Observación: Toda coincidencia con la realidad es pura casualidad
Desde la década de los
De lo que bien poco y nada se dijo fue de quienes acabaron su destino en un loquero. Un número considerable de ferroviarios fueron a parar a ese sector ubicado en… en el sitio menos pensado: el loquero.
Durante largos años este loquero nunca se supo de su ubicación. Como para todo existe un pero, todo tiene un inicio, alguien decidió hablar. Así fue como Micaela Puelas, después de desandar durante tantos años el mismo camino, decidió poner fin a este secreto guardado bajo siete llaves. Porque se hartó de las promesas inconclusas y las mentiras en que los tienen inmersos. Porque tiene los pies en un país llamado Argentina y no se vive en una fantasía. La realidad que viene viendo es la desidia generalizada de gobernantes y hasta de los mismos ferroviarios – no todos -, pero una buena parte en sí.
Cuenta ella, que día tras día, los trenes se cobran nuevos locos. ¿Cómo es posible que un medio de transporte, como los trenes, se cobren locos? Muy simple: la mentira, el engaño y la obsecuencia se conjugan como para acabar sumido en una locura generalizada.
Partiendo del inicio, ¿dónde está el loquero? En el sitio menos imaginado. Muchos transitan delante de sus puertas, pero externamente parece una confortable casa de refugio. Las apariencias engañan siempre. Lo de las comodidades es cierto, pero está en……………… Bahía Blanca al 462 de Ingeniero White. En el sitio menos pensado ¿verdad? Y creer que quienes pasan camino al Taller Spurr pasan delante del loquero y nadie sospecha que adentro acaban todos los ferroviarios locos.
Se dice que una vez un empleado de FEPSA se planteó cómo en todo el barrio que circunda al Taller Spurr puede existir una casa tan bonita como esa. El problema es que ignora lo que existe.
Al inicio, todas las semanas, Micaela Puelas tomaba el tren desde Plaza hasta Bahía Blanca para visitar durante el fin de semana a su marido, Manuel Martínez Álvarez. Martínez Álvarez acabó en el loquero en julio de 1993 después que fuera despedido de la firma Ferrosur Roca. Hasta ese entonces, residían juntos en Ezeiza. Después de eso, Micaela se mudó desde Ezeiza a Bahía Blanca para estar más cerca de su marido.
A todo esto, lo que sucedía en el loquero era otro mundo. El de los internados. Para los familiares de los internados, un drama sin fin. Porque ni las obras sociales ferroviarias se hacían cargo de la atención de los internados.
El listado de internados es interminable……………. Un ejército de médicos y enfermeros al servicio de ellos para atenderlos. Y otro tanto más de empleados para limpieza, cocina y otras yerbas. El panorama es el siguiente: ellos viven inmersos en sus épocas de ferroviarios. Sus locuras y delirios les impiden ver la realidad circundante. Nunca se supo de ningún político ni sindicalista que fuera a dar una vuelta ahí.
De aspecto físico parecen normales, pero su parte psicológica es la alterada. Los vende solamente los ojos, un tanto saltones y esa mirada dispersa en el más allá. Así son todos. Pero ninguno guarda maldad con nadie.
Locuras y delirios hay a miles, estas son las más sobresalientes:
“De cuando fui a Mendoza, fue un gran sueño………… una realidad para cuando llegamos a Justo Daract el delegado nos pasó la factura de que habíamos robado dinero de la caja en estación General Levalle”
“Hace demasiado tiempo, en Palmira, ví como un tipo se subió a la máquina, la puso en marcha, y antes de que esta empezara a correr, se largó como un rayo”
“En mis viajes a las montañas, bien recuerdo el día de la nevada cuando nos tapó hasta la cabeza………. Puf, que frío madre mía pero nadie creía que estábamos tapados por la nieve”
“En Caseros se rompió la vieja máquina y se hizo pelota una rueda de un vagón… el pasaje se largó despavorido y salió caminando por la vía sin rumbo a ninguna parte”
“La invasión en Bahía Blanca fue de tal suerte que los telegramas no cabían en ningún rincón de la estación. Entonces, tuve que recurrir a limpiar puntillosamente el baño y, en cartones metí los telegramas… casi me muero cuando dos días después me los pidieron de vuelta: como un tonto no los había leído, los firmé como un tarado sin saber que ellos contenían mi legajo, adulterado, y la última hoja de todas, la 152, estaba mi echada fatal”
“Los cambios en Córdoba se reventaron el día que llegaron los cargueros con la carga hasta el tope y esa noche, bien recuerdo cuando bajé y el tren pasaba, la vía se hundió como cuando uno hunde el pie en un charco de barro. Medio convoy quedó enterrado hasta el cogote”
“El día que la máquina sin frenos se mandó en pleno hall central en Retiro con pasajeros y todo………………… sacado de otro mundo, el público caminaba como que si nada pasara”
“Allá en San Isidro una vez nos apostamos delante de un eléctrico para protestar contra el despido del ejército de sombreros… los guardas. Nos llevaron a la comisaría y al rato estábamos de vuelta reincorporados, pero todo fue mentira de ya sabemos quien……….”
“Odio a mis compañeros y quisiera que se murieran todos…………… ellos aceleraron mi final y con sus cagadas mucho peores que las mías. Hacen lo que quieren y así hicieron pelota el Belgrano”
“Ví perfectamente como entre ellos se pasaban la cometa bajo la mesa y en un papelito anotaban una lista de los indeseables. Según ellos, los indeseables eran aquellos que no se prestaban al juego de las tranzas… el buchón, como dicen ellos, les hizo un agujero en la justicia y ellos para cobrarse, no lo van a despedir, sino que lo iban a limpiar, cosa que hicieron. Lo desaparecieron. Creo que nunca apareció…”
Ellos no se creían Napoleón Bonaparte ni ningún personaje importante. Simplemente sus delirios y locuras giraban entorno a su pasado, a hechos vividos que revivían y dramatizaban… continuamente estaban medicados pero había como 10 que estaban atados a sus camas directamente.
Micaela Puelas al menos era muy afortunada: visita a su esposo a diario y pasa horas y horas con su esposo, Manuel. A sabiendas que la locura que tiene, es para el resto de sus días. Al igual que la de sus compañeros.
Son inimputables. Porque padecen un delirio mental. No comprenden lo que hacen.
Se cuenta, que desde que esto salió a la luz, una noche dos internados escaparon del loquero. Se fueron a la estación de trenes a vagar… se sentaron en un banco y vieron pasar a un guardatren que iba rumbo a la oficina del jefe. De repente, los cuatro ojos fijaron su mirada en la espalda del guardatren… en ese traje gris, se levantaron y caminando como hipnotizados fueron hasta él. Cuando fue a girar el picaporte de la puerta, sintió como violentamente era tomado por los internados, arrastrado por el suelo. Y entre los dos, con una inusitada fuerza, tomaron el cuello del guardatren… gritó hasta que no pudo hacerlo más. Se dio cuenta que su vida estaba siendo apagada por compañeros suyos a los cuales reconoció. Una vez muerto, dejaron el cadáver sentado en el banco y ellos lo hicieron a ambos costados. Y como no comprendían lo que hacían, los retornaron al loquero.
Eso sí, los ferroviarios de Bahía Blanca tiemblan: cuando se escapan los locos, siempre alguien termina muerto.
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