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viernes, 29 de febrero de 2008

Los cuentos de Bolívar y María Eugenia XXXVIII: Crónica de un día de furia

Advertencia: Las personas existen en la realidad, el hecho fue extraído de la realidad. Lo que le haya sucedido a cada persona en particular es toda coincidencia es pura casualidad.

Manuel salió de su casa en Devoto rumbo a Retiro. La tenía fríamente calculada: salir bien temprano, tomar el tren en estación Antonio Devoto, llegar a Lacroze y allí abordar el subte para llegar más pronto a Retiro y allí tomar un tren a Villa Rosa. La primera parte del viaje fue normal y cuando el reloj marcó 7.26 de la mañana fue lo que decía el boleto del subte. Abordó el subte rumbo a estación Pellegrini. Para cuando el subte llegó a Uruguay sus cálculos hicieron agua: el subte se paró sorpresivamente en dicha estación y por el altoparlante salía una voz que decía “Se ruega a los señores pasajeros que desciendan del tren porque en este momento el servicio será interrumpido”. Cuando Manuel escuchó la frase del altoparlante pensó que había desperfectos técnicos pero al rato supo que se trataba de una medida de fuerza. Y su paciencia se fue a los límites para por luego injuriar al personal de Metrovías. Es que su bronca se había elevado lo suficiente para descargar su ira al boletero de estación Uruguay, masticarse la bronca y salió caminando a todo paso a tomar un colectivo que lo llevara a Retiro.

Pero Enrique tuvo la mala idea de elegir el subte para llegar a Correo Central: en Constitución adquirió su boleto correspondiente y cuando llegó al molinete se encontró con el servicio interrumpido y le ofrecieron un boleto para viajar otro día. La bronca que poco pudo contener la descargó en agresiones verbales al boletero para por último terminar agarrándolo de la corbata con la frase “¡Devuélveme el dinero ladrón de m...!”. Por supuesto que si a esa bronca de no poder viajar le tuvo que adosar la otra bronca de tener que ir a la comisaría porque ellos adujeron que eso era agresión a la persona, la pregunta que Enrique le hizo al comisario cuando llegó a la comisaría fue “¿Cómo se llama lo que estos señores hacen?” y no hubo respuesta alguna para esa pregunta. Al rato salió caminando y se tomó un taxi rumbo a Correo Central para seguir soportando a sus compañeros de trabajo.

Y a Tulio que por acortar los tiempos de viaje para llegar a tiempo a Primera Junta, pensó en abordar el subte en Retiro y hacer la combinación. Pero su viaje se acabó en Plaza Miserere: es que allí lo sorprendió el paro y ante todo el gentío, prefirió ir al sector de TBA y tomarse el tren a Caballito, mal le salió en el momento de salir en Caballito porque su boleto no combinaba en nada pero tuvo la excusa en la punta de la lengua “¿Qué quiere que haga si me agarró el paro de subtes?” pero su bronca terminó en una multa de TBA a pagar, la cual todavía deben estar tratando de cobrar todavía, si les es posible.

No a Gabriel que le fue peor todavía: en su ida a Catedral, el paro lo sorprendió en estación 9 de Julio pero como no tenía apuro, se sentó en un banco a leer sus apuntes de historia de la Edad Media, ya que ese fue el pasatiempos perfecto para paliar la bronca de un paro largo. Para cuando pasó el paro y llegó a Catedral tuvo que lidiar con la bronca de la otra persona que lo increpó por llegar tarde. Cuando regresó a su casa pensó “Listo, ahora estoy en mi casa y espero que a la tarde me vaya mejor”. A la ida, la cosa iba pesada rumbo a Primera Junta pero justo se retiró un poco más temprano que lo acostumbrado de la sede social y al llegar a Primera Junta, el boletero le expendió el boleto pero no había ningún cartel de que había paro. Cuando llegó al andén se encontró con la medida de fuerza y entonces le ofrecieron del personal de boletería un boleto alternativo pero ya su bronca estaba ida por las nubes que no pudo contener su bronca de injuriar al boletero y agredir a trompadas a un conductor y escupir a un dirigente gremial, para también soltarle la frase “¡Déjense de romper las pelotas!”. Pero no fue su única frase, las restantes son imposibles de reproducir. Y entonces regresó a la sede social con la bronca encima que Juan trataba de contener. Pasadas las 21 horas regresó a Primera Junta pero mala fue la elección que hizo: es que allí lo estaban esperando para darle su salsa pero al llegar al andén le fue mal: una patotita de 3 tipos le dieron para tener, guardar y archivar así que su día de perros lo terminó en el hospital Durand pero la patotita tuvo lo suyo porque a los tres días los cuatro terminaron en la comisaría, por violencia física y agresiones verbales que bien rápido tuvieron que buscar las soluciones porque ninguno de ellos iba a terminar bien. Pero Gabriel todavía sentía en carne propia la paliza que había recibido en Primera Junta.

Aldo y Mariano se juntaron para ir a hacer vía. El lugar que habían elegido era Retiro Belgrano pero su viaje fue una tormenta: luego de encontrarse los dos en Caballito, fueron hasta Miserere donde allí sacaron sus respectivos boletos para viajar en subte y allí se toparon con la medida. Entonces Mariano descargó tan pronto como pudo su bronca y entonces emprendió a las patadas los vidrios de las boleterías porque el boletero se negaba a devolverle el peso para viajar en colectivo. Ante la negativa del boletero, continuó por agarrar un tacho de residuos y terminar de romper los vidrios mientras Aldo intentaba en vano contener la bronca. La ira se terminó de esfumar cuando apareció la policía y lo llevó sin mediar palabra. Aldo entonces salió tras él para terminar en una comisaría ubicada en el andén 10 de estación Once. ¿Trato? “Mejor, cambiemos de tema” fue la sugerencia de Aldo. ¿Final? Uno terminó en su casa y el otro un día entero en una celda de presos.

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