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miércoles, 5 de marzo de 2008

Los cuentos de Bolívar y Ma. Eugenia LVI: Los amores de Cibriano

Nota: Fantasía.

Hoy por hoy ando por un corto recorrido tranviario haciendo turismo. Sé que tengo grandes amigos que me quieren a mí también pero esto supera algo más que ser amigos. Es que... no existe punto de comparación entre el trato con amigos que poder decirle al otro una frase más intimista.

Ay, tengo muchos recuerdos de amores. Me acuerdo que hace varios años atrás, mi primera novia fue un amor muy especial. Ella hizo que tuviera que abandonar el taller donde estoy para poder estar a su lado. Y yo disfrutaba mucho de sus caricias, ella me quería mucho pero por desgracia, yo fui medio “marica” porque lo llamo de esa forma, ella me apreciaba muchísimo, pero cargo en el consciente que la culpa de este amor terminara lo tuve yo. Y después de haber roto con ella empecé a amarla verdaderamente pero era tarde para decirte que la quería, le había roto el corazón. Me llevó muchísimo tiempo poder decirle todo lo que tenía que decirle, solo lo hice para, por lo menos, preservar su amistad, que al menos ella pudiera saber que cuando tuviera una problema que puede contar conmigo. Y después de todo, ella me perdonó pero sabemos que lo pasado, pasado es porque nunca volverá a ser. Ahora me alegro porque somos amigos y cada tanto hablamos por teléfono para contar peripecias y buenos momentos. Pero ella ríe cuando yo me auto-califico de maricon, me dice que mi timidad me carcome y me impide hacer lo que quiero hacer, cree que algún día sabré actuar con más suavidad y en eso tiene mucha razón: yo soy capaz hasta de romper los cables aéreos por idiota, hasta puedo llegar a incendiar una locomotora porque en ese momento se me dio por hacer un chiste y todos se enfadan conmigo. Bueno, como se llama ella... ella se llama Silvina, está en una carguera pero ahora está en la UGO SM, la última vez que hablé con ella me prometió enseñarme a danzar en medio de un incendio y yo le creo: el SM es un incendio imparable y ser locomotora ahí es ser salvavidas.

El momento en que le demostré a Silvina ser un tremendo marica a ella le partió el corazón, privilegié a mis amigos y no le demostré quien era yo realmente, pero ahora lo sabe. El tiempo que pasó desde que Silvina y yo dejamos de andar juntitos me hizo pensar mucho en mí, cómo debo actuar y proceder, que tengo un largo trecho por recorrer.

Pasaron unos años hasta que volví al estado de los enamorados. Yo quería un alguien conmigo pero a la vez tenía que pensar qué clase de amor quería, si quería que perdurara. Y entonces un día con mis amigos nos fuimos de pachanga a Federico Lacroze. Fue un día inolvidable, allí estábamos y yo conocí a una chica llamada Loretta, con su colorido argentino de TEA, me despertaba mi atención y atractivo hacia ella, lucía pulcra y bella. Cuando le clavé mis ojos en ella, ella se dio cuenta inmediatamente y me evadió mientras pudo.

Yo perseguí a Loretta por cielo, tierra y mar. No la dejaba tranquila. Era tan molesto que cuando Loretta sabía que en el teléfono era yo, ni lo atendía. Pero un día le mandé una tarjetita miserable, pero bonita y ella, me acuerdo patente, me envió una carta y la guardo porque me gusta rememorar este momento en el cual ella se descarga:

“Al Griseado:

Escúchame una cosa: te pido que no me molestes porque no te soporto. Eres tan insoportable que pagaría para que te enviaran al soplete.

No me interesa andar contigo y dejame en paz... No te molestes en llamarme por teléfono porque no te pienso atender.

Tampoco quiero tarjetitas de parte tuya, envíaselas a tus amigos.

No te aguanto, lárgate de acá

Loretta”

Esa carta me dejó un poco helado pero Loretta no me aguantaba no sé porqué. Pero yo la quería. Así que dejé que el tiempo pasara porque seguramente algo podría pasar.

El tiempo pasó y un día intenté llamarla, a riesgo de que me colgara el teléfono. Truman Capote ya quería cortarme el trole y Pepito estaba dispuesto a cortar el teléfono, ninguno de todos me soportaban pero yo a esta altura erraba los pasos en la vía. Pero llamé a Loretta y tuve mucha suerte de que quisiera hablar contigo.

Llegó el día de la cita. No fui a un lugar a oscuras, sino hicimos algo mucho más sano: me invitó a recorrer el Litoral con el Gran Capitán. Yo no quise perderme el convite, a esta altura me importaba muy poco girar y girar en el perímetro tranviario.

Y me fui al Litoral, donde me dijo que íbamos a hacer turismo aventura. Efectivo. El viaje era desgastante, por supuesto, pero conocería la RA. Me encantó poder conocer lugares como Capitán Sarmiento, Zárate, cruzar ese imponente puente Zárate – Brazo Largo sobre el río Paraná. Es una obra majestuosa, maravillosa, parece mentira ir cruzando ese puente y me sentía un poroto entre la formación que era un convoy... seguí mi viaje por suelo entrerriano, hasta empalmar a orillas del río Uruguay: hay muchos pueblitos, muy bonitos, me recordaban a la música chamamecera de Antonio Tarragó Ros, otros que cantan algunos chamamés como la Sole... Teresa Parodi... solo algunos porque son muchos y se me escapan de la cabeza. Pero lo mejor fue llegar a Posadas, la provincia de las tierras coloradas, del trencito de la Selva en el Parque Iguazú, las imponentes Cataratas de Iguazú y la Triple Frontera. Sabía que tenía tan cerca de mí la selva misionera y tan lejos de mí el galpón donde duermo.

En estación Posadas quedamos juntitos. Juntitos para ver cómo se sucedía el tiempo, a orillas del curso medio, unos kilómetros más cuesta arriba el curso superior y rápido del Paraná. Me parecía un sueño poder estar en la tierra colorada de Misiones, parece salido de otro mundo pero es mi país, aunque por desgracia también me llevé la imagen negativa del chantaje y feudalismo político y económico al cual está sometida la población.

Llegó el día de regresar. Había que volver y me resignaba a abandonar Misiones... como vine, volví y por la misma vía. Como era de noche, opté por dormitar, porque no se puede ver nada. Pero por desgracia, mi viaje terminó a 2 kilómetros de cruzar el puente Zárate – Brazo Largo por un carguero descarrilado en la vía. Allí estuve hasta que al día siguiente seguimos viaje.

Nunca me olvidaré de aquel viaje con Loretta, y pensar que me sacaba a las patadas y ahora estábamos juntos... Lo que hace el tiempo.

Y volvimos a vernos unas veces más hasta que ella me manifestó seguir su vía, que el tiempo no la pura y que sabe preservarse. Yo la respeto y la quiero, ella no quería compromisos, prefería llevarme a todas partes pero listo. Y acepté, por lo menos no fue un final traumático, no sufrimos ni el uno al otro. Cada tanto le mando notis de acá porque ella está en los corredores de ALL. Los otros días me mandó una foto del premio que le dieron a ALL con un papel que le escribiera mi opinión. Bueno, la opinión no la voy a decir porque no forma parte de esto, es otro asunto.

En el medio que yo hacía un tiempito que andaba solito, justo Pepito había peleado feo con su novia Flor, por cosas meramente idiotas. Pero Pepito no dijo nada, nunca dice nada. Y como Flor estaba muy enojada con Pepito, me invitó para ir a pasar un día con Lupe a Liniers. Yo quise hablar con ella pero terminé hablando con Bragado y ella me sugirió que me quedara en el molde, me dijo que nos juntáramos a solas y esa fue la solución santa para no generar resentimientos.

Pues fui a Once a esperar a Bragado. Ella llegó un poco atrasada y un poquito sucia. Yo mientras la esperaba más que curiosidad, era el quicki el que me corría por dentro mío si justo la tuve que esperar donde encontré si ahí es un lugar más cercano para caminar con los ojos cerrados. Pero no impidió que pudiera entablar una hermosa amistad con Bragado, a ella a quien quiero y disfruto mucho, porque ahora que tengo más experiencia, aprendí cómo tratarla. Me gusta porque es original, sabe expresar sus ánimos y me lleva a todos lados, aunque no en viajes. Yo tengo pendiente que venga de visita al taller.

Con Bragado hemos hecho algunas y variadas travesuras, algo nuevo que incluí en mis amistades amorosas hace poquito: como por ejemplo, poner un chicle en un caño de conducción de combustible o provocar algún cortocircuito y dejar que alguna hermana de Flor se quemara... o afanar las tuercas para reparar alguna colega de Bragado para por último divertirme grafiteando a la 9039, que bien merecido lo tiene... pero nos divertimos con Bragado haciendo bromitas aunque la que le hicimos a Pico superó todo lo conocido: parece simple, consistió en hacerla descarrilar. Cuando ella supo que nosotros fuimos los de la broma, a Bragado la quemó y a mí me mandó al soplete... Ay... bien merecido lo teníamos pero cuando volví todo roto al taller, mis amigos pensaron que había hecho trabajos de mecánica y era mentira, nunca supieron de la bromita... que bien caro nos costó poder arreglarnos.

Y así somos... bueno, perdón, yo. Yo soy tranvía pero las chicas que están en los rieles son una masa.

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