Observaciones: El destino que aparece en el título podría ser muy bueno para el viaje solidario número 25 siguiendo el itinerario del relato. No esperemos imposibles.
Recién llega a Retiro un tren procedente de Villa Rosa. Todo el mundo baja y, como en una procesión, buscan la salida. En cambio, hacen un relevo de dotación en la máquina y la misma es desacoplada, conducida hacia el cambio. Y ellos, Bautista y Gonzalo caminan. Sus sombras se hacen largas en el andén.
“Gonza… andá que voy al baño” – dijo Gonzalo a su compañero.
Bautista se fue a la casilla. Gonzalo fue al baño pero internamente estaba con un malestar. Se miró al espejo, se lavó las manos pero sus ojos estaban vidriosos. Su cuerpo le pesaba el doble, no porque hubiera humedad ambiente. En su cabeza, tenía la sensación de un embotamiento.
Salió del baño y con la sensación de querer devolver, se fue a la oficina para llamar por teléfono. Cuando entró y llegó al escritorio donde estaba el mismo, pesadamente cayó a la silla. Lo miraron y corrieron a auxiliarlo.
Tomó el teléfono y llamó a su casa “Mercedes… no puedo más…” – fue lo último que dijo, cayó pesadamente al suelo y el tubo del teléfono rodó desarmándose.
En tanto, su compañero Bautista lo va a buscar al baño “No, fue a la oficina a hacer una llamada telefónica” – le dijo el voluntario de limpieza del baño.
Caminó a la oficina y encontró a su compañero en el suelo.
Los que estaban en la oficina, en vez de llamar al servicio de emergencias y llevarlo al hospital, mandaron que lo llevaran hasta estación Boulogne Sur Mer y allí pidieran médico.
Entre varios llevaron a Gonzalo hasta la máquina, con el próximo tren que salía a Villa Rosa. Bautista pensaba “¿Qué les costaba llamar al servicio de emergencias?” y meneaba la cabeza.
En la cabina, Bautista ató a Gonzalo a la silla del ayudante.
En cambio, Gonzalo parecía hundido en un sueño aletargador… muerto no porque respiraba. Casi, como una coincidencia, cuando el altoparlante anunció que el tren a Villa Rosa estaba despachado, en su sueño todo empezó así…
…un cálido día martes, un tren de color rojo, con quince vagones clase turista repletos de pasajeros, bolsos, encomiendas… finalizando los preparativos cuando la máquina, aquella colorada G-22 se preparaba para un largo y eterno viaje. El altoparlante anunció “Tren a Jujuy con paradas en Rosario, Santa Fé, Vera, Roque Saenz Peña, Salta y Jujuy y estaciones intermedias se encuentra despachado”. Los motores aceleraron moviendo ese convoy hacia el norte. Adentro, todos estaban listos para el largo viaje que les espera por delante.
Apenas se detuvo en algunas estaciones de la vía local para recolectar el tumulto de pasajeros que aguardaban viajar a destinos desolados. Los niños aplastan las narices contra los vidrios de las ventanillas mientras apenas quedaban pocas horas de luz de día. Los grandes, algunos jugaban a las cartas, muchos tomaban mate entre familias enteras, desconocidos, o simplemente contando historias del monte, el desierto… o bien, el sueño y la ilusión de vivir un viaje de vacaciones en forma de turismo aventura.
Como un señor, con su traje a la inglesa, pasa el guardatren pidiendo los pasajes. Detrás suyo está el inspector, vestido de azul, para prestarle una colaboración. Nadie piensa en hacer daño al otro.
En tanto, el tren corre y corre, como el corcel desbocado. Claro, porque está en lo mejorcito de la sección. Pero el día se ha apagado. Es hora de encender las luces de la máquina para alumbrar el sendero. Poco a poco esa vía, que era el inicio de un viaje confortable, deja de serlo. Porque la velocidad ha disminuido considerablemente. Ya no corre a todo vapor pero… calculando unos 60 o
El pasaje siente el cansancio. Y sí, el tren solo ha hecho
Los únicos que no se dan el lujo de empezar a sentir la fatiga es el personal de conducción. La vía, indudablemente, está mala. Ha empezado a ponerse largo y cancino el viaje… los viajeros duermen. Ellos no. Con un par de mates intentan quitarse de encima la modorra de los kilómetros acumulados…
Después de unas casi 9 horas de viaje, llegan a Rosario. Entre el personal bromean que si hicieran ese mismo viaje vía Mitre tardan menos… la parada fue muy breve: apenas para intercambiar pasajeros, encomiendas, personal y repostar de agua y combustible a la máquina. Y de vuelta el tren se pone en marcha camino a Santa Fé.
Es indudable que el estado de la vía es pésima. Como mucho,
Y el tren siguió adentrándose en el norte santafesino. Parando donde le hicieran alguna seña. En parajes perdidos, desolados, pueblos que apenas figuran en los mapas. A paso de hombre proseguía su marcha mientras amaneció con las luces del día… un amanecer fresco que más de uno imaginó un día pintoresco, templado pero que en pocas horas subió la temperatura y el calor se tornó insoportable…
No había mucho tiempo para pensar en cómo se encontraba el pasaje, a esta altura, lo sugerente era tomar agua y agua. Y la llegada a Resistencia se volvía cada vez más lejana. El estado de la vía… mejor ni decirlo. Llegar a destino todavía era un milagro, como si alguien hubiera conseguido finalizar una maratón.
En el medio de la nada el tren surcaba los campos y, junto con ellos, el enorme calor. Ese sol que parecía querer partir la tierra.
Nuevamente les agarró la noche. En camino, el calor no afloja. Y sigue. Pican los mosquitos. A ninguno se le cruza por la cabeza pensar en desperfectos técnicos. Pensar en aguantar.
Con las primeras luces del día, el tren llegó a Resistencia. Allí el pasaje bajó para refrescarse, dar una vuelta, cargar agua si lo deseaban. Recambio de personal. Aprovisionamiento para la máquina. Revisión técnica. Hay que seguir camino. Faltan muchos kilómetros para la parada final.
Con un largo bocinazo llamaron a los pasajeros para que volvieran a la formación y ponerse en marcha. ¿Horario? A esta altura era pensar en imposibles. Esa palabra esta directamente desechada de los diccionarios ferroviarios, al menos en aquellas zonas. Y empezó el camino hacia J. V. González.
Descansados, o mal dormidos, tuvieron la sensación de hacer más confortable el viaje. Es que al menos, a la vía le hacen un retoque de vez en cuando. Igual, en tiempos de viaje, atravesar todo el Chaco y una partecita de Santiago del Estero, les llevó un día. En definitivas, llegaron a J. V. González en plena madrugada.
En territorio salteño les esperaba seguir camino hacia Salta capital. Subidas, bajadas, curvas y contracurvas y el más bello de los paisajes hacían que al menos el pasaje tuviera la mente distraída y se olvidara un poco del cansancio. Era mucho que todo saliera bien hasta que llegaron los problemas…
A
Como un ritual, se vino el último recambio de personal para la última sección: Jujuy.
La última parte del viaje fue la peor de todas: lo de la vía, de público conocimiento; a un par de vagones se le rompen los enganches. Para los colmos, a la máquina se le parten las zapatas delanteras… y si todo podía ser poco, a uno de los vagones se le partió el elástico.
Nunca se supo claramente cuánto tardó el auxilio en poner en marcha nuevamente el tren, pero sí sobre el dolor de cabeza cuando supieron allá en Boulogne de los desastres en el medio de la nada. Se supo también que una voz chilló “¡Ferrovías nunca más manda trenes a Jujuy!” pero quedó en el chillido, por suerte.
Manos generosas siempre las hay en el camino para prestar auxilios: allí estaba una cooper del año del ñaupa que Belgrano Cargas tiene no se sabe para qué, pero para poder finalizar la última parte del viaje, vino anillo al dedo. ¿En cuánto tiempo más para llegar hasta destino? Justo con la salida de la luna llena, el viento soplando en las caras denotando que la temperatura había bajado abruptamente.
Contentos. Felices. Besos. Abrazos. Reencuentros. En el medio de la nada. Señores, hemos llegado a Jujuy…
…en pleno andén de Villa Rosa estaba Gonzalo tendido sobre una camilla. Cuando todos pensaban que había tenido un infarto o cosa por el estilo, las primeras palabras que pronunció fueron “Qué lindo… estamos en Jujuy”.
“No hermano… estás en otra galaxia” – contestó Bautista.
Gonzalo abrió los ojos y vió que era de día “¿Cómo es que no estoy en Jujuy?”
“¿Jujuy de dónde? Flaco, estás en Villa Rosa. ¿O soñaste eso durante el viaje?”
“Me mandé un viaje a Jujuy en 1 hora y 20 minutos” – contestó Gonzalo y volvió a desmayarse.
Bautista pensó “¿Cómo será viajar a Jujuy en 1 hora y 20 minutos?”.
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