Digno representante de una era pasada, aquel personaje llamado Mario Montoto, máximo dirigente, representante y presidente de la Verde llamada Metropolitano, comenzó a ser muy conocido popularmente por ser el inventor de las máquinas expendedoras de boletitos que adornan nuestros bondis actuales, algo por lo que también empezó a conocérselo fue por fundir el Yacimiento de Río Turbio en Santa Cruz, aunque muy pocos sabían de su existencia dentro de los trenes. Más de una vez, Montoto fue cuestionado por sus trastadas pero gracias a sus artilugios, siempre supo como “zafar” de ellas burlando sin ton ni son a la Justicia Nacional.
En la peor época de la devaluación –o Debacle 02 da lo mismo-, Mario Montoto debió explicar ante medio mundo el pésimo estado de los servicios de su concesionaria, ya que sus trenes hacía rato andaban bajo la lupa de la crítica opinologa del periodismo argento y entonces una vez más para demostrar que cuando quería y se le daba las ganas, cumplía sus promesas e lo hizo ejecutando una idea un tanto “suicida”: decidió salir de gira con los trenes rumbo a Materfer en los peores tiempos, donde era más fácil ligar un piedrazo por un pedazo de aluminio. Pero lo hizo.
En sus declaraciones ante la televisión, donde fuera que lo sorprendiera, Montoto explicaba con lujo de detalles pero para que no quedaran dudas de las cosas, era capaz de re-explicar las cosas tantas veces como fuera necesario y un buen día encontró la ocasión perfecta: se trataba de presentar ante todos el coche antivandálico reciencito reparado en los Talleres Materfer y que buena ocasión para atraer la atención de toda la prensa que estaba apostada en los andenes de Plaza Constitución. Montoto con ésta ocasión, buscó la oportunidad de seguirlos tranquilizándolos sobre las mejoras o supuestos progresos en la calidad de viaje. Pero sus explicaciones hicieron agua en el momento en que arribó el Bicicletero, el tren de las Bicicletas, cuando los pasajeros advirtieron la presencia de la prensa en el lugar, los llamaron para que vieran el tren. Mientras todo eso se sucedía, es decir, la televisión filmaba el pésimo estado de los vagones, Mario Montoto murmuró en el off the récord “¡Tragame tierra!”.
Desde aquella vez, Montoto trató de pasar inadvertido pero no pudo: sus trastadas lo seguían vendiendo. En algún tiempo, gracias al desvío de fondos, una locomotoras adquiridas por leasing fueron encerradas por la justicia.
Entre tanto, mientras se sucedía el encierro, en el San martín no había locomotora que alcanzara, y algo más, que aguantara -“¡Ke a-ghuan-the!” – solía decir Fati en un ridículo esponja después de cada plantón-. Ya para éste entonces, Metropolitano era un incendio cuyo bombero debía hacer frente era Fernandito, un títere digitado por Montoto.
Hasta que un día la cosa estalló y con todo “Falta de presupuesto” – aducía Fernandito ante la televisión cuando le cuestionaban el pésimo servicio de la concesionaria.
“Los aumentos de boletos son la forma clásica de tapar agujeros” – dijo alguna vez Montoto.
Para Montoto, el cuestionamiento acerca del mal manejo de los fondos públicos y las medidas de castigo impuestas por la CNRT y el Gobierno Nacional, solo eran meras cuestiones sin importancia alguna. Solo trataba de explicar la pérdida deficitaria que generaban los trenes y justificar la pronta llegada de un grupo empresario japonés.
Lo único que no pudo justificar Montoto era el mal funcionamiento del San Martín: es que mientras el héroe ferroviario de los mocasines con forma de Pingüino los ponía en el tapete, él se prepara como la gran solución, es decir, el salvavidas para reflotar el sistema ferroviario bonaerense. Por eso, para Montoto, todo es cuestión de equilibrar las cosas:
“Lo que dejamos de hacer en el San Martín, lo haremos en Ferrobaires con la COFEBO. Verá que dentro de muy poco la situación va a estar muy equilibrada con lo que ellos nos han quitado” – dijo hace poco tiempo Montoto.
Estaba hiper clarito: para Mario Montoto, la economía ferroviaria es un arte tan sencillo como para la CNRT controlar los trenes.
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