Las fotos corresponden al número 28, pero no aparecen los textos
Fotos gentileza: Rieles Latinoamericanos y Jorge Cerigliano
martes, 27 de mayo de 2008
Número 28
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Etiquetas: Imágenes
El Ventilador XXIV
La Placita de Néstor – Pepito
Menos mal que era 25 de mayo del 2006, así podíamos no pensar que nos íbamos a detener en el año 1810. También, por suerte, era feriado, así teníamos tiempo para recordar a nuestros próceres. Pero de último momento se sumó que este 25 de mayo del 2006 no sólo íbamos a dir al Obelisco a tomar el chocolate caliente de la pomada y seguir paso a la Plaza de Mayo para gritar un cacho al son de la música, sino que parece que en un feriado como este, no solo es de los próceres de 1810, sino ahora parece que se sumó un prócer del año 2003. ¡Síiiii!!!! Nuestro prócer es... es... Néstor Kirchner, aquel que nosotros afamáramos como Pingüino Aparatoso o, este último, para identificar a los ferrocarriles, Héroe Ferroviario de los mocasines con forma de Pingüino. La cuestión es que lejos de recordar la historia, nuestro Héroe termino haciéndose su fiesta a lo grande, con invitados y todo. El problema es: ¿Cómo traemos a los invitados? Puede ser una buena pregunta, pero la solución estuvo rapidísimo. No sé qué habrá pasado en los bondis, pero sí estoy en condiciones de contar lo que fueron los rieles ese día. Como que nada, también los trenes se tomaron el feriado para el servicio común, bien comprobado estuvo con los convoyes fletados especialmente para traer los contingentes a Plaza de Mayo, todo pago: pasajes ida y vuelta ese día, comida, alguna bebida... en definitivas, todo al servicio de Néstor. Solo quisiera hacer una modesta sugerencia: Pingüino, ¿no sería mejor usar esa platita al servicio de los trenes? Nosotros estaríamos agradecidos, por cierto.
Hagan sus apuestas – Flor
Después de que hicieran los anuncios de los coches doble piso y bla, bla, bla, llegó la hora de ponerse a prueba. Pero claro, tratándose de TBA, todo es válido. Y sabiendo que es del Sarmiento, cualquier cosa también vale. Verlos vacíos recién presentados es como la frase “escoba nueva, barre bien”. Pero analizando la clase de pasaje vándalo que pulula la línea, yo ya empecé a hacer mis apuestas, pues si los trenes que circulan ya están arruinados, realmente, pensando en el vandalismo, poco cuidado, mugre y etcéteras, incluyendo grafitis, ya tengo mi apuesta: un bimestre. Si los doble piso superan ese bimestre enteritos, deberé volver a hacer otra apuesta. Aposté un bimestre para que no digan que doy tiempos muy cortos para sacar conclusiones negativas, sobre todo tratándose de... de Trenes de Buenos Aires... perdón, Transportes de Basuras Acopladas... Uy! Trenes Bien Alumbrados. ¿Y ustedes qué apuestan? A jugar sus fichas.
Si hay tacañería que no se note... – G601
Vamos a los túneles. Si creen que es porque hay incendios, no, no. Están bien apagados – o aparentan eso, porque un incendio se desata sin nada, ni sigamos mencionando, a ver si por ahí lo desatan – y ¿qué noticia están dando ahora? Bien, la noticia la está dando Metrovías no por el desastre, eso es lejano, sino porque hasta podemos creer que un tanto tacaños. ¿En qué sentido? Pues bien, ¿alguno observó las frecuencias de hora pico en el subte? Antes era posible tener un tren cada 3, 4, 5 y como mucho, 6 minutos. Debo comunicarles que ahora tenemos un tren cada 6, 7 y 8 minutos. Y la línea Urquiza... 20 minutos... nada... casi nada... los cerebros ingenieriles de ahí no deben haber notado que esas frecuencias son de domingo, a menos que el domingo sea como un día lunes y no un día de descanso... Vamos muchachos, no pijoteen con los trenes, total, si algún día les pegan una patada en el culo, no se los van a poder llevar.
¿Hospital ALMA u Hospital BC? – TT01
¿Por qué ALMA y BC están en el hospital? Bien, ALMA es un hospital rodante y cura enfermitos a la vera de la vía pero la última vez que salió de travesías, se quedó en pampa y la vía y el hospital ALMA debió pegar media vuelta para atrás y esperar un tiempito en cuarentena. Vamos al hospital BC. Desde el momento que tenemos al gordo de los mionqueros dando vueltas en los rieles, anterior declaración de quiebra o algo por el estilo, José Dondemepongo metiendo los dedos en la lata y ese bostero tratando de sacar tajada alguna, les aseguro que el pronóstico no es muy alentador. Bah, ahí en BC los pronósticos jamás fueron alentadores... El motivo por el cual ambos fueron al hospital fue quedarse sin locomotoras ¿? Parece chiste como también bien ridículo, pero hace rato me pregunto ¿Qué tiene el Belgrano que no quiere nadie? Aunque otros hace rato me vienen asegurando “La UF es el santuario de la corrupción...”. Menos mal que el tren ALMA es un inocente hospital para curar enfermos porque me temo que la próxima en vez de curar las enfermedades de los pobladores, va a tener que operar a Belgrano Cargas. ¿Alguien imagina esto? No. Mientras haya que seguir este baile, yo sugiero sentarme y esperar pacientemente, porque este cáncer tiene para largo...
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Trenes de Honor XXIII: Carrera de obstáculos
Acto 1: El boguie desarmado
Era viernes. Victoria venía remando con su Gran Capitán a todo vapor – o lo que puede hacer – y de repente, recibe una llamada urgente de Mónica “Vicky, ¿Dónde vienes?”.
“Mira Moni, ya pasé por Yuquerí, voy rumbo a Concordia C” – dice Victoria.
“Tengo malas noticias” – dice Mónica anunciando.
“¿De los monos carioqueros?” – pregunta Victoria.
“Emmm... Máxime si la tengo que seguir agigantando con lo que pasó con la pateticidad rodante” – dice Mónica.
“Efectivo: se trata de ALL” – dice Victoria.
“Es que a la pateticidad rodante se le desarmó un boguie!” – dice Mónica.
“¿La módica suma de uno? ¿Y si hubieran sido todos? Que tragedia ¿no?” – dice Victoria irónicamente.
“Eso no es nada, lo malo de esto es la hora de demora a pasar en Concordia C” – le dice Mónica.
“Prepárate algún programa para matar el tiempo” – le dice Victoria.
Cuando Victoria llega a Concordia, mata el tiempo con Mónica y María. A su regreso el martes, la grúa tenía al vagón del boguie desarmado. Llama a Mónica “Moni... están reparando el boguie los monos”.
“Bueno... era lo mínimo que podían hacer” – dice Mónica.
“¿Será nuevo el que le están colocando?” – pregunta Victoria.
“Sí, claro. ¡Nuevo las pelotas del chancho obero!” – exclama por teléfono Mónica.
Acto 2: Auxiliando al dueño de casa
Tapebicuá. Miércoles por la madrugada. Victoria espera una cruzada para seguir camino.
Empezó la cruzada. Todo iba bien y demasiado bien hasta que Sonia se plantó “Vicky, ven a sacar este tren del medio” – le dijo.
“Sonia... Sonia... – dijo maldiciendo Victoria - ¿¡Qué carajo haces siempre que no embocas una al derecho!?”.
Victoria sale al rescate de Sonia, la cual increpó “Decime una cosa pertrecho rodante! ¿Te pensas que voy a hacer lo que hizo siempre mi hermana Loretta que se la pasó toda su vida auxiliándolas a ustedes?”
“Bueno... no pensé que te molestara tanto tener que auxiliarnos” – le dice Sonia.
“Una vez no es nada pero ya siempre rompe los cojones!” – dice Victoria y empieza a sacar al carga del medio “¡Y te lo saco así sigo viaje!”.
Tras sacar del medio al carga, en Paso de los Libres tuvo otra demora de media hora para seguir viaje. Ufanada, Victoria dijo “Pienso hacer una ligera siesta, me harta tener que vivir esperando y auxiliando a mis vecinos!”.
Acto 3: El super local Alelero
Día jueves. A su regreso de Posadas, Victoria ingresa con su tren a Concordia. María le avisa “Negra, esperá que llegue el local y sigues viaje”.
Victoria empezó haciendo la cuenta con su reloj atómico. Luego siguió por molestar a María “¿Cuándo va a llegar el famoso local?”.
“No va a tardar, esperá un cachito” – le dice María.
Tras la espera de 45 minutos, aparece el local. Ante el aspecto deplorable del tren, Victoria exclama “¿¡Esta porquería puso ALL como tren de pasajeros!?”.
Xuxa aparece y le dice “¿Cómo vas a decir porquería a eso?”.
“No te vengas haciendote la mosca muerta nena! Y no te haces ninguna diferencia con Sonia, son todas unas pachorrientas!” – le increpa Victoria a Xuxa.
“Buah... buah... buah... somos re piojos resucitados pero siempre tenemos el paso” – le hace burla Xuxa.
Justo, Victoria debe emprender la marcha. En tanto, Xuxa seguía molestándola. La molestó tanto hasta que Victoria le gritó “Pasarás primero por la vía hasta que a mí me agarre la locura tísica y te largue por el puente más alto al Paraná!!!!”.
Loretta, tras haber oído la discusión, le dice a María “No anda muy lejos de ser la Monita”.
María le contesta a Loretta “¿Sabés algo? Tenés razón”.
Acto 4: Nuevo escollo
Siguiendo viaje, Victoria llega a Villa Domínguez. Tras rotar pasajeros, emprende su partida. A los poquitos metros, frena bruscamente: es que espera una nueva cruzada.
“Debe de ser otra estos monos!” – maldijo nuevamente Victoria.
Cuando aparece el carguero, Victoria dijo tantos insultos imposibles de reproducir. Sandra trató de hacer oído sordo pero solo pudo decirle “Los monos mandamos”.
“¡Van a mandar hasta que vaya yo!” – gritó como siempre Victoria.
Y el carguero prosiguió su marcha, con vagones de todo tipo.
Acto 5: Misión Imposible
Victoria al canto del “Tara – rara – rara – rara...” seguía su viaje rumbo a Lacroze. Cuando tocó estación en Talavera, un alguien gritó “¡Nuevo cruce!”.
Como ya se traía los botines montados, gritó “¡Agarrate Catalina, que vamos a galopiar!” y puso 5.
Mientras avanzaba a tranco firme, Sonia le dice “¿Estás loca Victoria? ¿Pretendes causar un accidente?”.
“No me vengas con cuentos chinos Sonia... Ya sé que todas ustedes están de la croqueta!” – dice Victoria.
Sonia miró a Victoria sin entender, y le pregunta “¿Cómo es eso de la croqueta?”.
“Lo que pasa es que a ustedes les hicieron un semejante lavado de cerebro, que al final, están de la croqueta ¿Se entendió?” – contesta Victoria.
Acto 6: A la mesa con Emilio Franchi
En el galpón de Federico Lacroze se juntaron Victoria y Emilio Franchi.
Franchi enciende un pucho “Me tienen de la cabeza”.
“¿De la cabeza? Vamos Emilito, esto no es nuevo, es tan viejo como la historia misma...” – dice Victoria.
“Pero me da por el forro de mis pelotas que te mandé al taller de ALL y...” – dice Franchi.
“¿Pero te pensas que soy pelotuda porque me vieron cara de eso el día que me vendieron el buzón del Gran Capitán?” – pregunta Victoria.
“¿Por qué no decís que nos toman por pelotudos a nosotros?” – pregunta Franchi.
“Es muy sencillo Emilito: ya ganan la lista!” – dice Victoria.
“¡Qué ganar la lista ni que ocho cuartos Victoria...! ¡Ellos mismos pidieron si vos podías ir a prestar servicios y todo el merengue y al final no sé qué carajo hicieron!” – exclama Franchi.
“A otro perro con ese hueso... ¡No seas un queso Franchi! ¡No seas queso! Si permitiste que ALL hiciera lo que quisiera, no te quejes” – dice Victoria.
“¡Pero boluda! ¡Garpo peajes y auxilio a los demás gratis!” – se queja Franchi.
“¿Quieres que te diga lo que te pasa realmente?” – pregunta Victoria.
“Realmente sé que me pasa: es la calentura que tengo la que impide hacer lo que debo, por ende, me impide que el cerebro coordine correctamente las cosas” – dice Franchi.
“¡Lo que a ti te pasa es que realmente tú como tus seguidores están re de la croqueta!” – contesta Victoria.
“¡¿Yo de la croqueta?! ¡¿Ahora venís a cuestionarme lo que hago?!” – se calienta Franchi.
“¡Y pienso seguir cuestionándote tantas veces como te me cruces delante de mí! ¡Conmigo no te vengas a hacerte el vivo porque acá la maleva soy yo! ¡Soy Victoria que pateo el tablero cuantas veces se me antoja y no Loretta que se mastica las cosas!” – termina patoteando Victoria.
“¡Vos seguí haciendote la maleva y te mando al soplete de ALL!” – amenaza Franchi.
“¡Dejá de hacerte el perejil Emilito! ¡Pará de hacerte el ganso que no tenés cojones para hacer frente a ALL!” – dice Victoria.
Después de unos segundos, Franchi dice “Debo admitir que Victoria, es bien maleva. Ojalá hubiera tantos malevos”.
Serena, Victoria dice “¿La próxima arreglarás las cosas a las piñas?”.
“Tal vez deberé copiar tu actitud maleva” – dice Franchi.
“Lo que deberás copiar es la actitud de Esperanza Muñoz” – dice Victoria.
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Trenes de Honor XXII: El diccionario plurilingüe de Analía y sus hermanas
¿Le preocupan los pasajeros? ¿No sabe cómo responder a las preguntas que le formulan en otros idiomas acerca de nuestros trenes? Amigo ferroviario, no se alarme, acá le ponemos a su disposición un diccionario plurilingüe para que pueda responder a las preguntas que le formulen, en cualquier idioma que sea.
Alemán, por Bahía
ALL: Generandespeloten
MONTOTO: Bolsillos-llen
POLÍTICA FERROCA: Ajjjjjj keten
RUMBO FERROVIARIO: Van Der echen al Jokaren
Árabe, por Natalia
SUBSIDIOS: Abarajame Lamaleta
TBA: Mecome Laguita
Griego, por TT01
CNRT: Funcionarios Inoutiles
Francés, por Monte Caseros
CHUPAMEDIAS: Le buchón
Ruso, por Victoria
FRANCHI: Losmonos Loembronkan
TREN DE LOS PALOS: Ketronkos Patetikos
ESPECIAL HINCHADA: Kemas Lellevan
HUGO GÓMEZ: Storvo
Chino, por Luciana Belén
GAGO: Lin – Cheng – Lo
JOSÉ PEDRAZA: Kechang Tung
PASAJEROS: Ke – Ahuang – Te
Italiano, por Julieta
FEPSA: Il sucesore di´l verso
Japonés, por Odiseo
ARREGLAR VÍAS: Takara Lamantencion
UGOFESA: Masawa Kitayama
SOLÁ: Yano Komo
TREN SUCIO: Ta Sushi
Guaraní, por A704
METROPOLITANO: Yategarpare
Nigeriano, por Maribel
FERROBAIRES: Abunda Pachanga
FERROBONO: Ganga Pichanga
Argentino, por La Chabona
FERROCARRIL: No tiene traducción publicable
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Cuentos de Alcoba XXI: Elisabetta
3ª Parte
En tanto, a Lynch llegó un telegrama con la colecta. Yatay tuvo la siguiente ocurrencia “Monte, tú que funcas excelente, ¿por qué no haces paseos cobrando a la gente?”.
“¿Y vos?” – pregunta Monte Caseros a Yatay.
“¿Yo de dónde voy a salir si estoy rota?” – dijo Yatay.
“Que bien... bueno, le encargaré a G601 que busque algún repuesto así haces algo por el bien de la humanidad” – dice Monte Caseros.
“No seas guacha! En Escalada todas las vaporeras están haciendo paseos para sumar a la colecta, además, es la hermana de Loretta” – dice Yatay.
“¿Y a mí qué cornos me importa? Mucho menos tratándose de Elisabetta, pues, nunca fue santa de mi devoción” – dice Monte Caseros.
“Dale Monte... hace años que no está en estas vías, se fue junto con Doris. Además, Elisabetta siempre fue tan alegre como sus hermanas. No la querrás vos, pero yo sí la quiero y la extraño un montón” – dice Yatay.
Por el momento, en Lynch no hubo acuerdo entre Yatay y Monte Caseros. En Escalada, las vaporeras están llevando a cabo varios paseos semanales para colaborar con la causa.
Finalmente, Marina tuvo la ocurrencia para conseguir algo para la colecta: en sus viajes a Córdoba, cada turista que se retratara con una foto junto a ella o que quisiera llevarse su retrato de recuerdo, le pediría una colaboración. Y Mercedes con Maela Itatí copiaron la idea.
Flor y Lulú para colaborar en la causa, se pasaban los fines de semana vendiendo estampitas y cuánto objeto les viniera bien en un desvío en la estación de Luján.
Ingrid y Arietta organizaban paseos por las sierras para juntar más dinero. Todo les venía bien si se trataba de juntar dinero para saldar la multa.
Todo iba bien hasta que aparecieron los problemas. Marina y sus hermanas fueron descubiertas por un ingeniero haciendo las colectas. Ingrid y Arietta siguieron haciendo paseos pero zafaron porque metieron la excusa de “colaborar con el turismo local”.
Flor y Lulú levantaron campamento de la estación de Luján pero lo instalaron en otro desvío. Quienes por el momento íban bien eran las vaporeras y las chicas de Kilo 4 y de Escalada haciendo remates y ventas.
Marina dejó pasar unos días hasta que descubrió qué habían hecho con dinero recaudado: lo rescató de un cajón y decidió hacer una encomienda y enviárselo a Kilo 4, para mayor seguridad.
Por el lado de Lynch, Monte Caseros empezó a hacer paseos, en tanto que las vaporeras de Escalada finalizaron con sus paseos con la recaudación de 3500 pesos. En el sector de Metropolitano, A630 dictaminó finalizar los remates y ventas de chatarras y rezagos después de haber recaudado alrededor de 5500 pesos.
Del “Bolishop” como le dijera Bragado al puesto ambulante de venta de Flor y Lulú, juntaron 1000 pesos, los cual trajo Bragado, mientras ellas continuaban con la venta. En la encomienda de Marina llegaron 2500 pesos y unos 2000 pesos adicionales de los viajes de Arietta e Ingrid.
Entre las colectas, la suma llegaba a 14.500 pesos, pero les faltaban 5.500 para llegar al total. Después llegó un giro que hicieron los tranvías con 500 pesos recaudados en paseos y unos 1500 más por remate de chatarra, entre eso, había una nota de Pepito “Nos queda pendiente dos remates más de chatarra de Polvorín”.
En Escalada se siguió por la venta de chatarra del sector de Ferrobaires. Luciana Belén se le ocurrió vender la chatarra del Taller Pérez, en Rosario.
Eva también empezó a deshacer basura del taller de Boulogne: hacía negocio vendiéndola, hasta vendía piezas insólitas e inservibles para arreglar vehículos, pero ella las vendía.
Jo vendía cemento en las canteras de Tandil y con esas juntó 1000 pesos más. Después de un largo tiempo de colectas, lograron reunir los 20.000 pesos para la multa.
En Kilo 4, respiraron tranquilas al tener el dinero para sacar a Elisabetta. Pico sugirió “Mejor ni digan a los capos de ya saben donde, porque imagino el destino de estos papelitos de oro”.
“Bien dicho Pico, mejor vayamos nosotras personalmente” – dijo La Chabona dándole la razón a Pico.
Al día siguiente, bien temprano, Maribel, Lanús y Viviana salieron rumbo al puerto a La Plata con el dinero encima. Al llegar, Lanús pregunta a uno de seguridad “¿Alguno de Prefectura?”.
“Sí, sigan derecho, en aquella oficina, allá están” – dice el señor de seguridad señalando una oficina a la derecha de la vía.
“Gracias” – dijeron las tres y salieron a la oficina que se encuentra junto al galpón.
Las tres llegan a la oficina y un oficial de Prefectura sale. “¿Necesitan algo?” – pregunta.
“Sí señor” – dice Lanús y muestra el papel de la multa.
“Ah... veo. ¿Qué hay con eso? Eso no se puede obviar” – contesta el oficial.
“Si le dejo esta maleta, estará en buenas manos ¿no?” – pregunta por lo bajo Lanús al oficial.
“¿Ustedes juntaron la plata para la encerrada?” – pregunta el oficial.
“Claro. ¿Cree que íbamos a quedarnos quietitas? Si fuera por los ejecutivos, podía llenarse de arañas y apolillarse de estar ahí” – dice Maribel.
“Bueno, esperen acá, vengo” – dice el oficial, se lleva la maleta con el papel de notificación.
Adentro hicieron el recuento del dinero. Al rato, volvió el oficial con las llaves del galpón. Abrió el galpón y allí estaba Elisabetta “Acompáñenme por favor” – les pide el oficial.
Adentro, el oficial les pide que firmen otro papel más y Elisabetta también debe firmar el suyo. Una vez que hicieron eso, salieron las cuatro afuera.
“¡Elisabetta!” – gritó Lanús.
“Vamos Eli, tenemos joda de sobra en Escalada” – le dice Viviana.
“Elisabetta, te extrañamos mucho” – le dice Maribel.
“Yo también las extrañé mucho... muchísimo” – dice Elisabetta emocionada – “¿Las demás?”.
“Están esperándote en Escalada, vamos” – contesta Viviana.
Las cuatro salen rumbo a Escalada, donde la estaban esperando. En Escalada habían limpiado como pudieron el patio, se emocionaron muchísimo al volverse a ver. A630 y A905 no pudieron evitar llorar.
“¿Por qué te fuiste Elisabetta?” – pregunta Patagones.
Pero Elisabetta no tenía palabras para contestarle, solo pudo decirle “Todavía no sé por qué hice esa estupidez de irme afuera”.
“No importa Elisabetta, no sabes la alegría de hoy, te tenemos de vuelta entre nosotras, por ti movimos cielo, tierra y mar” – le dice Doris.
“¿De veras? Perdónenme por los dolores de cabeza que les traje” – les dice Elisabetta pidiendo perdón.
“No hay problemas, está todo bien. Por más dolores que nos trajiste, te queremos igual, sos tan como cualquiera de todos. Ahora queremos disfrutar de tu compañía, que te tenemos de nuevo con nosotras” – dice Quequén.
Elisabetta mira a sus hermanas y llora de emoción. Por detrás, Viviana anuncia “Hay una sorpresa”.
“Ya me dieron la sorpresa ustedes, por hoy ya hicieron mucho” – dice Elisabetta a sus hermanas.
“Eso es lo que tú crees” – dice Lomas y dan permiso de pasar a Tilín.
Tilín pasa y dice “Yo no me olvidé de ti...”.
“Tilín ¿cómo llegaste?” – pregunta Elisabetta.
“De la misma forma que tú, pero legalmente” – le responde Tilín.
“Ejem... perdona Tilín, disculpa que tengas que poner tus ruedas en estas asquerosas vías que circundamos” – le dice Mansilla.
Tilín mira a los cuatro lados y dice “Esto parece salido de un cuento de terror”.
“No pibe, no es salido. Vivimos un cuento de terror” – dice Viviana.
“¿Y tú Elisabetta?” – pregunta Tilín.
“Yo... bueno, lo mío, sin comentarios...” – contesta Elisabetta.
“Perdón, yo también” – dice Doris.
“Todas negro” – dice Lanús.
Días después, Elisabetta oró junto con Doris, un simple agradecimiento “Gracias hermanas mías por todo lo que hicieron por mí, sin ustedes creo que no estaría contando este final. Nunca jamás podré perdonar el haber cometido la estupidez de irme a otra parte sin motivos suficientes... No sé cómo puedo pedirles perdón por tanto dolor y sufrimiento ocasionado. Ustedes que movieron cielo y tierra por mí, que me descubrieron a tiempo, que tranquilamente me perdonaron la vida, porque podrían haber dictaminado pasarme por el soplete, hacer de mí una valijita de fierros, pero hoy estoy nuevamente en la vía, mirando otra vez caritas felices, muertas de frío, otras con calor, pero otra vez volví a ser ese fantasma que cobra más sentido cuando noche tras noche, termino mis paseos en Bolívar, y visito semanalmente a Daireaux, para alegrar a los pobladores que me esperan. Y a ustedes por todos los momentos que vivo, cuando paso largas jornadas, siempre tienen el motivo perfecto para la diversión. También quiero dar las gracias a mi pibe Tilín, que hoy da vueltas por Ámsterdam, por tratar de descifrar las palabras de dos idiomas distintos, pero supiste ganarte mi corazón con ternura y ese tulipán perfumado que lo perdí en el regreso... Gracias”.
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Cuentos de Alcoba XX: Elisabetta
2ª Parte
Elisabetta era sometida a revisiones técnicas, en tanto, oía las charlas de ellos, pero no podía saber absolutamente nada porque no entendía el idioma en que lo hacían. Más le siguió su melancolía “Vine a parar a un país donde no entiendo ni jota qué es lo que dicen... todo es a base de espanglish o cosa parecida... Sinceramente ¿Qué será de mi hermana Quequén, con quién me hice tan compinche? Ella que me enseñó a mirar los trenes de la misma forma que la matemática y la física astronómica... Bragado y su novio Cibriano, que se aman fogosamete... de Pepito y Flor que los dos como pelean, se reconcilian y ahora tienen el ardiente deseo de casarse... y yo acá... acá, sin destino a ninguna parte... Quiero volverme a mi casa, a mi destartalado ramal, con mis hermanas ¡Con mis raíces que me vieron desde mis orígenes!”
Cayó la noche en Hengelo y un tranvía le trajo un bonito y perfumado tulipán. Le dijo una frase en neerlandés. Ante la falta de respuestas, el tranvía le dijo en inglés “I love”. Elisabetta le dijo “¿Qué me has visto de bueno a mí para quererme así?”.
Y el tranvía prefirió usar lápiz y papel. Dibujó algo representando colores y una forma diferente, haciéndole ver que ella era muy diferente a sus hermanas locomotoras holandesas. Elisabetta le contestó de la misma forma, solo que ella dibujó un corazón con una flecha indicando un futuro por ahí.
Pero el tranvía ante el dibujo de Elisabetta no lo entendió y siguió tratando de enamorarla. Elisabetta no le prestó atención ninguna, aunque pronto recordó los amoríos entre sus hermanas, pensó “Si ellas tienen sus amores ¿Por qué yo no puedo tener el mío?”.
Mientras, el tranvía debió salir a servicio y Elisabetta siguió en el taller. El día acabó y otra vez el tranvía volvió a ver a Elisabetta, que se traía un diccionario para entenderle “Hola amor”.
Elisabetta miró sorprendida, le dijo “¿Buscas algo pibe?”.
El tranvía volvió a mirar y hojear el diccionario, hasta que armó “Tener espacio tu corazón”.
“¿En mi corazón? ¿Corazón de enamorados?” – preguntó Elisabetta.
“Sí” – dijo afirmativamente el tranvía.
Y en esas entraron dos ingenieros a paso largo al taller. Buscaban a la locomotora 7928, Elisabetta. Y la encontraron. Reportaron a las autoridades regresarla a su lugar de origen.
A Elisabetta se le fueron los nervios hasta la cabeza “¿Me deportarán?” – dijo.
Entre los ingenieros y personal de mecánica del taller de Hengelo pusieron todo en marcha para regresar a Elisabetta a donde había salido. Fue cargada a un carretón y nuevamente fue al puerto de Rótterdam, donde debió esperar turno para subir a un buque con destino al puerto de La Plata.
Mientras Elisabetta esperaba en Rótterdam, apareció ese tranvía que la amó tanto como un suspiro para decirle “Elisabetta, extraño tu ida, amarte fue muy lindo... lleva tu corazón a mi como recuerdo” – le dijo en un español entrecortado.
Elisabetta lloró. Vinieron los operarios para cargarla en la grúa ante la mirada del tranvía. “¿Sabes qué dicen ellos?” – le preguntó.
“Llámame Tilín. Después... creo que por comentarios, te envían nuevo a tu país” – le dijo.
Elisabetta y Tilín se miraron. Entre los operarios portuarios y los ingenieros de los NS hablaban entre ellos. Finalmente, la policía deportó a Elisabetta.
Tilín le gritó a Elisabetta en el buque “Te deportaron, no importa, yo voy a tu país!”.
“¿Me deportaron?” – preguntó Elisabetta.
“Sí. Nunca más puedes venir acá!” – le contestó Tilín.
En pocos minutos zarpó el buque. En tanto, Maribel llegó a Kilo 4 con noticias “Chicas, tengo novedades de Elisabetta”.
Y se juntaron entre todas, haciendo silencio. “¿Es bueno o malo?” – preguntó Mercedes.
“Chicas. Elisabetta se fue por su cuenta a Holanda aduciendo estar cansada de la rutina diaria de acá pero de esto hace algo así como 8 meses y chirolas. Ahorita mismo está viniendo en camino rumbo al puerto platense” – dice Maribel.
“¿Y quién la encontró allí?” – pregunta A630.
“No sé, pero deben haber sido todos los panfletos. Lo que sí puedo anunciarles que es la primera y la última vez que sale al exterior, por lo menos a ese país” – dice Maribel.
Dalceggio pregunta “¿Qué? ¿Qué es eso?”.
“Chicas la deportaron, no sé cómo sigue esta novela. Por el momento, démonos por satisfechas si la volvemos a tener con nosotras” – dice Maribel.
“Sí que la vamos a tener entre nosotras ¿Qué te preocupa?” – dice Pico.
“Que la manden al soplete” – contesta Maribel.
“Soplete... acá al soplete lo usan ustedes para jugar entre ustedes. Que juguete” – dice A630.
Elisabetta venía en camino y las cosas no serían nada fáciles. El viaje de regreso se le pasó más pronto y media mañana arribó al puerto platense.
Los operarios del puerto procedieron a su descargo en tanto que a metros simplemente estaban Lanús y Viviana esperándola. Cuando Elisabetta tocó tierra, Prefectura Naval Argentina la arrestó conduciéndola rumbo a un galpón.
Lanús y Viviana miraron lo que sucedía. Ambas salieron tras ella pero al intentar ingresar al galpón, fueron detenidas por un oficial de Prefectura, que les dijo “Acá no pueden ingresar”.
“¿Se puede saber el por qué?” – preguntó Viviana.
“Esas explicaciones deberán preguntarlas a quién tenga a cargo esta locomotora” – contestó el oficial.
“Pero hombre, yo estoy junto con ella, en la misma concesionaria” – dijo Lanús.
“Eso deberán preguntarlo a los ejecutivos, ustedes aparte, no representan nada si no hay una parte visible” – dijo el oficial.
Lanús y Viviana se miraron. Viviana dijo “Es evidente que nosotras somos un pedazo de fierro con ruedas que para lo único que servimos es para hacer lo que ciertas gentes indican que hagamos”.
“Por favor, no compliquen más el asunto, de lo contrario deberé pedir el arresto para ustedes también” – dijo el oficial.
“No hace falta oficial, ya nos vamos” – dijo Lanús y emprendió la marcha con Viviana rumbo a Kilo 4.
Al llegar a Kilo 4, Vega dijo “Ni digan nada, está todo bue´”.
Ante la frase, Lanús le dice “Bue´ estará en tu mundo, la cosa está hiper podrida, y algo pesada también”.
Cañuelas, como siempre, tenía un trago de caña, el cual cuando escuchó a Lanús, lo escupió, tosió y dijo “¿¡Qué!?”.
Pero Viviana las llamó a las demás “Chicas, tenemos reunión de consorcios y la quiero urgente ¡Ya!”.
Chivilcoy y Suipacha llegaron en primer lugar. Madariaga, Temperley y Doris llegaron luego. Pico, Cuenca, Mansilla y Dalceggio llegaron cuando se les ocurrió. Como siempre, tarde a las emergencias, llegaron Karpik, Bragado y Mercedes. Patagones asistió a la reunión porque pasaba de casualidad por el lugar.
“¿Qué urge ahorita?” – pregunta Mercedes.
“Urge que hay que declarar el estado de emergencia” – dice Viviana.
Las demás se miraron. Patagones dice “¿Y si fuera el de sitio?”.
“¡No tarada! Estado de emergencia porque hay que rescatar a Elisabetta” – gritó finalmente Viviana.
Entre todas se miraron. Pico hace una llamada a la oficina de los ejecutivos “Buenassss... ¿Saben qué podemos hacer para sacar a Elisabetta?” – pregunta.
“Sí, doña Pico, nos pidieron la módica suma de 20.000 sopes pero no sabemos ni de dónde vamos a sacarlos, por ahí la dejamos y...” – empieza a contar el desconocido del otro lado de la línea.
“Gracias jefe, eso es todo. Buenas noches” – dice Pico y corta la línea.
“¿Y Pico, qué sacaste en limpio?” – pregunta Temperley.
“Bueno, casi nada, necesitamos la módica suma de 20 luquitas yyyy... bueno, eso, amén de que tengamos algo de suerte de encontrarlos de buen humor” – dice Pico tomando la medida con soda.
“¡Pico! ¡No entiendo cómo puedes tomarte eso con tanta soda! ¡Esto es trágico! ¡Es mi hermana...!” – dice Doris y casi se le escapa un insulto a Pico.
Entre las chicas de Kilo 4 debaten cómo juntar el dinero para la multa y sacar a Elisabetta del puerto de La Plata. Lo primero que organizan es una venta y remate de chatarra del lugar. Luego Mercedes acordaría con Marina juntar colaboraciones. Quedaba pendiente la participación de las vaporeras.
A los pocos días armaron un remate en Kilo 4, donde recolectaron 1500 pesos en la venta de las peores chatarras. Luego en Escalada hicieron lo mismo, donde en la venta de partes juntaron unos 1500 pesos.
Marina tuvo la ocurrencia de organizar colectas. Hasta se fue a ver a un personaje no muy aceptado, Ariadna.
“Ariadna, tengo algo por plantearle” – dijo Marina.
Ariadna la miró sorprendida, le dice “Extraño de parte tuya que vengas a verme, pues no tengo buena fama entre vos y tus hermanas”.
“Acá no se trata de la fama, sino es que estoy organizando una colecta” – dice Marina.
“¿Colecta? ¿Y para quién?” – pregunta Ariadna.
“Es que necesitamos saldar una multa de 20.000 pesos” – dice Marina.
“Que yo sepa, ninguna de ustedes tienen deudas así, de modo que si fuese nuestra, muevo cielo, tierra y mar, pero sospechando que se trata de algo para vecinos, equivocaste por completo a quién venir a ver” – contestó tajante Ariadna.
“Entendido, no se dijo nada” – dijo Marina y pegó media vuelta.
Desde atrás, Ariadna gritó “Ojito con lo que haces”.
Marina murmuró “Sí, si claro... Yo me salgo con la mía”.
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Etiquetas: 2006-2007: Trenes de Honor
Cuentos de Alcoba XIX: Elisabetta
1ª Parte
En los galpones de Remedios de Escalada, conviven locomotoras de dos concesionarias: Ferrobaires y Metropolitano. Entre las locomotoras que conviven en el lugar, se encuentra Elisabetta.
Elisabetta no está sola obviamente, pues a ella la acompañan algunas hermanas más, sumando también aquellas que transitan cortos tiempos. Hace mucho tiempo, tanto que no se tiene ni idea, ella vino a parar ahí después de un incendio en General Rodríguez.
Pasó mucho tiempo ahí, pero en el sector de reparaciones. Mientras era reparada, tenía tiempo de sobra para compartir con sus hermanas del lugar. Pero un buen día, su reparación acabó: era hora de volver a los rieles.
Estaba muy contenta por regresar a servicio: es que volvería a uno de los corredores más abandonados de todos: precisamente, aquel que muere en Bolívar, un poco más allá con Daireaux.
Sus primeras veces le resultaron muy apasionadas, máxime si ella tenía en cuenta que hacía mucho que salía a la vía. Y hasta se daba el lujo de hacerle burlas a su melliza Doris por el arrebato que le hacía.
“Doris... ¡Mira que te arrebaté el Bolívar!!!!” – le hacía burlas Elisabetta mientras salía con el tren desde Plaza. Y Doris la miraba con envidia. Le decía “¡Algún día las pagarás!”
Su pasión terminó convirtiéndose en una rutina. Elisabetta, cansada de rodar todos los días el mismo ramal, un día anunció a sus hermanas de Kilo 4 “Creo que daré un paseo”.
“Sí, dale, acá nadie te dice nada muñeca” – contestó Madariaga creyendo que era un comentario sin interés alguno.
“Pero sí, hasta si quieres, te consigo una pequeñita estancia en Polvorín” – le dijo Bragado.
“¿Me dejarás el Bolívar a mí?” – preguntó Doris inmediatamente.
“¿El Bolívar? Pues sí, llévatelo entero, te lo doy con estuche y todo” – le contestó Elisabetta.
“¡Gracias! ¡Ahora es mío!” – gritó Doris.
Mientras Doris festejaba, Elisabetta armaba su valija viajera. Tomó un mapa, fue al surtidor donde cargó combustible y se dirigió a La Chabona “Me voy a probar suerte a otro ferroca”.
La Chabona la miró sin entender, hasta que le dijo “Te aconsejo Ferrocentral, pero si no quieres tantas vueltas, vé allá debajo de esta provincia, la vas a pasar bien”.
Pero Elisabetta le dijo “No Chabona, tal vez en unas horas más esté navegando por el Atlántico” y se fue rumbo al puerto de La Plata.
La Chabona, ante la frase de Elisabetta, corrió a decirle a las demás “Che, esta está pirucha!”
“Ya va a volver” – le dijo Chivilcoy a La Chabona.
En Kilo 4 no le dieron interés alguno a los anuncios de Elisabetta de irse a probar suerte a otro ferrocarril. Solita enfiló embocando los cambios que la llevaron finalmente hasta el puerto de La Plata.
Una vez en el puerto, los operarios portuarios la cargaron al buque que saldría con destino a Rótterdam. Elisabetta, miraba y trataba de despedirse de las últimas veces que estaría en el país, pues así ella lo había indicado.
Cuando el capitán del buque dio la señal de partida, a Elisabetta se le cayeron algunas lágrimas de ver cómo se alejaba del puerto, que dejaba atrás su tierra, sus vías donde la vieron rodar por varios años... mientras el puerto platense iba alejándose cada vez más y más, su tristeza parecía no tener consuelo.
Así vió perderse en el horizonte el puerto platense y solo se vió a bordo del buque y en el medio del agua. Ella solita ignoraba el tiempo y el espacio, solo tenía tiempo para pensar en los mejores momentos.
Cayó la noche, el cielo se pobló de estrellas. El buque seguía camino a Rótterdam. Ya estaba muy lejos de América, ahora navegaba solitaria por el medio del mar.
Y poco se durmió. Despertó en el medio de la noche. Miraba y seguía mirando pero ella seguía su camino rumbo a Rótterdam. Cada tanto volvía su mirada hacia el Oeste, sabía que yendo hacia el Oeste llegaría nuevamente a su tierra prometida, su país que la vió nacer, crecer y ser lo que es hoy.
Pero Elisabetta tenía puesto bien en claro que su país le está dando muchos dolores de cabeza. Solo empieza a recordar los dolores de cabeza en Ferrobaires, que sabe mucho del maltrato y cero mantención, de la última y cancina reparación.
A la vez también le invadieron los mejores recuerdos: sus andanzas junto a Doris, Loretta, María, Mónica y tantas otras hermanas suyas en el Urquiza en épocas memorables, sus paseos por el litoral, estancias en los galpones de Lynch con Monte Caseros y Yatay... Hasta que un día sintió que la estaban arrancando junto a Doris para ir a parar a vías sin destino a no se sabe donde.
También pensó en la época dura: entonces se sintió sobreviviente, porque su ciclo de rodar no finalizó, como el de varias hermanas suyas. Pero lamentó a la vez haber perdido todo contacto con ellas...
Sus pensamientos pasaban como una cinta sonora y los kilómetros seguían pasando. Finalmente, al amanecer en el medio del mar, se volvió a dormir.
Horas más tarde, el buque tocó puerto en Coimbra. Luego siguió navegando unos largos kilómetros más hasta que se internó por el Canal de la Mancha, luego lo hizo por Paso de Calais y volvió a tocar puerto en la localidad de Calais, en Francia. Allí cargaron un coche y el próximo destino era Rótterdam.
El buque siguió camino hasta internarse en el Mar del Norte. Elisabetta despertó y aún seguían en el medio del mar. Solo el capitán del buque sabía la dirección a seguir para llegar a destino.
Elisabetta estaba ansiosa de llegar. Sus ansias aumentaron cuando vió el gran puerto de Rótterdam. Pensó “Que gran ciudad de contenedores”. En efecto, Rótterdam no solo es una gran ciudad de contendores, sino también una ciudad de barcos y buques que en todo momento, a toda hora entran y salen con diversas direcciones.
Y el buque aflojó la marcha hasta adentrarse por un canal donde estacionó. A tierra bajaron los tripulantes y los operarios del puerto comenzaron a descargar el buque. Descargaron tres contenedores, un coche, un cisterna y después le tocó a Elisabetta.
Por un momento, Elisabetta estuvo en lo más alto que podía estarlo. Es que una grúa de gran porte la sujetó del bastidor, la sacó del buque y la bajó a tierra.
Los ingenieros de los NS que la estaban esperando, verificaron que la trocha de Elisabetta era mayor que la que ellos acostumbran a utilizar. Entonces la embarcaron en un carretón y se la llevaron a un taller en Rótterdam. Allí lo primero que hicieron fue el retrochaje: le adaptaron sus ruedas a la trocha media que utilizó alguna vez en sus servicios en el Urquiza.
Pero pasó una semana solamente en el taller de Rótterdam: allí, ingenieros y mecánicos la examinaron detalladamente, sin dar lugar a que no se escapara de su ojo ningún elemento sin funcionar o que estuviera dañado. Aunque debió quedar allí dado que le detectaron una de sus ruedas con una severa falencia.
Elisabetta no entendía la lengua de aquellos nuevos ferroviarios. Tampoco podía ubicar con quienes poder entablar un diálogo. Solo sabía que en su entorno las cosas estaban bien moviditas.
Al inicio, esta aventura de probar suerte en un nuevo ferrocarril, estaba saliéndole bien, se sentía a gusto. Pero llegó el momento de prestar servicio.
Su primer corrida fue un tren carguero, un tanquero. Se desplazaba desde Rótterdam hasta Haarlem. Ese viaje lo hizo sin anomalías, más también la estaban poniendo a prueba y ella estaba conociendo nuevos paisajes.
Luego siguieron diversos viajes, Haarlem a Ámsterdam, a La Haya, a donde fuera, pero de tantos lugares donde la mandaban, la terminaron mareándola. Un día, en el depósito de locomotoras de Hengelo, dijo “Este país es muy chiquitito y se conoce en pocos tiros, encima, la red ferroca es más complicada que perdí la noción del rumbo”. Otras locomotoras que estaban ahí, no entendieron qué fue lo que dijo, solo se limitaron a mirarla, pero solo una le dijo en inglés “Who is you?”
Elisabetta le contestó en un inglés trucho “Yo am Elisabetta”.
“Ah... Elisabetta... Where are you?” – volvió a preguntarle.
“Yo soy argenta, a toda honra” – dijo en castellano Elisabetta.
“What Elisabetta?” – preguntó la locomotora.
“Argentina” – contestó Elisabetta.
Entre pitos y flautas, hacía como cuatro meses que Elisabetta estaba en Holanda. Sus hermanas, en Kilo 4, estaban desesperadas por su desaparición. Habían reportado su extravío a la concesionaria, fueron a la policía y a cuanta autoridad tuvieron a mano. Pero parecía que a Elisabetta se la había tragado la tierra. Ahora estaban probando con la distribución de panfletos por todas las líneas de ferrocarril. Los panfletos llegaron hasta los depósitos, a Lynch, Tolosa, Saldías... hasta en Polvorín, donde están los tranvías había panfletos. Pero nadie sabía nada de ella.
Elisabetta, en tanto, continuaba prestando servicio en la red holandesa de ferrocarriles en óptimas condiciones. Uno de sus conductores, una vez la elogió ante sus compañeros por el rendimiento. Y eso la ponía muy contenta.
Hasta que un día pensó “No puedo seguir recibiendo alagos y alagos si extraño mi tierra, a mis hermanas... estas chicas de acá nada hacen a mis hermanas que podremos jugar con el soplete, podremos hacernos percha con él, pelearemos, nos insultamos pero nos queremos y nos cuidamos... las extraño afanosamente y extraño hacerle burlas a mi melliza Doris cuando le arrebato el Bolívar... no puedo dejar de pensar en esas estaciones donde más de una vez soy el fantasma que llega para darle alegría a los pasajeros... ellos que se aguantan todo cuanto pueden y yo dejé la tierra, mi tierra, del tango y la chacarera cuando podía, alguna vez me he escapado a Mar del Plata y a otros lugares posibles... Pero bueno Elisabetta, tomaste la decisión de venirte acá, ahora me las he de aguantar, porque es imposible dar vuelta este destino, por el momento, me condeno a seguir acá pero no sé si alguna vez volveré con mis hermanas...”.
Ese día despertó con demasiada melancolía. Fue conducida a reparación a Hengelo, donde allí se encontró con unos muchachos poco usuales: los tranvías.
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