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domingo, 30 de diciembre de 2007

Café Ferroviario XIX: Regalos de la zona roja

“Estoy aburrida hoy” – dice Menéndez mientras tira tizas a un cuadro de Roca.

“¿Por?” – pregunta Sevigné.

“¿Cómo por? Porque no puedo salir más allá de acá” – le responde Menéndez.

“¿Aburrirse? Yo desde que caí acá tuve más tiempo que nunca para el ocio intelectual” – dice Quequén.

“Claro, astronomía ferroviaria” – la remata Dolores.

“¿Y quién dijo que solo hago astronomía ferroviaria?” – le pregunta Quequén.

“No sé porque pero lo único que sé es que estamos recibiendo regalitos que provienen de la zona roja de Oro y Godoy Cruz” – comenta Pinamar.

“¿?” – hace Bolívar y voléa los ojos de un lado a otro.

“Tranqui Sierra, Pinamar está en el síndrome de las idioteces” – le dice Miramar a Sierra.

“Lo que digo no es idiotez, es en serio” – dice Pinamar.

“Que por una vez tengas algo por decir...” – le dice Dolores.

“Ah no me creen. Pregunten entonces a Pico o a Dalceggio, o llamen a Madariaga, ellas saben demasiado bien que pasó” – dice Pinamar.

“Está bien Pinamar. ¿Se puede saber que es eso de los regalitos de la zona roja?” – quiere saber Menéndez.

“¿Qué creen ustedes que se hace en la zona roja?” – les pregunta Pinamar.

“Meh, un deporte que mejor dejarlo entre cuatro paredes en el privado” – empieza Bolívar.

“Todo bien Bolívar pero... ¿los regalitos?” – pregunta Miramar.

“Los regalitos – se apura a contestar Sevigné- eso llamado preservativo”.

“En los baños de Plaza Constitución se usa mucho hacer ese deporte, aunque luego las pestes vienen gratarola” – la remata Mardel.

Se ríen todas.

“Salud por eso” – dice Cañuelas y se toma un trago de licor.

“¿No les parece un poco chancho el tema de charla?” – pregunta Anastasia.

“Puede ser, tal vez, pero espera a ver como sigue la historieta” – le dice Quequén.

“La historieta es que con esa herramienta de la zona roja se recalentaron los comandos electrónicos en Plaza” – continua contando Pinamar.

“A ver si entiendo: profilácticos” – empieza Dolores.

“Si” – le responde Sevigné.

“¿Pero qué tienen que ver los profilácticos con los comandos electrónicos?” – pregunta Dolores.

“Muy simple: por detrás alguno metió los ganchos donde no debía, colocó ese elemento de forma tal que bueno, hicieron fuego” – responde Pinamar.

“Electricidad y plásticos, buena combinación” – dice Sierra.

“Y por si no vieron la tele, fijense que el humo que salía de las ventanas era un negro más espeso, no el típico humo que despidió Lomas en su incendio” – dice Pinamar.

“Y... alguno por hacer una jodita, la jodita salió demasiado pesada” – dice Miramar.

“¿Pesadita?” – pregunta Sierra.

“Muy ploma” – le responde Sevigné a Sierra.

“Y el desenlace fue tétrico: los trenes con diagrama de emergencia, la gente como sardinas enlatadas y los colectivos hasta la pera” – comenta Pinamar.

“Justo: me supongo que apareció Fernandito explicando lo imposible de explicar” – dice Menéndez.

“¿A que no saben que le pasó?” – les pregunta Pinamar.

“Lo reventaron a piñas” – responde rápidamente Dolores.

“Si solo fuese por eso” – dice Pinamar.

“Le cayó una lluvia de insultos” – dice Sierra.

“Exacto” – le dice Pinamar.

“Pero chicas, no se dan cuenta de que Fernandito es un títere de la empresa, creo que si nos dieran una función con este tipo nos haría reír más que el mismísimo payaso Piñón Fijo porque con las boludeces que tiene por decir podemos reír los 365 días del año” – la remata Mardel.

“Y nosotras nos fuimos...” – dice Bolívar.

“¿Donde?” – pregunta Miramar.

“Derecho... pa’l cara... melo” – dice Bolívar.

“Quédense tranquilas chicas, esta todo bajo control” – dice Menéndez.

“¿En serio? Salud” – dice Cañuelas y se toma otro trago un poco pasada de rosca.

“Yo entendí algo” – dice Sevigné.

“¿Qué entendiste de todo esto Sevigné?” – le pregunta Pinamar.

“Entendí que con este temazo estamos en la era de los Azules y Colorados y nosotros somos los indios, pagamos por todas las macanas de ellos” – dice Sevigné.

“¿Cómo cual?” – pregunta Miramar.

“Como viajar como el reverendísimo tuje en el Saint Martín” – responde Sevigné.

“¿Y qué quieren? Metropolitano por algo es Metropoligarcha” – dice Bolívar.

“Bien merecido es su apodo: con esta tenemos que darnos cuenta de que nos garcha a los cuatro vientos” – la remata Mardel.

“Solo que ellos afean todo” – dice Cañuelas ya pasada de revoluciones.

“¿El alcohol nos los embellecerá?” – pregunta Pinamar.

“No creo, los atarada el cuádruple” – dice Menéndez.

“Y bueno, Patricia me enseñó que los argentinos somos como somos porque por desgracia, por la boca siempre morimos” – resume Dolores.

“Salud” – dice Cañuelas.

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