Nota: Fantasía. Cualquier coincidencia con la realidad, es pura casualidad
Un día cualquiera, en el Taller Polvorín, apareció una carta de un estudio de abogados donde se ordenaba el desalojo inminente de los tranvías por falta de espacio. Para asegurar un techo a los tranvías, se decidió su traslado a los Talleres Lynch, en la provincia de Buenos Aires.
Desde hacía tiempo, el desalojo estaba en las nucas de los tranvías que se resistían dejar el taller para irse a otra parte. Estaba latente que el servicio tranviario de fin de semana por un largo tiempo estaría interrumpido. Para compensar el recorrido tranviario, se montó una tercera vía paralela a la vía principal del FCGU, con cableado aéreo sin necesidad de estar molestando a los trenes. Ésta vía llegaba hasta estación Rubén Darío, incluyendo varios kilómetros de recorrido. Si bien el nuevo recorrido era mejor que el viejo, más largo y sobre vía calzada en piedra, los tranvías querían quedarse en Caballito.
Y entonces Cibriano encabezó una protesta junto con los demás tranvías contra el desalojo. Con la protesta consiguió extender un tiempo más la estadía en Polvorín.
Pero un buen día se le hizo saber a Cibriano que había perdido la batalla por la estadía en Polvorín. Entonces, en la madrugada del día siguiente, salió con un surmenage, luego de saber que en unos días más serían trasladados rumbo a los Talleres Lynch.
Pero antes de ser trasladados los tranvías, Cibriano tuvo una mejor ocurrencia, intentó una operación “relevo”, es decir, redactó un comunicado de prensa anunciando que la protesta encabezada por los tranvías había sido exitosa. Sin el aval de los altos directivos de Metrovías y eludiendo la guardia de seguridad, Cibriano pidió permiso para ir al baño y transmitió el mensaje a sus colegas dispersas por los rieles en todo el país por la cadena oficial.
Sin embargo, no en todos lugares el mensaje de Cibriano pudo llegar a ser oído, a sabiendas de la situación en Polvorín. En varios lugares, los altos directivos de Metrovías bloquearon las radios y el mensaje nunca pudo ser escuchado. Aunque, en otros lugares, se encargaron de difundir el mensaje de Cibriano y todos supieron de qué se trataba.
Cuando regresó del supuesto baño, es decir, salió de los micrófonos, los altos directivos de Metrovías lo increparon duramente “por desempolvar los peluquines”, pero presto estuvo Cibriano a disponer que los tranvías quedarían presos en Polvorín y dispuso que la protesta tranviaria continuaría. Fue precisamente Truman Capote quien recibió el ultimátum definitivo por parte de Ordóñez.
- Si en 24 horas los tranvías no son trasladados a los Talleres Lynch, arraso con el soplete.
No hizo falta nada para saber que el final estaba hiper cantadito: de a uno los tranvías empezaron a ser trasladados en carretones, trabajo que llevó todo un día entero.
Cuando se apagó la luz, los tranvías se habían perdido en la noche, para dormir en su nuevo lugar: Talleres Lynch.
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