Te lleva unos segundos firmar este petitorio

sábado, 17 de abril de 2010

Trenes del Bicentenario: Terremoto en viaje

No era mi primer terremoto que sufría, ni tampoco el último. Estaba justo en la mitad del recorrido en el ramal del C-14 cuando todo sucedió en apenas unos poquitos segundos que, sin embargo, se transformaron en una eternidad. Recuerdo que iba con mi socio tomando mate cuando las montañas se movieron bruscamente, un extraño temblor se instaló en mi estómago y, por el espejo retrovisor de la máquina, pude ver que los vagones se estaban moviendo de un lado a otro, percibía el sonido de los enganches rompiéndose y los vagones desprendiéndose y rodando como pelotitas hacia el barranco. Estaba de suerte: no llevaba carga alguna y eso me puso dos segundos en calma.

Estábamos solos y en el medio de la soledad. Era poco posible pensar en una salida cuando no se sabía con certeza cómo podía acabar el final. Pero por suerte, el temblor desapareció y volvió la calma. Mi socio estaba nervioso pero era muy aventurado decir que estábamos seguros. Preferimos salir de la cabina y ver qué había pasado en aquellos momentos eternos.

- ¡Estamos en problemas! ¡Perdimos unos siete vagones en el barranco!

Volví y tomé la radio. Avisé de lo que había sucedido pero, evaluando que Argentina es un país para aventureros, seguir viaje a la base con el resto del tren podía ser digno de ser considerado una osadía.

A lo largo de la vía, los estragos estaban a la vista de quien quisiera venirse con varias 4 x 4 a verlos: los rieles habían sufrido un serio deterioro, vivoreos, y revirados también. ¿Podía ser que aquel terremoto hubiera aflojado nuestra ruta de viaje? Era posible que sí, pero mi socio, mi buen compañero de aventuras, lo tomó con la siguiente filosofía “Es hora de confiar en nuestros conocimientos y en nuestra pericia”.

Era un poco complejo rodar por aquella maltrecha ruta. Pensando mejor, así demorásemos una eternidad, íbamos a llegar a puerto seguro. Para colmos, desde las cimas no dejaban de caer rocas, yo pensé que alguna nos iba a obstruir el camino, que de hecho, tampoco nos la hizo tan sencillo poder viajar.

A esta altura, el miedo era un simple y mero recuerdo de una aventura viajera, que no por eso me iba a dar por vencido y no iba a volver más aquí. No. Disfrutamos y amamos ser insectos diminutos trepando las montañas entre el cielo azul y un sol radiante. Amamos viajar de día, odiamos andar en la noche y tenemos un buen motivo: es muy traicionera.

Era evidente que el terremoto había castigado bastante: pasamos por un paraje y las pocas casitas que hay, tenían evidencias de haber sufrido el mismo temblor que nosotros kilómetros atrás. Fue cuando sentimos mucha pena y se me volvió a estrujar el estómago, pero al mismo tiempo pensé que no tengo nada diferente a ellos, que seguramente es posible que mi casa, también la encuentre en las mismas condiciones que la de ellos.

Era de noche cuando llegamos a la base. Ellos estaban sorprendidos de ver cómo hicimos para sortear las consecuencias del mismo temblor que sufrimos nosotros cientos de kilómetros atrás. Todos nos confundimos en un gran abrazo coincidiendo en una cosa: no considerarnos víctimas, sino protagonistas de un hecho al cual, nadie deja de ser protagonista.

No hay comentarios: