Nota: Mitad fantasía, mitad realidad
Estación Villa del Parque. El sol cae a plomo en plena tarde de sábado. Hace calor. Un tumulto de pasajeros da vueltas en el andén descendente. En la vía ascendente, María Eugenia vino en el lugar de Ayelén.
El guarda hace sonar insistente el silbato. Y ella su bocina, a la americana.
Sus motores aceleran... semejante a una vaporera. Pero no es vaporera. “Soy moderna” asegura. ¿Le cuesta levantar velocidad? “Es parte del encanto nuestro” dicen todas, pero no todos están de acuerdo con ellas “En Bahía si bien nos cuidan, no tienen gran predilección por nosotras” cuentan.
“Fuimos concebidas así – dice M. Eugenia – y somos lo que somos. Así nacimos. Pero el rendimiento está al mismo nivel que nuestras colegas General Motors”.
“Perdón Euge, pero esto es nuestro, para nosotras y ellas, no nos hicieron nada, pero no tienen cabida” – aclara Fati antes de que incursione alguna GT-22...
Una vez que levantó velocidad, sus motores rugen y ella corre... los durmientes pasan como exhalaciones ante la mirada distraída del maquinista que ha tapado sus oídos porque su música se los estropea...
¡Qué mayor felicidad que verte corriendo amiga preciada! Cuando sé que cualquiera de ustedes corren, cualesquiera sean las vías, ustedes son algo más que hijas de la mano del hombre que las diseñó... son hijas del viento, ese viento que se encarga de hacer llegar el rugido de ustedes tan lejos como sea posible...
“Soy feliz... hago rugir mis motores, los vagones parecen plumas en la meteórica carrera por llegar a destino a alguna parte... permíteme distenderme amigo conductor, quítate los auriculares y relájate junto a mí de mi música... no sientas que tu oficio es algo estresante, no te tomes revancha contra nosotras porque nosotras somos quienes te acogemos sin decir nada...” así le habló La Chabona al conductor horas antes de partir con destino a Junín.
Con tranco pesado y cansado Pablo por suerte arrastra los botines. Resopla. “Bien, otra vez tú...” dijo cuando vió a Maribel estacionada en Bragado.
Maribel echó una mirada, muy tiernamente contestó “Antes de poner tu humanidad abordo mío, mírate un momento! Eres responsable de lo que estás por ejecutar en estos próximos segundos viajeros y si sigues odiándome, te aseguro que algo te va pasar...”.
“Pasar... pasar es tener que soportarte de la misma forma que a tu hermana” – se ufanó Pablo.
“Muy bien... sigue así, pero prefiero que me odies, pero que nunca te olvides” – le dijo a Pablo como anunciándole lo que le podía suceder.
Y así sucedió... 8.03 de la mañana se puso en marcha Maribel con el tren. Pablo tomó el mando de conducción. Medio bruto, empezó a maltratarla. Y ella le advirtió “Basta... cuidado”.
“Trátame con más cariño, no seas brutito” – suplica Maribel. Eso que recién estaban rumbo a Suipacha.
En la cabina, el socio preguntó inocentemente “Che Pablito... ¿no crees que estás siendo un poco bestia con la máquina?”.
“¿Con ésta? Si se termina ahora, hace un favor a la humanidad...” – contestó Pablo despectivamente.
“Pero negro, no ruegues eso, se acaban los vehículos y nosotros nos quedamos vías afuera” – dice el socio.
“No te preocupes... curro acá dentro hay para rato” – dice Pablo y cuando Maribel oyó esa frase, dijo “Seguí insultándome, seguí, que cuando menos te lo imagines, te va a pasar algo desagradable”.
“¡Vos hacé lo que te ordeno!” – se exaltó Pablo.
“No seas tan malo con la máquina” – dice el socio tratando de calmar los ánimos.
“No insultes el espíritu ALCO... me insultas a mí e insultas a mis hermanas” – contesta Maribel.
Y el viaje continuó. Pablo siguió maltratando a Maribel, en tanto ella dolorosamente iba aguantando.
Luján. Con el dolor a cuestas, Maribel volvió a soportar el embate brutal de Pablo. Y pasando estación Universidad de Luján, Maribel se plantó. Sin explicaciones. Se quedó. Pablo se enojó extremadamente.
A pesar del enojo de Pablo, Maribel no quiso volver a encender sus motores. Entonces, Pablo se sentó en un riel y dijo “¿Qué mal he hecho para merecer esto?”.
“Muy simple: odiarme, humillarme e insultar. Tranquilo, si me pides perdón prometo no guardar rencores” – le contestó Maribel.
“¿En qué quedó?” – pregunta Lucila.
“¿Qué cosa?” – pregunta Ayelén a Lucila.
“Tu baile en el SM” – desea saber Lucila.
“Me tomé unas ligeras vacaciones... pero siempre tengo reemplazos... ases bajo la manga” – contesta Ayelén.
“¿Reemplazos? Con razón estás acá... te chamuscaste y ahora van por la Euge” – dice Lucila.
“¿Y los motores de Guillermina?” – desea saber Ayelén.
“Aún están esperando tomarse el primer vapor para ir a reparación” – contesta Lucila.
“Perdón chiquis que me entrometa, pero debo mostrarles para qué nos usan los muchachos en Bahía” – dice Graciela y las lleva a ver la escena aterradora.
Las tres llegan y se encuentran que entre dos personas ataron al caño de escape de una RSD-35 un mecánico. Uno de ellos gritó “¡Esto es para que vean lo que sucede si abren la boca!” y señalo con el dedo índice al mecánico atado asfixiándose con el humo.
“¡Esto es una locura!” – se desespera Ayelén.
“Pero si hacemos algo, pueden darnos con azotes por el culo” – se resigna Graciela.
“¡No Graciela! ¡Hay que poner freno a esta locura!” – dice Ayelén desesperada. Hace caso omiso al consejo de Graciela y se dispone a auxiliar al mecánico que estaba exhausto de inhalar humo.
“¡Vamos! ¡Vamos!” – le dice Ayelén al mecánico mientras lo auxilia.
Tosiendo continuamente, el mecánico le dice “Gracias... gracias... me salvaste de esta locura y del tormento de morir con este humo”.
Una vez en tierra, volvió a decirle “Todos tenemos derecho a vivir Ayelén... prometo ser más benevolente con ustedes” y le tendió unas caricias.
“Hoy por ti, mañana por mí” – lo consuela Ayelén.
A los empellones camino, pero aunque digan que tengo muchos años, tengo mucho más para seguir dando... me lastima tener que pensar que no todas tienen la misma suerte que yo, mientras sigo sumando kilómetros, otras están ahí, ahí... sin destino a ninguna parte, paradas, esperando no sé qué... pero el tiempo no para...
...no se detiene con nadie, es impiadoso, pero lo amamos, lo disfrutamos... lo sentimos así... somos como todo: somos nuevitas cuando salimos del taller pero con el correr del tiempo, envejecemos... algunas se sienten viejitas pero yo me siento con gran ánimo... no me considero viejita, siento que estamos a la altura de las exigencias del siglo XXI y, con casi 50 años de vida, me siento con más vitalidad que nunca...
a todas las amo... no me importa nada... nada más grande en el mundo que mis hermanas, aunque separadas por causas que todos sabemos, en fin, las quiero a todas. Porque somos iguales. Nos conocemos. Nos acompañamos. Tan lejos, tan cerca. Estamos.
Les pido que no lloren si sufren maltrato, pero las entiendo. Es imposible sonreír ante la impiedad de otros. No renieguen del espíritu ALCO. No se sientan feas por su estética, son lo que son...
Para la felicidad de varios, fumamos. Fumamos por nuestro encanto. Pero faseamos también.
Y hoy estoy corriendo, como corcel desbocado por las vías... creo que voy a descarrilar pero me aseguran que no. Porque el maquinista me asegura que todo está bien y le creo: en el mundo, hay muchas imperfecciones, pero hay momentos en los cuales las cosas están bien y muy bien. – fue lo que escribió hace muchos años Junín, antes de terminar en Mecha.
Audio de Ave Fénix.- Es un día como todos acá en las sierras cordobesas... los pajaritos pían, el sol se prepara para salir y el paisaje se prepara para empezar el día... y yo despierto junto a la naturaleza. Hoy soy feliz, cuando el amigo conductor vino a encender mis motores... pero más feliz me sentí cuando me dijo “Sos libre y a disfrutar de la libertad”. Claro, soy libre pero... a veces puedo fallar, puedo saltar de la vía, romper las ligaduras... estallar de sinceridad, de ganas de decirles que soy tan dócil como tan salvaje... sé que transito subidas, bajadas, llanos serranos. Esa Córdoba linda, el corazón de mi país, no será paisaje montañoso pero para jugar malas pasadas es suficiente... y si esa pobre vía aguanta la verdad, no tengo la explicación suficiente... nada más me importa que el amigo conductor al cual nunca pregunté su identidad, me acaricia con su suave mano... tal vez porque después de haber andado tantas horas dando vueltas, él está rendido... el cansancio lo está venciendo y lo entiendo: el día se acaba, el sol se esconde, el cielo se puebla de tantas estrellas que parecen a punto de caer en una lluvia meteórica sobre la tierra y yo aún sigo danzando con el convoy... a marcha peregrina, sin prisas, ni pausas... tranquila voy porque cada día que pasa, es como me enseñó un sabio mecánico: sos algo más que el vivo espíritu ALCO, sos un Ave Fénix y tiene razón... razón de más si pienso en mi pasado negro, hoy llevo trenes porque como verán, yo de las cenizas resurgí... como un Ave Fénix.
Dicen, están aquellos que se atreven a todo, que las ALCO son duras para quedarse. “Con Metropoligarcha quién no planta bandera” – asegura Fati cuando recuerda su pasado tormentoso en el San Martín. Pero Flor tiene lo suyo “¿Y qué hay para nosotras, las gallegas? Nos plantamos, nos anulan los motores y caemos a reparación y... ¡Pa´ que volvamos a servicio!” – pone su queja a la hora de criticar a TBA.
En todas las versiones de trocha ancha dan vueltas estas niñas... las malas lenguas hablan del síndrome de fagocitamiento. Todos aseguran que la línea Roca fagocita todo en materia de locomotoras y... ¿será que las ALCO escapan a la fagocitación? “Grave error – se apresura a contestar Sol – la línea Roca también fagocita ALCO´s, en especial cuando las papas queman”. La verdad, parece insólito verlas dando vueltas en esa línea, pero todo es posible. “Y... cada tanto aparezco solo para una cosa: romper la monotonía del Bolívar” – cuenta Sol cuando da vueltas por ese ramal.
Así es el espíritu ALCO. Hijas del viento...
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