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martes, 10 de junio de 2008

Cuentos de alcoba L: Desvíos

Nota: Fantasía


Hace muchos años, tantos que ni yo los recuerdo, cuando estaba en los Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana, me quedó el gran recuerdo de un colega que actualmente no existe más: Ximo Pardo Tejedor, su nombre de pila, Joaquín. También recuerdo que en ese entonces, aclaro, vivía en España y conducía esos oxidados trenes y tenía el peor ramal de todos, el que ninguno quiere, pero también recuerdo que aprender a conducir fue una carrera meteórica. Lo único que no fue meteórico fue recibirme de ingeniero en Salamanca.

Por otra cosa importante recuerdo mi vida en mi país de origen: tenía trabajo pero los piojos nos llevaban en andas, no solo a mí, sino a mi hermana melliza, Gisela. Es decir, teníamos piojera para dar, prestar y regalar. Menos mal que era la época de las pesetas, lo que sería ahora con el euro instalado...

Con mi hermana pasamos tanta piojera hasta que agarramos los pocos cacharros, con unas pocas pesetas y nos fuimos de viaje.

Buenos Aires digamos que no nos recibió muy bien que digamos. Gisela me acompañó una mañana a Once porque en Ferrocarriles Argentinos era una buena oportunidad de acomodarse, pero a esta altura, era como un chapuzón a la pileta. El taxista que nos llevó a Once nos llevó a dar mil vueltas sin sentido y nos cobró un dineral. Gisela me quería matar. Después de eso, así aprendí a que en Buenos Aires tengo que utilizar el transporte público, porque el argentino es un tipo muy pícaro... y si lo dejas, piola también.

No la pasé de lujos en mis inicios. Mi primer paso fue el trabajo más sucio, que en el taller haciendo mecánica en los vehículos. Pero si quería echar raíces, otra no quedaba. Mientras vivía nadando entre la grasa, mis compañeros me enseñaron que a la vera de la vía hay grandes bellezas. Yo como un tonto no entendía un carajo, hasta que me pasó. Recuerdo que caminaba por la playa y en el galpón de cargas había una chica sentada. La miro y me causó una rara sensación. Pensé en mi bestialidad gallega, porque los argentinos me gastaban por ese lado, que me tenía que ganar esa muchacha. Mis compañeros, guasos por cierto, le empezaron a decir groserías porque se les cantaba la regalada gana. Y ella no supo como reaccionar, hasta que se tapó la cara de vergüenza y ocultaba el llanto. Menos mal que estos boludos se alejaron y le quité las manos de su rostro, pudo decirme que ellos la hacían sentir incómoda. No quería hacerle daño, así que simplemente la invité a tomar algo en la pulpería del pueblo y todo quedó ahí nomás.

Esa noche me fui a dormir con una rara sensación. Tiempo después, recordaré a la hija del comisario. El comisario, un gordito, daba vueltas en el patrullero y ella lo acompañaba. El tipo no sé a qué cuernos se bajó y ella, policía, con su uniforme, hizo una suerte de desfile por esa polvorienta calle de tierra. Pasó por delante de mis narices y no pude no menos que resistirme a enviarle una mirada algo más que común. Ella se detuvo, se acercó como si fuese a esposarme, me llevó contra una pared, me clavó una mirada tierna y complaciente y fue directo, sin palabras, me la mando... y yo le seguí el juego. Recuerdo que con esta chica policía anduvimos un tiempo largo, hasta que me trasladaron. Después comprendí que la estaba amando.

Errante seguía la vía hasta que una prostituta se me vino a cruzar en mi camino. Acá ya fue todo directo, sin palabras de por medio y reconozco que, como es algo del momento, me mandó toda la cordura allá abajo, me hizo sentir un corcel desbocado porque fue más allá, tocó cuanto pudo hasta que finalmente consiguió su propósito, que era mandarme a la cama. Así nomás. Así de simple.

Hasta acá, la había sacado muy barata. Bueno, más me valía que la siguiera sacando barata. Pero llegaron tiempos complicados, los tiempos en los cuales debí dejar mi vida de mecánico y marino, también, para encerrarme otra vez con los papeles y estudiar todo un año para conducir un tren. Me pasé estudiando un año, para reprobar ese maldito examen varias veces, cuatro, creo, más no sé cuántas otras más he reprobado la práctica, pero por cabeza hueca. Bueno, creo que tan hueco no tengo el cerebro porque de lo contrario nunca hubiera sido ingeniero, pero también aprobé la teoría y la práctica... bueno, digamos que a medias porque digo que lo que nunca logré aprobar fue el asunto de las maniobras.

Y después de maquinista, tuve otros amores. Es verdad, a la vera de la vía se encuentran amores y aventuras. La noche me ha sabido traer ciertas sorpresas. No entiendo como hay conductores que las prefieren como Eva en el paraíso, yo no. Pero una vez les dí el batacazo cuando tomé de la mano a una mujer, que me doblaba en edad, la llevé adentro de un galpón de cargas, medio derruido, en plena oscuridad, transamos. Y algo más. Pero a mis compañeros los dejé boquiabiertos con la frase “Me levanté una de 50”. Bien fría y calculadora.

Mi hermana me retaba por mis aventuras a la vera la vía, pero no las podía atajar. Soy hombre y, por ende, hay cosas que me gustan y es común. Como cuando volví loca a una uróloga del barrio porteño de Liniers. Por favor, fue una aventura de largo tiempo. Yo la vi desde la cabina con su guardapolvo blanco, esperando el eléctrico, no sé a donde iría. Quise saber de ella y el de la garita me hizo la gamba. Finalmente la apreté creo que en la calle Carhué al 1200. Y besaba con mucha pasión. Sus manos de doctora sabía muy bien cómo usarlas, pero me dí cuenta que los dos no podíamos andar porque éramos dos mundos distintos. Resultó efectivo: ella se enamoró de un escribano y yo fui una simple aventura.

Ya a esta altura estoy harto de que en cada puerto, un amor. No sé porqué, pero tengo ganas de algo estable. Quiero un amor fijo y estable. Me lo propuse hasta que lo conseguí. No tuve más que llegar a Flores, a un casita de la calle Andrés Lamas, que tenía un semejante a una conejera, vivían por lo menos 20. Me fui de callado la boca, porque me fui con otro compañero, a matear. Y estaba esta morochita, de las dos trencitas, con unos bonitos anteojos. Pensé que no podía tratarla como he sabido tratar a las chicas. Merecía respeto. Mi compañero me dijo en voz baja, al oído que debía invitarla a salir. Y la llevé a dar una vuelta a la manzana. En ese momento tuve que guardar todo lo habitual y mostrar que puedo ser más respetuoso.

Tiempo después volví a la conejera de la calle Andrés Lamas. Me dije “Volví por vos Belén”. Y apareció una morticia vestida toda de negro. Y yo no encajaba mucho, recién regresaba de laburar y ella era una morticia de negro. Fuimos a pasear y detrás de un frondoso árbol, apretamos a más no poder. No andaba un alma en pena en la calle, éramos los únicos perejiles ahí. Pero besábamos tranquilos, despacio, sin prisas, ni pausas. Y así empecé a quererla, a frecuentarla, hasta que un día me la llevé en la cabina de la GT conmigo a Bragado, una noche fría de invierno. Porque no la dejaría ir a un hotel, la llevaría a mi casa. Porque después vino la pasión alocada, una carrera desenfrenada, como un semirrápido, así siguió la historia. Tomé el próximo desvío que pocas veces usé, que fue el más íntimo. De idas y venidas, me la traje a Bragado. Conmigo. Y juntitos seguimos, lo más importante, acabé mi vida inestable.

El Ventilador XLIX

La estética no cuenta... para nada – Lupe


Otra vez vuelvo a la carga para hacharle las patas a los chicos tuneleros de Metrovías. ¡Ya sé! Van a decir que los incendiaron. No, no. Hace calor, los túneles hierven de calor pero el incendio está apagado. ¿Y por qué ahora? Muy sencillo. Evidentemente Metrovías no sabe el significado de la palabra estética, al menos en sus chicos. Es posible encontrar los típicos porrudos medio hippies, muy al estilo de la pasada extinguida FA, pero con el uniforme de la empresa. ¿Y del lado opuesto? Bueno, aunque digan que las chicas lucen mejor, acá vale decir, las viejas pintan deslucidas!!!! Sí, no se hagan problema, en Metrovías pueden encontrar desde la hija, la sobrina, la prima, la abuela, la tatarabuela, etc, etc, claro, de edades muy avanzadas... y físicos un poco descuidados... La verdad de todo esto, yo se las voy a decir: en el lado masculino, manden a la peluquería a los hippies de la era FA y por el lado de las chicas... bienvenidas son, claro, siempre y cuando sean algo más de una bonita cara. Modelitos no, pero que sean presentables. Mientras tanto, hay que convencerse que Metrovías por ese lado, no deja de ser un vejestorio. Para nada.


Los víveres de NCA I – Pepito


Supongo que todos deben estar enterados que siempre hay alguna empresa que pide víveres prestados a NCA. Bueno, TBA es uno, y cuando pide prestado, no pide por uno, sino por varios... haciendo cuentas, bueno, parece que tenemos dando vueltas a los siguientes víveres: la 6632, la 6599 y un tercero. Antes de pasar al tercero, bueno, es posible decir que NCA mira a otra parte cuando decide prestarle los víveres a TBA, máxime si tiene en cuenta el groso antecedente... o la tristemente célebre fama de ser poco cuidadoso con los vehículos. Hablando de esa triste fama, célebre, en fin, obviamente que a TBA no se le iban a caer los anillos por cuidar lo ajeno, en absoluto, y lo más acertado era que iba a buscar sacarles hasta el máximo jugo disponible. Dicho y hecho, se lo vió evidenciado en la 6632, que cada tanto detiene su andar en el medio de la vía. Una rotura, dos roturas, tres... cuatro... paremos la mano y pidamos más víveres a los vecinos, y NCA, una vez más, le mandó a la 6626. ¿Será que hicieron percha a la 6632 totalmente? Buena pregunta, ¿no? Conclusión: si algún día les envían una GAIA y la rompen, no sería tan asombroso.


Los víveres de NCA II – Truman Capote


Alguno dejó escapar que NCA sabe las reglas del juego, por ende, sabe de esta tristemente célebre fama, o maldita fama, la de TBA, pero no por eso, no ahorra en dejar de hacer trueques a sus vehículos de TBA. Pero NCA la solucionó de la siguiente forma: como no quiere dejar sin víveres a TBA, obviamente, no le va a enviar lo mejor, sino que, teniendo en cuenta a la maldita TBA, lo sugerente es enviarle todo lo más peor disponible, cosa de que si se plantan, no hay problema, se lo cambia y listo. Qué fácil lo solucionaron. Pero el trueque no acaba aquí: mientras TBA hace percha las GR-12, NCA mantiene bajo sus garras dos GT-22, eso sí, pregunta de idiota ¿cómo es su funcionamiento????? ¿Cuánto tiempo durara este trueque?


La hija boba de los CFP – Aquilina


Ya era muy raro que hasta los intrusos no dieran que hablar. Muy raro hasta que dieron que hablar. Bueno, es este caso, la 1418 es quien anda en el centro de la cuestión. Al parecer, de las locos portuguesas que han llegado al país, esta ha resultado ser la hija boba y ahora debe regresar a Portugal porque, están aquellos que chiflan, mandan y desparraman verdura a los cuatro vientos, nunca logró correr un mes seguido sin tener una falla de por medio. ¿Será algo de las baterías o el cableado? Sea como sea, por ahora, no hay lugar a reclamos porque la tarra aún está en poder nuestro. Que alivio saber esto último, por lo menos, hay acción de agarrar a la gente del CFP de la corbata por las basuras que mandan al Cono Sur!!!!

Volver... con la frente marchita XLVIII: Axé Carioca

Prefacio

Como todos sabemos, el 2006 ya es un año pasado. Con muchos altibajos en materia ferroca. Digo muchos, porque muchas fueron las novedades, algunas de corte positivo pero otras no tanto.

Desde acá, no nos sentimos muy contentos que digamos. No nos alegra para nada saber que se viaja mal, que las empresas cometen infracciones a cuatro manos pero que del pasajero nadie se acuerda. Tampoco nos pone contentos saber que en sector de cargas, algunos andan más cerca de la extinción y otros que, a sabiendas del desastre mayúsculo, igual les siguen confiando las cargas. Eso no nos enorgullece. Nos entristece, que no es lo mismo. Lo único que nos hace sonreír, apenas, es el regreso del tren a Vedia, porque es el único que volvió.

Tampoco sentimos representación de parte de nuestros gobernantes. Porque los conocemos hasta el último punto y coma. No dudamos en absoluto cuando desconfiamos, criticamos y nos reímos de las promesas, porque terminan como la frase “No pasa naranja”.

Para hacer la evaluación final, todo lo enunciado arriba, lo hemos tenido en cuenta. Vimos de todo. Protagonizamos en primera persona los acontecimientos, pero en parte, se explica porque vamos a la par de las empresas. Y las conocemos. Por eso les decimos, que no nos arrepentimos de las elecciones. Mucho menos de la hecha en este instante.

Por todo esto, hemos elegido a América Latina Logística como la mejor empresa pero no de excelencia diez puntos, sino un menos diez puntos de excelencia en materia de desastres y, les aseguramos que esta elección fue reñida, porque había más candidatos, como TBA, Metropolitano, Belgrano Cargas, la misma Ferrobaires, pero a último momento ganó posiciones esta, TEA. Pero nos quedamos con ALL, porque andan en boca de todos por el desastre que son en los todos niveles. Y como son brasileros, para que no digan que les hacemos la vida imposible, nosotros desde nuestro humilde lugarcito, vamos a bailar este Axé, bien brazuca. Eso sí, recuerden, este axé es Made In Argentina.


Las chicas y yo!

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En Sudamérica conviven dos países vecinos

Uno es la Argentina, la de Urquiza y San Martín

El otro es el Brasil de Getulio Vargas

Donde las gastadas deportivas son un folklore latino


Pero un día, un buen día,

Pescarmona tiró la pelota y los monos la atajaron

Tan prontito como pudieron desembarcaron

Porque son América Latina Logística


Suban las manos, todavía,

Viva la joda, viva el carnaval

Aumenten ya los quilombos

Porque ALL, no tiene cura.....


Los monitos arribaron a dos líneas despelotadas

Pero ellos las despelotaron aún más.

Vaya cosa que los empleados dicen mil pavadas juntas

Porque será que ustedes viven en un termotanque.


Pero para ellos, decir mal es decir excelencia

Porque buscan la excusa perfecta para quedarse un tiempo más

Lástima que ellos no noten mucho

Que la Argentina entera los quiere afuera.


Suban las manos, todavía,

Viva la joda, viva el carnaval

Aumenten ya los quilombos

Porque ALL, no tiene cura.....


Comprar algunas locomotoras, y reparar algo de todo lo roto

Generosidad por doquier para el Gran Capitán

El dolor de cabeza no tiene cura alguna

Porque son los culpables del colapso argento.


Suban las manos, todavía,

Viva la joda, viva el carnaval

Aumenten ya los quilombos

Porque ALL, no tiene cura.....

Cuentos de Alcoba XLVII: El día que Aquilino conoció a Gardel

Nota

  • Acerca de los personajes

Todos, todos los personajes son de la realidad.

A diferencia de Carlos Gardel y su novia Loretta, que no están en vida, Aquilino sí lo está.

  • Acerca de los espacios

Todos pertenecen a la realidad.


Es un cuento. Cualquier parecido con la realidad, es pura casualidad.


Desde el 520 de la calle Thompson, esquina Valle, se ve el frente de una casa añeja, en pleno barrio porteño de Caballito. Si no fuera por los carteles, pocos podrían llegar a pensar que ahí funciona la sede social de una entidad que ama una parte de los fierros, pero los que fueron sepultados hace años porque los bondis vinieron a acaparar el espacio que ellos ocupaban. Menos mal que hay carteles suficientes para que quien pase sepa que funciona ahí: la Asociación Amigos del Tranvía.

Pero al lado de esa casa añeja, por la calle Valle, hay otra del mismo estilo, aunque por su reciclado reciente, esconde su vejez. La parte de afuera parece algo normal, pero basta con abrir la chapa de las cartas, para la sorpresa de quien sea, no existe el buzón, así que es posible espiar un poquito adentro. No más abrir esa chapita de las cartas, es suficiente para que salga de ahí dentro aire a tranvías...

Una vez más Aquilino viene con dos bolsitas cargadas, en uno de los tantos días más, después de ir a algún almacén de por ahí. Pero todos los días tiene el mismo problema: la llave. Bueno, es que la llave de la puerta de calle anda muy mal... o es que aún no se da cuenta de que cualquier día, o se queda encerrado, o no ingresa desde la calle.

- ¡Llave desgraciada! ¿Cuándo será el día bendito que andés como la gente? – es la frase que sale de su boca cuando reniega tratando de abrir la puerta.

Para muchos, es un transeúnte más, pero para cuando saben de su doble apellido, ahí se revela la verdadera identidad. Pero volvamos al Aquilino rasca. Bueno, rasca porque es el estilo suyo.

Deja las bolsitas arriba de la mesa y se va a conectar la radio que está arriba de una ventana que da al patio. Radio... porque es la única función que cumple, en realidad, es un electrodoméstico más cercano de irse a algún volquete o terminar en alguna obra en construcción dado que le faltan las tres cuartas partes de su carcasa externa... el enchufe es un cable solamente y ahí, no acaba todo...

Deja andando esa radio y se va a guardar la mercadería en una heladera Siam fabricación 1965. Una cosita que a ningún fabricante de heladeras se le va a ocurrir: ponerle rueditas – Es para que cuando la quiero mover, la muevo sin necesidad de hacer fuerza – justifica Aquilino cuando le preguntan sobre las rueditas. Invento ingenioso.

Luego sube las escaleras a la terraza, y encuentra olor a pis de gato - ¡Qué gato habrá sido el que me dejó los lamentos!!!! – maldijo y salió a buscar un balde con agua y la lata de fluido Manchester.

Después de lavar la terraza, fue por la ropa sucia. Con dos baldes de 20 litros, juntó la ropa sucia que tenía desperdigada por toda la casa. Camisas, remeras, pantalones y medias llenaron los baldes. Pero le quedaba el cesto de la ropa de la pieza: de ahí sacó el pijama con el cual durmió la semana entera.

Con ese tendal de pilchas, volvió a la terraza. Dejó los baldes a un costado y abrió el lavarropas. Miró asombrado por lo que encontró - ¿Qué es esto? – dijo Aquilino y empezó a sacar una por una las ropas que había en el tambor.

- Un saco... pantalón... camisa blanca de vestir... pañuelo... medias... ¡calzoncillos! ¡Pero si yo no dejé ropa adentro del lavarropas! – dijo Aquilino sin entender - ¿Pero quién iría a dejar un traje acá dentro? Cochino habrá sido de dejar hasta los calzones... qué asco... -.

Dejó la ropa a un costado, cargó el lavarropas y metió la ropa para lavar. Después volvió a mirar la ropa – Pero esta ropa está avejentada... de qué muerto será... ¿o se la habrán sacado a Gardel antes de enterrarlo? Pero si Gardel se quemó en Medellín... – dijo Aquilino y se fue a buscar una bolsa negra de consorcios al cuarto de la terraza. Volvió y metió la ropa en esa bolsa, que dejó durmiendo en el cuartito de la terraza.

Días después, Aquilino decidió hacer una limpieza de zapatos. En su pieza, había de todos pares metidos debajo de la cama. Apartó unas zapatillas extremadamente mugrientas, más mugrientas que las que tenía puestas encima, para enviarlas a la lavadora. Fue a la repisa y sacó un frasco con pomada para lustrar. Se sentó en una sillita y empezó a lustrar uno por uno los tantos zapatos que tenía desparramados. Contabilizó algo así como seis pares. Después fue al mueble donde guarda sus zapatos, pero se llevó otra sorpresa: las cajas donde guarda los zapatos, que supuestamente debían estar vacías, algo guardaban. Tomó una y la abrió – ¿Un moño? ¿para qué un moño? ¿qué hago yo con un moño? – se preguntó Aquilino. No acababa aquí. En otra caja, un par de zapatos de bailar tango (tipo de cantinfleros) - ¿Zapatos de tango si yo no bailo tango? – decía Aquilino mientras sostenía los zapatos – en fín...

Apartó el moño y los zapatos para llevarlos luego a la bolsa negra donde estaba el traje, la camisa y el calzoncillo.

Una mañana se levantó, se dirigió a la cocina y otra sorpresa más lo esperaba: en el perchero, había un sombrero y una capa con un bastón – Sombrero, capa y bastón... alguien me está haciendo una pequeña broma... – dijo Aquilino y se llevó las tres cosas a la bolsa negra que hacía días y días que estaba durmiendo en el cuartito de la terraza.

Nada mejor que un día soleado para salir a ventear las pulgas. Con su coche llegó hasta la intersección de las calles José Bonifacio y Emilio Mitre. Estacionó el auto y se bajó. Caminó hasta el taller Polvorín. Ingresó. De la guardia, se fue al baño. Al salir del baño, como por arte de magia, su ropa había cambiado – Aquilino – dijo sorprendido el guardia.

- Sí, ¿pasa algo? – pregunta Aquilino.

- Yo veo mal pero... cuando lo ví entrar, usted no estaba con ese traje tanguero – le dice el guardia.

- ¿Qué traje tanguero? – pregunta Aquilino sin saber.

- Pero Aquilino... yo lo ví que entró y tenía unas zapatillas zaparrastrosas, un jean a punto de hacerse hilachas y una remera de cuando fueron las Olimpiadas en Sydney 2000 y, ahora de golpe y porrazo, está con un traje para bailar tango – le dice el guardia.

- Pero... ¿por qué me habría de estar con un traje? – pregunta Aquilino.

- No lo sé. Solo sé que hoy ando mal de la cabeza, voy mal, muy mal - dice el guardia.

- Dejá de decir estupideces muchacho – dice Aquilino.

- ¡Mírese usted mismo al espejo y véase que tiene puesto un traje negro! – exclama el guardia.

- Me voy a mirar – dice Aquilino y vuelve al baño y se mira al espejo. En el espejo aparece reflejada la imagen de Aquilino con la remera de las Olimpiadas de Sydney 2000, el jean a punto de hacerse hilachas y las zapatillas zaparrastrosas. Vuelve afuera y le dice al guardia - ¿Ves? Me miré al espejo y estoy con la ropa con la cual salí de casa -.

- Entonces... estoy viendo ilusiones ópticas... usted se ve hecho flecos y yo lo veo con traje... alguno de los dos estamos a punto de enloquecer ya mismo – dice el guardia.

En realidad, a la vista de todos, Aquilino lucía un traje tanguero, pero él no lo percibía, seguía sintiendo que estaba con la misma ropa con la cuál salió de su casa.

Salió a servicio. El público miraba como el motorman lucía aquel traje tanguero. Precisamente, sin quererlo, entre los pasajeros, se filtro la novia de Gardel.

La parada en avenida Rivadavia, que tradicionalmente suele estar poblada de pasajeros e invadida por el ruido del caótico tráfico, de repente se había vuelto en un lugar solitario y silencioso, bajo las luces que iluminaban afuera y adentro. Aquella parada sería algo más larga que lo tradicional. Es que una chica, se puso de pie, fue a buscar al motorman - ¿Cuál es la siguiente parada? – preguntó poniéndole su mano derecha sobre el hombro izquierdo de Aquilino.

Aquilino enmudeció. Finalmente se dio vuelta y una mujer estaba a sus espaldas – Esto es de paseo – finalmente contesto.

- Error... esto es algo más que un paseo – le dijo Loretta, con otra mirada.

- No... es un paseo. Hay pasajeros – contestó Aquilino.

- No. Pasajeros no existen – le dice Loretta – Además, tú insistes en que tienes puesta una remera de Sydney 2000, unas zapatillas negras de mugre y un jean hecho flecos, pero de lo que no te das cuenta, es que el traje que tienes puesto ahorita mismo es el mismo traje que hace varios días atrás sacaste de la lavadora y enviaste a la bolsa negra...

- ¡Vos estás loca! – exclama Aquilino.

- No. Es más, tienes los mismos calzoncillos que miraste con tanto asco, los mismos zapatos que encontraste en una caja, el sombrero que encontraste colgado en el perchero de la cocina... Todo lo que tienes encima, es lo mismo que fuiste guardando con tanto desprecio en la bolsa negra de consorcio, en el cuartito de la terraza de tú casa – le habla Loretta como si le estuviera dando una reprimenda.

- ¿Y qué esperabas que hiciera con todo eso? – pregunta Aquilino.

- Lo menos que podrías haber hecho es preservarlo, porque ni siquiera tienes la menor idea de quien es este traje... mira que hasta los muertos se te vuelven en las pesadillas – le dice Loretta.

- ¿Sí? Qué bueno... – dice Aquilino y acciona el controller. Pero el tranvía no marcha - ¿Por qué no marcha si hace un ratito estaba todo bien? – pregunta.

- ¿No se te ocurrió pensar en que debías desconectar el freno y que el mismo no está? – le dice Loretta.

- Ah, sí, claro, tenías razón – dice Aquilino y ve que falta la manija de freno – pero no voy a ser tan despistado -.

- Usted sí que es despistado – le dice Loretta y le muestra la manija de freno. Aquilino trata de tomar la manija, pero Loretta la aparta – Momentito! No sin antes bailar un tango conmigo.

- ¿Qué? – pregunta Aquilino.

- Bailas un tango, y te doy la manija – le dice Loretta.

- Vaya, esto es ridículo. Pareciera que hasta los muertos se confabulan contra mi persona para hacerme la vida imposible – dice Aquilino.

- Pero mientras más sigas hachando los muertos, más veces bailarás tango en plena avenida Rivadavia – le dice Loretta.

- Está bien, está bien. Voy a bailar ese maldito tango, pero me devuelves la manija – dice maldiciendo Aquilino.

- Por maldecir, bailarás dos, y no salgo de esta tesitura Aquilino, tú lo buscaste – le dice Loretta.

Loretta lleva a Aquilino a plena avenida Rivadavia. Solitaria, solo un par de tangos, bajo las luces de Buenos Aires se proyectan ambas sombras al son del baile.

Después del baile, la avenida Rivadavia volvió a ser el mismo ruido de siempre. Volvió corriendo al tranvía y vió que todo estaba en su lugar, nada faltaba. Siguió viaje.

Por la oscuridad de la calle Hortiguera, de la nada, un bulto se interpuso en el paso del tranvía - ¡Vos! – dijo Aquilino y accionó el freno de emergencia.

Apurado bajó a buscar qué había arrollado, pero no encontró nada. Un patrullero pasaba, paró. Uno de los policías le preguntó - ¿Pasó algo?

- Sí... acabo de atropellar una persona con el tranvía – dice Aquilino.

- Bueno, vamos a ver – dice el policía y se bajan los dos del patrullero. Buscan el cuerpo y no existe.

- ¿Usted dice haber atropellado una persona? El cuerpo no existe por ninguna parte – dice el policía.

- Lo atropellé, lo atropellé – insiste Aquilino.

Los policías se miraron. – Mire amigo, si encuentra el cuerpo, llámenos, pero como no está, no tiene ningún sentido estar aquí. Me parece que aquí, usted está loco. Vaya al nosocomio más cercano a su domicilio – le dijo el policía y se marcharon.

Guardó el tranvía y volvió a su casa. Se acostó a dormir – Me tiene podrido esto de las apariciones de otro mundo... – dijo. Se durmió profundamente, y en el medio del sueño, se le volvió en forma de pesadilla aquel baile eterno en la avenida Rivadavia y el falso atropello que hizo con el tranvía.

Días después, sonó el teléfono. Una rara voz estaba del otro lado del tubo.

Aquilino.- Hola.

Voz.- Hola. ¿Aquilino?

Aquilino.- Sí, yo. ¿Quién es?

Voz.- Yo. Soy yo, el del traje.

Aquilino.- El del traje... ¿pero quién sos?

Voz.- Yo. Y te aconsejo que tengas más respeto, porque has bailado con mi novia en plena avenida Rivadavia, y es una de las chicas más lindas del mundo artístico.

Aquilino.- No es una Valeria Mazza.

Voz.- Y el peor pecado que cometiste fue atropellarme con el tranvía, después que te proveí con mi traje para que estuvieras elegantísimo ante la visita de mi novia.

Aquilino.- ¿Algo más te queda por echarme en cara?

Voz.- El desprecio que haces por las ropas que te dejo.

Aquilino se fue de gira en tren hacia Córdoba capital. Mientras tanto, Loretta vino a la casa de Aquilino para poner orden. Se ocupó de renovar todos los elementos que tuvieran demasiada vejez y dejó el ambiente con un aire a tiempos de lujo tangueros. Un aire francés.

Al regreso de su viaje por Córdoba, Aquilino entró a su casa. Encendió las luces y vió que muchas cosas habían cambiado de lugar: su cama, el comedor, la heladera, electrodomésticos de museo, pero, este sí, un tocadiscos. Pero el cansancio podía más a Aquilino y se tiró a la cama a dormir.

Al día siguiente se levantó. El primer sonido fue el teléfono, que había sido reemplazado por uno más viejo aún.

Aquilino.- Hola.

Voz.- Hola Aquilino.

Aquilino.- ¿Otra vez vos?

Voz.- Sal a la puerta de calle, por favor.

Aquilino colgó el teléfono. Sin darse cuenta, se levantó con el mismo traje que había estado en aquella jornada en el tranvía. Llegó hasta la puerta de calle. Abrió y... una persona estaba con el mismo traje tanguero que Aquilino.

- Señor... – dijo dubitando a la persona que estaba afuera.

- Aquilino, gracias por bancarme – le contestó aquella persona.

- Lo veo y no lo creo... sos vos... Carlitos Gardel, el morocho del Abasto – dice sin salir de la emoción Aquilino.

- Pero tal vez quieras explicar todo lo que te ha sucedido en todo este tiempo – le dice Gardel.

- Seguro – le dice Aquilino e invita a Gardel a pasar a la casa.

Adentro, Carlos Gardel le dice a Aquilino – Aquilino, usted es un gran peso en la sociedad y guarda un gran aire por ser quien dirija los tranvías. Yo fui quien le fue dejando este traje con los calzoncillos incluidos. Yo fui quien le quitó esa ropa llena de flecos para convertirse en el motorman que sedujera a mi novia Loretta, a quien envié para que renovara su casa para el regreso de Córdoba. Te resististe a bailar el tango con Loretta, por eso te seguí molestando un poquito más, pero no tengas remordimientos, ya acabó todo, ya te puse a prueba y las superaste -.

- Menos mal... – dice Aquilino.

- Por fortuna debía ser así... porque este día lo vas a recordar para siempre – le dice Gardel.

- ¿Pero no lo volveré a ver nunca más? – pregunta Aquilino.

- Nunca se sabe. Lo invito a tomar un café – le dijo Carlos Gardel y Aquilino fue al comedor, elaboró un café y Gardel le cantó uno de sus tantos tangos.

Aquilino va a recordar por siempre todo lo que le sucedió durante todo este tiempo, porque un día cualquiera, fue el que conoció a Carlos Gardel.

Trenes de Honor XLVI: Los mejor y lo peor de nosotros – 2ª parte

TT01 – Mi recuerdo más cercano de una inundación... II


Ave Fénix – Lo que nuestros gobernantes son capaces de hacer por un voto. No es la era del Pingüino. Es la era de Alfonso.

Maribel – Con ocho colores distintos de sombras, Tután Kamon sigue viéndose más natural

Ayelén – El placer de unas largas vacaciones en el San Juan Sanmartiniano


Marina – No quiero pensar qué estarán pensando Úrsula y el maquinista... esperemos al final de esta sesión televisiva


Mardel – No es lo mismo la cara que un servicio


Chascomús – Anoche partí el espejo... y lo digo en serio


Maela Itatí – Hay monos sueltos excepto en Soldini

Fotos – Fuentes


TT01 – CCMM Atahualpa en Tartagal: Rieles Latinoamericanos

Ave Fénix – Retiro Mitre: Jorge Cerigliano

Maribel en el andén 7 de Estación Once: Rieles Latinoamericanos

Ayelén: Se desconoce

Marina en Retiro Mitre: Jorge Cerigliano

Mardel en Gerli: Rieles Latinoamericanos

Chascomús: Rieles Latinoamericanos

Maela Itatí – Retiro San Martín sector ALL: Jorge Cerigliano

Trenes de Honor XLV: El fin y el inicio de una nueva historia según Mardel VI

Bienvenidos, una vez más vuelvo yo al ruedo para romper las pelotas porque si no las rompiera... ¡Cómo podría aumentar la tortura de los cojones de otros!!!! Más allá de todo, nuevamente vuelvo a la carga porque el Sanma, historia de un ferroca que vive dejándose descarrilar, les aseguro que ahora sí ya no le vamos a hacer los honores a San Martín, pues el pobre no anda muy feliz que digamos pero dejémoslo bajo la tumba... volviendo, el Sanma ya despacito va dejando de ser argento para convertirse en un “Sanma Made in China”. ¿Imaginan esto? No. Mis hermanas que pululamos en la Unidad, les aseguramos que tampoco. Así que urgente pido unas lecciones de chino mandarín, porque esta lengua les aseguro que va a ser más complicada que tratar de entender al par de portuguesas que dan vueltas en la línea.

Como que nada, 24 locos y una sarta de coches, a una oferta increíble, la módica suma de 130 millones de dólares. Nada, casi nada si les digo quién garpó la joda: el Estado. Menos mal que toda historia rielera tiene que haber un boludo re boludo que garpa para llenar las arcas de unos ladrones mal paridos... bueno, como si no tuviésemos ladrones mal paridos de sobra...

Hasta acá, la compra. Claro, esto no es como ir a una casa de repuestos que compras tal chinchulín y enseguida te lo traes bajo el brazo. No, no. Se equivocan, esperar que arriben a estas pampas será en... dentro de un añito, no más. Más de uno exclamó que no podía ser la tardanza en llegar, pero que yo sepa, un viaje en buque no tarda tanto, a menos que vengan en esos buques de vela, que sí es posible tardar quichicientos pirulos y bue.... les sugiero sentarse porque parados se van a cansar.

Menos mal que siempre existe algún entendido de cosas de orden técnico, se dejó escapar el cuento del plazo de entrega. Yo no entiendo un carajo de cuestiones aduaneras, solo entiendo que el Sanma, si Metropolitano lo incendió, con la UGOFESA no deja de ser incendio. Lo que me preocupa de esto es que con el cuento del plazo de entrega, termine siendo un proyecto, algo igual como los tantísimos que duermen en el Congreso Nacional llenándose de polvillo y de tocarlos... si te he visto, no me acuerdo!

Pero echo mano a otra cosa. Recabando info, porque info dando vueltas en el mundillo de la red hay y de sobra, de ahí que moleste, es otro punto, salir de la China Town y hacer el recorrido a Buenos Aires (O al puerto al cuál vayan a dejar el bártulo, porque imaginen que en esto tenemos la carcasa por un lado y por el otro, en los contenedores los restantes chinchulines, o sea, ruedas, turcas, tuerquitas, tanques, etc, etc) el tiempo de viaje es como mínimo 45 a 50 días, unos casi dos meses. No sabía que dar la vuelta por el Océano Pacífico pasando por el Cabo de Hornos fuese como hacer un periplo! (Bueno, casi como protagonizar La vuelta al mundo en 180 días).

¿Ven ahora que la línea San Martín está siempre en boca de todos y pocos lo tragan? Menos mal que estamos en época estival, así todos nos rajamos de veraneo a la costa y nos olvidamos un cacho de lo mal que se viaja, mientras aprovechamos a dormir la siesta en la playa. Eso sí, el Sanma es una historia sin final.

Volver... con la frente marchita XLIV: Manos en la lata

Soy un pobre obrero con pluma en mano

Pergamino en bolsillo y billetera vacía

Soy un tarado que conduce trenes

Y obedezco ordenes de un puñado de giles.


Ser honesto es mala palabra,

El Inrokuptible no se sabe que es,

Otra delincuencia más que la Unidad,

Ellos se creen Hamlet.


Y en el medio, con mucho miedo, todos nosotros aquí,

Por el medio, de la vía, bailamos sin cesar,

Pasan los trenes por aquí, como se va la vida,

Como un ramal por descubrir.


Una Unidad provincial sucia y resucia,

Que limpia su mugre intestina con los verdes,

Grandes turros tipo Trezza afanan a cuatro manos,

Trabajan limpiando la suciedad.


Mezclas y más mezclas se conjugan aquí,

Trabajadores estatales al servicio de unos chorros,

Otro ferrocarril dejarán estos sucios,

Para nuestra posteridad, otros lo sufrirán.


Y en el medio, con mucho miedo, todos nosotros aquí,

Por el medio, de la vía, bailamos sin cesar,

Pasan los trenes por aquí, como se va la vida,

Como un ramal por descubrir.

El Ventilador XLIII

Otra que mal Sarmientero... – Flor


Menos mal que era TBA, así todo queda en casa. subimos al tren, salimos y, ops! Bueno... nos quedamos en el medio de la vía. Dirán ¿a cuántas estaciones de destino? Mejor dicho ¿cuánto caminaron? Nada, casi nada, los desperfectos técnicos levantaron la mano y solitos dijeron “Presente”. ¿El pasaje? No sé cómo habrá salido de ese mundillo de 150 metros, cazaron el mundo a las patadas e hicieron bochinche en plena estación Once. ¿Respuestas? Y... todo un tema, los de TBA se guardaron todos, no fuera a ser cosa que los recagaran a palos!!!! Pero no hay que hacerse problema, esto es TBA Sarmiento, aclárese, solo en el Oeste pasan todas estas cosas, donde el pasajero es... la nada. Lástima que TBA no se da cuenta que junto con los pasajeros protagonizan una película éxito de taquilla, en la pura realidad, llámese así “Otra que mal Sarmientero”.


Pesadillas “Bahienses” – Remedios


Viajar a Bahía Blanca puede ser un sueño o una pesadilla, según por donde se lo quiera ver. Los tiempos de viaje, mejor, hagámoslos a un lado, es para amargarnos. Demos una vuelta de hoja al almanaque y digamos que el día sábado, puede no ser una buena opción para viajar. ¿Por qué? Si vamos a Bahía, es posible que en pleno viaje se arme la gorda porque el bardo tumbero está a la vista de todos y qué mejor que eludirlo ¿no? Así que peguemos media vuelta y rumbiemos pa´ Buenos Aires. Dejemos de lado los coches, es lo de menos. Un dolor de cabeza es la vía entre Olavaria e Hinojo, por suerte, está calzada sobre piedra, pero también lo es Ferrosur porque puede plantarte por cualquier lado si le piala la gana hasta que te diga “Cruzada”. Pero sigamos la pesadilla. Si hay atraso que se note, los desperfectos técnicos también, otra que una flor de pesadilla. Una cosa es una pequeñez y salimos del paso, pero otra más peor es de esa miserable pequeñez saltar a un dolor de cabeza: vaya cuento el de las baterías, si era por el agotamiento, acá no había ni maquinista ni mecánico que hiciera magia, así que la solución más pronta era pedir un repuesto a Plaza. Si creen que esta pesadilla acaba aquí, no, falta más. Demos otra vuelta de página para confirmar que los vehículos están afuera y al final murieron en el vecindario, otra pesadilla viva, pero si debía haber más pesadillas, la zona local es una más: obviamente TMR te va a dar paso si se le ocurre la gana y a vos que hace cincuenta horas tenés el traste a bordo del tren y no ves la hora bendita de llegar a destino, el cansancio y la bronca pueden más, pero no hay nada que hacerle a esta altura de las circunstancias. Solo me resta por decir esto: Bahiense hay para rato, Ferrobaires y Metropoligarcha, también. Y las pesadillas convivirán con todos por varios siglos más.


Un capítulo de Metropolibosta pero a la entrerriana I – Sonia


Que suerte que esta gente verde está en Buenos Aires, así en Entre Ríos podemos estar en paz con los servicios. Si hay paz que no se encuentre, al tren que une Villaguay con Basabilbaso, cuyo prestador es ALL, da exactamente lo mismo que lo sea Metropolibosta como TBA, así hacemos la competencia de quien presta el peor servicio. En él parecen haberse peleado muy mal la luz interior, el agua y los servicios sanitarios. Hay más, los desperfectos técnicos y la prioridad carguera, como nunca. Nada, casi nada, el asunto de los horarios es como el lema de las galletitas club social “cualquier hora es la hora”. Una pregunta ¿dónde está el Pingüino que no ve estas atrocidades? Yo sé la respuesta: durmiendo una reparadora siesta.


Un capítulo de Metropolibosta pero a la entrerriana II – Mónica


Menos mal que la acción de confesar los pecados es solo religiosa, así podemos excusarnos de las faltas. Digamos que los periodistas, mete narices por todas partes, son una suerte de curas confesores cuando aparecen los arrepentidos anónimos que confiesan las intimidades del ambiente carioca. Y sí, hay que quedar en el anonimato, porque a pesar de vivir en democracia, muy poco se nota. Yo quisiera saber qué opinan realmente estos monos cuando los mismos empleados hacen las confesiones de corte técnico, pero con tintes negativos. ¿Les llegará a los oídos? Me parece que no, porque si alguna vez oyeran de veras las voces internas, empezarían a hacer las cosas como las leyes mandan. Mientras tanto, mi sugerencia para hacer un poco molesta la estancia de ALL aquí es hacer de la irreverencia la insolencia hacia los monos.


Un tropezón no es caída – Fati


Hace tiempo que la línea SM no daba que hablar, así podíamos pensar que las cosas estaban tranquilas. Sí, demasiado tranquilas hasta que vino un patatraque y, bueno, arrancar el día bien es bueno, pero a veces los descarrilos son cuestiones no previstas y a veces son buenas ocasiones para aumentar un poco el incendio que poco a poco va apagándose. No importa, solo fue un descarrilo y eso se notó: los retrasos en los restantes servicios. Solo es un descarrilo y un tropezón, no es caída, es volver a levantarse.


Cuentos de alcoba XLII: Tachado de virtudes

Juan Karpik camina por los pasillos del cementerio marplatense. Lleva una flor en su mano izquierda. Sin prisas, ni pausas, busca la tumba de Rosendo.

Tras dar unas cuantas vueltas, llega a la tumba. Se sienta en el suelo y, con la flor en mano, detiene su mirada en la placa que lleva su nombre.

Después de un largo rato de estar sentado, deja la flor, se levanta y se va.

Caminando, como quien da un paseo, Juan llega al taller. Da una vuelta y se encuentra con Alejo, que hace una reparación menor en una locomotora.

¿Qué haces a estas horas trabajando solo? – le preguntó extrañado Juan a Alejo.

Juan... si esto no lo soluciono, me temo que pocos tiros más y nos quedamos en pampa y la vía – le contestó Alejo.

Pero hoy es domingo... aparte... todo el mundo está de franco – le dice Juan.

Bien lo dijiste. Pero todo el mundo, como dices, no haces de todos un mecánico competente – dice Alejo.

¿Será que cada vez la calidad del personal de mecánica es de décima? – pregunta Juan.

Juan... sé sincero. Vos que estuviste de mecánico... ¿qué tal funcionaban las cosas? – pregunta Alejo.

Alejo y Juan salen al patio. Se sientan en un banco que está bajo un árbol.

En mi época... – rememora Juan – bueno, también he de contar que en ese entonces estaba Rosendo...

¿Quién es Rosendo? – pregunta Alejo.

Rosendo era mi hermano... los dos éramos mecánicos, nada más que él siempre se destacó más que yo. Él siempre tenía la solución a todos los problemas... era un manual de mecánica ambulante... – recuerda Juan.

¿Y vos? – pregunta Alejo.

¿Yo? Nunca fui un ferroviario destacado. Jamás fui un mecánico de primera. Seguro que alguien tenía un problema y yo tenía que revolver media docena de manuales para encontrar la solución, hasta la más mínima estupidez – cuenta Juan.

¿Te sentís fracasado por no haberte destacado al mismo nivel que tu hermano? – pregunta Alejo.

¿Fracasado? No. Prefiero ser así, como soy. Mi hermano todo lo bueno que tenía en el trabajo, de las vías para afuera era una cosa totalmente distinta... – cuenta Juan.

¿Y qué ejemplo puedo copiar para ser de primera? – pregunta Alejo.

Te voy a contar... – rememora Juan – Mi hermano y yo, los dos estudiamos en colegios industriales de acá, de Mar del Plata. Los dos entramos juntos a trabajar, en los mismos puestos. Empezamos haciendo tareas de limpieza y acarreo general, luego nos tocó el turno de trabajar en el taller. Nunca faltaban vehículos para reparar, pero no siempre las reparaciones eran sencillas y el trabajo se volvía complicado...

¿Siempre sintieron que su trabajo era este? – pregunta Alejo.

Si lo nuestro eran los rieles... Mmmm, no sé, en el caso de mi hermano fue un laburo que le vino anillo al dedo, sino hubiera terminado trabajando en el puerto a cambio de unos miserables centavos. Yo nunca me mostré entusiasta de laburar al servicio de los rieles... pasa que siempre soñé con ser biólogo marino... es algo que si en su momento no lo hice, ahora mucho menos lo voy a hacer... yo estoy acá porque estoy y punto – cuenta Juan.

¿Biólogo marino? Cuando vieran que tu título es de escuela industrial... – dice Alejo.

Ojo que a mí las cosas de mecánica me hacían la vida imposible... siempre me las arreglé para ir zafando. Mira, lo máximo que he llegado a hacer es ratearme de la escuela, irme al puerto y embarcarme con los buzos... nada más agradable había que salir a altamar a explorar la biología marina – cuenta Juan.

Bueno... de la escuela... – dice Alejo.

Bah, hasta me hice la rata del trabajo. Me escapé antes de hora porque en tal hora zarpaban del puerto para hacer buceo. Esa me costó carísima, pero cuando pienso el beneficio, sé que valió la pena – cuenta Juan.

¿Irte de los fierros para bucear? – pregunta Alejo.

Sí. Me salió carísima porque me ausenté sin previo aviso, aparte, le había dicho a otro mecánico, que ahora está jubilado, que me iba hasta el puerto, él me dijo que me hacía la pata y que mi hermano no se daría cuenta. Mi hermano era todo oídos, en sus orejas resonaba la camerata Bariloche, al parecer, mi hermano había escuchado y pidió una suspensión por un año sin goce de sueldo – cuenta Juan.

Que raro que no te enjaularon... – dice Alejo.

Originalmente había pedido que me arrestaran, pero después cambiaron por esto. Igualmente, fue muy duro porque tuve que trabajar 365 días sin ver ningún peso en mis manos – cuenta Juan.

¿Qué pensaba tu hermano? ¿Cómo sobreviviste ese año? – pregunta Alejo.

Mi hermano no decía mucho, bah, sí se mofaba porque él en un corto período de trabajo había ascendido. Entonces era como que ese puesto de ascenso le permitía mofarse de mí, pero la indiferencia me ayudo mucho. Ese año sobreviví trabajando en las horas libres pelando pescado en el puerto. Más de una vez venía con los dedos cortados porque me había hecho algún corte con algún cuchillo, dolores en los dedos, en las muñecas... en todo el cuerpo. Ese fue el peor año que tuve, dormía muy mal y a la larga fui pagando las consecuencias hasta que por suerte, pude volver a la normalidad – cuenta Juan.

¿Cómo fue trabajar en esas condiciones? – pregunta Alejo.

Mirá... ya a lo último me sentía muy adolorido, pero no podía pedir licencia por estar suspendido, así que no quedó otra que resistir. Eso sí, ni bien acabó la suspensión, pedí urgente una licencia porque mi cuerpo no podía más... – cuenta Juan.

Pero volviendo... Rosendo ¿era el maestro de mecánica dedicado a los demás o...? – pregunta Alejo.

Profesionalmente, era un mecánico de primera. Pero lamentablemente no era el maestro con el cual muchos hubiesen soñado tener, explicando las cosas con dedicación y cariño. Era típico en él gritar a sus compañeros, inclusive a mí... – cuenta Juan.

¿A vos? Eso que eres el hermano... – dice Alejo.

Sí, me gritaba y en varias ocasiones, no faltaban los insultos... mal, insultaba muy mal. Personalmente sentía profunda vergüenza cuando hacía eso. Es más, uno de mis compañeros me dijo cómo hacía para soportar el carácter podrido de Rosendo, yo dije que sacando paciencia de los talones – cuenta Juan.

¿Qué fue lo peor que viste? – pregunta Alejo.

Al inicio, cuando entramos a trabajar, no todo era así. Si bien teníamos nuestras diferencias, normal, pero esas diferencias se agudizaron a medida que Rosendo fue escalando puestos y yo siempre estaba estático en el mismo lugar. A pesar de las diferencias, aceptaba que mi hermano era mejor mecánico que yo, pero de las vías para afuera, fue un huracán que parecía desatado pero que no tenía final – cuenta Juan.

Pero no me contestaste del todo lo que te pregunté – inquiere Alejo.

Despacio – cuenta Juan – lo primero que recuerdo fue todas las novias que tuvo... fueron tantas, pero tantas que yo ni me inmutaba en llevar la cuenta. Él no hacía asco a nada, le daba lo mismo que le llevara 40 años de diferencia que fuese una adolescente. En eso, me acuerdo que tuvo unas cuatro novias, la más chica tenía 12, cuando me enteré, a mí y a mi esposa Silvana nos agarró un ataque de nervios, porque él era una persona grande y estaba llevando por un mal camino a esa chica... por suerte, duró como un suspiro. Otra novia que tuvo fue una de 25, tenía más clásicos ganados que un Boca – Ríver, esa se encargó de darle para todos los gustos... otra le duró tres días, qué se yo, tuvo un montón, a un par casi más les deja un dolor de cabeza...

Era muy picaflor el hombre – dice Alejo.

Si solo fuese lo de picaflor... también, al mismo tiempo, se ponía en pedo, bebía mucho alcohol, pero sabía cuándo y en qué momento hacerlo. Inicialmente no lo hacía, no sé qué lo llevo a hacer eso, y logré explicar lo de los malos tratos hacia los demás porque si bien no asistía al laburo tomado, sí tenía aliento etílico. Dicho en otras palabras, supo la forma perfecta de ejercer la violencia verbal sobre los demás – cuenta Juan.

Supongo que con la familia no sería igual – dice Alejo.

Rosendo nunca formó familia, cosa que yo sí hice. A pesar de que él nunca formó familia, yo siempre le abrí las puertas de mi casa, él conoció a mi familia, sus sobrinos y su cuñada. Yo sé que nunca fue de lo mejor con ninguno de los míos y eso a ellos los afectaba. Nunca le dio demasiada importancia a sus sobrinos, que eran lo único que tenía, vaya uno saber porqué – cuenta Juan.

Que triste... – dice Alejo.

A veces pienso que la vida para Rosendo era algo muy triste. Lo pienso en el sentido de que nunca pudo llegar a ser lo que quiso, nunca aprovechó los premios que recibía en el trabajo, por eso creo que lo que no pudo ser lo descargó haciendo esa clase de excesos... con las minas y el alcohol... – reflexiona Juan.

¿Qué pasó después? – pregunta Juan.

¿Después? Bueno, Rosendo y yo quedamos trabajando como mecánicos acá, en el taller. Con la era de la Unidad, más de una vez debíamos salir a servicio como mecánicos en los trenes de la costa. Sí recuerdo reiteradas agresiones a los pasajeros, ya sea verbales como físicas – cuenta Juan.

¿Hasta eso? – pregunta Alejo.

Sí. Y siempre intercedía yo para apaciguar las cosas... llegó un punto tal que un día me senté en el restaurante de un plateado a pensar acerca de mi hermano, que si no lo suspendían o no lo echaban, no lo hacían no sé porqué. Pensé “Pucha, nunca fue un santo devoto del alma mía, siempre fue retorcido de carácter pero lo que está haciendo ahora supera todos los límites de lo conocido”, entonces me dije que debía convencerlo de que viera un psicólogo, porque algo no está bien... – cuenta Juan.

Y el final se precipitó... – dice Alejo.

Como dijiste, el final se precipitó. Un día del 2000, recuerdo que había una tormenta que se llovía todo en Mar del Plata. Encima, hacía muchísimo frío, no tenía paraguas ni nada, sacrifiqué de no ir a mi casa con mi familia para ir a ver a Rosendo. Llego hasta donde vivía, golpeo la puerta y nadie responde. Entonces decido llamarlo a los gritos, porque pensé que estaba durmiendo profundamente y no me escuchó. Como no contestaba, recorro el lateral derecho de su casa y veo las ventanas muy cerradas, salvo una que tenía una endija abierta. Para los colmos, seguía lloviendo torrencialmente. Después llego a la parte trasera de la casa y veo que tenía la llave puesta, entonces, usé la técnica de los ladrones: pasar una papel de periódico por debajo de la puerta, luego empujar la llave y hacerla caer sobre el papel, tomar el papel con la llave, traerlo hacia mí, y luego levanté la llave que después pude abrir la puerta... entonces entro, todo mojado, veo las cosas muy ordenadas, luces apagadas, pero solo la del comedor estaba encendida. Cuando llego al comedor, encuentro a Rosendo que había estado comiendo una bolsada de maníes, había tomado tres cervezas y una botella de alcohol puro, todo eso sobre la mesa. Rosendo estaba tirado sobre ella, la bolsa de maníes estaba vacía, las cervezas también y me llamó la atención la botella de alcohol puro, la tomo, huelo y tenía olor a lavandina, me dije “¿Qué hizo este hijo de su madre?”. Me acerqué a Rosendo, lo moví porque creí que estaba redormido del pedo que tenía, pero no lo podía despertar. Entonces se me ocurrió tocarle las manos y las tenía frías, después aproximé un dedo hacia los orificios de la nariz para saber si respiraba y no respiraba. Ahí me dí cuenta que esta muerto... que se había suicidado – recuerda Juan.

Que feo... ¿qué hiciste? – pregunta Alejo.

En ese momento llamé a la policía porque tenían que levantar el cuerpo y hacerle una autopsia, porque no se me iba a ocurrir de qué forma se había suicidado. Cuando le hicieron la autopsia, me dijeron que había consumido los maníes junto con la cerveza, y luego ingirió cloro puro. Tenía altos niveles de alcohol en sangre, además, tenía los órganos vitales arruinados por la gran ingesta de cloro. Yo te juro que me quería matar... me quería matar... – cuenta Juan.

Porque el muerto te quedó a vos – dice Alejo.

Y... sí. Como no contaba con dinero suficiente, pedí un entierro a la municipalidad, le digo a la chica que me atendió en el momento, que si me asignan un cajón de manzanas para Rosendo, es lo mismo, porque igual se pudre y de los gusanos no se va a salvar – cuenta Juan.

La chica debe haberse reído de tu ocurrencia – dice Alejo.

Me dice “Pero Rosendo es un excelente mecánico y vos lo vas a enterrar en un cajón de manzanas...”. Yo le contesto “Sí, claro, porque lo conocías de afuera, pero hay que estar en el pellejo de uno para saber cómo son las personas realmente”. Entonces la chica me dice “En eso, dijo una gran verdad”. Por suerte, cuando me llevan a elegir el cajón, entre los disponibles que tiene la municipalidad, le digo al tipo “Dame el más ordinario, si podés, dame uno del material del de las manzanas”. Y el tipo se mató de risa “Que despedida tiene de la tierra Rosendo...”, me dice. Yo le digo “Le doy la despedida conforme al desempeño ferroviario, en el trato humano con sus compañeros y con los pasajeros”. Y así fue, en el cajón más ordinario, con un miserable pozo en la tierra, metimos los restos de Rosendo, sin velorio ni nada que se le parezca. Una plaquita que lleva su nombre y listo – recuerda Juan.

¿Y después? – pregunta Alejo.

El tiempo pasó, para los rieles, Rosendo fue un gran mecánico y un buen día, le dedicaron una locomotora en su nombre. Yo por lo menos, sigo dando vueltas por la vida, seguí siendo el mismo mecánico de siempre, pero me considero afortunado porque conseguí un ascenso impensado, el de guardatren. Con calma. Con tranquilidad. Sin prisas. Con pausas – termina Juan.

Trenes de Honor XLI: Pinamar y el baile del incendio

En un tinglado de José C. Paz, descansaban Odiseo, B602 (Apodada Cabeza de Caballo por su detalle particular), Fati, B829 y la portuguesa 1418. Todo parecía muy tranquilo y calmo hasta que llegó Pinamar.

Odiseo (ve llegar a Pinamar, codea a 1418).- Che portuguesa 8... tenemos visitas...

1418.- ¿Ah sí? ¿Y quién es esta visita?

Pinamar (entra).- Buenas señoras (se anuncia a todo viento) vine a romperles la escátula...

1418.- ¿Escátula? ¿Qué es eso?

Odiseo.- Escátula... escátula... escátula...

Fati (se mete).- La forma más elegante de decir cómo molestar a los demás.

1418.- ¿Pero qué hace esta visitante?

Pinamar (antes de que conteste B829).- Pichona... te falta varios tirones para estar a la altura nuestra.

1418.- ¿Cómo?

Pinamar.- Claro, como eres nueva, no tienes ni idea de lo que jota ocurre aquí, es normal (se abanica).

1418.- ¿No crees que eres un poco insolente?

Pinamar.- La insolencia nuestra es la irreverencia hacia quienes hacen las cosas políticamente incorrectas.

Cabeza de Caballo.- Justo... seguro que te rajaron de allá y te viniste por estos lares...

Pinamar.- No precisamente Cabecita de Caballo... vine a festejar el baile del incendio!!!!

Fati.- Yupiiiiiii!!!!! ¡Vamos por más!

B829.- Y... vamos a tirar a José C. Paz por la ventana...

Pinamar.- Algo así... pero traje una divina canción para esto...

Cabeza de caballo.- Vamos... yo no puedo esperar más...

Todas se acomodan, excepto 1418 que se queda de espectadora. Empieza a sonar la música.


Pinamar.- San Martín y la UGOFESA, 20 meses de operación...

Fati.- 20 meses apagando el incendio...

Cabeza de Caballo.- Incendio que se resiste a dirse...

Odiseo.- Porque culpables hay uno solo...

Pinamar.- Y el verde esperanza, todo chamuscado...


B829.- La UGOFESA se cree Jesucristo...

Fati.- Haciendo milagros en medio de las llamas...

Pinamar.- A San Martín quemado dejaron...

Cabeza de Caballo.- El garcha de Metropolibosta....

Odiseo.- Cuyos fantasmas siguen yirando...

Pinamar.- Y a la vista de todos...


Odiseo.- La emergencia lo copó todito...

Fati.- Y estos muy poco se inmutaban...

Pinamar.- La UGOFESA vino con los tapones de punta...

Cabeza de Caballo.- Que ninguno se escape sin boleto...

Fati.- La jodita se acabó hace tiempo...

Odiseo.- Marchen cinco sopes en multas...


Pinamar (la música sigue sonando).- Hay que dejar el sello patente y borrar viejos recuerdos... los fantasmas se resisten a dirse pero cabe tener en claro una cosa: Metropolitano, ya es un recuerdo del pasado y el pasado, pisado está.


Odiseo (La música sigue sonando).- Menos mal que Metropolitano es un recuerdo del pasado... como otro recuerdo del pasado pisado es el enjaulamiento judicial de nuestras canadienses... ¡Chau encierro! ¡Nunca más!


Fati (La música sigue sonando).- Metropolitano desató el incendio, nosotras reventábamos en el medio de la vía, nos levantaban de la cola y otra vez a correr... ¡Chau Verde! ¡Y no vuelvas más!


B602 (La música continua sonando).- Porque entre los míos contamos los lamentos, yo me convertí en la Cabeza de un Caballo porque ni siquiera taparon los agujeros...


B829 (La música va terminándose).- ¡Qué vivan los paros y los diagramas de emergencia!


La música termina de sonar. 1418 aplaude sin entender lo que cantaron.

Pinamar.- ¿Y? ¿Qué te pareció?

1418.- ¡Lindo! ¡Hurra! (Festeja sin entender).

Odiseo.- La portuguesa 8... ¿Habrá entendido esto de Pinamar?

Fati.- Sabés que tengo la impresión de que no. No creo.

Pinamar (vaso en mano).- Ahora brindemos ¡salud!

Las demás.- ¡Salud!

1418.- Oigan... a la visitante...

Pinamar.- ¿Sí?

1418.- ¿De qué se trataba lo que cantaban?

Odiseo se refriega las luces. Fati se rasca el techo delantero. Cabeza de Caballo maldecía.

Pinamar.- Pregunto ¿no? ¿En qué lenguaje estamos hablando? ¿Chino mandarín, árabe, griego, turco...?

1418.- No sé en qué lengua hablan...

B829 (con la paciencia en los talones, le grita).- ¿¡En qué lengua estás hablando pedazo de bestia bruta!? Sí, te la digo ya: Cagastellano.

1418.- Yo no la conozco... ni la entiendo... ¿otra lengua que hablen?

Odiseo.- ¿Cómo cuál?

1418.- La mía.

Pinamar.- Ah sí... no te preocupes pichona, nosotras hablamos todas las lenguas existentes...

1418.- ¡Qué bien!

Pinamar.- Las lenguas relacionadas al español.

1418.- ¿Español? ¿Y el portugués?

Fati.- Aprendé español porque a vos te van a llevar como toro de la nariz...

Pinamar.- Y después embromá a todos.