3ª Parte
En tanto, a Lynch llegó un telegrama con la colecta. Yatay tuvo la siguiente ocurrencia “Monte, tú que funcas excelente, ¿por qué no haces paseos cobrando a la gente?”.
“¿Y vos?” – pregunta Monte Caseros a Yatay.
“¿Yo de dónde voy a salir si estoy rota?” – dijo Yatay.
“Que bien... bueno, le encargaré a G601 que busque algún repuesto así haces algo por el bien de la humanidad” – dice Monte Caseros.
“No seas guacha! En Escalada todas las vaporeras están haciendo paseos para sumar a la colecta, además, es la hermana de Loretta” – dice Yatay.
“¿Y a mí qué cornos me importa? Mucho menos tratándose de Elisabetta, pues, nunca fue santa de mi devoción” – dice Monte Caseros.
“Dale Monte... hace años que no está en estas vías, se fue junto con Doris. Además, Elisabetta siempre fue tan alegre como sus hermanas. No la querrás vos, pero yo sí la quiero y la extraño un montón” – dice Yatay.
Por el momento, en Lynch no hubo acuerdo entre Yatay y Monte Caseros. En Escalada, las vaporeras están llevando a cabo varios paseos semanales para colaborar con la causa.
Finalmente, Marina tuvo la ocurrencia para conseguir algo para la colecta: en sus viajes a Córdoba, cada turista que se retratara con una foto junto a ella o que quisiera llevarse su retrato de recuerdo, le pediría una colaboración. Y Mercedes con Maela Itatí copiaron la idea.
Flor y Lulú para colaborar en la causa, se pasaban los fines de semana vendiendo estampitas y cuánto objeto les viniera bien en un desvío en la estación de Luján.
Ingrid y Arietta organizaban paseos por las sierras para juntar más dinero. Todo les venía bien si se trataba de juntar dinero para saldar la multa.
Todo iba bien hasta que aparecieron los problemas. Marina y sus hermanas fueron descubiertas por un ingeniero haciendo las colectas. Ingrid y Arietta siguieron haciendo paseos pero zafaron porque metieron la excusa de “colaborar con el turismo local”.
Flor y Lulú levantaron campamento de la estación de Luján pero lo instalaron en otro desvío. Quienes por el momento íban bien eran las vaporeras y las chicas de Kilo 4 y de Escalada haciendo remates y ventas.
Marina dejó pasar unos días hasta que descubrió qué habían hecho con dinero recaudado: lo rescató de un cajón y decidió hacer una encomienda y enviárselo a Kilo 4, para mayor seguridad.
Por el lado de Lynch, Monte Caseros empezó a hacer paseos, en tanto que las vaporeras de Escalada finalizaron con sus paseos con la recaudación de 3500 pesos. En el sector de Metropolitano, A630 dictaminó finalizar los remates y ventas de chatarras y rezagos después de haber recaudado alrededor de 5500 pesos.
Del “Bolishop” como le dijera Bragado al puesto ambulante de venta de Flor y Lulú, juntaron 1000 pesos, los cual trajo Bragado, mientras ellas continuaban con la venta. En la encomienda de Marina llegaron 2500 pesos y unos 2000 pesos adicionales de los viajes de Arietta e Ingrid.
Entre las colectas, la suma llegaba a 14.500 pesos, pero les faltaban 5.500 para llegar al total. Después llegó un giro que hicieron los tranvías con 500 pesos recaudados en paseos y unos 1500 más por remate de chatarra, entre eso, había una nota de Pepito “Nos queda pendiente dos remates más de chatarra de Polvorín”.
En Escalada se siguió por la venta de chatarra del sector de Ferrobaires. Luciana Belén se le ocurrió vender la chatarra del Taller Pérez, en Rosario.
Eva también empezó a deshacer basura del taller de Boulogne: hacía negocio vendiéndola, hasta vendía piezas insólitas e inservibles para arreglar vehículos, pero ella las vendía.
Jo vendía cemento en las canteras de Tandil y con esas juntó 1000 pesos más. Después de un largo tiempo de colectas, lograron reunir los 20.000 pesos para la multa.
En Kilo 4, respiraron tranquilas al tener el dinero para sacar a Elisabetta. Pico sugirió “Mejor ni digan a los capos de ya saben donde, porque imagino el destino de estos papelitos de oro”.
“Bien dicho Pico, mejor vayamos nosotras personalmente” – dijo La Chabona dándole la razón a Pico.
Al día siguiente, bien temprano, Maribel, Lanús y Viviana salieron rumbo al puerto a La Plata con el dinero encima. Al llegar, Lanús pregunta a uno de seguridad “¿Alguno de Prefectura?”.
“Sí, sigan derecho, en aquella oficina, allá están” – dice el señor de seguridad señalando una oficina a la derecha de la vía.
“Gracias” – dijeron las tres y salieron a la oficina que se encuentra junto al galpón.
Las tres llegan a la oficina y un oficial de Prefectura sale. “¿Necesitan algo?” – pregunta.
“Sí señor” – dice Lanús y muestra el papel de la multa.
“Ah... veo. ¿Qué hay con eso? Eso no se puede obviar” – contesta el oficial.
“Si le dejo esta maleta, estará en buenas manos ¿no?” – pregunta por lo bajo Lanús al oficial.
“¿Ustedes juntaron la plata para la encerrada?” – pregunta el oficial.
“Claro. ¿Cree que íbamos a quedarnos quietitas? Si fuera por los ejecutivos, podía llenarse de arañas y apolillarse de estar ahí” – dice Maribel.
“Bueno, esperen acá, vengo” – dice el oficial, se lleva la maleta con el papel de notificación.
Adentro hicieron el recuento del dinero. Al rato, volvió el oficial con las llaves del galpón. Abrió el galpón y allí estaba Elisabetta “Acompáñenme por favor” – les pide el oficial.
Adentro, el oficial les pide que firmen otro papel más y Elisabetta también debe firmar el suyo. Una vez que hicieron eso, salieron las cuatro afuera.
“¡Elisabetta!” – gritó Lanús.
“Vamos Eli, tenemos joda de sobra en Escalada” – le dice Viviana.
“Elisabetta, te extrañamos mucho” – le dice Maribel.
“Yo también las extrañé mucho... muchísimo” – dice Elisabetta emocionada – “¿Las demás?”.
“Están esperándote en Escalada, vamos” – contesta Viviana.
Las cuatro salen rumbo a Escalada, donde la estaban esperando. En Escalada habían limpiado como pudieron el patio, se emocionaron muchísimo al volverse a ver. A630 y A905 no pudieron evitar llorar.
“¿Por qué te fuiste Elisabetta?” – pregunta Patagones.
Pero Elisabetta no tenía palabras para contestarle, solo pudo decirle “Todavía no sé por qué hice esa estupidez de irme afuera”.
“No importa Elisabetta, no sabes la alegría de hoy, te tenemos de vuelta entre nosotras, por ti movimos cielo, tierra y mar” – le dice Doris.
“¿De veras? Perdónenme por los dolores de cabeza que les traje” – les dice Elisabetta pidiendo perdón.
“No hay problemas, está todo bien. Por más dolores que nos trajiste, te queremos igual, sos tan como cualquiera de todos. Ahora queremos disfrutar de tu compañía, que te tenemos de nuevo con nosotras” – dice Quequén.
Elisabetta mira a sus hermanas y llora de emoción. Por detrás, Viviana anuncia “Hay una sorpresa”.
“Ya me dieron la sorpresa ustedes, por hoy ya hicieron mucho” – dice Elisabetta a sus hermanas.
“Eso es lo que tú crees” – dice Lomas y dan permiso de pasar a Tilín.
Tilín pasa y dice “Yo no me olvidé de ti...”.
“Tilín ¿cómo llegaste?” – pregunta Elisabetta.
“De la misma forma que tú, pero legalmente” – le responde Tilín.
“Ejem... perdona Tilín, disculpa que tengas que poner tus ruedas en estas asquerosas vías que circundamos” – le dice Mansilla.
Tilín mira a los cuatro lados y dice “Esto parece salido de un cuento de terror”.
“No pibe, no es salido. Vivimos un cuento de terror” – dice Viviana.
“¿Y tú Elisabetta?” – pregunta Tilín.
“Yo... bueno, lo mío, sin comentarios...” – contesta Elisabetta.
“Perdón, yo también” – dice Doris.
“Todas negro” – dice Lanús.
Días después, Elisabetta oró junto con Doris, un simple agradecimiento “Gracias hermanas mías por todo lo que hicieron por mí, sin ustedes creo que no estaría contando este final. Nunca jamás podré perdonar el haber cometido la estupidez de irme a otra parte sin motivos suficientes... No sé cómo puedo pedirles perdón por tanto dolor y sufrimiento ocasionado. Ustedes que movieron cielo y tierra por mí, que me descubrieron a tiempo, que tranquilamente me perdonaron la vida, porque podrían haber dictaminado pasarme por el soplete, hacer de mí una valijita de fierros, pero hoy estoy nuevamente en la vía, mirando otra vez caritas felices, muertas de frío, otras con calor, pero otra vez volví a ser ese fantasma que cobra más sentido cuando noche tras noche, termino mis paseos en Bolívar, y visito semanalmente a Daireaux, para alegrar a los pobladores que me esperan. Y a ustedes por todos los momentos que vivo, cuando paso largas jornadas, siempre tienen el motivo perfecto para la diversión. También quiero dar las gracias a mi pibe Tilín, que hoy da vueltas por Ámsterdam, por tratar de descifrar las palabras de dos idiomas distintos, pero supiste ganarte mi corazón con ternura y ese tulipán perfumado que lo perdí en el regreso... Gracias”.
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