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sábado, 17 de abril de 2010

Trenes del Bicentenario: El diario íntimo del jefe nacido en Santa Fe que se fue a Bariloche

Dice así:

20 de enero: Hoy soy feliz. Por fin puedo decir chau al calor, la humedad y los mosquitos y me mudo con mis cacharros a la estación de Bariloche. Que feliz que soy. Que hermosas son las montañas. Que bonito el lago. Que paisaje más agreste. Que bella campiña.

25 de enero: Como es verano, no me preocupa la nieve. Me preocupa que la estación está muy sucia, toda llena de basura y creo que voy a sucumbir dentro de ella, pero me entretiene estar ordenando mi espacio donde voy a vivir. Es divertido, los trenes vienen una vez cada muerte de obispo y los empleados casi ni los veo. Que gran vida esta.

6 de febrero: Llueve. Aún pienso en toda la basura que tengo por sacar y hace dos días que no para de llover. No tengo teléfono porque de la compañía aún no se les antojo mandar al técnico para que lo repare. Eso sí, soy feliz porque ayer fui al centro cívico, pasé por el banquito y me traje unos sopes encima. Sin contar que me cagué mojando un poco…………………

14 de febrero: El maquinista del tren trae una cara de orto que se le raja al medio y para colmos lo tengo de huesped. Para no acordarme de eso, decido llamar a mi primo a Santa Fe y el muy guacho se estaba comiendo un lechón asado en el patio y yo había comido apenas un guisado de frijoles. Si todo era poco, el maquinista casi me pone el plato de comida de sombrero. Menos mal que no le dije buenas noches porque creo que me muerde……..

1 de marzo: Joda ferroviaria. Tenía el día para mí y decidí salir de picnic a las montañas. Cuando tenía todo listo, llaman por teléfono de la empresa que el tren local circulaba como cualquier día común y corriente. Eso me puso la cara de tuje y adios el picnic.

9 de abril: Hace rato que es otoño y el viento se siente en la cara. El andén parece el ceamse de las hojas que hay caídas en el piso. Las barro y al día siguiente, tengo la misma cantidad y mayor. Estoy un poco cansado de barrer hojas y quemar.

25 de mayo: ¡Feriado! Y vino la primer nevada. Abrí la puerta y el frío me avanzó por todos lados. El andén y las vías estaban cubiertas de nieve, caía en bonitos copitos. Salí corriendo al andén y me fabriqué un muñeco. Después jugamos con el personal de la cuadrilla a una guerra de bolas de nieve.

21 de junio: Invierno. Acá hace como dos semanas que no para de nevar. No puedo asomar la nariz y tengo un frío terrible. Llamé a mi primo en Santa Fe y el muy maricón no me quiso atender porque estaba ocupado. Seguro que al rato irá a pescar algo a la ribera del río Paraná.

2 de agosto: Por suerte pude salir para dar una vuelta en la ciudad. Aproveché a ir al supermercado y casi se me va el sueldo entero en mercaderías. Además, tuve que comprar cables porque casi me electrocuto con la plancha tratando de saber si era la plancha la que no andaba o si era la instalación la que estaba podrida.

15 de agosto: Nuevamente tengo huéspedes en la estación y por la noche, aparecieron los ratones. ¡Casi me acogotan! Tuve que cambiar las camas, lavar las sábanas y llamar a la empresa para que urgente vinieran a hacer una desratización.

27 de agosto: Aún sigo esperando esa maldita desratización y un cambista tuvo la brillante idea de rociar la madriguera con soda caústica. Para los colmos, la madriguera estaba en la cocina y ¡cuándo podía sacar ese olor! ¡Me cago en las ratas, la estación de trenes, los trenes, el cambista y todo junto!

5 de septiembre: Decidí llamar a mi primo a Santa Fe y me enteré que el muy guacho se metió en Nuevo Central Argentino. Entonces mi sesera empezó a carburar y le pregunté si no había lugar para alguien más y me contestó que iba a ver qué sucedía. Me juego la cabeza que se fue a Victoria, a jugarse unos mangos.

13 de septiembre: La compañía de teléfonos cortó la línea por falta de pago. Lo único que tengo para subsistir es mi celular y a limpiarme los bigotes. Para colmos, se cayó una señora nevada y a la salida, justo ahí no más de la estación, me resbalé en el hielo, caí y me partí una gamba.

30 de septiembre: Hoy por fin me quitaron el yeso. Me llamó mi primo desde Santa Fe para avisarme que diera aviso si quería meterme en NCA, sin dudarlo, dije que sí. Lo único que me quedaba era trabar contacto con Tren Patagónico para que encontraran algún ferroviario cornudo que quisiera venirse a vivir a esta porquería fría que es Bariloche.

13 de octubre: Por fin vino el nuevo jefe. Ya firmé la renuncia. Me tomé el tren a Viedma, luego de ahí seguiré a Patagones hasta Constitución. Después me tomo el rosarino. Luego de haber andado tanto tiempo viajando, me voy a Sauce Viejo a comer un rico asado, después al metegol en lo de mi primo y al día siguiente, a estrenar nueva empresa de laburo. ¡Por fin de nuevo con el calor, la humedad y los mosquitos! ¡Eso sí que es vida!

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