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lunes, 10 de agosto de 2009

Café Ferroviario II: Seduciendo al inspector I

Hete aquí que entre los pasajeros del convoy con destino a Córdoba estaba ella: Pamela Nix.

Pamela Nix viste unos ajustados pantalones de jean color verde. En los pies, tiene botas de color negro, sin taco. Arriba, tiene puesto un grueso suéter en rombos, blanco y rojo. Su cabeza está cubierta por un gorrito color negro, pero no oculta el castaño oscuro de sus rizados cabellos. Y es atractiva, por cierto. Más es evidente cuando uno mira su busto y su trasero, bien marcado, como más de uno desearía.

Y sí, siendo sinceros, a más de uno del personal ferroviario, se le van los ojos por ella. Y el inspector no es menos… máxime que es un treintañero.

Hay que reconocer algo: viajar a Córdoba en tren sí, es un viaje largo, es imposible evitar que Pamela no sienta ganas de moverse, estirarse, ir, venir… pues bien, lo hace con total libertad.

En el viaje irá descubriendo que más de uno la mira largamente. Justo, en una ida al baño, Pamela rozó con su busto el brazo del inspector Jaime Nanni y… fue imposible evitar la mirada del inspector mientras ella seguía camino al baño. Tragó saliva pero el bombeo de su corazón, estaba acelerado. Se acomodó la gorra y siguió haciendo su trabajo.

Pasó por delante del pasillo y justo salía del baño Pamela. Nanni se restregó los ojos y ella le clavó su mirada. Y Nanni siguió restregándose los ojos. Hasta que le empezaron a llorar de tanto restregarlos. Como gesto solidario, Pamela le acercó un pañuelo de papel.

- Gracias – le dijo el inspector.

- De nada, usted se lo merece… y mucho más – le contesta Pamela.

El inspector Nanni se limpia las lágrimas. Guarda en el bolsillo el pañuelo.

Pamela observaba con largo detenimiento los movimientos del inspector, así caminara o moviera simplemente las manos.

Cuando Nanni se está por seguir camino, Pamela lo detiene - ¿Sería molestia si me dice si falta mucho para llegar a destino? -.

Nanni se rasca la cabeza y le contesta – Más o menos señorita… -.

- ¿De veras? -.

- ¿Desconfía que pueda llegar a mentirle a un pasajero? -.

Y Pamela hacía movimientos de forma tal que con su mirada conseguía poner incómodo al inspector.

- ¿Por qué le preocupa la distancia que falta? – pregunta Nanni para salir del paso.

- No sé… también podría haberle preguntado la hora… o bien podríamos habernos ido al restaurante a tomar un café -.

- No puedo tomar en horario de trabajo, salvo situaciones… -.

- ¿No puede tomar? -.

- No, eso está prohibido, estoy guardando del cuidado de pasajeros -.

- ¿Y yo también? -.

- Usted también… ¿a qué viene todo esto? Lo único que hace es tenerme aquí con ridículos planteos y, si le ofende, me hace sentir demasiado incómodo con sus gestos -.

- ¿Y por qué yo debería ser la culpable de su incomodidad? Aparte, usted tiene un perfume especial -.

Nanni siente algo en su interior que lo llama a la chica y al mismo tiempo, por fuera pone actitudes al límite de lo infantil.

- Por última vez y no le digo más, deje de lado esas actitudes o yo me veré en la obligación de bajarla de la formación – inquirió Nanni.

- ¿De veras que lo harias?

- Desde luego que sí.

- Yo le aconsejaría que se banque con gallardía este viajecito a Córdoba.

- Claro, sin usted molestando…

- ¿Por qué? ¿solo porque lo incomodo con algo? – le pasa la mano por el brazo a Nanni.

Nanni lo irrita pero trata de contenerla – Mire señorita, a ver, no sé qué parte de esta historia no entiende…

- Entiendo toda la historia, es usted el que se cierra.

- No, no, no y no!

- No lo niegue tácitamente – y con la mano le acaricia la parte delantera.

- Deje de jorobar de una vez por todas que yo estoy laburando y usted… no sé qué busca de mí.

- Solo un alguien de poca inteligencia no caería en cuenta en la situación…

- ¿Me estás tratando de poco inteligente?

- A menos que usted no quiera reconocerlo… cuanto más obstinado se ponga, mira que más lo seguiré.

- Está bien, está bien. ¿Qué debo hacer para poder tener un viaje en paz sin que usted no me perturbe?

Y Pamela no contestó.

- ¿No me diga que le comieron la lengua los ratones?

Y Pamela le acarició suavemente la cara.

- ¿Por qué insiste tanto con caricias…? – pregunta Nanni.

- Usted sabrá porque hube de llegar a este extremo.

Nanni mira a todos lados y luego a Pamela - ¿Quiere que le diga algo? Lo único que sabe hacer es seducir a medio personal con su flor de busto y su trasero marcado ¿se lo digo en otro idioma?

- ¿Qué hay de malo en eso?

- Incomoda.

Cada uno regresa a su lugar: Pamela se sienta y se duerme una larga siesta y el inspector Nanni cuando la ve dormir, piensa que se va a olvidar de perseguirlo. O que tal vez buscará otro para perseguir.

En el restaurante, Nanni se toma un café y se detiene a pensar en esa muchacha. Pero siente la amarga sensación de una seducción en pleno trabajo. Prefiere olvidarlo y se pone a leer un viejo periódico de hace tres días atrás.

Por fin el tren llega a su destino final. Nanni siente una tranquilidad inusitada. Por eso es que prefiere quedarse en el restaurante y esperar que salgan todos. A lo mejor, entre el gentío, se irá Pamela.

Fiel a su costumbre, sale del restaurante a recorrer el tren en búsqueda de algún objeto perdido que le pueda ser útil. Le bastó poner sus pies en el camarote 7 que, para su sorpresa, lo esperaba Pamela.

- ¿¡Tú otra vez!? – exclamó y preguntó al mismo tiempo.

- De mí no te desharías tan fácilmente – le contestó Pamela y comenzó a acariciarlo nuevamente.

Y esta vez sí que Nanni estaba molesto y enojado. Pero al mismo tiempo, no podía resistirse al encanto de Pamela.

- Escúchame una cosa…

- Te escucho – le contestó Pamela mientras seguía acariciando al inspector.

- ¿Qué tengo yo que no tenga otra persona para romperme los cojones?

- El dulce encanto de caer rendido a mis pies inspector, no lo niegue, usted sabe perfectamente que su interior está acelerado…

- Sí, bien acelerado, como mi corazón…

- Y algo más que su corazón – mientras ella tocaba allá abajo – deje de negar su excitación, destápese.

- ¿La olla a presión? ¡Jamás! Jamás me acostaría con un pasajero. Preferiría que me agarrara un síncope en este preciso instante.

- Vamos, no es nada el placer, el encanto… - le dijo Pamela y comenzó a quitarle las ropas a Nanni.

- ¿Qué hace? ¿por qué me quita mis prendas tan sensualmente?

Mientras le quita las ropas a Nanni, Pamela sigue besándolo.

- Y si tú me quitas mis atuendos, me veré en la obligación de quitarte los tuyos también – le dijo Nanni y le fue sacando las prendas a Pamela, con poca suavidad, aunque al mismo tiempo algo le hacía preveer que en cualquier momento caería redondo, su corazón enfermo no aguantaría mucho.

- Podría ser un poquito más caballero.

- ¿Por? Por un alguien que obliga… no me tomo ni la mitad de mi tiempo en eso…

Los dos fueron a la cama. Pamela no paraba de acariciar a Nanni cuando en un momento, su corazón se detuvo de veras.

- Inspector… Inspector… ¿está bien?

Y el inspector Nanni no se despertó. Estaba muerto. Bien muerto.

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