(En el Bicentenario, no estaría nada mal que sucediera algo así con la provincia)
Mar del Plata. Caseta de cambios. Afuera llueve y truena. Hace frío. Hay una salamandra encendida. El señalero Marto lee un periódico y fuma. De repente, se corta la luz.
“Opa!” – dice, se levanta con una linterna en mano y va hasta un armario a buscar una vela, la cual enciende y la pega a un platito. Se vuelve a sentar en su sillón y sigue leyendo.
A las carreras y todo mojado entra Ángel Peluffo “¡Negro! ¡Ferrobaires sonó al fin!” – dice elevando las manos en un suplicio.
Marto se quita el cigarro de la boca “Sécate un poco en la salamandra que me estás inundando toda la caseta”
“¿Qué bicho te picó ahora?” – pregunta Peluffo.
“No pelotas! ¿No te das cuenta que esta estación, paredón del Bondi vías dentro, es un polvorín?”.
“Si Crespo está muerto”
“Te olvidaste de este: Ochoa y el Rucucú”
“Voy a hacer una llamada” – dice Ángel y en un accidente, se le cae la vela al piso, se parte y se apaga.
“¿Ves lo que hiciste pedazo de papanatas por llamar por teléfono? Además, paso a aclarar que hace ratazo que nos cortaron la línea. Ni siquiera podemos llamar por los intercomunicadores a los maquinistas, por si no lo notaste vos que andas por ese sector”
Continúa tronando afuera y la lluvia no cesa.
“¿Qué se te ocurre al respecto?” – pregunta Peluffo.
“Dormir y sellar la jeta”
“¿Y el cabeza Liberali?”
“Dejalo que solito va a caer por este sector. Ah – le dice Marto y le da una escopeta – para dormir en esta caseta, mejor que esto. En cualquier momento se te meten estas larvas y te hacen cagar fuego la existencia… Buenas noches” – se acuestan y se acomodan las cobijas.
En el medio de la noche, son sorprendidos bruscamente por siete personas que entran a la caseta, con ametralladoras en mano.
“¡Vamos! ¡Arriba que el jefe tendrá gusto en verlos!” – le gritó uno de los directivos y los tomó de los pelos a ambos.
Mientras los llevaban a las patadas y empujones, los demás tuvieron tiempo de revolver y hacer suficiente desorden, sin encontrar absolutamente nada de lo que buscaban.
“¿Dónde vamos Marto?” – pregunta Peluffo.
“No sé, y date por dichoso si logramos huir de esta”
“¡Dale cabeza Liberali, vení a sacarnos!” – grita Peluffo.
“Liberali está muy bien asegurado en Plaza, olvídate de salir con vida de acá”.
Llegan hasta el sótano donde los esperaba Ochoa.
“Bien Ochoa, hicimos una buena pesca” – le dice mientras les da un empujón a los dos. Peluffo y Marto caen al piso.
“No era lo que esperaba pero buen comienzo” – dice Ochoa.
Marto mira a Peluffo.
“A ver… ustedes tendrán el placer de decirnos dónde está Liberali”
Peluffo se pone a silbar y eso impacienta a Ochoa.
“Damore… traeme la picana, este pelotudo no obedece” – chilla Ochoa.
Marto escucha unos pasos de taco. Luego oye unas voces y una de ellas es la de Vanesa. Estaba hablando por teléfono.
“Mira bien niñito tanguero… seguí silbando que aquí tu papacito tiene el regalito para ti” – le dice Ochoa sarcásticamente y lo picanea.
Peluffo grita y Vanesa desde arriba pregunta “¿Ángel? ¿dónde estás?”
Marto grita “¡Rajá que está este gusano de Ochoa!” – y Damore le tapa la boca para evitar que grite.
Ochoa aprovecha la ocasión para patearlo “¿Viste que mala fue tu elección?”.
En tanto, arriba…
“Estos tipos hay que hundirlos pero están todos metidos acá en el sótano” – dice Vanesa.
“Lo curioso en esto es que dieron vuelta toda la caseta y no se llevaron nada” – comenta Horacio.
“Pensemos un plan… pues para hundirlos hay que rescatarlos a ellos” – dice Paola.
En ese momento sale Horacio Toucedo a afuera y mira hacia el cielo “Gente… los aviones volvieron a estas tierras………………. Estoy hasta las bolas con esto de derrocar sucios y putos directivos”
“No te preocupes, solo se queman ellos y su puta dirigencia ¿eh?” – dice Liberali.
“No sé, pero en lo que va en todo esto, ya hicieron torta la estación una vez y ya vamos por la segunda……………..” – comenta Paola.
En ese instante, bombardean la playa.
“Espero que haya sido en el sector de los bondis” – dice Vanesa.
Toucedo se levanta, abre la cortina y mira “Lamento comunicarles compañeros pero los bondis caminan como que si nada….”
Todos se miraron.
“¿Qué esperan para armar un plan antes que le corten la cabeza a dos de los nuestros?” – pregunta Vanesa.
“Este libro – dice Liberali – hay firmas estampadas del año del pedo, tirenlo, quemenlo, no dejemos las evidencias… es un peligro con estas ratas ambulando………….”
Justo suena el teléfono. Toucedo lo toma con cuidado “Hola…”
“¿Sí? Hablo desde San Martín”
“¿San Martín? Mire, no esperamos llamadas de aquel sitio buenos días” – dice Horacio.
“No pará. Soy Pérez”
“¿Pérez? ¿El imbécil de Vedia como se dice por estas tierras?”
“¿Por qué esa costumbre de tratarme de imbécil?”
“No es costumbre. Es su mote”
“Ah… ya que tengo mote, el imbécil de Vedia pasa a informar que el capo Ochoa va a mandar al degüello al cabeza Liberali”
“No te preocupes… está vivito y coleteando acá, mientras los aviones nos están cagando a bombardeos en la playa” – dice Horacio y corta – “Me tiene los huevos llenos”.
Liberali mira a afuera y los bombardeos siguen “Muchachos… nos bombardean estos perros de los directivos… se fueron al ADA601 y se afanaron los aviones… hijos de puta!”
En el sótano…
“¿De dónde viene ese fuego? ¡Vamos! ¡Diganme!” – pregunta Ochoa dirigiéndose a los directivos.
“Nuestros propios están atacándonos”
Justo se escucha una nueva ola de bombardeos en la estación.
“¡¿Más fuego todavía!?” – exclama Ochoa.
“Lamento decirle que Liberali y los rasos están asediando la playa… y ya viene un nuevo tren con más rasos, alimentos y municiones”
“¿¡Cómo qué avanzan!? ¡No puede ser!”
“Tengo al delegado de los fratachos en línea”
Ochoa toma el teléfono “Bendini, ¿sabe que toda la estación es un incendio generalizado?... ¿No oye los disparos…?
Bendini, desde Once, contesta “Estoy en una casilla en Once”
“¡Mar del Plata es un caos!”
“¿Y en qué me concierne a mí esa información? Mire Ochoa, se la canto justita. Desde el día que liquidó a un tal Funes, me alcanzan un discurso suyo donde decía que nosotros no debíamos intervenir en los conflictos con los rasos… y Avogadro, usted sabe que ya cagó fuego, lo aprobó”
“Bendini… traidor hijo de perra, después de todo lo que te conseguí! ¡Deberían colgar a todos los delegados fratachos en la plaza!”
Damore le dice a Ochoa “Mire Ochoa, los rasos están soplándonos en las nucas, así que rápido decídase que hacemos con ellos, porque de seguro que vamos a cagar fuego como Crespo, Trezza y Avogadro”
“Ochoa, deje de negar que en cualquier momento le vamos a cortar el sabiolín” – le dice Marto.
“Miren… en Retiro se guardaron ni bien escucharon el primer tiro, se cagaron en las patas, estos pelotudos no sirven ni para espiar” – dice Ochoa.
“Que linda fantasía la suya Ochoa. Le están diciendo que se rajaron todos cuando supieron de
“A ver mis niñitos… ¿qué más saben al respecto?” – les dice Ochoa.
“Que mejor que se raje porque… porque Liberali nos va a meter una bomba y volamos todo al carajo” – dice Peluffo.
Mientras seguían discutiendo sobre retiradas o resistencias, Marto y Peluffo huyeron del sótano. Arriba todo era un descontrol generalizado. Corrieron hasta uno de los frentes.
“¿Y ahora qué?” – pregunta Marto.
“Preparense a………………… chau estación” – anuncia Liberali y desde un avión le tiran una bomba que acaba reduciéndola a una pilita de escombros y un fuego incontrolable.
“Siempre lo mismo con estos idiotas… todos los administradores de Ferrobaires se queman ellos con sus dirigencias” – dice Vanesa.
Los bondis seguían su movimiento habitual, como que si nada pasaba en el lugar.
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