Nota: Cuento de amor y locura.
Desde que volvió al mundo de los rieles – aparte se dice que por fin logró graduarse de maquinista -, aprovecha los viajes para conectarse a su mundo preferido: el de la música. En ese momento, ni la radio, ni el fútbol ni los autos le importan para nada. Solo le importan en ese momento la música y esa máquina que lo guía tan celósamente por esas vías maltrechas.
Hace tiempo, no se sabe con exactitud, la soledad era su compañera de convivencia – y de hecho lo sigue siendo en el presente -. ¿Alguien sabe de su pasado? Se sabe que tuvo una señora y punto. Las cosas de alcoba no interesan en este momento, aunque, dejó entrever el motivo de su lejanía. Como sigue esa historia tampoco interesa. Lo que importa aquí es de la noche a la mañana dejó el bondi 2 para mudarse definitivamente al Roca.
Con sus lentes, los auriculares y esa música que sabe mandarlo a otro mundo, conduce los trenes. Los destinos no importan, pero no hace falta saber que es probable que haga más viajes a
Claro, la música distiende y descarga tensiones ¿verdad? Lo malo de esto es que se desconecta de tal suerte del servicio que presta que le impide escuchar el sonido de la radio ante un caso de emergencia. Se cuenta que varias veces ha hecho caso omiso a las señales de vía o las velocidades por algún motivo. Una vez, sí fue de público conocimiento, en un día hiper caluroso, al vía estaba dilatada y por estar con los auriculares y la música, pasó con todo. Casi acaba en un descarrilo y dará cuenta cuando de la radio le manden un llamado de atención. Su corazón latió más rápido que de costumbre.
En la oficina le dirán que se deje de jorobar con la música y que preste más atención. En un banco meditaba todas las macanas que estaba cometiendo desde que regresó a los rieles y que un mal paso, sería el pasaporte a la línea 2 de bondis, que tanto había soñado dejarla en un pasado sepultado.
Ya era mucho el tiempo pasado que venía haciendo todo al pie de la letra cuando, por dictados del corazón, la soledad se supone que lo pudo más y salió a buscar una novia. Desde el banco de la estación de Cañuelas veía a la quiosquera hacer trabajos medios chanchos, pensaba que alguien vendría para poder declararle que la quiere.
Y en cada lugar donde esperaba, veía pasar infinidad de muchachas por delante suyo. Y pensaba que cada una de ellas podía ser su novia. En cada estación por donde pasaba con sus trenes encontraba novias a patadas. ¿Es posible pensar que el mundo estaba lleno de novias? En las estaciones, al menos, sí.
El ruido que la locomotora emitía le daba la sensación de que siempre alguna en alguna estación le confesaba su amor. Y Sergio moría de amor y locura por ellas.
En un papel con letra bien legible empezó a anotar los nombres de ellas, porque sabía que en esas estaciones las encontraba siempre.
Así es la lista (Tal cual como aparece en los papeles):
FERNANDA, de Sarandí;
ROMINA, de Quilmes;
MARÍA JULIA, de Temperley;
MARÍA BELÉN, de Alejandro Korn;
CLARA, de Juan XXIII;
VALENTINA, de Alejandro Levene;
ELEONORA, de Haedo;
MARIANELA, de Avellaneda;
JULIETA, de Wilde;
GUADALUPE, de
SILVANA, de Luis Guillón;
SAMANTA, de Monte Grande;
LIZ, de Lavallol;
PAULA, de Bernal;
LUCÍA, de Adrogué;
MARIANA, de Ranelagh;
MARÍA EUGENIA, de San Justo;
PAMELA, de Hospital Español;
EVELYN, de Cañuelas;
Todas tenían una característica que las distinguía, pero una muy en común: la de pararse en el punto donde frenan las máquinas. De algunas se conocieron algunas cosas que de otras, a continuación se mencionan (Según el orden de la lista):
FERNANDA, de Sarandí;
Fanática de Sarandí, solo alcanzó a darle un beso en la mejilla cuando le dieron la orden de partir y al parecer, desapareció bajo el tren.
ROMINA, de Quilmes;
Dicen las malas lenguas que jugaba a dos puntas y acabó yéndose a vivir a Ensenada.
MARÍA JULIA, de Temperley;
Le enseñó a bailar tango a metros del Abasto. Desde que se mudó, le perdió los rastros.
MARÍA BELÉN, de Alejandro Korn;
Nunca lograron ser compatibles.
CLARA, de Juan XXIII;
Fue la herencia de María Julia en materia de compartir los tacos. En la vida no fueron ni chicha ni limonada.
VALENTINA, de Alejandro Levene;
Tenía un mambo en el marote que la mandó internar en el loquero de Luján.
ELEONORA, de Haedo;
Solamente consiguieron ser muy buenos amigos.
MARIANELA, de Avellaneda;
Se la pasaba pintando cuadros todo el día y eso le costó varias cosas.
JULIETA, de Wilde;
Quedó postrada después de haber asistido a una manifestación reclamando un sueldo más justo para los docentes.
GUADALUPE, de
Siempre le cantaba y le tocaba la guitarra eléctrica. Le cantaba canciones de amor hasta que descubrió que salía con un pica boletos de la estación.
SILVANA, de Luis Guillón;
Nunca se dirigieron la palabra después de que se dijeran que se querían.
SAMANTA, de Monte Grande;
Tenía mucho amor e inocencia para repartir. No quiso meterse mucho con ella por el tema de la discapacidad mental que padecía.
LIZ, de Lavallol;
Le declaró su amor a Sergio y en una pasada en Plaza, accidentalmente la encontró con un cambista.
PAULA, de Bernal;
Arrestó a Sergio por un motivo burdo.
LUCÍA, de Adrogué;
Intentó hacerle un agujero a Sergio en la empresa. Por suerte, no lo logró.
MARIANA, de Ranelagh;
La llevaron unos delincuentes secuestrada y aún están tratando de juntar la plata para rescatarla.
MARÍA EUGENIA, de San Justo;
Le tocaba el acordeón a piano y fue una de las pocas que consiguió meterse en el mundo de las cabinas. Con su astucia, supo ganárselo para tenerlo por un viaje y medio…………….
PAMELA, de Hospital Español;
Su noviazgo con Sergio duró tanto como la parada que un tren hace en una estación.
EVELYN, de Cañuelas;
El clon de la quiosquera. Impresentable.
Todas las cosas que se mencionan de ellas fue lo que fue sucediendo con el correr del tiempo.
Hace tiempo sus compañeros venían sospechando que Sergio estaba inmerso en una locura. Las novias invisibles si son invisibles, no existen y no hay vueltas que darle. O existen en carne y hueso o no. Punto.
Pero de todas ellas, solo una logró persistir por un largo tiempo: María Eugenia. Hasta que de golpe y porrazo a cada una las fue pisando con la locomotora. Solo una de ellas, no recuerda cual, se suicidó en el taller en Haedo.
Las semanas siguientes, la soledad le volvió a ganar su corazón. Pero pensar en esa novia, era su ilusión. La quería consigo.
Sus compañeros insistían que estaba loco.
Y su locura acabará cuando la empresa dictaminó que Sergio debía abandonar el puesto de conducción. Pensó que otra vez a la línea 2 de bondis.
Nada de eso. Ni las faltas hechas al inicio eran el motivo esta vez de la intervención de los jefes de la empresa. Eso constituía un poroto.
El problema radicaba en que estaba loco. Veía novias donde no existían.
Hacía rato lo venían observando por su conducta.
Su carrera se precipitó el día que se presentó a prestar servicio: desde la oficina y con una chaqueta se lo llevaron al neuropsiquiátrico.
Desde ese entonces y hasta la fecha, Sergio llora haber sido internado por la empresa por loco.
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