Nota: Fantasía
Rodeado por los obreros e ingenieros del Taller Polvorín y con la única defensa de sus amigos tranvías y tanto Yatay como Monte Caseros que en éste momento estaban ausentes, la resistencia llevada a cabo por Cibriano en su nueva “Invasión” como el llamara a la nueva fuga organizada desde Lynch hasta Caballito, era una toda una utopía.
“Van a tener que irse ustedes” – amenazaban los ingenieros.
“Ustedes son unos salteadores de la madrugada. Me entiende ¿no?” – les contestaba Cibriano.
“¿Qué van a hacer?” – preguntaban constantemente los ingenieros a los tranvías.
“¡Nos vamos a quedar acá y atrincherados!” – disparó Truman Capote.
“Lo lamentamos mucho señores tranvías pero vamos a tener que proceder a su nuevo traslado a Lynch por la fuerza” – dijo uno de los ingenieros.
Pero alguno más que suicida era Lupe, quién no se iba en vueltas a la hora de responder a los ingenieros “Así que es por la fuerza ¿no? Bien, entonces ¡traete toda la artillería pesada que tengas a mano!”
Y no menos no podía serlo Pepito “¡Y traé los tanques, si todo les parece poco!” les gritó.
A los ingenieros y obreros que estaban en el taller no les fueron fáciles las cosas. Los tranvías no querían escucharlos y los ignoraban distrayendo la vista en la lectura del periódico.
Al cabo de un rato llegó Benito Roggio, quien al ver la actitud de los tranvías, se irritó y lanzó una frase “¡Arrasen con ellos!”.
Hubo amagues de resistencia física. Lupe intentó pegar la vuelta para asestarle un golpe de corriente como respuesta a esa amenaza, pero otro de los obreros desconectó el pantógrafo del cable aéreo y lo dejó sin corriente.
Por las dudas, se pidieron más refuerzos a Primera Junta. El desalojo de los tranvías comenzó a los gritos en la plena madrugada de lunes. Había ordenes de traslado.
“¡Señores: ésta es la orden y ahora procederemos a su traslado a Lynch!” – dijeron los ingenieros a los tranvías.
“¡Vengan a sacarnos con la montada!” – le gritó Cibriano.
“Vamos, vamos, sino va a ser peor para ustedes” – decían los obreros a los tranvías.
“Saboteadores del demonio, ingenieros saboteadores” – gritaba Aquilina.
“Volveremos” – prometió Lopa.
Apenas desalojado el lugar, con mangueras, secadores y pintura llegó de inmediato otra dotación de obreros desde Congreso de Tucumán y Federico Lacroze.
“¡En media hora quiero esa nave desinfectada de tranvías!” – gritó Roggio desde la guardia y señaló la nave donde estaban los tranvías.
La puerta del Taller Polvorín otra vez volvió a cerrarse: otra vez hay preparativos para cancelar los servicios turísticos tranviarios y, quien diría, que ésta vez, los tranvías definitivamente, convivirán en su nuevo lugar.
Al amanecer, Pepito le dice a sus amigos “¿Será que nosotros desinfectamos?”.
G601 le dice “Ya desinfectaron el lugar dónde dormían...”.
“Lo último que nos haría falta es que nos echen de acá” – dice 22.
“¿Qué te preocupa? Total, al lado, cruzando esas vías después de la estación, tenemos hospedaje gratis” – dice Aquilina.
Efectivo. Los paseos en tranvía se habían trasladado a un nuevo lugar: a las vías del FCGU.
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