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jueves, 27 de diciembre de 2007

A9.Café Ferroviario IX: Los pensamientos de Mecánico R. Karpik

Aaahhhh! Lo que es vivir en la Argentina, más si tengo en cuenta que estamos en el siglo XXI, donde algunos colegas me cuentan de proezas, avances, y mucha tecnología, yo acabo en el pensamiento que en mi país aún no pasamos de la Edad de Piedra. Es que aún la estamos tallando y no nos hemos dado cuenta todavía (O no queremos) aprender que la piedra puede ser pulida. Mientras en otras partes a los cambios de vía los activan con control remoto, acá seguimos en la era del chabón colgado del estribo de algún tren que se larga a hacerlo manualmente. He visto que en otros países hay trenes que tienen dos pisos, mientras que los nuestros solo tienen uno y gracias, más si tenemos en cuenta que muchos ramales por donde circulan no han pasado más allá de la era del tallado: es que ni tampoco procuran cambiar la técnica. Sé que en otros países para cambiar las vías usan el sistema de colocar la vía prearmada, el operario solo se ocupa de hacer las uniones, aquí aún seguimos en la era de colocar las vías a base de fuerza humana. Mientras vemos que en Japón los trenes viajan a 400 km/h, aquí con fortuna superan los 160 (Si los superan...). O por ahí veo que en los países del primer mundo los ramales son cuidados como chiche y toda la tecnología, acá solamente les pegamos un vistazo y los arreglos son por arriba, con herramientas tal vez un tanto arcaicas. Pregunto ¿avanzaremos al Neolítico algún día? Creo que somos demasiado arcaicos. Ahora, si uno compara los trenes argentinos con los trenes de África (Alguno perdido por ahí) o los de Asia (Los del tercer-cuarto mundo), para ciertos países, nosotros somos de la Edad Contemporánea.

Miguel de Cervantes Saavedra escribió esa magistral obra llamada “Don Quijote de la Mancha”. Y dió en la tecla para describir a los personajes – actores de su época y en su escenario. Puso a Quijote como un flacucho, alto, un tipo que vivía en el pasado peleando contra los molinos de viento, a Sancho Panza le quedaba el rol de ser un parásito y la esposa de Quijote, Dulcinea, que siempre vivió a la espera de que caiga algo de Dios. Más allá del escenario español, acá también les aseguro que tengo una versión del Quijote: en este caso Quijote vendría a ser ese Riojano que siempre sueña con su regreso triunfal y vive en el pasado del 1 a 1, el gordo Sancho Panza vendría a ser un collage de varios: J. Tizado, Iglesias, Montoto, Roteque Maccarone y tantos... tantos que dan calambres mencionarlos. Pero nos queda uno: la Dulcinea. Dulcinea encarna a todos los que se prendieron de las promesas del Riojano, pero que a lo mejor pensaron que el salvador no era Dios, sino el siguiente de turno (Me refiero a la Radicheta). Y así nos fue.

Hace unos años salió en cartelera una película llamada “Todos los perros van al cielo”. Yo les digo algo, acá tenemos una versión de esa película, pero a la manera ferroviaria. Así que consulté con mis compañeras y colegas y a esta película la titulamos como “Todos los trenes van al cielo”. Y sí, nuestro éxodo al cielo empezó en 1990: un decreto recortó servicios a todas partes. Hubo que aceptarlo, venía de arriba. Pero lo que no advirtieron (O se hicieron los osos) es que la racionalización era un regalito para los argentinos, de la parte del Riojano, sin saber que el moño del regalo lo formaban los Vaqueros del Norte. Volviendo al tema, ese decreto de 1990 dejó a los trenes en estado vegetativo. Así pasaron tres largos años, padeciendo, algunos se fueron al cielo en ese lapso: es porque algunos pasaron a ser proveedores de repuestos para sus mismos colegas. Y llegó el día de la tragedia: el 10 de marzo de 1993 los trenes definitivamente se fueron en masa al cielo, en silencio, para llorar desde arriba y esperar que abajo las cosas se mejoraran...

Yo me considero re afortunada: por lo menos no me tocó irme al cielo, por eso cuento el cuento.

Yo les hago una pregunta ¿recuerdan a Aladino, la lámpara mágica y su alfombra que volaba por todas partes? Para los chicos es una gran fantasía. Fuera de eso, no es una fantasía, es una realidad. Conozco a varios aladinos y varias alfombras mágicas que vuelan por todas partes. El Aladino más famoso es Montoto: tiene por supuesto una alfombra mágica, pero nada más que ésta es verde, tiene la cara de George Washington y la Casa Blanca, su lámpara es una caja fuerte, los humitos que despide son de color verde.

¿Quién no visitó alguna iglesia alguna vez? En mi vida he visitado iglesias y a patadas... pero ésta era la peor de todas. Iglesias tenía 3 iglesias: en Belgrano Sur, en San Martín y en el Roca. Pero supe que le habían puesto las manos encima: lo habían encerrado. Dicen que las iglesias son nobles, pero estas eran de lo peor, así que sus Iglesias se convirtieron en una especie de Delitos Complejos, una subdivisión de la PFA instalada en Metropolitano.

Me encanta escuchar música. Pues es cultura, dicen. Yo conozco un grupito de músicos mejor que las Bandana y los Mambrú: a estos los llaman Baranda. Éste grupito se hallá en un lugar donde muchos colegas míos se salvaron del soplete: el Ferroclub Argentino. Primero, porque hay algo que huele muy mal en materia directiva en esa institución. Segundo, su presidente es el líder del grupito. Tercero, es peor que Barrionuevo: tiene barrabrava propia, se halla en Lynch. No hay problema, mientras los socios se pelean, hagamos el humor por el otro lado. Esos, llamados Comisión Directiva, son las Baranda: son adolescentes, adolecen de cualquier capacidad, y, por ende, como son adolescentes, hacen lo que se les canta. Tienen CD propio: CeDe ante todo, el IGJ, la CNRT, el ONABE, TEA... En mi cuarto tengo su poster: están todos pintados, me lo vendieron en la sede Remedios de Escalada, pero te lo venden en todas las sedes del Ferroclub, especialmente en Haedo, Lynch y Alianza. Una vez que fui a Escalada, una de mis colegas me preguntó si no se podía hacer de nuevo el casting.

¿Entienden ahora que en todos los rubros hay semejanzas? Lo último que nos faltaría por hacer es la versión de Los Picapiedras, porque eso lo tenemos muy bien domado. Y el final a este arcaísmo no se lo vemos nunca.

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