Disfruto de la gran libertad que me genera este medio, aunque no por ello no deje de generar sus restricciones, ya mentadas y sabidas, por todos.
Creo que a esta altura es bueno poner al descubierto que, en mi transitar por los rieles, también he tenido roces. Yo lo considero un empate: los rieles de profesión ferrucas y los aficionados se anotan dos tantos cada uno. En los aficionados, Haedo y
¿Perdones? Solo volví a
A esta altura, más que un tren, es mi tren, lo digo en primera persona del singular pues creo que mis amigos merecen estar presentes en carne y hueso, perdón, en la pluma literaria; y al que no le simpatice este relato, lo siento. Antes que nada, respetar las ideas de los demás, no todos pensamos igual ¿sí?
Primero que nada, arranco con algo muy importante: el gran amor de mi vida que me regaló este ambiente, después de seis años, casi siete de andar juntos, era hora de decir Sí. Ese gran amor se llama Aldo, y nos consideramos el tender y la locomotora.
No todas en los rieles, con los ferrucas fueron negativas. Aquel adolescente convertido en adulto que es Andrés, muchas veces he visto pasar los durmientes como una exhalación………. Con sol, calor, lluvia, frío. No importa la estación pero en mi tren está presente con sus dibujos que celosamente guardo como un gran tesoro. O la visita del cumpa, Marcos, que ando en deuda porque nunca me dan los horarios.
Nelson me mostró la otra faceta de un viaje en el tren de Bolívar y que existe otro mundo más allá de Bolívar, un paraíso llamado Daireaux. Y justo fue cuando pensé que ese tren era un pasado que nunca más iba a pisar…………….. pero pasó. Así también miré con otros ojos a Mario el guardatren… tan mentado como el bigotudo pero los años no le pasan solo a uno………… mejor recordar con cariño.
San Miguel me trajo la compañía de Adrián y su morguera viajera. Así viajamos por las calles del municipio que alguna vez fuera comandado por un carapintada………… incompleto sería este trío sin David y, Martín, buen porfiado como todo provinciano. En un boleto clase única nos fuimos por el ramal de Marinos del Crucero General Belgrano a estación Buenos Aires.
Mantendré en el anonimato el nombre del propietario de la moto que se dedica a sacar fotos de trenes. Por suerte y fortuna me negué rotundamente para acabar tomando una gaseosa y punto. A pesar de las idas y venidas, sería bueno que alguna vez se suba a mi tren de veras.
Al Juani y Gaby, pelado como tú solo, cada tanto me acompañas en las solitarias noches en la biblioteca y, al menos, puedo combatir la soledad que rodea las paredes de tu casa. La gran acción que hicieron ustedes dos fue mostrarme que hay otro mundo fuera de los trenes, y este es el del tranvía.
También tengo pasajeros cuyo trato, bueno, digamos que es una llamada telegráfica, imagino un boleto de vía libre. Solo eso. También hay una ubicación en este tren.
Sería muy egoísta dejar en el andén a los buenos ferroviarios que no son aficionados pero que me trataron con mucha calidez. Al señalero Juan, que desde el cabín norte de Mar del Plata tiene todo bajo control; a Pedro que por tal de tener una compañía a su lado, nos llevó en su super limusina de lujo (No hace falta aclarar a qué me refiero); y los miles de anónimos que abren sus puertas a un mundo que a muchos nos hace falta ver y que varias generaciones futuras se verán impedidas de poder disfrutarlas, ya todos sabemos por la culpa de quien.
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