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miércoles, 5 de marzo de 2008

2003 – 5 años de mí – 2008: Jaime San Gotardo

Nota: Inspirado en un relato de Daniel Velázquez en su visita por el Tren de las Sierras, destinado a publicación de la revista Todo Trenes.

Primera Parte

El fugaz tiempo que estuvo como obrero de vía y obra fue suficiente para que el capataz dijera que no era apto para los rieles. Como si jugara una revancha de fútbol, un mes después, ese mismo capataz que lo había mandado echar, tuvo que verle nuevamente la cara. Claro. Tiempo suficiente para encerrarse a estudiar un montón de teorías y acabar a bordo de una máquina.

Muchos se preguntaban si tenía algo que ver con aquel nudo montañoso europeo. No. Nada que ver. Porque proviene la pregunta dado su nombre: Jaime San Gotardo, argentino, nacido en la localidad de Caleta Olivia, provincia de Córdoba, etcétera, etcétera... casado, sin hijos. Punto.

Desde que terminó de estudiar tantas teorías, tuvo tareas diversas hasta acabar ¿en donde? En el Tren de las Sierras.

Muchos piensan que aquel ferroviario corpulento estaba loco. Era posible creer que sí. Por eso mandaron encerrarlo en un neuropsiquiátrico. Porque creen que está loco.

He aquí el audio, que está en mis manos. Y eso que manejo trenes, pero al servicio de Ferrocentral:

“Hace mucho tiempo, tanto que ya ni recuerdo, pero no importa... es lo de menos, vinieron un montón de tipos con trajes impecables, brillantes, corbatas lustrosas y zapatos lustrosos y ante la presencia nada despreciable de gente leyeron unas hojas donde anunciaban el regreso de este tren... sí muchacho, juro que yo estuve ahí. Yo sabía que eso era una farsa más grande que toda Colonia Caroya junta. Y sabes como son estas vueltas... habían otra sarta de tipos en las primeras gradas aplaudiendo mecánicamente como si aplaudieran al presidente haciendo anuncios o dando discursos inaugurales... Pensé: tantos años tuve en mis manos el timón de ese tren y ahora me reducía a oír un discurso burdo de algo que ellos cegaron su vista. Nadie más que yo sabía mejor acerca de ese tren pero ni por joda iba a preguntarles lo siguiente: ¿qué se sabe de ese tren? Sonaba medio idiota, pero podía hacerlo para ponerlos a pruebas, al menos. Ya había visto como se afanaron las vías y que en muchos sitios estaban emplazando porquerías... ¡qué insulto mayor al ferrocarril argentino! No te puedo prometer obras porque necesito que tú, como maquinista como lo he sido yo, seas mi cómplice...”.

Lo miré desorbitado. Pero asentí.

“Seremos un par de fantasmas abordo de un tren. Deberás robar una locomotoras con un par de vagones. Yo sé que nadie sabrá cuál será el destino, por favor, baja hasta Río Tercero, ahí te espero para decirte lo que vamos a hacer”.

***

Al día siguiente, cuando cayó la noche, me ocupé de ir hasta Villa María a ver qué vehículo podía encontrar. Esta de suerte: encontré una GT-22, la 9021 y dos vagones clase pullman. Subí y me fui con destino a Río Tercero. Tal como me lo dijera, allí me esperaba Jaime.

“Muy bien muchacho. Ahora nos vamos rumbo a las sierras, vamos a recorrer La Cumbre y el Lago San Roque”.

- Pero hay lados en los cuales no creo que sea posible transitar...

“Este tren será un fantasma al igual que nosotros” fue lo último que dijo y el tren siguió su marcha con rumbo a Cruz del Eje. La vía tiene un recorrido muy singular: subidas, bajadas, curvas y sinuosidades entre las sierras cordobesas. Temblaba más que una hoja de lechuga, ¡a ver si perdía el laburo por convertirme en un fantasma rielero!

A cada cruce a nivel, las cruces de San Andrés aparecían de la nada como fantasmas para detener la marcha de los coches por la carretera.

- Pero... ¿no era que la vía se la afanaron?

“Aquí nosotros somos fantasmas hasta con los vehículos de tu laburo”.

No entendía nada. Solo sabía del espectacular paisaje que no conocía. Cuando quisimos querer, estábamos por Cosquín “Muchas veces he estado en plaza Próspero Molina, en las gradas viendo el escenario Atahualpa Yupanqui, a las voces del folklore argentino mostrándose a un público ávido de escuchar la música de su tierra”. Yo la única vez que fui a Cosquín, fue a la última versión creada, el Cosquín Rock.

***

Tomamos un desvío con destino a estación La Cumbre. ¿Vía? Ja! Asfalto y más asfalto “¿Ves el insulto que han hecho? Los mataría si pudiera... los odio por el daño hecho a los rieles”.

Intentaba consolarlo. Pero tenía razón en querer expresar su bronca. Es evidente que ninguno de las generaciones actuales debe pensar en todos los hombros que trabajaron para levantarlo y ahora... sé que había un montón de chicos jugando en aquella placita, coches circulando por ahí pero cuando vieron el tren, como si la vista los atrapara como un imán, detuvieron su marcha para darle paso... recuerdo a uno de ellos que lo corrió para no sé... ¿será para pararlo? Le propuse parar. Salimos de la máquina y les explicamos que era un tren fantasma. Que no existe.

- No conocemos el tren tal cual, sino solo por fotos, dibujos u otras cosas, pero no en la realidad... por favor, déjenos ser parte por unos minutos de esta locura fantasmal...

Más que delirio, sonaba una súplica. Jaime asintió y ellos, sí, ellos corrieron a conocer ese par de vagones robados a Ferrocental.

Con la noche y las luces más largas que nunca, nos marchamos. Dejando tristezas atrás, nos fuimos con ese tren fantasma.

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