Te lleva unos segundos firmar este petitorio

miércoles, 12 de agosto de 2009

Café Ferroviario II: Del guardatren que se volvió loco

Dícese de esto hace unos seis o siete años, allá cuando en Trenes de Buenos Aires, apareció Jacinto Intihuasti como guarda en la línea Mitre, en el servicio Victoria – Capilla del Señor. Cariñosamente todos lo conocían como “Jacinto en Flor”. Para un cumpleaños suyo, le llevaron de regalo una maceta con un jacinto florecido.

Se cuenta que al inicio Jacinto, era un tipo antipático, serio, reacio, parco en palabras. De cambiar pocas palabras con el pasaje. De raros actuares, por ejemplo, accionar injustificadamente el freno de emergencia desde la formación en pleno servicio. Claro, ese día le llovieron insultos de todo tipo y especie.

Con el correr del tiempo, al ver su carácter antisocial con todos, acabó casi aislado.

Pero para Jacinto, estar aislado era algo muy común, solo los perros de la estación le hacían compañía.

Si algo le restaba de amor, era su motocicleta. La amaba tanto como los perros. La cuidaba más que a una novia. La tenía impecable, reluciente, lustrosa y brillosa. Claro, todos los calificativos que la distinguían hasta que un día pasó a ser todo lo contrario.

Una tarde de noviembre, después del relevo, salió de la estación buscando su motocicleta. Su amada motocicleta. No más le bastó hacer seis cuadras que un coche la chocó dejándola totalmente inutilizable. Y Jacinto, inconsciente, tirado en el asfalto. El automovilista huyó, como era de esperar.

No se sabe cuántos días fueron los que Jacinto permaneció en el hospital en el sueño de la inconsciencia. Sin sentir absolutamente nada, solamente respirar con la ayuda mecánica de un respirador. Hasta que volvió su conciencia y, con sus ojos vendados, con el olfato intacto, dedujo que estaba en el hospital. Inmóvil. Acostado en la camilla.

Sí podía oír los ruidos externos.

Ese estado de conciencia le duró tanto como un suspiro para volver a dormirse en un sueño aletargador y su alma se tomaba un tren viajero entre las nubes… con una velocidad imposible de ser medida, donde no existía el tiempo, nada se medía, solo se sabía de un viaje entre las nubes y punto.

Pero… de repente, como un rayo de luz volvió a cobrar consciencia. ¿Cuánto tiempo duró ese sueño aletargador? Según los médicos, muchos días. ¿Tantos días para soñar eso? Suficiente como para abrir los ojos y ver el mundo circundante. Para reconstruir ese sueño. Y poder recobrar sus movimientos habituales.

Los días que le sucedieron al alta del hospital, Jacinto notó que el mundo se le dio vuelta en 180º. Bah, el suyo internamente.

Después de un largo descanso, volvió a los trenes. Todos imaginaban que volvería el mismo parco de siempre. Serio, antisocial.

Para la sorpresa de todos, ese día por uniforme de guarda tenía un casco de bombero voluntario, un saco de lana color verde, remera de piqué, corbata amarilla y pantalones de grafa. Por calzado tenía una simples alpargatas.

“Hola muchachos, lindo día ¿no? Espectacular para trabajar” – dijo.

Sus compañeros no podían salir del asombro. Estaban atónitos por lo que oían.

“Pero Jacinto… ¿qué pasó con tu traje de guarda?”

“Estoy vestido para guarda” – dijo afirmando, para despejar dudas.

“¿Guarda? ¿Te viste al espejo? Pareces un payaso así” y se rieron.

“¿Payaso? Payaso es Piñón Fijo, yo soy un tipo serio y muy serio” – retrucó.

Un supervisor de tráfico vino por detrás y con ambos brazos extendidos, mirando a Jacinto haciendo payasadas, les dice “Menos mal que no nos clavamos con un loco así……………..”

“No te preocupes por él – señala con el dedo – que este Jacinto marchito, no tiene mucha más vida acá en TBA… el pollazo, ya sabes, el clo, clo, ya consiguió donde guardarlo”.

Apenas aguantó dos meses cuando se mandó la mayor: quiso hacerse el “superman” en estación Zárate cuando anunció a todos “Voy a parar un tren con un dedo”. Por suerte, no pasó nada porque todos sabían sus antecedentes. Desde ese entonces, Jacinto se está marchitando en la colonia Montes de Oca.

Allí lo único que le salió inventar fue que el doctor Domingo Cabred había resucitado…………………….. eso sí: está más solo que un hongo pero las malas lenguas no descartan que acabe siendo un conejito de indias por todo lo conocido en ese sitio…………………………………………

No hay comentarios: