Te lleva unos segundos firmar este petitorio

lunes, 10 de agosto de 2009

Café Ferroviario II: Revolución de Ferrobaires (No es la de Mayo de 1810)

“Me fumo cuatro puchos” – dijo el señalero a su ayudante. Estaban en el andén intentando partir un durmiente en desuso para calentar.

“Me tenés las bolas por el piso con lo de partir durmientes… déjalo para mañana Marto” – se quejó su aspirante.

“¿Qué?” – dijo Marto, con el pucho en la boca, alzando la cabeza y aparece el administrador. Se le cayó el hacha de las manos.

Algo conversaba con un delegado en pleno andén. No alcanzó a escuchar del todo.

“Juntá la leña boludo que se van a dar cuenta que estamos parando la oreja!”

“Tenés razón y rajemos de acá” – dice Marto y se van los dos a la garita.

En la noche plena, Marto toma el teléfono y llama a Liberali “Che cabeza… tenés que pararte la oreja, algo huele apestoso”.

Del otro lado de la línea… “¿Qué tan apestoso huele para parar la oreja?”

“Estuvo el administrador por acá”

“¿Avogadro? Si ese asqueroso animal está sepultado. ¿O no se comió un par de cápsulas de cianuro?”

“Te olvidaste de uno: Crespín”

“¿¡Crespín!?”

“Sí, ese. Y no quemó la otra vez en la revuelta, huyó a Brasil junto a Pedraza y varios delegados de la gente fratacha”

“Los fratachos me tienen las pelotas infladas… ¿estás en la caseta de los cambios? Dame tiempo a que distraiga a mi Paola y me paso por la caseta”

Cuando Liberali cuelga, Paola interroga “¿Qué estarás por hacer ahorita mi cabeza revoltosa Fer?”

“Nada, tengo que ir a solucionar algunos problemitas, nada más”

“¿Nada más? ¿Qué es eso de la revuelta, el incendio, delegados y fratachos???”

“Mira Paola, yo te quiero un montonazo, vos también, pero esto es difícil de explicar”

“No preciso que me expliques cariño… Vane ya me dijo todo ¿alguna duda Fer?”

Fernando Liberali mira azorado a su mujer “¿Y desde cuándo Vanesa sabe tanto?”

“Desde que la largaron de la cana y se estudió las leyes, creo que en cualquier momentito alguno de estos roñosos los pone de patitas en la gallola”

“La verdad Pao… debo rendirme, debo reconocer que ustedes las chicas, estando tan lejos y tan cerca de los rieles, son capaces de generar una revolución”

“Gracias cariño. Tú nomás debes ponerte en los zapatos de Cornelio Saavedra. Vane y yo somos tus secretarias”

Esa noche, en la garita…

“Muchachos… los he convocado porque acá en la Unidad los Baires no son aires buenos…” – anunció Marto.

“¿Y desde cuándo?” – interrogó Ángel Peluffo.

“Desde que tenemos dando vueltas al cabezotas de Liberali. ¿No se dan cuenta que si pudieran hacer picadillo de sesos con su sabiolín, lo hubieran hecho ya mismo?” – toma la palabra Vanesa.

“Obvio que sí chicos. Además, los delegados que tienen a los cuales les dan su plena confianza para que los saquen de cualquier apuro, los van a mandar a todo el mundo al muere. Y como no son ninguna clase de idiotas, ya veré en cualquier momento venirse la noche de los asfixiados, un desfile masivo de sabiolas pensantes rumbo al caño de escape” – dice Paola.

Ángel Peluffo guiñó los ojos “¿Alguien se sabe el Padre Nuestro?”

“No seas idiota – le dio un codazo Liberali – acá no vamos a rezar al Barbudo. Se trata de terminar de barrer definitivamente a estos hijos de su gran perra. A ver el resto ¿qué parte de esta historieta no se ha entendido?”

Vanesa, bajó la mirada y los miró a todos “Chicos, si ustedes se creen tan cagones para hacer cagar fuego a un sujeto de esa calaña, no se preocupen, aún me queda un cacho más para pasar entre las rejas, eso sí, con el pleno conocimiento que habré depurado la Unidad”.

“No Vane, no es necesario bajarse hasta los calzones. Solo basta con que se coma solito la cápsula de cianuro de soja, está más que suficiente” – dice Liberali.

“¿Si le pegamos al nervio optico?” – pregunta Marto.

“Lo vas a dejar tipo Néstor… cualquier cosa menos hacerlo cagar fuego” – le responde Liberali.

“Voy a hacer una llamada” – dice Peluffo y toma el teléfono. Disca el teléfono de Maldonado.

“¿Alguien tiene idea de dónde está llamando?” – pregunta Marto.

“Algo me hace suponer que a Maldonado cariño” – le contesta Vanesa a Marto.

En Maldonado nadie atiende. Insiste otra vez.

“¿Pasa algo Ángel?” – pregunta Paola.

“Creo que lo cagaron fuego al Tito” – contesta Peluffo y cuelga el teléfono.

“¿Tito? ¿Y no era acaso el que hizo cagar fuego al administrador cuando le pidió que se suicidara asimismo?” – pregunta Liberali.

Se oye un toc toc en la puerta.

“¡Pase!” – grita Marto.

“Permiso, creo que caí en un mal momento” – dice desde la puerta Toucedo.

“Vení y pasá corazón” – le dice Vanesa a Toucedo.

Paola se para y se acerca a Toucedo “Mira querido Horacio. Como las dos elegantes secretarias de todo este sitio, somos las encargadas de sacar humo de los sesos, mira, te las voy a cantar rapidito. El tema es que en la Unidad la cosa está repodrida desde el día en que se declaró la bancarrota y el suicidio de algunos sujetos, en especial, un tal Avogadro ¿entendido mi amor?”.

“Comprendí todito” – contesta Toucedo.

“¿A qué estamos jugando? ¿A la jabonería de Vieytes????” – pregunta Marto.

“¡No seas pelotudo! ¡Acá vamos a derrocar a Crespo!” – exclama Liberali.

Un día, sin buscarlo, Crespo se hace presente en Mar del Plata. Su sitio de interés principal es todo aquello que pueda ser contable. Es decir, la administración.

Crespo mira todos los libros contables y por detrás aparecen Paola y Vanesa. Entre las dos cuchichean “¿Todo listo Vanesa?”

“Listo compañera Paola”

Vanesa haría el sucio trabajo de borrar del mapa a Crespo.

Se asoma elegante, como prostituta profesional. Claro que, afuera, todos seguían todo de cerca.

Crespo gira la cabeza “Hola mi amor” y le acaricia el cuello.

“Que preciosa sos… dale… ven conmigo a la cama”

“Por supuesto que estoy aquí para estar contigo en la cama mi amor” – le dijo Vanesa y sugestivamente, se quitó las ropas.

Crespo, miraba con sus ojos idos a Vanesa desnuda. Y obviamente que siguió por desnudar a Crespo.

Por detrás, Paola veía todo. Afuera, los muchachos seguían todo de cerca.

Obvio que fue todo premeditado.

Crespo y Vanesa se tiraron en la cama. Lo besó como una auténtica prostituta profesional. Lo acarició con mano trémula.

Vanesa continuó haciendo su trabajo como si nada. Hizo de cuenta que estaba a solas.

Desnudos a solas en la cama, cada uno tomó una copa. Brindaron y bebieron el contenido hasta el final.

Lo que siguió después fue… como dicen en su propia jerga revolucionaria “Le mandó los ganchos hasta el final”.

Justo, cuando se venía lo mejor, Crespo quedó duro como una roca. Inmóvil.

Vanesa acercó su rostro para asegurarse que de veras estaba muerto. Se retiró, se vistió y se fue a ver a Paola “Ya está, ya cagó fuego”.

“Excelente trabajo el tuyo, como el de una excelente puta” – le dijo Paola.

Afuera, aguardaban expectantes. Aparecieron por el otro lado.

“¿Y Crespo?” – preguntaron a coro.

“Crespo se tomó unas merecidísimas vacaciones. Para más datos, en Estación Celestial te informarán de todo” – dijo Paola.

“¿Estación Celestial?” – preguntó Marto.

“Al Barbudo amorcito. Ahorita sí todo está en paz” – dijo Vanesa.

No hay comentarios: