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viernes, 29 de febrero de 2008

Los cuentos de Bolívar y María Eugenia XXXV: La esencia de ser de 9059 II

Nota: Es una fantasía. Toda coincidencia con la realidad es pura casualidad

Un domingo cualquiera apareció Vale Vilcanota en el tranvía. Es que a la parada de Emilio Mitre la pasó a buscar Truman Capote para llevarla una vez más a dar vueltas, un signo de querer conjugar tiempo y espacio, pasado y presente.

Entre vueltas se pasó la tarde. Aquella noche, Truman Capote tenía una sorpresita para Vale Vilcanota. Claro estaba que Mecánico Karpik le había enviado una carta dónde le pedía a él que la llevara por Polvorín más allá de la guardia.

Vale Vilcanota se extrañó de ver que avanzaba más allá del portón y la guardia, para soltar la frase “Nunca había llegado tan lejos...”. Para quienes estaban en su momento, no lo percibieron porque bien hay que decir que estuvo la complicidad del motorman de por medio.

El guardia de seguridad no puso obstáculos y ese fue el inicio de la sorpresita que Truman Capote tenía guardada para Vale Vilcanota. Al bajar todos del tranvía, Truman Capote se tomó un tiempito para decirle “Vale, Mecánico Karpik me envió una cartita y en ella me pidió expresamente que te abriera las puertas de Polvorín” y le mostró la carta. Y le dijo “Vé con los muchachos, tienen algo para que veas”. Vale Vilcanota continuaba asombrada, se sentía un poco extrañada de estar adentro de un taller.

Avanzó por un pasillito estrecho y allí encontró a los demás: a Pepito, con quien compartiera tertulias, a 22 quien la llevara a dar vueltas en el asiento del guarda y a Cibriano que solo se vieron un par de veces.

Es que Vale Vilcanota no era la única a quien le iba dirigida la sorpresita, había otra muchacha más, La pero cuando Vale Vilcanota se lo contó a Mecánico que la visita era por dos, Mecánico le dijo “Me importa que te hubiera llevado a vos, La que vaiga con el motorman”.

Mientras ellos andaban en el medio de la oscuridad, La y Vale Vilcanota ascendieron a bordo de Lopa en el medio de la oscuridad. Sorprendente, le resultaba increíble que hubiera llegado tan lejos. “Cuán lejos llegaste Vale, bienvenida” le dijo Lopa. Es que a Vale Vilcanota se le vino el recuerdo patente de la oscuridad de los TER en una madrugada de verano de marzo del 2004 en plena iluminación de luna... pero se hizo la luz. Lopa desenfundó todo lo que tiene adentro suyo para también mostrar una cosita “Ops Vale, algún maldito me lo hizo” para luego aparecer esa manijita colgada en un rincón no imaginado.

Luego de haberse desenfundado, Lopa las invitó que fueran a ver a su hermano Lupe. Para eso, Lupe se había preparado para recibirlas. La bajada fue complicada pero en fin... otra vez por ese estrechito pasillito para llegar a Lupe, al fondo de todo. Pues, Lupe le tenía una sorpresita a la subida: un maderazo en la cabeza. Menos mal que Vale Vilcanota tiene la cabeza bastante dura, estaba todo bien. Lupe tenía tanto y bastante para mostrar: fotos, mapas, revisiones técnicas... pues La vió la verificación técnica, la última, en 1997 y a Vale vaya uno a saber, pero pensó en el arcaísmo puro de la línea A. Fotos y más fotos de varios de sus amigos, Lupe le dice “No la llevamos de arriba: que drogados salieron los chicos después de pasarme por agua ras”. También tuvo tiempo para desenfundar su tapa y mostrar sus chiches eléctricos... Increíble, pero cierto. Para quien lo quiera creer, madera pura ahora museo rodante. Sus controles se esconden y su cabina se hace a un costado para dejar más espacio al pasajero, o en este caso, los visitantes. Solo que no sale porque saben bien que son para ocasiones y que llenarlos no es chiste “No es chiste juntar 250 personas” le dijo Lupe a Vale Vilcanota.

En el medio de una noche primaveral, terminó la visita. Vale Vilcanota se acercó a 22 para revivir aquel viaje de domingo frío y otras yerbas...

Y que se despidió hasta una próxima vuelta de ellos, pues seguramente Truman Capote algo le guardará para la próxima.

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