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jueves, 27 de diciembre de 2007

A2.Café ferroviario II: Fantasma de la naturaleza

Hace varios años en algunas regiones, en particular la Pampeana, se viene dando un fenómeno que parece estar siempre al asecho: las aguas.

Hay un dicho que dice “Las aguas bajan turbias...”, pero aquí parecen haberse venido a instalarse.

Solo quedan los recuerdos... sí, aquellos memorables recuerdos de viajes a La Pampa... con el calor y un paisaje más agreste que nunca. Pero para quien haya alguna vez visto La Picasa, solo puede llegar a agarrarle un fuerte dolor de cabeza.

“Dicen que la Unidad pende de un hilo en el Oeste... habrá que ver hasta cuando aguanta” –dice Vidal mirando pasar el agua por debajo de un puente.

“Sí. Pero qué le estará sucediendo a la geografía, parece no encontrar solución a este fenómeno” –dice a modo de interrogante Carolina.

“Solución hay, pero dicen que la especie que vino a destruir y a dar vuelta todo es esta: la humana” –le contesta Vidal.

“Hemos destruido bastante este sitio... me pregunto si no se le puede encontrar la solución a este problema” –dice Carolina mientras mira pasar al agua.

“Esto, me hace recordar a una frase de Claudia Natenzon “Las inundaciones tienen más causas políticas que naturales”. Habrá que ver el grado de participación...” –le responde Vidal.

“¿Y qué hacemos nosotras aquí, mirando impasibles pasar el agua?” –se repregunta un poco resignada Carolina.

“Mira, miraremos pasar el agua impasibles porque nosotras no podemos hacer nada, si quienes deben hacer estas tareas no se molestan ni en lo más absoluto. Entiendo que estés resignada, duele. Y es como una herida, que deja una marca profunda...” –la consuela Vidal.

“¿Por qué llegamos a este grado?” –pregunta Carolina.

“Buena pregunta. Hay tantas cosas que el hombre dice tener la solución y resulta ser después un dolor de cabeza sin fin. Pero no hay que resignarse, nuestra tarea, desde el ruidoso andar, plomo molestar, carga ploma económica, va a seguir siendo la de peticionar a las autoridades una urgente solución al drama que se vive. Pienso que en algún día, de algún mes, de algún año alguno tendrá agallas suficientes y se preocupará por rescatar estos rincones” –dice Vidal.

“Comprendo. Ver esto me recuerda a ver las inundaciones de Santa Fe, calles convertidas en agua y todo así... Juro que no podía creer que una ciudad entera estuviera inundada de la noche a la mañana. Pero lo peor de todo fue regresar a los hogares y encontrar con los estragos...” –dice Carolina mientras mira su reflejo en el agua.

“Pero te he decir que si los santafesinos sufrieron porque vino una subida estrepitosa del río Salado y los inundó por varios días y les destruyó todo, es cierto, pero hay muchos más olvidados. Te puedo dar el ejemplo de La Picasa. Esa gente no sé cómo hace para aún estar allí. La verdad es que no me termina de caber que cómo una laguna aumentó deliberadamente su volumen de agua, multiplicando varias veces la Capital Federal” –le contesta Vidal, mientras se mira en el reflejo del agua.

“Esos sí que están peor que nunca. Tengo entendido que hace años que están así, que los que viven en el campo viven de la pesca y no de la agricultura y la ganadería. Sé que esta gente está más arruinada que nunca. Pobres los habitantes del pueblo... ni me acuerdo el nombre” –le contesta Carolina.

“Aarón Castellanos. Te voy a contar una frase que le dijeron al intendente, en verdad, quien la dijo, habría que matarlo: “Qué importa si se inunda Aarón Castellanos si a los 500 habitantes los cargamos en tres camiones y los llevamos a vivir a Rufino” –dice Vidal.

“Qué frase... evidentemente quien la dijo no tiene ni cinco de noción de qué hablaba. Pero pienso al mismo tiempo que acá el problema pasa por la burocracia provincial y nacional” –dice Carolina.

“La guita de las obras está, pero esto me hace recordar a la promesa inconclusa del Riachuelo, cuando la guita para limpiarlo estaba pero se la desvió para cubrir planes sociales. En esa materia somos campeones, lastimosamente” –contesta Vidal, mientras se detiene a mirar el Salado de la PBA.

“Buscamos las respuestas a las inundaciones, pero pareciera que aún no las encontramos... –le dice Carolina- ¿cómo se quiere prestar servicios ferroviarios eficientes?”.

“Es que hay un grave problema. Si no somos capaces de hacer frente a un problema de la naturaleza, menos lo busquemos por el lado de lo técnico” –le dice Vidal.

“Pero Vidal, fíjate en este río: nunca lo he visto tan crecido y desbordado como estos últimos años” –dice a modo de crítica Carolina.

“Bien dijistes, crecido y desbordado. Y eso que no anduvistes por Chascomús, que la cosa es peor aún –cuenta Vidal- da miedo andar por esos lugares, pues pareciera que haces equilibrio, que un mal paso y al agua te vas”.

“Qué consuelo...” –contesta Carolina.

“Acá no es cuestión de consuelos Carolina. Es cuestión de ponerse de acuerdo y de mover un poco las tabas, a ver si terminamos de una buena vez con estos dolores de cabeza” –dice Vidal.

Y el día va terminando, pero ellas contínuan allí, mirando el agua pasar, impasibles...

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