Érase uno de esos días en los cuales estaba en mi regla. No, no la regla instrumental para hacer rayas ni la otra por naturaleza femenina. No sé cómo demonios describir mi regla, pues tengo varias y múltiples. Sé que soy un bicho raro, casi proveniente de otra galaxia, pero no quiere decir que no me integre. Intento integrarme pero ellos me tratan como eso: el aspirante que todos tienen que baquetear y es entonces cuando en la pura realidad termino siendo el último eslabón, el último pelotudo al cual todo le tiran por la cabeza.
Estaba un poco podrido de ser el típico aspirante y esperaba con mucho gusto que los chabones, bah, los capos de la empresa se dispusieran a decirme de una buena vez por todas que ya era hora de ponerme a estudiar un poco de física mecánica……….. ¿teoría atómica? Qué se yo que diablos, porque a los rieles vine a parar porque mi tío me pegó una patada en el culo y muchas gracias. Así creo que entré, al menos me parece.
Los rieles no son el santo de mi devoción, por cierto. Conducir, mi odio. No sé porqué cuernos me mandaron al rincón más grasero de toda Bahía Blanca. Me gustaba más la época en que cazaba insectos de todo tipo, clase y especie y terminaba estudiándolos más detalladamente que un perito forense a un muerto. Y ahora con este dengue, cazo más mosquitos en horario de laburo que el laburo que puedo llegar a hacer.
Todos los días voy al taller a engrasarme, llegué un momento a preguntarme porqué estoy haciendo lo que hago. Lo maligno en esto es que mis compañeros contribuían mucho a hacer de mi odio hacia el laburo, a agrandarlo un poco más.
Un día de lluvia, con tanto chiste pelotudo de los jefecitos, me dije que iba a hacer algo de bien y me fui a la cocina del Taller Spurr, pues hacía rato que estaba asqueado de escuchar tantas estupideces juntas (Y que encima no pegaban ni con un poxicola!), entonces, elegantemente moví la cocina y me encontré con el ejército cucarachil. Eso sí, se dispersaron como qué y yo las atajaba a dos manos! Sí, eso, las agarraba para meterlas en una mísera cajita. Con un puñado fue suficiente para el experimento que quería hacer. Después volví la cocina a su sitio y las cucarachas… bueno, reconozco que tuve que echar un poco de insecticida, creo que agoté todo el tarro……… pero ellas quedaron muertas ahí nomás, eso es para darle trabajo al chico de limpieza.
¿Qué hice yo con las cucarachas? Me fui a una fosa mientras ellos seguían mateando y haciendo chistes idiotas, yo con una portátil y herramientas de biologo totalmente infectadas (Porque es imposible montar un laboratorio en una fosa mugrienta, encima con la máquina que la grasa le caía a chorros, que asquerosidad) empecé a torturar un poco a las cucarachas a ver qué reacción tenían. Era sorprendente verlas como salían volando, pero dentro de la caja, no tenían acción de salir afuera. Una vez había escuchado el mito de que hasta en los fríos más asquerosos son capaces de vivir y con un aparato que inventé yo (Cuando no yo y mis inventos, así me tildan todos!!!!!!!!!!!!) le mandé un frío artificial asqueroso y……….. asombroso: en el rincón que tenían donde se supone que había un poquito de calor, las guachas se refugiaron. Sí que son duras de reventar.
Mi experimento marchaba viento en popa hasta que apareció un ingeniero y me empezó a interpelar por suerte por meras idioteces. A lo último no le contesté más porque esto era más divertido que escuchar ese insoportable tipo. Lo que nunca le voy a perdonar ni en el cajón es que me dio un susto que me hizo caer la caja con el cucaracherío al suelo y las guachas salieron como un ejercito despavorido…………..
Ese sí que fue uno de mierda, bueno, no tanto, el ingeniero este de choronga me lo arruinó.
Me pregunté reiteradas veces cuándo podría ver algo que valiese la pena y no escuchar tantas pavadas sin hilada alguna.
Sin quererlo ni buscarlo, ese momento llegó.
Lo que sigue, bueno, sé que estaba al aire libre revisando un motor cuando por la vereda pasó una linda señorita. Bendije estar solo sin la mirada de los demás porque hubiera sido un dolor de quetejedis de la gran China. Noté que, más allá de su buen aspecto, caminaba algo molesta. Pensé que se sentiría mal pero al rato me entero que es la novia de uno de los jefecitos de aquí……………… por si todo fuera muy poco, sin buscarlo ni nada, me enteraría la causa principal de su molestia: la mancha colorada en el trasero de su pantalón beige, me hizo pensar a cuando la profesora de biología nos enseñó en el secundario los procesos físicos anatómicos en el secundario…………..
Me quedé pensando en esa mancha colorada en el trasero, obvio que no podía ser un grano para ser el tamaño que tenía. Pensaba en que si ella se había dado cuenta de que tenía esa mancha pero supongo que le será una molestia cuando llegue a su casa… ¿qué sentirá ella cuando le sucede esto? Puf, el sentimiento debe ser medio parecido cuando me puse colorado una vez, allá hace tiempo, cuando trabajando en una fosa me dí cuenta del terrible bulto delantero………… cuando me lo ví juro que me dieron ganas de arrancarme el mameluco de encima, vestirme de mozo con un delantal, o bien optar por meterme una sotana, o, de últimas, convertirme en monje tibetano. Qué momento horrible……….. fue el peor de mi vida, y mis compañeros me veían rojo como un tomate, ellos se la tomaron a broma y empezaron a reirse y hacer comentarios irónicos. Para colmos, uno de ellos, mejor ni quiero saber quién fue el maldito hijo de puta que llamó a una señorita del rubro “servicios …” y dejalo ahí.
A los cinco minutos tuve delante de mí una señorita con unos pechos, que a mi juicio, demasiado pechugona y con mucho trasero ¿Para qué me la trajeron mis compañeros? Me quedé mirandolos y ella, sabía perfectamente a qué venía (Porque era tan cómplice como los podridos de mis compañeros). Solo que a mí en ese momento hubiera deseado que la Tierra hiciera un hoyo y me tragara íntegro. No pude huir a lo de la petisa Echenique.
¿Por qué diablos no me habran tirado un martillo en vez de traerme este mamotreto? Hubiera preferido ir al hospital y no tener que abrir la jeta a los efectos de pronunciar “Che flaco, dejá de romper las pelotas”.
Bueno, a decir verdad, un día tuve que decir “Che flaco, dejá de romper los huevos” elegantemente cuando un par de imberbes – la peti Echenique les dice boludometros – me tiraron encima de mi pie una agujeredora con mecha y todo. Por fortuna tenía puestos los botines pero si ellos eran tan malditos, yo también les iba a dar de la misma medicina. Fui, me quité el botín izquierdo y me metí una bota bien puntiaguda. Me le aparezco al bromista y en silencio, como la fiera que salta sobre su presa, con mi pie tomé tanto envión y mandé la patada que le enterré la bota más allá del agujero del trasero donde no brilla el sol……….. lo malo en esto es que mi pie quedó enterrado y le tuvieron que hacer un enema en el hospital bahiense. Después, creo que tuvo que hacerse varios enemas más después del patadón. Yo, por supuesto, cuando me citaron los capos, los convencí con una mirada de angelito como nunca antes vista. Creo que eso los convenció, y si no, me importa un rábano.
Bajé nuevamente a esa sucia fosa y otra vez tenía esa roñosa GR-12 goteando grasa, aceite y algo más……….. creo que por fin se disponían a repararla como debían. Para mí era lo de menos, lo mejor me pasó que encontré en flor de hormiguero ahí, mi compañero trajo un tarro de querosene y yo se lo quité, al fina, en una brusca maniobra me lo tiré encima. Él, por supuesto, me puso una cara de asquete que ni te cuento……………
Si había algo que mis compañeros no soportaban era cómo me podían gustar los insectos y todas las basuras que dan vueltas por la naturaleza. Si había algo que yo no toleraba de ellos era que se la pasaran pensando en minas, culo, tetas y sexo. Me importaba un rábano eso, a mí me bastaba con tener unos pesos, insectos y la petisa Echenique, mi mundo estaba hecho. Ah, si todo era poco, algún tarado me presentó una señora impresentable (Que en la pura realidad nunca entendí si era para mandarme al cuarto oscuro o para meterme los anillos).
Ante las estupideces de mis compañeros, opté por ser “ciego, sordo y mudo” y vivir en mi mundo.
Pero siempre hay un día en el que te ponen hasta la coronilla. Nunca lograba comprender el mero hecho de ser aspirante si a ellos les daba el pleno derecho de mofarse de mis debilidades. Ese día se extralimitaron. Un jefecito de tráfico se le fue la mano al tocar donde no debía, y yo, ni corto ni perezoso, le dí un rodillazo ahí que lo mandé a hacer una siesta larga, muy larga. Me salió “Che flaco, ¿vas a esperar que traiga una pistola y haga un regadero de sangre?”.
Pasé dos meses suspendido haciendo nada en el taller. Pero tampoco sin ver un mango partido al medio. Por suerte estuvo la peti Echenique para mancarme, entonces me dediqué a estudiar los circuitos de las hormigas y la verdad que me resultó muy asombroso ver el esfuerzo coordinado de cada una donde “Uno para todos y todos para uno”. Ahí fue cuando llegué a la conclusión de que en Taller Spurr lo único que hago es ver un montón de paparulos peleándose por meras pequeñeces lejos de servir para algo (Si era posible………….).
Pasado ese mes que no hice un pito, un jefecito a cara de perro me mandó a hacer algo, según él “de provecho”. Entonces me agarró como trapo de piso y tenía que ir y venir tantas veces fuera posible. Pienso que lo hacía de maldito y, al mismo tiempo se aprovechaba de mi situación. De mí se aprovechó hasta que un buen día llegué para decirle a los capos “Che flaco, ha sido muy lindo estar acá pero firmé en Ferrosur para señalero”.
Al menos, estoy guardado en una garita haciendo cambios, y no estoy diciendo todo el tiempo “Che flaco…………………..”.
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