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miércoles, 2 de enero de 2008

24-feb-2007.Santos Vega

Nota: Relato sobre unas líneas de “El poeta del riel”

**Publicado en Crónica Ferroviaria**

De aquel 6 de septiembre de 1930 faltaban apenas unos... unos dos meses y unos días. Vega aún pateaba con fuerza la panza de su nona porque el Tata Dio tenía escrito en sus secretos libros que aún era tiempo de estar abrigado y calentito. Pobre nona que tuvo que soportar la primer caída de la democracia en manos de un gobierno militar, que ignoró a su ideólogo, Agustín Pedro Justo, como también no supo que Uriburu alguna vez había militado junto al presidente depuesto en la Unión Cívica.

Cinco chicos correteaban en las calles polvorientas de la localidad de Puán. En la tranquilidad, a ninguno les preocupaba aquel golpe militar. Los días pasaron y un 13 de noviembre, mientras Uriburu seguía al mando de un gobierno de facto, la nona trajo al mundo a un nuevo hijito. Para la alegría de todos, está con nosotros el miembro 8 de la familia. Y te llamarás Santos Vega, así eligieron los padres.

Tuvo una infancia muy dura, un primario muy mal hecho, apenas le permitía leer y escribir. Apenas 18 años después, en 1948, tuvo la suerte de subirse en el ancla salvadora. Y esa ancla salvadora era nada más y nada menos que emplearse en el ferrocarril, donde en ese momento, ser ferroviario era un equivalente a ser un “Señor”, con mayúsculas.

Tenía solo 18 años, tan chico, tan grande, un menor de 21 años como lo calificarían actualmente, pero tantos años atrás pasa inadvertido. Debió desarraigarse de su lugar natal para ir a parar a Bahía Blanca como un mero practicante. A fin de 1948, siguió viaje a Neuquen como dependiente de encomiendas.

Sin ser la década nefasta de los 90, en ese entonces, si la llamada a enrolamiento era poco, vió cómo la empresa privada inglesa pasaba a manos del Estado, sin saber los tejes y manejes intestinos. Pues sí, así pasó a ser el Ferrocarril Nacional General Roca.

Suertudo, alguno lo llamó, tuvo en sus manos dos vacantes: Zapala o Darwin. “Me quedo con Darwin” así dijo y armó sus maletas, salió y desembarcó allí como telegrafista.

Sus ojos grabaron a fuego lo que ahora ya quedó sepultado en los recuerdos, porque no se olvidan “Recuerdos que nunca olvido, la canción de Soledad”. Formaciones de piedras lajas, piedra varita, madera, carbón de contraalmirante, cordero, trenes 3013 y 3015 vacíos, 3014 y 3016 cargados con petróleo de Challaco, Neuquén. Porque por Darwin los trenes eran pesados en vía tercera “Es que allí había una báscula” – rememora.

“¿Quieren saber qué había en Darwin? Pues bien, teníamos 14 vías, 2 locomotoras de pilotas, peones entradores de trenes que los ubicaban en desvíos con capacidad para 800 ejes... Toda formación que salía a vía principal llevaban por cola una locomotora de auxilio hasta el kilómetro 67, en el trayecto general, kilómetro 966,885 si se cuenta desde Plaza Constitución, pasando Choele Choel con permiso de bastón piloto auxilio...”.

6 años después volvió a Neuquen, pero para estar detrás de una ventanilla despachando boletos. Su viaje por localidades siguió por San Carlos de Bariloche y por General Fernández Oro. Pero tuvo una época de viajes maratónicos: a Miramar, por 5 meses y uno más maratónico aún: a Pirán por solo 1 semana. Y peguemos a media vuelta a Darwin. “La Superintendencia de San Antonio Oeste manda” – dice entre risas.

Porque fue testigo de otro quiebre de la historia argentina: la caída de Perón y un nuevo golpe militar. Como si bombardear Plaza de Mayo en Buenos Aires podía ser poco, vió cómo las vías y los galpones corrían la misma suerte que Plaza de Mayo. Tuvo suerte porque a Bolívar, él se fue.

Bolívar hoy siglo XXI nada es a 1955. “Había muchísimo trabajo... cargas, trasbordos y contabilidad. En los distintos turnos se laburaba arduo... más o menos, 14 empleados: el jefe, 2 secretarios, 4 auxiliares, 5 encargados de encomiendas, 2 boleteros, 2 telegrafistas, 1 peón farolero, 1 peón jardinero, 1 peón de plataforma, 2 capataces cambistas, 4 cambistas... Corrían en esa época los trenes de pasajeros número 6, 10.20 horas a Buenos Aires, el 5, 15.00 horas a Carhué, y los martes, jueves y viernes el 29 de Buenos Aires con combinación a Saavedra vía Lamadrid y el 29A a Pigüé vía Recalde – Huanguelén. Los cargas 1703, 1704, 1741, 1742 y el 2025 los domingos corrían 4 trenes de hacienda de 30 vagones cada uno y se trabajaba en los desvíos de Molinos Río de la Plata, Sánchez, Betancourt y Ángel Vivanco. Pero bueno, hoy es otra cosa muy diferente...” mira con incertidumbre la playa de Bolívar. Como adivinando que ese fantasma pasajero, rogando que nunca deje la vía en silencio.

Unos años después, en medio de una estabilidad política inestable, en 1961 se produjo una huelga. Casi como un insulto a los rieles, o especie de receta del FMI para la economía, vean la cirugía: “Achicaron personal, redujeron el plantel... el telegrafista desapareció y sobrevivir era todo un logro...”. Vaya si no era un logro puesto que tomó una vacante de auxiliar en Bolívar hasta que se jubiló, en 1991.

Trayectoria: 60 años de edad, 13 de telegrafista y 30 de auxiliar. “Casi nada ¿no?”.

Sería sugerente revolver la galería literaria por los diarios locales y entidades culturales de bien público. Porque 77 años, no son nada...

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