Te lleva unos segundos firmar este petitorio

lunes, 16 de junio de 2008

Cuentos de Alcoba 2007 X: Flechazo de amor

Nota: Se autoriza su difusión por cualquier medio citando el nombre del autor. Este cuento debe ser interpretado como un cuento de amor, que puede semejarse o diferir de la realidad.


2ª parte


A la mañana siguiente, Franco salió de viaje con un micro de la empresa Plusmar rumbo a Bariloche. Melina conocía bien los movimientos y resolvió ir a la estación. Alguien le dijo que la persona a quien buscaba se hallaba en su domicilio. Ni corta ni perezosa, le tocó el timbre en el domicilio.

Allí, un alguien en pijama y chancletas, le abrió la puerta:

  • Hola... ¿Lisandro?

  • Sí. Tú eres Melina...

  • ¿Y cómo sabes?

  • Yo sé bastante de la vida...

  • ¿Tú me escribiste esa carta de amor?

  • Así es. ¿No gustarías pasar?

Melina pensó.

  • Es que tengo que ir a casa a preparar la comida, en cuatro días me viene mi novio...

  • Melina, piensas mucho en él, debieras pensar un poco en ti. Tienes derecho a distenderte, a ser tú misma. Yo sé la clase de novio con la cuál te has metido y mi sano consejo es que lo abandones prontito...

  • Entonces me mentiste en la carta...

  • No mentí, para nada. Preferí llamarlo amigo íntimo y no novio, porque no vale la pena...

  • ¡Pero es mi novio!

  • Creo haberte dicho las cosas, sabrás tú qué hacer. Ya sabes mis intenciones, no quiero abusar, ni pasarme de la raya. Sabe que siempre me harás elevar los niveles de testosterona cada vez que te vea en los andenes... Si deseas, te lo ofrezco nuevamente, pasa.

Al final, Melina aceptó la invitación de Lisandro.

  • Sabrás esperarme a que esté un poco más presentable – le dijo Lisandro y fue a su habitación a vestirse.

Melina, se levantó y fue hasta la habitación. Espió por la endija de la puerta entreabierta a Lisandro como se vestía y el corazón le latió más rápido. Empezó a ponerse algo nerviosa. Pero sus ojos estaban pegadas en el físico de Lisandro.

Minutos después, Lisandro abre la puerta y ve a Melina allí.

  • Melina

  • Discúlpeme Lisandro... no... no puedo, usted me atrae... no sé, no sé cómo fui capaz de hacer eso...

Lisandro le clavó su mirada en la de Melina.

  • Lisandro, creo que voy a tener que marcharme, si permanezco un tiempo más, algo fuera de lugar es factible que suceda...

  • Mira, por empezar, en ninguna casa de vecinos se acostumbra que el visitante espíe al otro, pero dejémoslo de lado, considerando que fueron sus ojos y no los de otra mujer...

Melina se relajó.

  • Tú no te das cuenta lo que sería capaz de hacer por tenerla conmigo. No se da una idea...

  • Pero tengo un compromiso...

  • ¿Usted cree en los compromisos?

  • Mmmmm... juré fidelidad...

  • Y yo haré todo lo posible por romper ese compromiso que tiene para que se venga aquí, conmigo.

  • Tú no lo harás Lisandro, de ninguna forma.

  • ¿Te juego una apuesta Melina?

  • ¡Ninguna apuesta!

  • Entonces deberás resignarte que ya te fiché y que por lograr ese objetivo propuesto moveré cielo, tierra y mar. Pero piénsalo cariño: seremos felices, muy felices.

Lisandro llevó a Melina a la cocina. Él cocinaba. Una hora después sirvió el almuerzo.

  • Te agradezco mucho tu almuerzo, pero no puedo aceptar lo que me propones...

  • Debes aceptarlo, es tu deber, ya estás conmigo...

  • Por favor Lisandro, si me ve Franco, no sé... se podría muy, muy celoso.

  • Yo los celos me los paso por el tujes.

Lisandro le tomó la mano a Melina.

  • Está por llover. ¿Ves por la ventana el cielo tormentoso? No importa que las nubes se vengan abajo, no importa que en este momento caiga un terrible aguacero, disfruta de este hermoso momento que estamos pasando los dos juntos.

Afuera el cielo estaba muy gris. Tronaba. Y se largó a llover con todo.

  • Lisandro, ¿tendrías un traje de lluvia para poder llegar hasta casa?

Lisandro se secó las manos y miró a Melina.

  • ¿Cuál es la preocupación de ir a casa? Mira como llueve Melina. ¿Qué apuro hay? Aparte, ahora nos sentamos un rato largo y nos acurrucamos en la cama. Tu novio no está y está a cientos de kilómetros para ver qué haces acá en Junín.

Se fueron a la habitación.

  • Lisandro, disculpe mi insistencia... ¿no tendría una remera aunque no más sea para estar en la cama?

Lisandro tomó a Melina y la tiró suavemente a la cama.

  • ¿Para qué una remera? ¿Para ocultar la bonita geografía corporal?

  • No puedo darla a conocer ante cualquiera...

Pero Lisandro le desabrochó los botones del pantalón.

  • Lisandro... estás urgando donde no debes...

Luego le desprendió la camisa.

  • Lisandro... por favor, no quiero enojarme contigo, estás haciendo conmigo algo que no me gusta.

  • Yo sé por donde va tu molestia Melina: en tu novio y en el qué dirán. No es que no te guste, es lo que te mencioné...

  • En eso es cierto... sí, es cierto. Disculpa... ¿le sería mucha molestia si le quito su remera?

Y Lisandro se quitó casi todo. Se acostaron en la cama.

  • ¿Vió que tenía razón en lo que le estaba diciendo anteriormente y tú creías que lo hacía porque tenía ganas de molestar? Sabrás que apenas hemos dado los primeros pasos juntos, aunque mucho no lo notes.

Melina prefirió acurrucarse al lado de Lisandro.

  • Después de esto, no me dan ganas de volver a casa ¿te molestaría que me quede consigo?

  • A una niña como tú no puedo negarle un rinconcito de mi cama.

La hora pasaba y la lluvia castigaba con fuerza las chapas de la casa de Lisandro.

Lisandro y Melina estaban acostados, un poco apretujados por el tamaño de la cama. Él le pasaba sus dedos por los cabellos de Melina.

  • ¿A todas sus novias las ha tratado así?

  • Cada una ha tenido un modo diferente de cómo ser tratada.

  • ¿Volvería con alguna de ella?

  • No. Porque es un pasado cumplido. Y ahora quiero hacerla feliz a usted.

  • Lisandro... eso es imposible. Quiero que entienda que tengo un novio por detrás.

  • Vas a seguir pronunciando esa última frase hasta que hagas lo que viene ahora.

No bien Lisandro terminó de decir la frase fue que la acarició con todo y la besó con mucha pasión. Un rato después se miraron.

  • Me... has hecho meter la pata Lisandro.

  • Para nada Melina...

  • ¿Qué hago si ahora estoy entre la espada y la pared?

Y volvieron a besarse.

  • Lisandro, te has besado conmigo. ¿Hasta donde llegarías conmigo?

  • A la intimidad, supongo...

  • ¿Qué?

  • Salvo que desees dormir un poco la siesta, esto es muy estresante...

  • Te estresa lo que haces conmigo...

  • Aaaaaahhhhhh! Melina, no solo me estresas, sino me pones la testoterona al límite...

Lisandro volvió a besar y a acariciar con mucha pasión a Melina.

  • Lisandro...

  • ¿Sí Melina? Vayamos bien lejos...

Melina miró con preocupación a Lisandro.

  • Lisandro... no vayas por carriles incorrectos.

  • Vamos Melina, tu novio está bien lejos para ver el gran gusto que estás dándote en este momento.

  • ¿Lo crees?

  • Obvio... déjate llevar por tus sentimientos, deja que volemos bien alto, yo me ocupo de cuidarte, para eso estoy.

Ambos se acariciaron con más pasión para acabar juntos.

  • Lisandro... estás... estás saliéndote con la tuya...

  • Prontito estaremos juntos... como te lo prometí en la cartita, te lo juro cariño...

  • En este momento, quiero disfrutar esto... por favor, lo deseo...

  • Prontito habrá más noticias de nosotros... algo dará vueltas y llegará a nosotros en el momento indicado para darnos amor, cariño, mutuo cuidado y mucho, mucho más, tanto es lo que nos espera en un largo camino por recorrer, a menos que perdamos alguno de nosotros la vida por algún motivo equis.

No hay comentarios: