Te lleva unos segundos firmar este petitorio

viernes, 1 de agosto de 2008

2003 – 5 años de mí – 2005: Anarquía ferrófila – 2ª parte

Nota: Toda coincidencia con la realidad es pura casualidad

Cuando llegó el tema más penoso, valga la redundancia, se trataba nada más ni nada menos que votar la expulsión de un socio. Todos debíamos votar, y oh paradoja del destino, votaron que se fuera. En el momento de emitir mi voto, me quedé pensativa unos largos 5 minutos para luego pronunciarme “En este corto tiempo que llevo como socia he visto que acá dentro no aprendimos a convivir ni a tolerarnos los unos a los otros. Me abstengo de votar”.

Unos me aplaudieron, otros quisieron comerme cruda, pero a mí me importó un bledo. Eso, un bledo. Pero volví a mi casa con mis convicciones más firmes que nunca, hice imponer mis principios democráticos.

Semanas después volví a Haedo para continuar con otro socio haciendo unos arreglos de construcción. En le medio, parece que dictaban un curso de no sé que miércoles... y yo ni enterada! Eso juro que me dio por el forro de las pelotas...

Eso tal vez me resultaba sonso cuando un sábado por la tarde apareció de la nada un ingeniero de FEPSA. No sé qué cuernos vino a revolver, no faltó quien saliera con comentarios ilusorios, como promesa política, dispuestos a que las lograra triturar tan pronto como sea posible. No sé porque pero la cuestión que el tipo apareció justo donde estaba yo y el presi le hizo la pregunta más pelotuda que hubiera oído en mi vida “Yo quiero cumplir el sueño del pibe... quiero viajar en la cabina de un tren”. A mi los ojos se me desorbitaron y antes de que el ingeniero pronunciara alguna palabra, estuve yo para decir “¡Vos sos boludo o te recibiste en la Universidad de los Boludos Argentinos!”. El tipo no sabía si reír o llorar, bueno, yo me hice el consuelo de que si el presi había metido la pata hasta el cuadríl, yo la completé.

Al final, entre las disputas que tengo, el mejor amigo fue aquel noble maquinista de la LSM, cuando después de una cortita llamada, me invitó a tomar un café en un sitio mediano en Pilar (Lo que le siga con él es otra historia). Él quería visitar la guarida donde estaba, yo me negué rotundamente. Pero después aflojé, porque me pareció bueno que le conocieran la cara puesto que mi final ahí estaba más cerca que nunca.

Y un sábado a la tarde fuimos los dos. En la noche, cuando se sentaron a tomar el mate, yo anuncié mi retirada: “Señores socios: De la misma forma que levanté campamento de Lynch, pienso hacerlo acá de Haedo, pero no para instalarme en Saldías, sino para instalarme en no sé donde... muchos estén a la pesca de ver en cuál muerdo el anzuelo pero ya en solo un año y cuatro meses de estancia ya no me quitan los sueños... no me arrepiento de amar estos fierros, tampoco de lo hecho por ellos, mucho o poco, en fin. Me he dado cuenta que tanto amor dejado aquí me ha quemado personalmente. Más, pienso que si el país es lo que es, acá tengo un reflejo en pequeño. Porque mi conclusión de esta experiencia es la siguiente, lamento decir que sea de corte negativo, pero en esta entidad reina la Anarquía Ferrófila. Ojalá que esta guerra civil ferrófila acabe algún día...”. Ellos quedaron mudos y guardo estas líneas para que las generaciones futuras de aficionados que vengan lean y sepan donde están parados.

Me fui y aún sigo con este maquinista de la LSM, rodando las RSD-16, pero a Haedo nunca más lo llevé. Bueno, yo procuré que no pisara ahí, porque me imaginaba en qué podría acabar en un futuro.

No hay comentarios: