Nota: es una fantasía. Toda coincidencia con la realidad es pura casualidad
Romina no para de andar. Pero un día que paró en Spurr, una noche, decidió escribir una carta a una persona que había conocido en uno de sus tantos viajes. Así dice la carta:
“Querido Manuel:
¿Dónde estás en estos momentos? ¿Perdido en la selva de Buenos Aires City?
Aquí estoy, en Spurr, donde los grillos cantan sin cesar...
Bajo esta tenue luz te escribo estas líneas, aunque el papel es demasiado berreta.
Manu, desde aquella primera vez que estuvimos en Arturo Vatteone, me dí cuenta que no eres un personaje cualquiera.
Tenías ganas de seguir allí, yo también.
Cuando me alejaba tuve la sensación de que hubieras querido darme una ligera caricia, un tierno beso... allí.
Pasé la noche en Darregueyra y no pude despegarme de tu recuerdo.
Al día siguiente pegué media vuelta con un carguero. Y pasé por el mismo sitio y no estabas. Karpik me dijo que habías partido a Buenos Aires.
Todas me preguntan qué tengo contigo. Yo les digo que nada, pero en el fondo, es algo especial, que no es fácil de explicar.
Manu, me arrepiento de estar tan lejos. Pero creo que ahora podré estar tan cerca tuyo.
Quiero verte. Allá, en esa verde llanura. En algún desvío abandonado. Quiero verte. Quiero acariciarte de verdad, saber que eres una tierna personita que puede demostrarme el mejor de los tratos, de lo que recibo de otras personas.
Yo sé lo que pasa. Y demasiado rápido lo descubrió Karpik y le costó mucho guardar el secreto.
Manu, estas líneas son solo para tí.
En ellas te mando mi sello, como lo es mi nombre.
Te quiero
Romina”
Al día siguiente Romina salió de Spurr con la idea de enviar la carta pero la olvidó allí. Y quien la encontró fue Pico. La leyó y pensó “Mmm, esto es una carta de amor a una persona... que locura. A mí no se me ocurriría llegar al extremo de ella, no sé que pensará Karpik, o las chicas allá en Maldonado”.
De pura casualidad se encontró con Karpik “Che Karpik, mirá lo que encontré” – le dice Pico.
“¿Qué es?” – pregunta Karpik.
“Mira, la leí y es una carta de amor a una persona llamada Manuel” – le responde Pico.
“Ah, sí, mirá vos” – dice Karpik haciéndose la que recién me entero.
“Sabes, me sorprende la capacidad fina con la cual la escribió y se las ingenió para decirle cuanto lo quiere” – comenta Pico.
“Mira, esto es charla de cocina entre nosotras, pero ojito con abrir la bocota” . le advierte Karpik.
“Lo juro” – dice Pico.
“Lo de Manuel, mira, hace rato lo sé, yo la ví y preferí hacer la vista gorda, ella me vió porque justo pasé por el lugar y bueno... ya sabes como son las cosas. Lo que sí me pidió era que no dijera nada, ni menos a las chicas de Maldonado” – cuenta Karpik.
“¿Y ahora qué hacemos? Esto de Romina es una locura” – dice Pico.
“Mira, Romina sabe bien que hace, el asunto es que estos comentarios no salgan de entre cuatro paredes” – advierte Karpik.
“Pero ni a Maldonado nos podemos escapar” – dice Pico.
“Acá nadie dijo que está prohibido enviar señales de humo” – dice una ironía Karpik.
Ambas dejaron la carta tal cual la habían encontrado. Y se fueron.
Romina estaba bastante lejos. “Me olvidé de las líneas para Manu...” se lamenta. Por esas casualidades hubo de regresar a Spurr. Y allí encontró la carta. Para todo esto, Pico y Karpik espiaban desde otro sitio no muy lejano. Por su lado pasó Ayelén “¿Estará bien Romina?” – le dijo a Pico.
“Creo que tiene un poco de fiebre” – le responde irónicamente Carolina.
“¿Fiebre? Ja! Fiebre de una historia de amor y locura” – la remata Karpik.
Todas se miran.
“Una locomotora y una persona... lo más extraño que puede pasar aquí” – dice Liliana.
“Pero si supieran esas palabras de amor que escribió... Lo que se perdieron” – comenta Pico.
Romina finalmente se perdió entre las sierras para encontrarse con Manuel, en un desvío abandonado. Manuel subió abordo y Romina lo llevó a pasear por vías abandonadas, hasta perderse en el medio del desierto en plena provincia de La Pampa. Se fueron, para nunca más volver.
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