te ponen hasta la coronilla. Nunca lograba comprender el mero hecho de ser aspirante si a ellos les daba el pleno derecho de mofarse de mis debilidades. Ese día se extralimitaron. Un jefecito de tráfico se le fue la mano al tocar donde no debía, y yo, ni corto ni perezoso, le dí un rodillazo ahí que lo mandé a hacer una siesta larga, muy larga. Me salió “Che flaco, ¿vas a esperar que traiga una pistola y haga un regadero de sangre?”.
Pasé dos meses suspendido haciendo nada en el taller. Pero tampoco sin ver un mango partido al medio. Por suerte estuvo la peti Echenique para mancarme, entonces me dediqué a estudiar los circuitos de las hormigas y la verdad que me resultó muy asombroso ver el esfuerzo coordinado de cada una donde “Uno para todos y todos para uno”. Ahí fue cuando llegué a la conclusión de que en Taller Spurr lo único que hago es ver un montón de paparulos peleándose por meras pequeñeces lejos de servir para algo (Si era posible………….).
Pasado ese mes que no hice un pito, un jefecito a cara de perro me mandó a hacer algo, según él “de provecho”. Entonces me agarró como trapo de piso y tenía que ir y venir tantas veces fuera posible. Pienso que lo hacía de maldito y, al mismo tiempo se aprovechaba de mi situación. De mí se aprovechó hasta que un buen día llegué para decirle a los capos “Che flaco, ha sido muy lindo estar acá pero firmé en Ferrosur para señalero”.
Al menos, estoy guardado en una garita haciendo cambios, y no estoy diciendo todo el tiempo “Che flaco…………………..”.