Anastasia porta el número 9046 y un buen día salió a pasear, eso que Elisabetta le dijo que se llevara un mapa del lugar, pero hizo caso omiso.
Una noche oscura, de lluvia y viento, paró en un desvío un tanto “fantasma”. Estaba sola en el medio de la vía y en este caso, nadie la podía sacar de apuros. Una puerta le impedía llamar.
Amaneció. Seguía la lluvia. Ella parecía haberse apostado a esperar que abrieran ese portón, era demasiado temprano. Entonces se acordó de los cuentos que todas las noches le hace Elisabetta antes de dormir.
Finalmente el portón fue abierto. Un empleado de poquísimas pulgas la miró y le pasó indiferente. Luego pasaron tres más con las mismas caras que el empleado anterior. “¿Habrá alguno como la gente?” –fue la pregunta que se hizo a ella misma.
Pasaban los empleados y uno le preguntó al encargado sobre aquella forastera. Una levísima distracción del encargado de la puerta le permitió a Anastasia ingresar a ese sitio.
Anastasia avanzaba sigilosamente y se topó sin querer con colegas suyas. “Bienvenida Anastasia” –le dijo Lanús.
“¿Dónde estoy Lanús?” –le preguntó a modo de súplica Anastasia.
“Maldonado” –le respondió por lo bajito Quequén.
“¿Qué hacen por aquí?” –preguntó Anastasia.
“En reparación” –contestó Lanús.
“¿Y vos Quequén?” –pregunta Anastasia.
“En una reparación astronómica ¿viste? Porque viste como es...” –dice Quequén.
“Esta con la astronomía ferroviaria no entiendo un pomo...” -dice Lanús.
“Es simple Lanús. En el cielo las estrellas, en el campo las espinas, en los talleres te lo explico: las estrellas son los tornillos, los agujeros negros los carburadores, el sol las luces y faros y los planetas la cabina. ¿va la cosa?” – responde primero Anastasia.
“Mmmmm... Algo de eso o que se yo... Soy tan burra que hasta ignoro la causa de porqué estoy rotada” –dice Lanús.
“Vos de burra, porque Mardel las tiene a todas claritas” –le dice Quequén a Lanús.
“¿Quieren que le diga a Elisabetta que haga un cuento de esto?” –señala Anastasia.
“Mira Anastasia, con Mardel aquí hace de cuenta que es Pergolini, Gianola y Morgado” –le contesta Quequén.
“Justo, mirá: Lomas” –dice Lanús.
“¿Quieres un baño allá ajuera?” –le pregunta Anastasia a Lomas.
Lomas se quedó boquiabierta. “¿Salistes del chatarrero 4?” –pregunta Lomas.
“No. Tan luego soy un abejorro. ¡Te hubieras quemado hasta...!” –se exalta Anastasia.
“Shhhhhhhhhhh... Lomas es así, siempre hace cargadas estúpidas” –le dice 9056- A mí por suerte dentro de poco me van a mandar al quirófano”.
“¿Por allá?” –pregunta Anastasia.
“Hola Anastasia. ¿Qué haces tanto tiempo?” –saluda Sierra.
“Bien gracias. ¿Por qué duermes aquí?” –pregunta Anastasia.
“Anastasia... La naturaleza me repudia: me cayó una rayo encima –dice Sierra - ¿Dalceggio?”
“A ella no la veo nunca. Envíale cartitas a Elisabetta” – le responde Anastasia.
“Cobo recibió una carta de Bahía dando cuenta de que Karpik y Pico se iban por otras pampas” –le dice Sierra.
“Y Bahía hizo realidad su sueño de conocer las ciudades de Bolívar y Daireaux” –cuenta Anastasia.
“Che... Oye Anastasia ¿Todavía hay agallas para aguantar tanto tonelaje encima?” – pregunta Lanús.
“Y... como dijo Eli: “Todo es posible”” –acota Anastasia.
“A Ringuelet y a Banfield no se les conoce que es que digan algo” – dice Lomas.
“Te ven a vos y huyen” –la carga Anastasia.
“Matecito...” –dice Sevigné.
“¡Que cara vieja!” –le dice Anastasia.
“Vienes acá para agusanarte, no sé cómo seguirá el asuntito de Metropolitano y la incautación” –dice Sevigné.
“Igual que cuando se vino de Puerto Palos” –empieza Mardel.
“¡Llegó la alegría del hogar!” –dicen Cobo, Quequén y Lanús.
“Evidentemente sos la jodona del lugar” –le dice Anastasia.
“Yo me encargo de las joditas... Por ejemplo, la grandiosa amiga de Quequén, Elisabetta, se prendió fuego con el “Culturral”” –dice Mardel.
“¿Coooooooommmmoooo?” – pregunta sorprendida Anastasia.
“Sé... Pero su otra colega no está muy bien que digamos” – sigue las ironías Mardel.
“A mi no me miren...” – dice Sierra atajándose.
“Pregúntale ese cuento a Bahía” – le dice Lomas.
“¿Qué joroban muchachas?” - pregunta dormida Bolívar.
“¡Llegó el perro trompudo!” – hace una cargada Lomas.
“Anastasia, como Lomas no tiene otro trabajito, se dedica a eso” – le dice Bolívar a Anastasia.
“Ya lo creo, mis orejas están coloradas. Me han contado de todo, de sus peripecias y lo que es dormir acá” – dice Anastasia.
“Eh Guacho!” – jode Mardel al encargado.
“¡Sos loca! ¿Quieres pasar por el quirófano?” – la reta Quequén.
“Pero chicas, jodamos ahora que el destino está sellado, porque dentro de un tiempito más estaremos como los indios, a los gritos, a los codazos y en bolas” – la remata Mardel.
Lanús la mira a Bolívar y ésta le dice “Y si lo dice ella...”.
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