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jueves, 27 de diciembre de 2007

A0.Café Ferroviario

Dalceggio tiene un andar aplomo. Quien la ve piensa que por ser GT es una gran potencia que da vueltas por los rieles, pero su andar aplomo detona que no todo está bien en ella. Pero por el momento ni al chofer ni a los responsables parece importarles que su andar sea aplomo, o sea, anormal. Con gran dificultad logra alcanzar el punto ocho, pero algún chiche electrónico está cediendo... ella misma está dando pruebas de querer parar. Pero para cuando reaccionen los conductores, tal vez sea tarde. Por fortuna pudo llegar a destino, después de semejante trajín desde Tandil.

Luego de su breve parada por Plaza, Vega viene a buscarla junto a los vagones para llevársela a Kilo 4. Por lo menos tuvo tiempo para descansar en ese lapso. No alcanzó a aterrizar a Kilo 4 que tuvo que llevar a Plaza otra formación. Ella deseaba urgente que terminará de quemársele ese chiche que ella misma ignoraba saber. Por fortuna sucedió, ella lo agradeció. Pero el conductor la insultó. Ella hizo oído sordo, no habla pero murmuró “Listo, me fundí y ahora me van a arreglar”.

Vega salió al rescate de Dalceggio y al traerla a Kilo 4 y quedar, tuvo tiempo suficiente para ver a los pajaritos volar, pero ese paredón le impide observar hacia afuera.

Al verla Sevigne le supo responder tan prontamente como tuvo la respuesta a mano, para lanzar una frase demoledora “Y yo aquí solo soy estorbo, me he convertido en proveedor de repuestos. ¡No es justo!”. Dalceggio le respondió “¿Sabés que hay que hacer con estos turros? Fusilarlos, todos juntos en un paredón, para que los vivos que quedan vean que la cosa va en serio”, muy sueltamente.

Pero Sierra de la Ventana se sumó al café “Pero no está mala la idea de fusilarlos, pero yo les haría pasar algo de sufrimiento, como el castigo que nos hacen pasar: les cortaría las cabezas, de forma que sufran al morir” dijo por dar una opinión.

Altamirano, que siempre se prende a las charlas, dió su mirada un poco más suave “Yo sería más partidaria de buscar el punto medio. A los funcionarios no les aplicaría ningún método violento, porque con la violencia no se gana nada, solo ganamos más violencia. Acá pasa porque hay un asunto más radical. Si nosotras hemos caído en el degeneramiento más profundo, vean la sociedad actual: la gente va con un pibe de corta edad y encima tiene que ver a esos mamarrachos en semi taparrabos, para no decir desnudos del todo, eso es cultura ¿verdad?”

“Cierto Altamirano –dijo Cuenca- diganme algo ¿qué había de educativo ver a los de Gran Hermano, ahí matándose por estar aislados, en una gigantesca nube de pedos, mirándolos hasta cuando iban al baño y hablándo idioteces de ellos mismos? Pero déjense de joder”.

“Pero Cuenca –dijo Dalceggio- si la realidad de afuera se cuela por cualquier boquete. Vás transitando con el tren y ¿cuántas veces andan los pendejos de seis, siete u ocho años ahí robando bicicletas, o matando gente por afanarles tres míseras monedas? Puf, vaya si no lo he visto”.

“Chicas, se olvidan de algo –repone airosa Cañuelas- se olvidan de los que vienen a hacer esculturas con nosotras. Me entiendo. A buen entendedor...”

“Mejor dicho –aclara Cuenca-los vagones. Véte un lunes, justo cuando anda la depresión dominguera de que Boca perdió con Talleres 3 a 0, verás que salen a la vía todas las formaciones más pintadas que hay. Rara será aquella que esté impecable”.

“Olvidan algo –se mete Karpik- Eso que no vieron los vagones que andan en el tren de Bragado. Y los tirados en el andén 10...”

“¿Cuáles?” –pregunta Temperley.

“No te hagás la boluda –responde rápidamente Dalceggio- No nos hagas creer que jamás en tu vida anduvistes por Sarmiento”.

“Pero Dalceggio, lo que le pasa a Temperley es que nunca en su vida anduvo por Sarmiento, siempre se la pasa acá, por eso no conoce un carajo, solo por donde van sus narices”-dice irónicamente Junín.

“Bueno, no seas tan irónica, qué querés, que salga sin permiso de estos parásitos. Mejor déjala donde está, está bien”-se apura a responder Dalceggio.

“Gracias chicas, la verdad es que me dieron un cachetazo”-dijo en tonada temerosa Temperley.

“No te preocupes vieja, es que a veces a ciertos hay que bajarlos a hondazos” –la consuela Altamirano haciéndo referencia a lo que le dijo Junín.

“Che que buena idea eso de bajarlos a hondazos, pero tendría que ser con los funcionarios”-sugiere Sierra de la Ventana.

“Bueno, tampoco vamos a cazar pajaritos al medio del monte”-dice sin entender Sevigne.

“A buen entendedor Sevigne. Entiéndase cazar como ir un día de pesca y en vez de pescar pejerreyes, pesquemos a todos los bagres sueltos, que gracias que hay muchos...”-le dice Cañuelas a Sevigné.

“Lo entendí”-responde afirmativamente Sevigne.

“Quizás le dancen los cuervos...”-dice a modo de chiste Mar del Plata.

“Que milagro Mardel rompiendo la monotonía de la charla seria con alguna humorada” –dicen Dalceggio, Sierra de la Ventana y Cuenca. El resto se ríen.

“Pero si afanan hasta los codos. Y encima dicen que Néstor es un pescadito que se metió con los Pez-Aditos de la política”-rompe con comentarios políticos Karpik.

“¡Dejá de romper las pelotas con política Karpik!”-le dice un poco asqueada Sierra de la Ventana.

“¿Cómo? ¿Y lo que acontece a nosotras que rubro ocupa? ¿Política o ecología? Te asqueará, es cierto, a mí me tiene hasta la coronilla, pero la política la tienes hasta cuando prendes y apagas la luz”-le retruca Karpik.

“La política –dice Altamirano- un sabio me dijo que solo sirve para dividir opiniones y para pelear gente, y para que se maten entre ellos”.

“Pero Altamirano, yo me reconozco a-política, no entiendo un pito de eso, yo solo sé que los políticos un día se odian y al día siguiente son amigos. Son la mar de fallutos”-dice Dalceggio.

“Dalceggio, yo sé que pudren los políticos, para qué nos vamos a engañar, pero por lo memos mirálos un poco solo para saber la marcha de la economía, el país...”-le dice Cañuelas.

“Parece que la política llegó distorsionada a la línea San Martín, pues a Montoto no le cierran los números”-dice a modo de chiste Mardel.

“Ja, ja!”-ríen todas.

“Montoto, el inventor de las maquinitas expendedoras de boletos, ese que se queda con vueltos, cualquier día le faltaría evaporar a Metropolitano”-dice en forma de humorada Sevigne.

“Fuera de un chiste y una broma, este Montoto a Metropolitano la vació -dice Dalceggio- Y todas las empresas que pasaron por sus manos fueron un desastre, no se olviden el yacimiento de Río Turbio, que parece que este pingüinito se ha olvidado”.

“Una pregunta -pregunta temerosa Temperley- ¿alguna de ustedes saben donde andan los barrabravas de los obreros?”

“Por una vez en su vida preguntó algo cómo la gente” –dice Junín.

“¡¡¡Sos una incorregible Junín!!!” –se altera Sierra de la Ventana.

“¿Los barrabravas? –repregunta Cañuelas- no sé, preguntáselo a algún ambulante. Qué se yo, no sé dónde están. Preguntale a Dalceggio”.

“Yo ni idea, me dá exactamente lo mismo que aparezcan a que deambulen”-le responde Dalceggio.

“Pero son gilas, mas gilas imposible. ¿dónde se creen que están los barrabravas? Durmiendo la siesta, cómo siempre, en un colchón lleno de dólares, no de pesos. Ellos son finos”-dice Sevigne.

“¡¿Finos?!”-se sorprende Cuenca.

“Y cuando tienen que viajar ¿vos te crees que van a usar el transporte ferroviario? Eso es como pedirle peras al olmo. Ellos viajan en aviones, en micros pero en tren se les paspa el traste”-dice Sierra de la Ventana.

“Guarda que no se les paspe el orto si viajan unas 24 horas en el expreso Tucumán con la Yoly”-dice en forma de humorada Mardel.

“Hablando de la Yoly... ¿qué fue de ella?”-pregunta Karpik.

“Después la seguimos, es muy tarde”-dice Dalceggio.

El reloj marcaba las dos de la mañana del día martes. Era de noche absoluta, y hora de soñar con algo mejor.

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