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domingo, 25 de enero de 2009

Café Ferroviario II: Sergio y la novia invisible II

Observaciones: Cuento de locura

Es de noche. En el hospital neuropsiquiátrico todos duermen. Los locos como dirían los comunes transeúntes. No molestan ni fastidian, punto. ¿Todos? No. Sergio no se ha dormido y mira las tinieblas. Ese olor típico a hospital y la convivencia con ese tipo de personas lo ha puesto extremadamente hosco. Antipático. Y por ahí, agresivo.

Está atado a la cama. Porque los médicos dicen que tiene sus facultades mentales alteradas. En la cama de al lado, descubre que su compañero también proviene de la camada rielera.

“¿Quieres que te desate?”

“Mira, si vas a hacerlo, hazlo, de lo contrario, tómatelas” – contestó enojado Sergio.

“Si vas a enojarte, te diré los que somos de tu camada podemos volverte en tu contra”

“¡Dale, desátame jetón!” – exclamó nuevamente con enojo Sergio.

“Primero he de recordarte que soy el jefe de la formación”

“¿Formación? De chitrulos será”

“No lo que usted cree. Sé muy bien que usted estuvo tanto como un suspiro. En la línea Roca, para más evidencias”

“¿Y cómo sabes tanto de mí?”

“Verás, entre gitanos no nos vamos a adivinar la suerte. Sé que eras conductor de la local…”

“¿Y tú que hacías entonces?”

“Estaba en la sección larga distancia. Te está hablando el Inspector Karpik”

“¿El… del Marplatense?”

“Por supuesto. El mismo que la empresa acusó de tener conversaciones con locomotoras”

“¿Y cómo hacías para conversar con ellas?”

“Astucia”

“Te lo tienes bien guardado en la chequera”

“No tanto… es que cuando había un problemita, me quitaba este bonito uniforme por una ropa de grafa para engrasar. Y ellas desfilaban como modelitos para la revisación médica”

Miró perplejo “¿Y tú viste fantasmas y vampiros en un viaje a Mar del Plata?”

“Fue un expreso fantasma… ¿Y por qué estás aquí?”

“Porque veía novias a miles por todas las estaciones. En los papeles de servicio las tenía a todas anotadas y cada vez que pasaba con los trenes, las veía. Eran chicas, divinas, maravillosas. Pasa que me había ganado la soledad y a esa altura que me dijeran sí te amo era todo un tesoro… no pude resistirme”

“Entiendo ¿y cómo sigue la historia?”

“Ellos dicen que en las estaciones veían tumultos de gentes pero yo las veía, algunas eran más osadas que otras pero bueno, con todas no se llegó a buen puerto. Ahora… lo curioso en esto es que de la noche a la mañana, todas las ví que se las tragaba una GT-22 camino a La Plata, excepto a una” – relata Sergio.

“¿Esa que viene ahí?” – pregunta Karpik mientras ve venir a una señorita vestida de bordó.

“No sé…” – titubeó Sergio.

Karpik se retiró. La señorita vestida de bordó se acercó a la cama donde estaba Sergio atado.

“Por favor, quítame estos amarres que deseo ir al fondo a la derecha” – solicitó.

“Pues he venido por ti” – le dijo la señorita vestida de bordó. Y desató a Sergio. Lo acompaño hasta la puerta del baño y le entregó una muda de ropa. Minutos después, lucía la vestimenta de ferroviario de la LGR.

“¿Por qué me has traído esta ropa? ¿acaso ya podré regresar a lo que era?” – preguntó.

“Nada de eso – se quitó el rodete dejando la larga cabellera suelta sobre su rostro – A mí me encontraste en San Justo, yo fui tu dulce y hermosa compañía en un tren y medio”.

“Dime que eres la Euge de San Justo, la cual perdí hace largos y reiterados suspiros”

Entre las tinieblas, se fueron en un coche hasta San Justo. En la estación, no había nadie. Salvo que un tren estaba estacionado.

“¿Qué habrá pasado para que este tren esté aquí y no en cochera?”

“Yo lo robé para seguir esta carrera contigo” - le contestó su novia y le clavó un beso.

“Sé mi cómplice, por favor amor” – le suplicó Sergio y subieron a la locomotora.

Puso la máquina en marcha y una vez que estuvieron en la cabina, Eugenia le dijo “Me encomiendo a tus noblísimas manos de conductor”

La miró fija a los ojos “Desde hace años, puedo decir que te quiero”. Y apretaron con todo.

Tomó el controller, abrió, los motores rugieron y el tren se perdió camino a Haedo, pero en una bocanada en el medio de la noche, Sergio y Eugenia se esfumaron con aquella GT y el vagón que habían partido desde San Justo.

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